Viaje a la Luna

Viaje a la Luna

Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

QUIEN NO SE OCUPA DE NACER SE OCUPA DE MORIR

jueves, 31 de marzo de 2022

EL ENAMORADO
(Jorge Luis Borges)
 

Lunas, marfiles, instrumentos, rosas, 
lámparas y la línea de Durero, 
las nueve cifras y el cambiante cero, 
debo fingir que existen esas cosas. 

Debo fingir que en el pasado fueron 
Persépolis y Roma y que una arena 
sutil midió la suerte de la almena 
que los siglos de hierro deshicieron. 

Debo fingir las armas y la pira 
de la epopeya y los pesados mares 
que roen de la tierra los pilares. 

Debo fingir que hay otros. Es mentira. 
Sólo tú eres. Tú, mi desventura 
y mi ventura, inagotable y pura.


...A love that never dies
I linger in the shadows
The dimming of my light...





miércoles, 23 de marzo de 2022

SILENCIO DE LARGA DATA

Volodímir Orlov Sturman-urin, en España conocido como Vladi Orlov (nacido en Járkov, Ucrania), es un jugador de baloncesto profesional ucraniano con nacionalidad española que actualmente juega de pívot en las filas del CB Benicarló de la Liga LEB Plata, de la segunda división del baloncesto español. Vive con preocupación lo que ocurre en su país pero su visión del conflicto dista mucho de la de otros atletas ucranianos.

Sus declaraciones en el programa “Tirando a fallar” de esRadio y en La Voz de Galicia no han dejado indiferente a nadie y, aunque son de hace varios días, se han convertido en uno de los asuntos más comentados en Twitter durante estos días.

Natural de Járkov, lleva desde los once años en España, pero casi toda su familia, padres, hermana, abuelos, sigue residiendo en su ciudad natal, que fue la primera, dice, en ser atacada por el ejército ruso. “Mi ciudad, Járkov, está en la zona prorrusa. No justifico lo que ha hecho Putin, porque no quiero ningún tipo de violencia, pero llevamos 8 años en guerra en los que se está bombardeando esa parte del país y eso no sale en televisión. El Ejército ucraniano arrasaba con todo y no hemos visto a esos muertos en los medios. Siento mucha rabia”, comienza afirmando el jugador.

Orlov asegura que su familia, a la que no ve desde antes de la pandemia, se encuentra bien pero vive refugiada en el metro y en los búnkeres de la ciudad para repeler los ataques. «Están refugiados en el metro, porque es anti bombardeos, o encerrados en casa».

Sin embargo, el pívot tiene una visión muy diferente del conflicto de la que han manifestado otros atletas de su país. No justifica la invasión rusa porque asegura que odia todo tipo de violencia pero dispara contra todo y contra todos y denuncia la desinformación promovida por las autoridades ucranianas.

La OTAN y la UE solo cuentan lo que quieren

«El 90 % de las noticias que salen aquí son falsas, porque España forma parte de la OTAN. Estas contando solo lo que a ellos les conviene. El gobierno ucraniano les está diciendo a los civiles que salgan a luchar. Están vendiendo a la gente, les dan armas a personas que no saben usarlas y se están matando entre ellos. Lo que va a pasar en Kiev no tiene buena pinta», asegura.

Járkov está situada en la zona fronteriza de influencia rusa y es una provincia vecina de Lugansk y Donetsk, las dos reconocidas como repúblicas independientes por Rusia. Vladi Orlov remarca que no está a favor de lo que está haciendo el ejército ruso, aunque opina que este ha sido un conflicto espoleado por el actual gobierno de su país. Asegura que «Donetsk y Lugansk llevan ocho años sufriendo el genocidio del ejército ucraniano».

«El gobierno ucraniano provocó esta situación. No puede amenazar a Rusia ofreciéndose a instalar bases militares de la OTAN en su frontera. Al presidente de Ucrania le conviene lo que está pasando. Esa zona del Dombás ya es independiente de Ucrania desde hace varios años y Rusia, con su intervención, dijo que su primer objetivo eran las bases militares que amenazaban su frontera», apunta Orlov.

También cuestiona el papel de Occidente en esta crisis: «La OTAN y Estados Unidos prometieron protección al presidente ucraniano, él confió en ellos, y ahora se han echado atrás porque les interesa dejar a Rusia como villano. No defiendo la guerra ni lo que hace Rusia, pero la OTAN y Estados Unidos han buscado esto. A Putin se le ha ido la mano pero también a Zelenski, que está llevando a civiles a la muerte” concluye.

Sus palabras han provocado un enorme revuelo en redes sociales donde ha encontrado muchas muestras de apoyo y también numerosas críticas. Mientras algunos usuarios atacan con dureza su posición prorrusa, otros ya ven sanciones para él como las sufridas el pasado viernes por Anatoliy Tymoshchuk, el jugador con más internacionalidades de Ucrania y actual ayudante en el banquillo del Zénit, cuyo silencio sobre la invasión rusa le ha salido muy caro. La Federación de Fútbol del país, en una reunión de urgencia, decidió suspender su licencia como entrenador, borrar todo su historial deportivo con la selección y retirarle todos los títulos ganados en su país de nacimiento.

Donbass, es un documental de Anne-Laure Bonnel que pude ver en “la Pupila Insomne” de Iroel Sanchez y dejo a continuacion, esta joven directora y madre de familia francesa, decide acompañar a Alexandre, padre de origen ucraniano, a la región de Donbass, al este de Ucrania en la zona prorrusa.

