AL FIN UN MEA CULPA
En este informe que a continuación dejo, Cristina al final hace un mea culpa, era de esperar hace tiempo, pero al menos lo hizo.
Es la
economía bimonetaria, estúpido. Aportes para un debate argentino.
(Por
Cristina Fernández de Kirchner)
“Hay dos formas de
conquistar y esclavizar a una
nación. Una es laespada, la otra es la
deuda.”John Adams.
Presidente de losEstados Unidos entre
1797 y 1801.
Milei y
“las fuerzas del cielo”. Cuadro de situación
A nueve meses de la llegada al gobierno de la
primera experiencia global anarcocapitalista, una vez más y como siempre, la
realidad se impone sobre las teorías extravagantes, los discursos
incendiarios y las frases marketineras.
Milei, el ultra libertario que en
campaña prometía eliminar la intervención y el control del Estado sobre la
vida de los argentinos hoy, en el gobierno, no sólo interviene y controla,
sino que además decide tres de los cuatro precios fundamentales de la economía:
1) el precio del dólar, a través de la
tablita de crawling-peg del 2% mensual; 2) el precio del dinero, mediante
la fijación de una tasa de interés de referencia ultra negativa;
3) el precio del trabajo, al fijar tope
para los acuerdos salariales; 4) solo ha liberado el cuarto precio de la
economía; el de los bienes y servicios, aunque con ciertas limitaciones:
las tarifas de luz, gas y el transporte todavía conservan exiguos subsidios, en
algunos segmentos de usuarios, y el Estado sigue sin contar con datos
fehacientes sobre los costos reales de esos sectores.
Si a esta forma de administrar los cuatro
precios de la economía le sumamos el ajuste fiscal de Milei -que es
inconsistente e insostenible porque lo logra a partir del no pago de deudas
exigibles para la administración central y del retiro del Estado de las
funciones imprescindibles para la subsistencia misma del país como Nación-, se
produce un combo letal.
Este escenario, en el marco de una
economía bimonetaria como es la argentina, ha llevado a una caída brutal de la
actividad económica y ha provocado que nuestro país sea hoy más caro en
dólares que los países desarrollados del mundo. Esto convierte a la tasa de
inflación del 3% o 4% mensual, que Milei y su inefable ministro de economía
quieren hacernos creer que es un éxito, en una verdadera tragedia social
al producirse en el marco de una profunda recesión económica.
Esa tragedia ya es inocultable. Desde el
rápido aumento de la desocupación hasta los más de un millón de niños que todas
las noches se van a dormir sin un plato de comida (estudio UNICEF). Desde el
crecimiento exponencial del avance del narco en las barriadas populares ante el
retiro del Estado, hasta la caída vertiginosa del nivel de vida de la clase
media. Y como siempre sucede en Argentina, al ajuste le siguen los
palos. Las imágenes de argentinos apaleados y gaseados -en esta
oportunidad jubilados- no hacen más que confirmar la violencia que engendran
ideologías donde los ciudadanos solo son una variable de ajuste. Todo se ha puesto
muy feo. Todo está muy mal.
Mientras tanto el gobierno no sólo ha
abandonado en la práctica el discurso liberal de anti-intervencionismo estatal,
sino que también ha dejado de lado la teoría monetarista que señala a la
emisión monetaria como la única y exclusiva causa de la inflación. En efecto,
en reiteradas oportunidades los funcionarios han señalado que no van a devaluar
porque sube la inflación: ante estudiantes en la Universidad Católica Argentina
“Caputo descartó un salto del dólar: ‘Devaluando lo único que se gana es que
suba la inflación’” (Infobae. 21 de agosto, 2024). O sea: la inflación en
nuestro país está atada al movimiento del dólar . Bienvenidos a la
Argentina.
Estas no son las únicas novedades del país en
el que suelen morir todas las teorías. Desde hace un tiempo las calificadoras
extranjeras, las agencias vinculadas a las finanzas y hasta algunos economistas
vernáculos, han comenzado a explicitar públicamente una creciente inquietud
acerca de la capacidad de pago de la Argentina respecto de su deuda soberana.
No se trata de teorías o interpretaciones económicas, simplemente de sumar y
restar frente a la curva de los vencimientos en moneda extranjera que debe
afrontar nuestro país. “A los mercados no les inquieta el frente fiscal,
sino los problemas del Gobierno para juntar dólares” (Infobae. 25 de
agosto, 2024).
