viernes, 15 de marzo de 2019


EL GOBIERNO ESTÁ ASUSTADO PERO EMPECINADO EN UNA RECETA QUE FRACASÓ
(Por Marcelo Zlotogwiazda, publicado en INFOBAE)



El Jefe de Estado, Mauricio Macri, acompañado por el ministro de Producción y Trabajo de la Nación, Dante Sica, en el anuncio de tasas subsidiadas para el descuento de documentos de las pyme

El lanzamiento de créditos subsidiados para las pymes por un total de 100.000 millones de pesos anunciado anteayer y el adelantamiento de junio a marzo para la entrada en vigencia de un salario mínimo vital y móvil de $12.500 son dos ejemplos que probablemente sean seguidos por otros.

Puede discutirse cuán eficaz en términos de reactivación productiva o de inversión pueden ser créditos para las pymes que en su inmensa mayoría enfrentan una demanda flojísima. Y si bien es indudable que la anticipación del aumento del salario mínimo implica una mejora, los $12.500 de marzo tendrán un poder adquisitivo inferior a cuando en junio del año pasado se acordó el cronograma original de suba.

Pero más allá de eso, las iniciativas revelan que la preocupación los ha hecho reaccionar. De manera insuficiente, pero peor es nada.

La alteraciones anímicas que se perciben en el Gobierno por cuestiones económicas no están acotadas a los horribles datos oficiales sobre el nivel de actividad, la caída en el empleo y la pérdida de poder adquisitivo, a lo que se suman noticias diarias de suspensiones, achicamientos o cierres de fábricas.

El susto también fue provocado por el 2,9% de inflación que se registró en enero y que ayer fue reconocida como muy alta por el presidente del Banco Central Guido Sandleris en una presentación ante la Fundación Libertad. No sólo admitió el mal dato de enero sino que además señaló que la inflación de febrero también va a ser demasiado elevada, confirmando los pronósticos de la mayoría de las consultoras que la ubican por encima del 3 por ciento, y la del año arriba del 30 por ciento.

Guido Sandleris fue sincero en la descripción de lo inmediato, pero no pudo resistir –como tampoco lo están haciendo Mauricio Macri y Nicolás Dujovne- caer en la tentación de los pronósticos, un ejercicio en el que el Gobierno ha venido fallando garrafalmente.

Desequilibrios heredados y presentes

El presidente del Banco Central afirmó convencido que la economía "está ante la posibilidad de bajar la inflación de manera sostenida" y lo fundamentó en que, según él, han corregido casi en su totalidad los tres desequilibrios macroeconómicos que arrastraba la economía: el atraso cambiario, el tarifario y el déficit fiscal".

En la Argentina es harto sabido que el atraso cambiario es pan para hoy y hambre para mañana, además de que emite incentivos contraproducentes.
En la Argentina también estaba aceptado que el esquema tarifario del gobierno anterior era insostenible, despilfarraba recursos y generaba un enorme déficit energético.

Y no hay economista que niegue que hay más riesgo de inflación con déficit fiscal que con superávit.

Pero lo anterior no significa que una devaluación que elimine o reduzca el atraso cambiario, combinada con un sinceramiento tarifarios mal ejecutado y un ajuste fiscal draconiano, sean garantías de que estén dadas las condiciones para bajar la inflación, como afirmó Sandleris.

Muy por el contrario, la experiencia del año pasado muestra que con esos ingredientes la inflación lejos de bajar subió bruscamente.

A lo que el Gobierno responde que como el atraso cambiario ya quedó atrás y que una parte considerable de los tarifazos ya fueron hechos, lo único que resta es perseverar con la reducción del déficit tal como fue comprometido ante el FMI.

