Viaje a la Luna

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Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

QUIEN NO SE OCUPA DE NACER SE OCUPA DE MORIR

martes, 29 de noviembre de 2022

HABLAR DE LAS UMAP DESDE LA CUBA DE HOY
(Por Javier Gómez Sánchez)

Es un derecho y un deber conocer nuestra Historia en todas sus realidades y complejidades. El silencio en torno a elementos históricos de la Revolución Cubana, siendo algunos de ellos poco mencionados y apenas explicados, ha tenido efectos muy negativos.

Sobre las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), como de otros temas, es necesario hablar, investigar, debatir, publicar de forma esclarecedora y crítica en medios de comunicación para fomentar su conocimiento objetivo. No hacerlo permite su utilización como un mero elemento de propaganda.

Esta consiste en fomentar la idea de que se originaron como parte de una higienización social emprendida por la dirigencia revolucionaria; que duraron muchos años; o que fueron cerradas exclusivamente por la presión internacional. Los tres elementos son habitualmente presentados con superficialidad y una parcialidad alineada a las campañas contra la imagen de la Revolución Cubana.

Una mirada en contexto al momento histórico y a las circunstancias en que surgieron y existieron las UMAP, hace ver elementos que pueden aportar a un conocimiento mayor dentro el complejo proceso de la Revolución:

En 1963 se emite la ley 1129 que declaraba el Servicio Militar Obligatorio, a cumplir por todos los hombres en la edad de entre 15 y 25, durante un período de 3 años. El país había vivido las experiencias de la invasión por Playa Girón y la Crisis de Octubre, mientras la permanencia de bandas armadas operando en el Escambray y otras regiones, obligaban a la movilización de decenas de miles de hombres, mayormente milicianos. Durante esos años, Cuba había recibido tecnología militar y armamento de la Unión Soviética y otros países del campo socialista, que exigían una cantidad de personal especializado e instalaciones cada vez mayores. Se hacía necesaria la formación de unas fuerzas armadas que pudieran asumir la defensa del país, y acumular en la población una reserva con experiencia militar. La amenaza permanente de una invasión estadounidense a Cuba obligó a la creación de un servicio militar masivo.

Se hicieron los primeros llamados y decenas de miles de hombres jóvenes fueron incorporados al servicio activo en las recientemente creadas Fuerzas Armadas Revolucionarias. Pero esto hizo enfrentarse a la realidad de que no todos los que estaban en la edad requerida eran deseables para las unidades armadas. Una cantidad de individuos rechazables por antecedes penales y conductas delictivas diversas, se iban acumulando llamado tras llamado, y exonerarlos de cumplir con el servicio militar tendría un efecto social poco recomendable. La dirección de las FAR se preguntó: ¿Qué hacer con ellos?

Con este objetivo se crearon las Unidades Militares de Apoyo a la Producción, más conocidas por sus siglas UMAP, que existieron en Cuba entre 1965 y 1968. Eran unidades de trabajo concebidas para los reclutas cuyo comportamiento social era considerado ¨no apto¨ para las unidades armadas. Estaban dedicadas principalmente al corte de caña de azúcar, en campamentos ubicados en las provincias centrales. Para esas unidades se hicieron dos llamados, uno en 1966 y otro en 1967.

En esos llamados, las UMAP recibieron a otros dos tipos de reclutas: Aquellos que por motivos de su fe se negaban a portar armas o se les prefería tener apartados por prejuicios hacia la práctica religiosa, y los que eran rechazados por tener preferencias evidentemente homosexuales, con expresiones y comportamientos que transgredían el arquetipo que impone la heteronormatividad, entonces mucho más prevaleciente en el mundo que hoy.

La difícil relación de la Revolución Cubana y las comunidades religiosas, incluida la Iglesia Católica, necesitaría un análisis particular de sus muchas aristas, sin dejar fuera el vínculo de parte de las jerarquías de esta última y alguna otra denominación con los sectores más reaccionarios de la élite socioeconómica, la contrarrevolución organizada y el terrorismo durante esos primeros años.