En el corazón de la guerra que comenzó en 2014, captura las terribles imágenes de un conflicto mortal y un desastre humanitario sin precedentes. Donbass es una road movie inmersiva, un apasionante documental en un país desgarrado.

Un conflicto que, antes de que se reiniciara la guerra este año, se cobró 13.000 víctimas según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), incluidos al menos 3.350 civiles, aproximadamente 4.100 miembros de los ucranianos y unos 5.650 miembros de pro- grupos armados rusos.

 





 

martes, 22 de marzo de 2022

UN BIG GRITO
 
Quiero regresar allí
con el fondo, abajo, 
sentir el arriba, la cima, extrañado, encantado
como Dios con su primer grito
rehacer todo
poder ser mejores
sin hambre
sin frio
sin bombas
caminando descalzo
en la acera de mi Lawton
volver a la luz primera

What good is love and peace on Earth
When it's exclusive?
Where's the truth in the written word
If no one reads it?

 




lunes, 21 de marzo de 2022

Hace unos días atrás leí un artículo en INFOBAE (léase maquinaria propagandística de la derecha latinoamericana), con el siguiente título: La Corte Penal Internacional investiga a Nicolás Maduro: qué pasó con los otros dictadores juzgados en La Haya (https://www.infobae.com/america/venezuela/2022/03/19/la-corte-penal-internacional-investiga-a-nicolas-maduro-que-paso-con-los-otros-dictadores-juzgados-en-la-haya/) la Infografías es de Marcelo Regalado, muy bien “hechita” para destacar lo que quieren destacar, es decir que van a juzgar a Maduro y “están haciendo los papeles” para la invasión “de Putin” a Ucrania, lo que nunca van a mencionar, ni en este ni en otros artículos referido a la CPI es lo que a continuación dejo sobre ella, por suerte leí este articulo en “la Pupila Insomne” de Iroel Sánchez(https://lapupilainsomne.wordpress.com/2022/03/19/juicio-internacional-a-putin-y-maduro-pero-no-a-bush-netanyahu-o-uribe-por-roberto-hernandez-montoya/), vale para conocer bien a este tal fiscal Karim Khan “que trabaja hace meses en la causa formal contra el régimen de Venezuela por la brutal represión de manifestaciones antigubernamentales en 2017”, pero ha decidido “engavetar” las acusaciones contra Uribe, Santos y Duque en Colombia, ("a pesar de la gravedad y masividad de los crímenes probados cometidos por las fuerzas de seguridad gubernamentales y los paramilitares de ultraderecha") y redireccionar la acusaciones contra USA en Afganistan, entre otras perlitas justiciera de este “gran magistrado”, que se quito la venda para mover la balanza hacia un solo lado.

JUICIO INTERNACIONAL A PUTIN Y MADURO PERO NO A BUSH; NETANYAHU o URIBE
(Por Roberto Hernández Montoya)

El Consejo de Ministros español ha decidido el pasado martes 15 sumarse a otros 38 países que han reclamado al fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) investigar y juzgar a Vladimir Putin por crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad o genocidio contra el pueblo ucraniano.

«Esta guerra no le puede salir gratis a Putin», declaró el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares por televisión, y en una entrevista a El País el pasado 6 de marzo llegó a decir: «Esta es la guerra de una persona, la guerra de Vladimir Putin».

Tanto Albares como la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, el propio Pedro Sánchez y otros ministros y cargos del PSOE consideran que esta es «la guerra de Putin», una frase que repiten desde hace días también una y otra vez machaconamente al unísono todos los medios de los oligopios mediáticos españoles.

Todos ellos parecieran querer transmitir a la opinión pública que de ser detenido, derrocado o asesinado Putin, se acabaría la guerra y que con ello Rusia rectificaría su política expansionista e imperialista.

La brutalidad de la invasión rusa, con el reguero de muertos que deja a su paso, con millones de civiles huyendo con lo puesto de su país devastado, concita lógicamente la conmoción y la solidaridad de nuestra ciudadanía con ellos.

Este clima emocional, de solidaridad con las ucranianas y ucranianos, y esa ira que se personaliza en Putin hace parecer como normal reclamar su detención y juzgamiento por un  tribunal internacional.

No es casual tampoco que en estos días Joe Biden llamara a Putin por primera vez «criminal» de guerra.

Es en ese mismo sentido que casi 40 países, entre ellos España, decidieran pedir a la Corte Penal Internacional (CPI) -el único tribunal existente a nivel mundial desde los Juicios de Nüremberg con competencia para juzgar genocidios, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad- , que inicie los trámites para investigar y procesar a Putin por los crímenes cometidos desde el inicio de la invasión el pasado 24 de febrero.

Aunque ni la Federación Rusa ni Ucrania son estados miembros de la Corte el fiscal principal de la CPI, Karim Khan, ha iniciado con una premura poco habitual las investigaciones sobre la base del artículo 14 del Estatuto de Roma por el que se rige ese alto tribunal, que contempla que cualquier Estado parte denuncie a otro país por crímenes de su competencia.

El hecho de que fueran 39 países miembros los que lo pidieran le ha permitido al fiscal abrir la investigación sin necesidad de pedir permiso a la Sala de Cuestiones Preliminares de la CPI., algo poco habitual y que permite agilizar enormemente el caso.

El reclamo sin duda sería justo dada la gravedad de los crímenes ya cometidos por el régimen ruso… si no fuera porque supone una grosera muestra de cinismo por parte de la Corte y de la ‘comunidad internacional’.