A las condiciones que enumeró Guido Sandleris, presidente del BCRA, para bajar la inflación, le faltan algunos ingredientes (Bloomberg)

Lo inquietante es que al listado de las condiciones de Sandleris le faltan algunos ingredientes fundamentales. En primer lugar, omite un tema clave que es la inercia inflacionaria, un problema que por los antecedentes de la Argentina no se puede soslayar, y es muy difícil interrumpir. En la historia reciente, la inercia inflacionaria sólo se pudo cortar por muy corto tiempo con el desagio del Plan Austral, por un período más largo durante el atraso cambiario de la Convertibilidad, y por la feroz recesión de principios de este siglo.

Sandleris tampoco toma en cuenta que, como parte de la inercia inflacionaria y debido a que el país cuenta con un movimiento obrero que todavía conserva una considerable cuota de poder y capacidad de movilización, y con una sociedad bastante resistente a ceder terreno, los precios y salarios están en constante competencia y retroalimentando la inercia.

Y en tercer lugar, olvida que a pesar de que a pesar de que hubo un notable aumento en el tipo de cambio real, no faltan factores como para descartar nuevas turbulencias que agiten el dólar. Entre ellas la constante amenaza de una corrida dolarizadora alimentada por temores electorales del establishment y aceitada por una masa de pesos retenida en los bancos con tasas de interés insostenibles.

Pero aún si se le concede la razón a Guido Sandleris respecto a que la materia pendiente es el déficit fiscal y su correspondiente contrapartida monetarista, la eventual desaceleración inflacionaria bien puede convivir con un estancamiento productivo e incluso con una prolongación de la recesión.

Contrapunto a las ideas del neoliberalismo

Al respecto, es interesante atender a un trabajo que acaba de publicar la Fundación Friedrich Ebert, la institución de apoyo intelectual de la socialdemocracia alemana que lleva el nombre del primer presidente de la República de Weimar – la etapa política entre la derrota de la Primera Guerra Mundial y el ascenso del nazismo -, de cuyo fallecimiento se cumplieron ayer 94 años.

El trabajo recopila ensayos críticos de las políticas de Austeridad (tal el título) y desmitifica varias de las verdades defendidas a capa y espada por el neoliberalismo. Uno de los artículos se titula "¿Sirve el recorte de gastos para resolver los problemas fiscales y estimular la inversión? y tiene como autora a Sheila Block, una economista del Canadian Center for Policy Alternatives.

Uno de los mitos que combate es que la mejor manera de equilibrar las cuentas es a través de un recorte de gastos en lugar de aumenta los impuestos progresivos de forma de recaudar más y achicar la desigualdad. También cuestiona la idea de que las políticas de austeridad no agravan la recesión, y pone como uno de los tantos ejemplos recientes lo ocurrido en Grecia. Por el contrario, sostiene que con buenos estímulos fiscales que frenen la caída, "la recuperación bien puede darse mediante una acción coordinada de inversiones públicas y privadas".

Sheila Block describe cómo la austeridad europea "ha estado asociada con aumento en el desempleo y desaceleración productiva, al revés de la mayor confianza y más alto crecimiento que se prometía".

La canadiense cita investigaciones de Paul Krugman "que demostró que la austeridad gubernamental suele ser recesiva, y que la recesión empeora cuánto más intensa sea la política de austeridad".

La autora se pregunta el por qué de la persistencia de las políticas de austeridad. "La respuesta requiere tener en cuenta los intereses y las ideas de los poderosos. Esos intereses no se benefician de una expansión del rol de los gobiernos que afecte la propiedad. Esos intereses se benefician de un Estado más chico. Los ricos no dependen del Estado como el resto, ya que cuentan con seguridad privada, salud privada y educación privada. Y cualquier aumento en la participación del Estado muy probablemente recortaría considerablemente sus riquezas mediante una mayor presión impositiva y más regulaciones a sus negocios".

Todas cuestiones que son motivo de encendidas polémicas entre los ciudadanos y los políticos. Al respecto, el mencionado premio Nobel Paul Krugman escribió: "la política determina quien tiene el poder, pero no quien tiene la razón".

Casualmente, Krugman cumplió ayer 66 años.


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