Los hombres y mujeres que se integraron al proceso de transición hacia una sociedad socialista, lo hicieron inicialmente y durante muchos años, llevando consigo los prejuicios homofóbicos y machistas arraigados en la sociedad cubana prerrevolucionaria, tanto la republicana como la colonial, en las que ya se penalizaba, estigmatizaba, rechazaba, y despreciaba la homosexualidad en los ámbitos sociales y familiares, a la par que se le caricaturizaba mediáticamente desde mucho antes de la Revolución.

Igualmente se pensaba que el trabajo y la disciplina los harían cambiar y ¨reeducarse¨ para su reinserción en la sociedad, con una conducta que fuera considerada más ¨apropiada¨, lo que hizo que no pocos padres y madres con hijos homosexuales -que no aceptaban como tal en el seno familiar-, los presentaran para el servicio militar o apoyaban que fueran llamados a las UMAP.

En ese entonces la homosexualidad se consideraba no sólo una deformación del carácter o una enfermedad, sino que su práctica estaba penalizada en la mayor parte del mundo, incluidos los Estados Unidos, Reino Unido y otros países desarrollados.

Durante los 50, los 60, y todavía en los 70, en las ciudades estadounidenses -incluyendo Nueva York, y San Francisco, en las que años después cobraron fuerza los movimientos defensores de los derechos LGBTI-, las brigadas ¨anti vicio¨ de la policía realizaban redadas en cines y zonas de socialización de hombres homosexuales, imponiendo arrestos y multas a los que eran detenidos.

En Cuba, si se estaba en el rango de edad, un episodio policial de este tipo con implicaciones de expulsión laboral por conducta social ¨inapropiada¨ si llegaba a trascender, podía terminar en un llamado al Servicio Militar, que en ese caso se haría en las UMAP.

Varios artistas homosexuales, que luego llegaron a ser personalidades destacadas de la cultura cubana y que vivieron directa o indirectamente la experiencia de las UMAP, recuerdan esa época como de incertidumbre y temor personal.

El pintor Raúl Martínez, quien fuera pareja del dramaturgo Abelardo Estorino, y que en 1995 recibiera el primer otorgamiento del Premio Nacional de Artes Plásticas, lo recuerda en su autobiografía Yo, Publio:

Así fue que muchos amigos míos, -homosexuales o no- fueron enviados a los campamentos. También figuras conocidas de la Nueva Trova, escritores en ciernes y teatristas. Entre nosotros se desató una ola de miedo al saber que también la policía -especialmente en Coppelia- hacía redadas o se llevaba preso a cualquiera que se destacara por su vestimenta o sus gestos. (…) Recuerdo con qué temor tomaba café en la parada de la guagua, mirando a un lado y a otro para huir si algo pasaba. Cuando me veía obligado a pararme ahí mismo, al salir de Radiocentro o del Habana Libre, rezaba porque llegara la guagua lo más rápido posible. (…) Sabía que, en los cines, gente dedicada a esta misión se sentaba al lado de cualquiera de nosotros y lo provocaba; al responder, lo llevaban a la estación de policía. Un intelectual fue sorprendido in fraganti en el baño de 12 y 23. Yo no tenía esta costumbre, que sí disfrutaban algunos de mis amigos, pero, ¿y si me ponían un cebo en la casa? Desconfiaba de cualquiera que me demostrara interés en venir a oír música o a ver mis pinturas. (1)

También podía ocurrir una separación del puesto de trabajo, por ser considerado desafecto a la Revolución, como se veía prejuiciadamente a homosexuales y religiosos, incluso a aquellos que compartían el ideal revolucionario y se sentían identificados con su proceso. Perder el vínculo laboral, estando en el rango de edad, significaba el llamado a cumplir con el Servicio.

Al tratarse de un reclutamiento obligatorio, con un tipo de trabajo al que no estaban habituados, lejos de sus provincias y familias, comenzó a verse como una especie de internamiento en campos de trabajo forzado. Por demás, las pretensiones ¨educativas¨, basadas en el desconocimiento de la época sobre la sexualidad, fueron un completo fracaso.