Nadie pagó por los crímenes de la ‘Guerra contra el Terror’

 
(a estos tres no lo juzga nadie, ¿será que usan corbatas "azules"?)

¿Cuál es la explicación del Gobierno de Pedro Sánchez y de todos los otros países firmantes de ese reclamo a la CPI para pedir ahora el enjuiciamiento de Vladimir Putin cuando ni los gobiernos del PSOE ni los de esas decenas de países pidieron nunca juzgar a  George W. Bush por los reiterados y masivos crímenes de guerra cometidos con su Guerra contra el Terror durante ocho años, en complicidad con Tony Blair y el apoyo de José María Aznar?

¿Por qué nunca pidieron tampoco investigar y procesar al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, por las matanzas en Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, por su política criminal cotidiana de años contra la población palestina en los territorios ocupados ilegalmente por Israel, a pesar de las repetidas resoluciones en contra de Tel Aviv aprobadas en las Naciones Unidas?

La guerra unilateral y sin autorización de la ONU contra Irak patrocinada por el tristemente célebre Trío de las Azores hace 19 años, justificada por la búsqueda de unas inexistentes armas de destrucción masiva, provocó cientos de miles de víctimas y la devastación de un país.

Al igual que sucedió en Afganistán las tropas estadounidenses y las decenas de miles de mercenarios de las compañías militares privadas subcontratadas por el Pentágono aplicaron sistemáticamente la tortura a los prisioneros con total impunidad, y humillaron y reprimieron indiscriminadamente a la población civil.

Una gran masa de documentos de las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos desclasificados o filtrados por Wikileaks demostraron la magnitud de esos crímenes y la trama que se urdió desde la propia Casa Blanca, el Pentágono, el Departamento de Estado y el Departamento de Justicia estadounidenses para darles cobertura legal e impunidad.

Nadie ha pagado ni política ni penalmente por todos esos crímenes. El cómplice español de ellos, José María Aznar y los miembros de su Gobierno, nunca se han disculpado siquiera por su responsabilidad en involucrar a España en una guerra que devastó a un país, alimentó el yihadismo e hizo del mundo un lugar aún más violento, inseguro e inestable.

Aunque con la boca chica tanto Bush como Blair se disculparon por su ‘error’, Aznar nunca lo hizo.

Barack Obama al llegar al poder prometió investigar y castigar con firmeza aquellos crímenes de la era Bush pero ni siquiera logró consenso para hacerlo en el Partido Demócrata y en su propio Gobierno.

Reino Unido sí ordenó una investigación sobre su participación en la guerra de Irak que concluyó en el Informe Chilcot https://www.gov.uk/government/publications/the-report-of-the-iraq-inquiry  de 2015 tras siete años de investigación. «En 2003 por primera vez desde la II Guerra Mundial Reino Unido participó en la invasión de un país soberano», se sostenía en el informe.

En él se criticaba con dureza que no se habían agotado otras vías antes de recurrir a la acción militar. «Se subestimaron las consecuencias y se fracasó en lograr los objetivos establecidos».

A pesar de ello no hubo más que reprimendas políticas sin consecuencias legales de ningún tipo.

Blair pudo así mantener el cargo que ostentaba desde que dejó Downing Street en 2007, el de enviado especial para Oriente Medio por el Cuarteto para la Paz (ONU, UE, EEUU y Rusia).

El ex primer ministro y líder del Partido Laborista mantuvo ese cargo de enviado especial sin que se considerara incompatible con ser al mismo tiempo asesor de la familia real de Kuwait, de la empresa surcoreana UI Energy con intereses petroleros en el Kurdistán iraquí, o que trabajara para Mubadala, poderoso fondo de inversiones de los Emiratos Árabes Unidos.

Blair preside actualmente el Consejo Europeo para la Tolerancia y la Reconciliación.

Ningún país, ningún gobierno ni conservador ni socialdemócrata pidió en aquel momento tampoco que Bush, Rumsfeld, Rice, Powell, Tenett, Bolton y otros altos responsables de EEUU fueran juzgados por la Corte, a pesar de que esta ya había entrado en vigor el 1 de julio de 2002, cuatro años después de que se aprobara en 1998 el Tratado de Roma, su carta fundacional, 

https://www.un.org/spanish/law/icc/statute/spanish/rome_statute(s).pdf

ratificado ya por 123 de los 183 países firmantes.

Tampoco han pedido ninguno de esos países que se juzgue a Benjamin Netanyahu.

Ni EEUU ni Israel aceptan la jurisdicción de la Corte Penal Internacional

El artículo 25 del Tratado de Roma aclara que solo pueden ser investigadas y procesadas personas individuales, no gobiernos ni instituciones. Se puede juzgar a todo aquel que cometa el crimen, o lo haya ordenado, propuesto, facilitado o instigado.

Estados Unidos no ratificó nunca el Tratado de Roma por el que se rige la CPI. No lo hizo ni Bill Clinton, ni George W. Bush, Barack Obama ni todavía al menos lo ha hecho Joe Biden.

EEUU votó en 1998 en contra al igual que Israel, China, Irak, Yemen, Arabia Saudí, Turquía o Libia. Ni Irán ni Siria, India, Turquía, Arabia Saudí o Rusia lo han ratificado tampoco. Rusia retiró su firma del Tratado de Roma en 2016 ante el temor de ser acusada tras los sucesos del Maidán en Ucrania y la anexión de Crimea.

