Viaje a la Luna

Viaje a la Luna

Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

QUIEN NO SE OCUPA DE NACER SE OCUPA DE MORIR

miércoles, 29 de julio de 2015

Por supuesto hablar de lo que sucedió hace 25 años, no es mi onda, salvo para recordar un pedazo de mi historia personal,  pero no hay nada nuevo, salvo que hoy se pude escribir públicamente en Cuba determinadas opiniones. Cuando un grupo de jóvenes comunistas dentro de su propia organización ( y no en los pasillos) hablaron sobre la necesidad del debate de ideas distintas,  tipos con apellidos inmerecidos se asustaron,  y convocaron desde su prepotencia y poder temporal el "tierra arrasada" para acallar a aquellos inofensivos e ingenuos muchachos...no me acompaña el resentimiento escribir sobre aquel momento, mi vida y la de aquellos jóvenes continuo por lo caminos del azar o la premonición de algún astro...también de los torturadores intelectuales, tan efímeros, como la estancia humana en este universo...

EN TORNO A LA CENSURA

(por Guillermo Rodríguez Rivera, publicado en el Blog "Segunda Cita" de Silvio Rodríguez)

Desde hace mucho tiempo he sido un adversario decidido de la censura, lo que no quiere decir que sea ideológicamente indiferente al flujo de ideas que de manera constante se manifiesta en nuestra sociedad. Por el contrario, creo que en las actuales circunstancias de Cuba, las ideas van a hacerse cada vez más importantes, más protagonistas de los escenarios que aguardan al país.

Estamos ante un sistema que está cambiando y aunque oficialmente hayamos circunscrito el cambio a lo que se ha llamado la “actualización del modelo económico” vigente en Cuba, las transformaciones van a ir necesariamente más allá,  porque esa “actualización” va necesariamente a trascender al plano ideológico. Al menos, ese es uno de los fundamentos del marxismo.

En un país como fue la Unión Soviética –desde los años veinte del pasado siglo conformada por Stalin y su particular  lectura del marxismo– los grandes temas ideológicos  se cristalizaban, se congelaban, se dogmatizaban y casi estaban ajenos al pensamiento que se iba moviendo en la existencia cotidiana. Aunque no heredaran el espíritu represivo de Stalin, sus sucesores heredaron ese inmovilismo ideológico.

El que fuera acaso el más importante teórico de la literatura  (y de la ideología)  de la URSS, Mijail Bajtin –no casualmente censurado y reprimido en tiempos de Stalin–, puso en circulación la categoría de “ideología de la vida”,  cuyos modos de discurrir, apoyados en la experiencia cotidiana,  podían y  de hecho debatían con las formas cristalizadas, aceptadas, dogmatizadas de la ideología mayor y contribuían  a  transformarlas. La “ideología de la vida” se manifestaba muy fuertemente en el arte y la literatura.

Los debates ideológicos prácticamente desaparecieron de la URSS stalinista. Había una oficialidad  que tenía  el privilegio de la verdad en la “interpretación” de los textos, y lo hacía con arreglo a las grandes cristalizaciones ideológicas,  sin  preocuparse porque aparecieran modos de pensar que esas cristalizaciones no tuvieron en cuenta. El soviético (y la soviética, desde luego) no acostumbraban  a  debatir el parecer oficial.

Muchos  se  han  preguntado  por qué nadie objetó el fin del socialismo  y  la desaparición de la propia Unión Soviética. Ni  un  stajanovista, ni un komsomol,  ni un obrero de avanzada, ni un cosmonauta objetaron la idea.

¿Saben por qué? Porque esa era una idea consagrada por el que era entonces el parecer oficial, y ese era un pueblo al que acostumbraron a que el parecer oficial no se discute.

La censura es la consagración de ese modo de pensar.

Estoy escribiendo esto, pensando en la retirada de la escena de “El rey se muere”, la obra de Ionesco montada y dirigida por Juan Carlos Cremata.

No alcancé a verla en su mínimas exhibiciones,  pero no me convencen los criterios aparecidos  para justificar el hecho. Lo único adecuado habría sido propiciar un debate en torno a la obra y su puesta en escena, y permitir que los espectadores cubanos  –incluyendo, claro, a los más calificados–,  encontraran su punto de vista, que no tiene por qué resultar unánime.

La censura cancela los problemas, los oculta, no los resuelve: a lo sumo, lo que hace es meter la basura debajo de la alfombra, no limpiar la casa.