La experiencia en las UMAP fue sin dudas traumática para muchas personas. Una etapa amarga en la vida de varios músicos, artistas teatrales y otros creadores jóvenes, así como practicantes religiosos.

El pastor Raúl Suárez, quien por aquel entonces ejercía en la Iglesia Bautista de Colón, en Matanzas y que años más tarde, en 1987, fundara el Centro Memorial Martin Luther King Jr, siendo luego diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, dejó testimonio –posiblemente uno de los más profundos y reflexivos que puedan consultarse- de su experiencia en las UMAP en su autobiografía titulada Cuando pasares por las aguas, describiendo su reclutamiento en una de estas unidades durante nueve meses, entre 1966 y 1967, en los que, junto a las labores agrícolas, fue designado cocinero y más tarde como maestro:

Durante los primeros días nos enseñaron los rudimentos de la disciplina militar: las marchas, el saludo, la formación y los permisos reglamentarios. Terminada la preparación, comenzamos a trabajar en la limpia de cañaverales, con guatacas y machetes. (…) Cocinaba para unas veinticinco personas, trataba con los jefes que atendían cuatro compañías. Una, la 4, estaba integrada totalmente por hombres homosexuales. Al principio, convivíamos juntos; pero por la protesta de algunos ¨hombres¨, nos separaron. Otra, creo que la 2, la formaban ex presos por delitos comunes. Los religiosos estábamos unidos con los santeros, los ¨vagos¨ y los considerados ¨flojos¨, pero que no se percibían como homosexuales. En otras palabras, a la UMAP estábamos asignados los no aptos políticamente para el Servicio Militar Obligatorio, las ¨lacras sociales¨. (…) Casi sin darme cuenta surgió mi primer diálogo cristiano-marxista, para el que no estaba preparado por completo; los oficiales se dieron cuenta que de que yo no era una ¨lacra social¨, sino un pastor evangélico.

A pesar de que estas labores absorbían casi todo mi tiempo, sentía una angustia tremenda: cada domingo extrañaba la comunión de la iglesia; pensar en mi familia me desgarraba. Muchas veces alejado de la jefatura, escondido en un monte cercano, me tiraba al suelo a orar con grandes sollozos. La autocompasión me amenazaba como un buitre a su víctima. Recordaba al apóstol Pablo cuando hablaba del aguijón de la carne.

Hoy puedo reflexionar sobre el significado de esta experiencia en mi vida cristiana y mi práctica pastoral. Creo que la UMAP fue un error, al margen de las intenciones que la animaron. Si se concibió como algo similar al Ejército Juvenil del Trabajo (EJT), es evidente que los métodos de selección y su propia experiencia demostraron todo lo contrario. Además del sufrimiento causado a quienes pasamos por ella -incluyendo a los propios oficiales que nos dirigían-, ofreció una imagen en el país, y también fuera, que contrastaba sensiblemente con el sentido humanista de la obra revolucionaria. No por azar ha sido un hecho utilizado por los enemigos en un documental (2) que recorrió el mundo durante los años 80, concebido de manera alevosa para restarle apoyo a la Revolución en sectores de la izquierda europea y norteamericana apelando al ya sensible tema del machismo y la homofobia.

Por otro lado, la UMAP creó traumas y resentimientos que algunos no lograron superar nunca. Una especie de raíz de amargura quedó atrapada en la psiquis de muchos hermanos y hermanas. Cuando se iniciaron los pasos oficiales a favor de la comprensión y la apertura hacia la religión, los creyentes y las iglesias, no tuvo siempre la complacencia de los dirigentes de estas últimas. En honor a la justicia, no solo por razones de la experiencia en la UMAP, pero el hecho, indudablemente, influyó en estas actitudes.