En el caso de EEUU no solo ha rechazado la competencia de ese alto tribunal para juzgar crímenes de guerra, genocidio o de lesa humanidad que hubieran cometido ciudadanos estadounidenses, fueran estos militares, agentes de Inteligencia, funcionarios públicos o civiles, sino que incluso ha amenazado y sancionado a altos funcionarios de la Corte.

El ultraconservador republicano Jesse Helms, que ostentaba en los años ’90 el cargo de presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de EEUU llegó a decir: «La CPI es de hecho un monstruo, y tenemos la responsabilidad de descuartizarlo antes de que crezca y acabe devorándonos».

Basándose en el principio de justicia universal la Corte tiene competencia para juzgar crímenes cometidos por ciudadanos de un país no miembro en el territorio de un país que sí sea miembro. La Corte solo puede actuar en los casos en los que los acusados no puedan o no quieran ser juzgados por su país de origen.

Ese fue el argumento legal que utilizó en 2017 la fiscal principal de la CPI, la gambiana Fatou Bensouda, para solicitar a los magistrados de la Corte autorización para investigar crímenes de guerra cometidos en Afganistán -que sí es miembro desde el 1 de mayo de 2003, a diferencia de Irak- por tropas, agentes de Inteligencia, mercenarios y otros funcionarios estadounidenses.

Bensouda incluyó también entre los delitos cometidos por fuerzas estadounidenses las detenciones ilegales y torturas practicadas a prisioneros por agentes de la CIA en sus cárceles secretas situadas en Oriente Medio, Asia y también en Polonia, Rumanía y Lituania, estos tres últimos miembros de la Corte.

La CPI decidió rechazar inicialmente en 2019 el pedido de la fiscal pero tras ser recurrido ante su Cámara de Apelaciones en 2020 le fue autorizado iniciar el proceso.

Trump sancionó a la Corte por investigar crímenes de EEUU en Afganistán

El Gobierno de Donald Trump respondió inmediatamente con una Orden Ejecutiva por la que ordenó bloquear la entrada a EEUU a todo funcionario de la CPI, al igual que a cualquiera de sus familiares, congelando a su vez propiedades, bienes y cuentas bancarias que pudieran tener en EEUU.

Joe Biden anuló esas medidas en abril de 2021 y dos meses después acababa el mandato de la fiscal principal Fatou Bensouda y tras una reñida votación era sustituida por el criminalista británico Karim Khan.

Éste, argumentando tener ‘recursos limitados’ para investigar, sumado a los problemas derivados del COVID-19 y la llegada al poder de Afganistán de los talibán, anunció a los magistrados de la Corte la necesidad de ‘reorientar’ la investigación en curso. «He decidido centrar las investigaciones de mi oficina en Afganistán en los crímenes que habrían sido cometidos por los talibanes y el Estado Islámico de la provincia del Khorasan, en detrimento de otros aspectos de la investigación».

De esta manera años de investigación sobre los crímenes cometidos por fuerzas de EEUU en Afganistán, recogida de pruebas y testimonios, fueron tirados a la papelera para ‘reorientar’ la investigación.

La investigación llevada a cabo por la anterior fiscalía incluía también los crímenes cometidos por los talibán, por la red Haqqani y también por parte de soldados gubernamentales afganos, pero el nuevo fiscal decidió ‘reorientar’ la causa y dejar fuera de las investigaciones a las fuerzas estadounidenses.

La anterior fiscal, Fatou Bensouda, también había solicitado durante su mandato autorización a los magistrados de la Corte para investigar a Israel por las matanzas y crímenes cometidos en Gaza, Cisjordania y Jerusalén este, y también por su política de ‘apartheid’ con la población palestina. Igualmente incluía en sus investigaciones los crímenes que pudieran haber cometido grupos armados palestinos como Hamás.

El Gobierno de Benjamin Netanyahu acusó a la CPI de «antisemitismo» y rechazó colaborar en cualquier investigación. EEUU salió rápidamente en su defensa y pronto le siguió Reino Unido, cuyo primer ministro, Boris Johnson dijo: «Da la impresión de ser un ataque parcial y prejuicioso contra un amigo y aliado del Reino Unido».

A esta crítica a la decisión de la Corte se sumaron también Australia, Canadá, Alemania y Hungría.

La Autoridad Nacional Palestina, que participa en la Asamblea General de Naciones Unidas como ‘estado observador’ y en 2015 firmó el Tratado de Roma, sí aceptó la investigación, pero los obstáculos puestos por Israel para investigar en los territorios palestinos que ocupa han hecho que los trabajos avancen a cámara lenta.

Esta causa no ha concitado apoyo de la ‘comunidad internacional’ a pesar de que son muchos los países de todo el mundo conscientes de los crímenes cometidos por Israel, y a pesar de que han votado numerosas resoluciones en Naciones Unidas condenando a ese país por su ilegal política de ocupación y de la expansión de los asentamientos de colonos judíos en tierras palestinas.

Maduro, el único mandatario latinoamericano investigado por la CPI

El manifiesto doble rasero de la CPI y la ‘comunidad internacional’ hace también que se vea normal que la Corte haya demostrado gran agilidad a la hora de aceptar en 2018 el reclamo de cinco países latinoamericanos gobernados todos ellos en su momento por la derecha, Argentina, Perú, Chile, Paraguay y Colombia, a los que se ha sumado Canadá- para investigar a Nicolás Maduro por ‘crímenes de lesa humanidad’.