El 14 de febrero de este año publicamos el
documento: “ARGENTINA EN SU TERCERA CRISIS DE DEUDA -Cuadro de Situación-”.
Vale la pena recordar el segundo párrafo del mismo, donde definíamos en forma
estructural el problema de la economía argentina.
“A diferencia de lo que se afirma
habitualmente, en cuanto a que el principal problema de la economía argentina
es el déficit fiscal y la principal causa de la inflación, la emisión monetaria
necesaria para cubrirlo; nosotros sostenemos que la inflación en Argentina se
dispara ante la escasez de dólares y que el endeudamiento compulsivo en dicha
moneda no hace más que agravar dicha escasez al profundizar la ya conocida y
estructural restricción externa de nuestra economía bi-monetaria”.
Que nadie se confunda. No pasa por decir “te
lo dije”, pero es necesario abordar el verdadero problema de la economía
argentina desde el rigor que impone la experiencia concreta frente a cualquier
ejercicio teórico. Hoy la Argentina no tiene los dólares para pagar la deuda y
los mercados lo saben. Esa misma escasez de dólares fue la que impidió
llevar a cabo la dolarización que Milei imaginaba como plan de
estabilización para cristalizar la formidable transferencia de ingresos a los
sectores más concentrados de la economía producida después de la brutal
devaluación y el ajuste fiscal. Dolarización que también era aconsejada, entre
otros economistas, por Steve Hanke1. Curiosa paradoja de quien se cree líder
amado y admirado a nivel global, pero al que nadie le presta un dólar. A
esta altura de la soirée casi, casi que tenemos que hablar de Milei, el ex
libertario.
Es la
economía bimonetaria, estúpido.
Sería conveniente que, en términos de
política económica, nuestros economistas encuentren una definición más rigurosa
sobre la regulación para la adquisición de dólares en el Mercado Único y Libre
de Cambios (MULC) que la de “cepo”. Esa etiqueta fue utilizada para
estigmatizar la medida que tuvimos que adoptar en el año 2012, después de
una fuerte corrida cambiaria durante el año 2011 (año de elección
presidencial), que significó la caída de nuestras reservas con la clara
intención de provocar una devaluación del tipo de cambio que, de haberlo
logrado, hubiera significado una enorme transferencia de ingresos a favor de
los sectores que están dolarizados. Lo curioso de aquella corrida impulsada
desde el sector financiero, es que se produjo en el marco de una economía
que, después de la crisis global de Lehman Brothers (2008-2009) crecía en forma
sostenida y en un escenario de certidumbre política, traducida en el triunfo en
primera vuelta por 55% de los votos. Quedó así al descubierto que los
discursos del mainstream, acerca de la necesidad de certidumbre y estabilidad
política y económica son solo eso, discursos.
En el siguiente cuadro se puede observar
claramente el alto nivel de reservas existentes en el BCRA al año 2011 y la
caída vertiginosa producto de la corrida que se opera entre agosto (cuando
obtuvimos más del 50% de los votos en la PASO) y diciembre de ese año. Como
siempre, dato mata relato.
Desde 1972 se calcula que Argentina atravesó
54 corridas cambiarias. Una corrida cambiaria se define a partir una cierta
caída de las reservas internacionales y/o en movimientos del tipo de
cambio. Durante las últimas cuatro décadas, coincidentes con el paradigma
de valorización financiera instaurado por la última dictadura cívico-militar,
Argentina sufrió corridas cambiarias recurrentes, que se interrumpieron
temporalmente durante gran parte de la convertibilidad y la presidencia de
Néstor Kirchner.
Durante mis dos mandatos enfrenté corridas
cambiarias de una persistencia similar a la del alfonsinismo, mayor a las del
menemismo, y únicamente superada por la del gobierno de la Alianza, tal cual
podrán ver en el siguiente cuadro.
Entre 2007 y 2015 las presiones cambiarias se
hicieron más frecuentes, totalizando 11 corridas. Estas tensiones se
manifestaron en fuertes aumentos de la Formación de Activos Externos (FAE) y en
su correlato, la caída de reservas internacionales.
Tampoco el gobierno de Macri, que fue
“market-friendly” -en la jerga de los mercados-, se salvó de las corridas
cambiarias. Por el contrario, no sólo tuvo una fuerte salida de capitales sino
que debió reinstalar el “cepo” que tanto había criticado y que había levantado
en 2016 con bombos y platillos y gracias a un feroz endeudamiento externo.