A pesar de todo, la UMAP no amargó mi vida ni me dejó resentimientos. (…) Vivir en el puesto de mando o la jefatura de un batallón del Ejército; cocinar para los oficiales; dormir bajo el mismo techo; escuchar sus historias familiares y de luchas en la Sierra Maestra; hacerles cocimientos cuando estaban enfermos, constituyeron experiencias que cambiaron de manera radical mi manera de percibir a los revolucionarios marxistas.

Conocimos hombres que combatieron en la Sierra y en el Llano que no escondían sus preocupaciones y aun sus rechazos a la UMAP. Tuve el privilegio de convivir con auténticos comunistas, un desafío ético y ciudadano a mi manera de entender y vivir la fe cristiana. No debo pasar por alto la honestidad y transparencia de Quintín Pino Machado, el hombre que, según Silvio Rodríguez (3), ofreció una visión real de la UMAP a Fidel y Raúl Castro, gracias a la cual esta institución desapareció. ¨ (4)

Numerosas quejas ante la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), preocupaciones expresadas directamente a líderes de la Revolución por diversos intelectuales y artistas, así como por figuras extranjeras, promovieron una reflexión sobre la función y la existencia misma de las UMAP. A esto se sumó internamente el criterio negativo que en reuniones de análisis sobre este tema expresaban altos oficiales y cargos de dirección del MINFAR, junto al resultado de una investigación ordenada por la Dirección Política de la institución armada, con entrevistas a reclutas y oficiales por parte de psicólogos y otros especialistas. A dos años de su funcionamiento, las UMAP acumulaban ya un fuerte cuestionamiento dentro de la dirección misma de la Revolución.

En 1967 fue designado para su jefatura el entonces capitán Quintín Pino Machado, quien había sido combatiente de la clandestinidad y embajador en varios países, con experiencia de trabajo político y cultural en las FAR, con la orden expresa de Fidel de acometer su proceso de desmantelamiento. Progresivamente sus reclutas fueron dados de baja de forma anticipada (como fue el caso de Raúl Suárez) o reasignados a unidades comunes.

En 1968, con solo tres años y dos llamados de reclutas, las UMAP fueron oficialmente disueltas por orden del entonces Ministro de las FAR Raúl Castro, y se buscaron otras alternativas para al personal que no fuera considerado admisible para funciones armadas.

Posteriormente fue creada la Columna Juvenil del Centenario –que fuera objeto de inspiración para una de las canciones más emblemáticas del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC-, y más tarde el Ejército Juvenil del Trabajo, ambos con concepciones radicalmente distintas a las UMAP y que recuperaban el sentido original de crear unidades en las que -sin dejar de recibir entrenamiento armado-, el servicio militar estuviera dedicado principalmente al trabajo productivo para evitar el impacto que generaba en la fuerza de trabajo agrícola del país el llamado de miles de jóvenes de zonas rurales.

Por su carácter erróneo dentro del proceso revolucionario, en lugar de hacer énfasis en su rectificación, las UMAP se convirtieron en un tema tabú, carente de abordaje público por la propia dirigencia revolucionaria que las superó; motivador de evasivas o silencios incómodos ante la interpelación para las posteriores generaciones de militancia en la Revolución, con una bibliografía y material audiovisual casi inexistente desde el terreno revolucionario. Un vacío que a la larga demostró ser un error mayor aún.

Al preguntarle sobre este tema, durante la entrevista que dio lugar en 2006 al libro Cien horas con Fidel, el líder histórico de la Revolución respondió al periodista Ignacio Ramonet:

¨Nosotros, por aquellos primeros años, nos vimos obligados a una movilización casi total del país, ante los riesgos que teníamos (…) Entonces nos encontramos con tres problemas: hacía falta un nivel escolar para prestar servicio en las Fuerzas Armadas (…) Segundo, había algunos grupos religiosos que, por principio o por doctrina, no aceptan la bandera o no aceptan las armas. Eso a veces lo tomaba alguna gente como pretexto para crítica u hostilidad [contra los religiosos]. Tercero, estaba la situación de los homosexuales. (…) en esta etapa de que estamos hablando, el elemento machista estaba muy presente, y había ideas generalizadas relacionadas con la presencia de los homosexuales en las unidades militares. Estos tres factores determinaron que, al principio, no se les llamaba a las unidades militares; pero después aquello se convertía en una especie de factor de irritación, incluso algunos usaban el argumento para criticar aún más a los homosexuales. (…) Con aquellas tres categorías se crearon las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), donde iban de las tres categorías de gente: los que por su bajo nivel de estudios no podían manejar aquellas armas, o personas que por su fe religiosa eran objetores de conciencia, o varones en condiciones físicas adecuadas que eran homosexuales. Eso es una realidad, fue lo que ocurrió. (…) Es decir, no afectaba sólo a la categoría de homosexuales, pero ciertamente sí a una parte de ellos, no a todos, a los que eran llamados al servicio militar obligatorio, porque era una obligación en la que estaba participando todo el mundo. (…) Con relación a los homosexuales había prejuicios fuertes. Yo ahora no voy a defenderme de esas cosas, la parte de responsabilidad que me corresponda la asumo. Ciertamente yo tenía otros conceptos con relación a ese problema. Yo tenía opiniones, y más bien me oponía y me habría opuesto siempre a cualquier abuso, a cualquier discriminación, porque en aquella sociedad había muchos prejuicios. Sufrimientos de familias. Ciertamente los homosexuales eran víctimas de discriminación, En otros lugares mucho más que aquí, pero sí eran, en Cuba, víctimas de discriminación, afortunadamente, una población mucho más culta, más preparada ha ido superando esos prejuicios. Debo decirle, además, que había —y hay— destacadísimas personalidades de la cultura, de la literatura, gente famosa, orgullo de este país, que eran y son homosexuales, y han gozado y gozan de mucha consideración y mucho respeto en nuestro país. Así que no hay que pensar en sentimientos generalizados. En los sectores más cultos y más preparados había menos prejuicios contra los homosexuales. En los sectores con mucha incultura —un país en aquel tiempo de un 30 por ciento de analfabetismo— eran fuertes los prejuicios contra los homosexuales, y en los semianalfabetos también y hasta en mucha gente que pueden ser profesionales. Eso era una verdad en nuestra sociedad. (…) La discriminación contra los homosexuales ya es un problema bastante superado. La adquisición de una cultura general integral, el pueblo que tenemos hoy… No le voy a decir que no haya machismo, pero ya no como el de aquella cultura nuestra en que era muy fuerte. Con el transcurso de los años, se fue tomando conciencia de todo aquello y se fueron superando aquellos problemas y esos prejuicios fueron disminuyendo. Pero también no se crea que fue fácil.¨ (5)

Los aspectos lamentables de las UMAP no pertenecen a las esencias de nuestra Revolución, sino a las complejidades de su proceso. Lo esencialmente revolucionario fue cuestionárselo, rectificarlo y superarlo.

La significación de este y otros episodios históricos, ocurridos por prejuicios sociales, políticos e ideológicos, quedaron sintetizados en boca del personaje de David, protagonista del filme Fresa y Chocolate, dirigido por Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, basado en la obra literaria El lobo, el bosque y el hombre nuevo de Senel Paz, cuando responde a Diego: ¨Son las partes de la revolución que no son la Revolución… Estoy seguro de que algún día habrá más comprensión para todo el mundo, si no, no sería esto una revolución. ¨

 

Notas

(1) Martínez, Raúl. Yo, Publio. Letras Cubanas, 2007. p. 394, 395, 406.

(2) Probablemente Raúl Suárez se refiera al documental Conducta impropia, realizado en 1984 por Néstor Almendros y Orlando Jiménez-Leal.

(3) Entrevista a Silvio Rodríguez en el libro Laberintos de la utopía. Entrevistas a fondo a 40 años de la Revolución Cubana, publicado en Argentina en 1999.

(4) Suárez, Raúl. Cuando pasares por las aguas. Editorial Caminos. 2007. p.153

(5) Ramonet, Ignacio. Cien horas con Fidel. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. 2006. p. 106