La Corte abrió un examen preliminar por ese caso y en 2021 el fiscal de la CPI Karim Khan anunció que ya iniciaba la segunda etapa, la de una investigación formal. Khan visitó en octubre pasado Venezuela -que sí es estado miembro de la Corte y reconoce su competencia-, se reunió con distintos actores y con el propio presidente acusado, Nicolás Maduro, con quien incluso compartió posteriormente rueda de prensa.

Si los actos represivos que pudieran haber cometido las fuerzas de seguridad venezolanas, por graves que fueran, se consideraran pasibles de ser considerados ‘crímenes de lesa humanidad’ cabe preguntarse: ¿se extenderá esa calificación igualmente a los crímenes cometidos por las fuerzas de Yair Bolsonaro en Brasil, o las del príncipe Mohamed bin Salmán en Yemen, de Reccep Tayyip Erdogán contra la población kurda en Turquía y en Irak, las de Mohamed VI contra la población saharaui o los crímenes probados de tantos otros mandatarios?

En Colombia, a pesar de la gravedad y masividad de los crímenes probados cometidos por las fuerzas de seguridad gubernamentales y los paramilitares de ultraderecha aliados durante los mandatos de Alvaro Uribe, Juan Manuel Santos y el actual presidente Iván Duque, en 2021 el fiscal Khan decidió cerrar definitivamente la causa abierta 18 años antes.

¿Qué credibilidad tiene entonces la Corte Penal Internacional? El fiscal Carlos Castresana, que compitió con Khan y otros candidatos al cargo de fiscal principal de la CPI recordaba en 2021 en una entrevista en El País que » El 62% del personal [sobre un total de 300 fiscales] pertenece a Europa occidental, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, frente, por ejemplo, a un 17% de africanos».

Gambia, Sudáfrica, Burundi y otros países africanos abandonaron la CPI al considerar discriminatoria la decisión de la Corte de investigar mayoritariamente crímenes cometidos en África.

Ni Rusia ni Ucrania son estados parte de la CPI pero ese alto tribunal está actuando con celeridad para buscar la fórmula legal que aún así le permita aceptar el reclamo de investigación hecho por 39 países, entre ellos España.

Según algunos juristas el hecho de que el Gobierno de Zelenski haya convocado a la población civil a armarse y a fabricar explosivos caseros para usarlos contra los soldados rusos, por lógica que parezca esa resistencia, podría convertir a esos civiles en ‘objetivos legítimos’ de ataque según el Derecho Internacional Humanitario, complicando legalmente una causa contra Putin.

España, con una legislación que aún en 2022 impide juzgar los crímenes del franquismo y que en 2014 recortó drásticamente en su ordenamiento jurídico el principio de jurisdicción universal, sí se muestra ahora ágil para buscar vericuetos legales que le permitan declararse competente para una investigación preliminar por los crímenes ordenados por Putin en Ucrania.

La Fiscalía General del Estado abrió ya el pasado 8 de marzo diligencias prejudiciales en ese sentido.

 




jueves, 17 de marzo de 2022

El mundo en guerra más allá de Rusia - Ucrania: los 16 conflictos abiertos ante el olvido internacional
(Por Danilo Albin)

Todo el mundo está conmovido por las operaciones militares en Ucrania, pero no es la única guerra en desarrollo. Lejos del interés de los medio, una veintena de enfrentamientos bélicos desangran a distintos territorios en África y Asia. Los números de muertes anuales se cuentan por miles. 

El horror de la guerra no descansa. El drama bélico se vuelve costumbre para quienes sobreviven bajo dantescos escenarios, collages infames en los que el hambre le da la mano a la muerte de día y de noche. No hace falta que se vaya el sol para que llegue la oscuridad: en una veintena de lugares del planeta esperan que alguna vez se pueda amanecer en paz. Mientras, les toca morir dos veces: matan los misiles, pero también mata el olvido.

Es la guerra, la maldita guerra. Es África, es Asia. Es ahora también Europa. Se llama Ucrania y se llama Etiopía. Es la larga noche de Yemen. Es el día que nunca llega en Sudán del Sur.

Según datos recogidos por Escola de Cultura de Pau de Catalunya, en este momento hay 17 conflictos graves abiertos en el mundo.



Ucrania

La invasión rusa de Ucrania ha supuesto el último capítulo de una historia de tensión y violencia que se remonta a finales de 2013. El Gobierno de Vladimir Putin emprendió el pasado 24 de febrero una serie de ataques que han provocado la indignación internacional. De momento, no hay caminos claros en torno a una posible salida negociada.

Camerún (Ambazonia/North West y South West)

Escola de Cultura de Pau subraya que "las dos regiones anglófonas del oeste de Camerún continúan afectadas por el grave clima de violencia como consecuencia de las acciones de los actores armados secesionistas, así como del excesivo uso de la fuerza y las operaciones de contrainsurgencia llevadas a cabo por las Fuerzas Armadas y las milicias locales". La violencia estalló en 2017. Según datos del International Crisis Group, ya ha habido más de 6.000 muertos.

Etiopía (Tigray)

En 2020, la región etíope de Tigray se vio afectada por una escalada de la tensión con el Gobierno federal que derivó en una confrontación bélica de graves consecuencias. El 4 de noviembre de ese año, el primer ministro etíope, Abiy Ahmed, ordenó el inicio de una operación militar contra las autoridades de esa región fronteriza con Eritrea. Tras la ofensiva se desencadenaron duros enfrentamientos y una escalada del conflicto, provocando el desplazamiento de miles de civiles. La ONU alertó que se estaba desarrollando una crisis humanitaria a gran escala.