Se vio obligado a poner un tope de compra mensual de apenas 200 dólares. Vale
recordar que en el período 2012-2015, cuando administramos la compra de dólares
en el MULC, el límite que establecimos fue de 2.500 dólares mensuales. Cabe
señalar también que dicha regulación (“cepo”) no pudo ser eliminada hasta el
día de la fecha y continúa con el tope de 200 dólares. Y eso que pasaron
macristas, peronistas y ahora hasta libertarios, todo bajo el estricto control
del FMI. Esto no significa santificar el “cepo”, sino entender a partir de
la experiencia y no desde la teoría, el funcionamiento de la economía en
la Argentina frente a la cuestión del dólar.
Es que, como dice el título de este capítulo,
es la economía bimonetaria, estúpido. Una economía donde la moneda que emitimos
como Estado sólo es utilizada para transacciones cotidianas (y no para todas.
Ej: compra de inmuebles). Para las otras dos funciones que tiene cualquier
moneda, que son las de unidad de valor y de reserva o ahorro, los argentinos
utilizan el dólar.
Este fenómeno sucede únicamente en la
Argentina. La utilización de dos monedas, de las cuales la que no emitimos es
precisamente la más requerida para atesorar legal o ilegalmente, sustrayéndola
del circuito de funcionamiento de la economía y formando activos en el exterior
o, en menor medida, guardándolos “en el colchón”. Esa misma moneda es,
además, la única que se puede utilizar para pagar las importaciones que el país
necesita para producir, generar riqueza y trabajo bien remunerado. Esta situación
permite explicar las dificultades de la macroeconomía argentina; aún en
gestiones de gobierno que han llevado a cabo una sustancial reducción de la
deuda en dólares, como fue el caso de las desarrolladas en el período
2003-2015.
Si a este fenómeno le agregamos el
endeudamiento geométrico -en esa misma moneda que no emitimos- producido
durante el gobierno de Macri, con inversores extranjeros o nacionales, con
sobretasas y con curvas de vencimientos incumplibles, no hace falta
explicar más nada. Aunque, ya se sabe, la Argentina es ese extraño lugar en
donde hasta lo obvio debe ser explicado.
Para aquellos que afirman que dicha
regulación impide la inversión, cabe recordar que la Inversión Extranjera
Directa (IED) durante mi segundo mandato, fue la más alta en los 40 años de
democracia, sin privatizaciones. A título de ejemplo: la llegada de Chevron y
Petronas -entre otros- con inversiones en Vaca Muerta recuperada por nuestra
gestión también. Además, durante el año 2015 y con el asedio de los Fondos
Buitre, el riesgo país rondaba los 600 puntos básicos.
La experiencia del gobierno macrista, que
decidió levantar el “cepo”, devaluar y eliminar los controles de la cuenta
capital para endeudarse, ya sabemos cómo terminó: cuatro años sin “cepo”
pero ninguna inversión directa, sólo ingreso de capitales especulativos y
retorno del FMI al país para garantizarle los dólares a esos fondos, que
después del carry trade “piraron”. A esa experiencia la estamos pagando
demasiado caro y sus consecuencias seguirán siendo sufridas por varias
generaciones más.
Abordar el problema de la economía
bimonetaria y su correlato, la carencia de una moneda fuerte, es lo que debería
movilizar a las fuerzas políticas y sociales que siguen creyendo en la Nación.
Sin embargo, cuando la anti política se quede sin respuestas por el fracaso de
teorías extravagantes que solo causan odio y dolor; no solamente deberemos
reconstruir la moneda, sino también la política.
Esto también implica de parte nuestra
preguntarnos ¿Y por casa como andamos? En una suerte de revisión de ideas y
experiencias.
El
peronismo se torció:
Cuando olvidó que los muertos no pagan las
deudas y convalido el préstamo multimillonario e irregular que el FMI, violando
su propia normativa interna, había otorgado al gobierno de Mauricio Macri para
que ganara las elecciones. No sólo eso, se castigó a nuestro país fijándole
sobretasas de interés usurarias y curvas de vencimientos incumplibles. Por si
eso fuera poco, se permitió además que se apliquen las políticas dictadas por
el organismo que dieron comienzo a un proceso inflacionario.
Cuando por primera vez en un gobierno
peronista los trabajadores registrados no llegaron a cubrir la canasta básica
total (CBT). O sea: el peronismo con trabajadores registrados pobres, pese
a que la tasa de desempleo tuvo un excelente comportamiento alcanzando el nivel
más bajo de las últimas décadas con el 5,7%.
Cuando no recuperó el carácter
universal que caracterizó a sus políticas sociales y que
impedían el surgimiento de clientelismos que solo contribuyen a dividir y
a enfrentar a los sectores populares entre sí, e irritar a nuestras clases
medias.
Cuando mal administró las divisas obtenidas
por superávit comerciales excepcionales y debilitó la fortaleza del Estado para
administrar la economía bimonetaria de la Argentina.
Cuando, a pesar de haber atravesado la
pandemia con una correcta gestión sanitaria que evitó las imágenes de falta de
atención médica o respiradores, cementerios creados para los fallecidos de
Covid o, como vimos en New York, camiones frigoríficos para trasladar los
cadáveres; se anuló la palabra presidencial por la aparición de un documento
fotográfico donde se comprobaba la violación de las normas de aislamiento por
parte de quien las había firmado.
El
peronismo se desordenó:
Cuando no advirtió la modificación de las
relaciones laborales de la población económicamente activa, donde los
trabajadores registrados en la actividad privada no sólo son minoría, sino que
además, sólo el 40% de ellos está sindicalizado. La consecuencia objetiva es
que las representaciones sindicales características del siglo XX y fundantes
del peronismo, ya no son la expresión mayoritaria de los trabajadores.
Cuando no avanzó sobre el viejo modelo de
Estado omnipresente que derivó en ineficiencia e ineficacia y no construyó
una nueva estatalidad más vinculada a la comunidad y su organización a
través da la participación de sus diferentes estamentos. La ineficiencia e
ineficacia que deriva en burocracia y que es observada por el resto de la
sociedad no sólo con mirada crítica por la falta de resultados o de calidad de
los servicios en la vida cotidiana, sino porque se termina viendo el empleo
estatal como un privilegio frente al resto y, por lo tanto, un “gasto
innecesario” que debe ser suprimido.
Cuando no impulso la reversión del déficit
fiscal a través de la reducción del gasto tributario existente por
eximiciones, exenciones o promociones a sectores concentrados de la economía;
junto a una reforma tributaria que no sólo simplificara la administración
impositiva, sino que permitiera construir un sistema más racional y
equitativo.
Cuando no planteó una revisión y reforma
profunda de la educación pública; una de las demandas más sentidas y queridas
por todos los sectores, especialmente por aquellos que no pueden reunir el
dinero necesario para pagar la cuota de un colegio de gestión privada.
Cuando no pudo superar el consignismo de la
desigualdad social por un lado y el gatillo fácil por el otro para abordar
un plan de seguridad de carácter integral, e n donde además se aborde
el problema cada vez más creciente del avance narco en las barriadas
populares como consecuencia del retiro del Estado y la porosidad de las
fuerzas de seguridad. Es así como se sustituye la organización estatal por la
organización delictiva.
Cuando dejó de recordar que no solo donde hay
necesidad hay un derecho sino también una obligación y que el trabajo es un
derecho, pero también es un deber, por lo que es justo que cada uno
produzca por lo menos lo que consume.
Cuando no reparó en las profundas modificaciones
surgidas en el campo de la comunicación social por el avance de la
tecnología: una trasformación de magnitudes similares a la imprenta de
Gutenberg.
Hay que poder enderezar las experiencias y
ordenar las nuevas demandas para poder alinear pensamiento, palabra y
acción: una trilogía indispensable a la hora de formular propuesta y
estrategia que permitan organizar una fuerza política que vuelva a representar
mayoritariamente, para pasar de ser oposición a alternativa de gobierno.
Septiembre del 2024
Cristina Fernández de Kirchner. -
P/D: Texto y contexto. John Adams fue el
segundo presidente de Estados Unidos y la cita del comienzo de este documento
debe ser comprendida en el contexto de la discusión interna de ese país en su
etapa fundacional, acerca del modelo económico que debían asumir como Nación.
En esa discusión el rol de Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro y
padre del modelo de acumulación y manejo de deuda de ese país, fue fundamental.
Ellos pudieron resolver correctamente ese problema.