En noviembre pasado, el presidente de EEUU, Joe Biden, afirmó que Etiopía no cumple con los requisitos de elegibilidad de la Ley de Crecimiento y Oportunidades para África (AGOA) "por graves violaciones de los derechos humanos reconocidos internacionalmente". "Estamos ante un conflicto al que se suma un deterioro de la economía y perturbaciones climáticas que están agravando la situación humanitaria de más de 26 millones de personas", subraya Pilar Orduña, responsable humanitaria de Oxfam Intermón.

Malí

Este país africano es escenario de múltiples violencias. En su informe sobre los conflictos que atraviesan el mundo, Escola de Cultura de Pau destaca que el sufrimiento en gran parte del territorio maliense se debe a las acciones armadas perpetradas por grupos de corte yihadista, a lo que se suman enfrentamientos entre milicias de las comunidades fulani, dogon y bambara y choques armados entre las dos coaliciones de grupos yihadistas en la región, así como las respuestas no menos agresivas de las fuerzas de seguridad. El horror se ha cobrado desde 2012 al menos 25.000 vidas. Según ACNUR, 2,5 millones de personas se vieron desplazadas de sus lugares de residencia a causa de esta dramática situación.

Mozambique (Norte)

La provincia de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique, padece desde finales de 2017 un conflicto armado protagonizado por el autodenominado Ahlu Sunnah Wa-Jama (ASWJ). La organización armada de carácter yihadista hizo su primera aparición en octubre de ese año con el ataque a tres puestos policiales en el distrito de Mocimboa de Praia. Desde ese momento, Cabo Delgado ha sido el epicentro de un aumento en la actividad violenta en el país. Médicos Sin Fronteras alertó recientemente de que "la crisis humanitaria persiste y cientos de miles de personas desplazadas sobreviven en condiciones precarias".

Región Lago Chad (Boko Haram)

La secta islamista Boko Haram reclama el establecimiento de un Estado islámico en Nigeria y considera a las instituciones públicas nigerianas como corruptas y decadentes. El informe de Escola de Cultura de Pau alerta sobre la "persistencia de las actividades de Boko Haram, a pesar de las operaciones contrainsurgentes, provocando nuevos desplazamientos de población y agravando la crisis humanitaria existente", marcada por "violaciones generalizadas de los derechos humanos, entre ellas masacres de civiles, la mutilación y el secuestro de menores y la violencia sexual contra ellos".

Región Sahel Occidental

La región occidental del Sahel (norte de Malí, norte de Burkina Faso y noroeste de Níger) se ve afectada por una situación de inestabilidad creciente que tiene un origen multicausal. Se combina la existencia de redes de criminalidad transfronteriza en el Sahel y la marginación y subdesarrollo de las comunidades nómadas tuareg en la región, entre otros factores. A todo esto se une la expansión de las actividades de los grupos armados de Malí a la región fronteriza con Níger y Burkina Faso

"La situación se ha deteriorado drásticamente", destaca Orduña. En esa misma línea, el documento de la Escola de Cultura de Pau alerta de la "situación de inestabilidad derivada de la presencia y expansión de la insurgencia yihadista de origen argelino AQMI, su fragmentación y configuración en otros grupos armados de corte similar, algunos alineados a Al-Qaeda y otros a ISIS, que en la actualidad operan y se han expandido por la región".

Desde su independencia en 1960, la situación en la República Centroafricana (RCA) se ha caracterizado por una continua inestabilidad política, que ha desembocado en diversos golpes de Estado y dictaduras militares. Existe una confrontación entre élites políticas de etnias del norte y el sur que compiten por el poder y minorías que se han visto excluidas de él. "Los conflictos de la región han contribuido a acumular restos de armamento y combatientes que han convertido al país en santuario regional", destaca Escola de Cultura de Pau.

República Democrática del Congo (este)

El actual conflicto tiene sus orígenes en el golpe de Estado que llevó a cabo Laurent Desiré Kabila en 1996 contra Mobutu Sese Seko, que culminó con la cesión del poder por parte de éste en 1997. Posteriormente, en 1998, Burundi, Rwanda y Uganda, junto a diversos grupos armados, intentaron derrocar a Kabila, que recibió el apoyo de Angola, Chad, Namibia, Sudán y Zimbabwe, en una guerra que causó alrededor de cinco millones de víctimas mortales.

El control y el expolio de los recursos naturales han contribuido a la perpetuación del conflicto y a la presencia de Fuerzas Armadas extranjeras. La firma de un alto el fuego en 1999, y de diversos acuerdos de paz entre 2002 y 2003, comportó la retirada de las tropas extranjeras y la configuración de un Gobierno de transición y posteriormente, en 2006, un Gobierno electo. Sin embargo, este proceso no supuso el fin de la violencia en el este del país.

RDC (este-ADF)

Las Fuerzas Democráticas Aliadas-Ejército Nacional de Liberación de Uganda (ADF-NALU) es un grupo rebelde islamista dirigido por combatientes ugandeses y congoleses que opera en el noroeste del macizo de Rwenzori (Kivu Norte, entre RDC y Uganda). En sus orígenes contaba con entre 1.200 y 1.500 milicianos reclutados principalmente en ambos países y en Tanzania, Kenia y Burundi. Es el único grupo en el área considerado una organización islamista, y está incluido en la lista de grupos terroristas de EEUU.

Somalia

El conflicto armado y la ausencia de autoridad central efectiva en el país tienen sus orígenes en 1988, cuando una coalición de grupos opositores se rebeló contra el poder dictatorial de Siad Barre y tres años después consiguieron derrocarlo. Esta situación dio paso a una nueva lucha dentro de esta coalición para ocupar el vacío de poder, que ha provocado la destrucción del país y la muerte de más de 300.000 personas desde 1991, a pesar de la fracasada intervención internacional de principios de los noventa.

Los diversos procesos de paz para intentar instaurar una autoridad central han tropezado con numerosas dificultades, entre las que destacan los agravios entre los diferentes clanes y subclanes que configuran la estructura social somalí, la injerencia de Etiopía, Eritrea y EEUU y el poder de los diversos señores de la guerra. Al-Shabaab siguió siendo la principal amenaza para la seguridad y la estabilidad.

Sudán (Darfur)

El conflicto de Darfur surge en 2003 en torno a demandas de mayor descentralización y desarrollo de la región por parte de diversos grupos insurgentes, principalmente SLA y JEM. El Gobierno respondió al levantamiento utilizando a las Fuerzas Armadas y las milicias árabes janjaweed. La magnitud de la violencia cometida por todas las partes contendientes contra la población civil ha llevado a considerar la posibilidad de la existencia de un genocidio en la región, donde ya han muerto 300.000 personas desde el inicio de las hostilidades, según Naciones Unidas.

A esta dimensión se suma la tensión intercomunitaria por el control de los recursos (tierra, agua, ganado, minas), en algunos casos instigada por el propio Gobierno. La región de Darfur continuó siendo el epicentro de la violencia armada en Sudán.

Sudán del Sur

El acuerdo de paz alcanzado en 2005 que puso fin al conflicto sudanés reconocía el derecho de autodeterminación del sur a través de un referéndum. No obstante, el cese de la guerra con el norte y la posterior consecución de la independencia para Sudán del Sur en 2011 no lograron llevar la estabilidad a la zona meridional. "Las disputas por el control de territorio, ganado y poder político se acrecentaron entre las múltiples comunidades que pueblan Sudán del Sur, aumentando el número, la gravedad y la intensidad de los enfrentamientos entre ellas", destaca Escola de Cultura de Pau.

Afganistán

El país ha vivido en conflicto armado prácticamente de forma ininterrumpida desde la invasión de las tropas soviéticas en 1979, cuando se inició la guerra entre las fuerzas soviéticas y afganas por una parte, y las guerrillas anticomunistas islamistas (muyahidín) por otro. Los talibanes tomaron el control del país en agosto de 2021 ante la mirada impávida de la comunidad internacional. El Frente de Resistencia Nacional liderado por Ahmad Masud encarna hoy el principal grupo armado contra el poder talibán.

Myanmar

Desde 1948 decenas de grupos armados insurgentes de origen étnico se han enfrentado al Gobierno de Myanmar reclamando un reconocimiento a sus particularidades étnicas y culturales y demandando reformas en la estructuración territorial del Estado o la independencia. Las operaciones militares han sido constantes en estas décadas, y han estado especialmente dirigidas contra la población civil, con el objetivo de acabar con las bases de los grupos armados, provocando el desplazamiento de centenares de miles de personas.

"El número de desplazados internos en Myanmar desde la toma del poder por parte de los militares en 2021 ha superado el medio millón de personas, alcanzando unas 503.000", señala un informe de ACNUR publicado el pasado 1 de marzo.

Irak

El territorio iraquí es otro escenario de violencia cronificada. En diciembre de 2021 concluyó la misión de EEUU en ese territorio, marcada, al igual que Afganistán, por otro fracaso: lejos de vivir en paz, Irak sigue inmerso en un panorama preocupante. Escola de Cultura mantiene a este país en el listado de lugares que sufren conflictos violentos graves.

Siria

"Los sirios han sido sometidos a violaciones de los derechos humanos a escala masiva y sistemática", lamentaba este viernes 11 de marzo el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres. Sus palabras coincidían con un nuevo aniversario de la guerra que sufre este país desde 2011 y que ha tenido como protagonistas al Gobierno de Bashar al-Assad y a grupos armados de distinta inspiración.

Según datos de ACNUR, hay 5,6 millones de refugiados y 6,7 millones de desplazados internos. La guerra se traduce además en otro número de espanto: el 80% vive en situación de pobreza. "La situación humanitaria es devastadora. Hay más de 13 millones de personas que necesitan ayuda humanitaria", remarca Orduña desde Oxfam Intermón.

Yemen

Yemen también es escenario de una grave crisis humanitaria provocada por la guerra. Desde marzo de 2015, una coalición liderada por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos bombardea las zonas del país controladas por los rebeldes hutíes. El último informe de la organización yemení independiente Mwatana for Human Rights señala que a lo largo de 2021 se produjeron 839 incidentes de daños a civiles y objetos de carácter civil en los que murieron y resultaron heridos más de 782 civiles. "Más del 80% del país necesita ayuda humanitaria urgente", apunta Pilar Orduña. La muerte se niega a dar tregua en este otro punto crítico del planeta.

 




Noam Chomsky: "Se puede evitar. Esa es la clave."
(Por C. J. Polychroniou / Truthout)


Mientras la guerra continúa en Ucrania, la diplomacia sigue manteniéndose en un segundo plano a pesar de la dolorosa devastación que ha provocado la invasión rusa. La estructura global posterior a la Segunda Guerra Mundial sencillamente es incapaz de regular las cuestiones relativas a la guerra y la paz, y Occidente sigue rechazando las argumentaciones de Rusia en materia de seguridad. Además, en algunos círculos se pide que se declare una zona de exclusión aérea sobre Ucrania, a pesar de que la aplicación efectiva de dicha política supondría una rápida escalada de la violencia con posibles consecuencias inefables por espantosas. La idea de una zona de exclusión aérea es tremendamente peligrosa, advierte Noam Chomsky en esta entrevista exclusiva concedida a Truthout.

Casi dos semanas después de la invasión rusa de Ucrania, las fuerzas rusas siguen atacando ciudades y pueblos, mientras que más de 140 países han votado a favor de una resolución no vinculante de la ONU que condena la invasión y pide la retirada de las tropas rusas. En vista del incumplimiento de las normas del derecho internacional por parte de Rusia, ¿no hay algo que decir sobre las instituciones y normas del orden internacional de posguerra en la coyuntura actual? Es bastante obvio que el orden mundial westfaliano centrado en el Estado no puede regular el comportamiento geopolítico de los agentes estatales respecto a cuestiones de guerra/paz e incluso de sostenibilidad. ¿No es, por tanto, una cuestión de supervivencia que desarrollemos una nueva estructura normativa global?

Si realmente es una cuestión de supervivencia, entonces estamos perdidos, porque no puede lograrse en un plazo de tiempo válido. Lo máximo que podemos esperar de momento es consolidar lo que hay, que es muy débil. Y eso ya será bastante difícil.

Las grandes potencias violan constantemente el derecho internacional, al igual que las más pequeñas cuando pueden salirse con la suya, habitualmente bajo el paraguas de una gran potencia protectora, como cuando Israel se anexiona ilegalmente los Altos del Golán sirios y la Gran Jerusalén –consentido por Washington, autorizado por Donald Trump, que también autorizó la anexión ilegal del Sahara Occidental por parte de Marruecos–.

Según el derecho internacional, es responsabilidad del Consejo de Seguridad de la ONU mantener la paz y, si se considera necesario, autorizar el uso de la fuerza. Las agresiones de las superpotencias no llegan al Consejo de Seguridad: las guerras de Estados Unidos en Indochina, la invasión de Irak por parte de Estados Unidos y Reino Unido o la invasión de Ucrania por parte de Putin, por poner tres ejemplos de manual de “crimen internacional supremo” por el que los nazis fueron colgados en Nuremberg. Más exactamente, Estados Unidos es intocable. Los crímenes rusos al menos reciben cierta atención.

El Consejo de Seguridad puede tener en cuenta otras atrocidades, como la invasión franco-británica-israelí de Egipto y la invasión rusa de Hungría en 1956. Pero el veto bloquea medidas adicionales. La primera fue revocada por órdenes de una superpotencia (Estados Unidos), que se opuso al momento y la forma de la agresión. El segundo crimen, llevado a cabo por una superpotencia, solo dio lugar a protestas.

El desprecio de las superpotencias hacia el marco jurídico internacional es tan común que pasa casi desapercibido. En 1986, la Corte Internacional de Justicia condenó a Washington por su guerra terrorista (en la jerga legalista, “uso ilegal de la fuerza”) contra Nicaragua, y le ordenó que desistiera y pagara importantes indemnizaciones. Estados Unidos desestimó la sentencia con desprecio (con el apoyo de la prensa liberal) e intensificó el ataque. El Consejo de Seguridad de la ONU intentó reaccionar con una resolución en la que se pedía a todas las naciones que respetaran el derecho internacional sin mencionar a nadie, pero todo el mundo comprendió la intencionalidad. Estados Unidos la vetó, proclamando alto y claro que es inmune al derecho internacional. Ha desaparecido de la historia.

Rara vez se reconoce que despreciar el derecho internacional implica también despreciar la Constitución de Estados Unidos, a la que se supone que debemos tratar con la reverencia que se concede a la Biblia. El artículo VI de la Constitución establece que la Carta de la ONU es “la ley suprema del país”, vinculante para los cargos electos, lo cual incluye, por ejemplo, a todo presidente que recurra a la amenaza de la fuerza (“todas las opciones están abiertas”), prohibida por la Carta. Hay artículos académicos en la literatura jurídica que argumentan que las palabras no significan lo que dicen. Y sí lo hacen. 

Resulta demasiado fácil continuar. Una de las consecuencias, que ya hemos discutido, es que en el discurso de Estados Unidos, incluido el académico, ahora es de rigor rechazar el orden internacional que se basa en la ONU en favor de un “orden internacional basado en reglas”, con el entendimiento tácito de que Estados Unidos establece efectivamente las reglas.

Incluso si el derecho internacional (y la Constitución de Estados Unidos) se cumpliera, su alcance sería limitado. No llegaría tan lejos como las horrendas guerras de Rusia en Chechenia, cuando arrasaron la capital, Grozny, lo que quizás sea un pronóstico atroz para Kiev a menos que se llegue a un acuerdo de paz; o en esos mismos años, la guerra de Turquía contra los kurdos, cuando mataron a decenas de miles, destruyendo miles de pueblos y aldeas, empujando a cientos de miles a miserables tugurios en Estambul, todo ello con el firme respaldo de la Administración Clinton, que intensificó su inmensa circulación de armas a medida que aumentaban los crímenes. El derecho internacional no prohíbe la especialidad de Estados Unidos de imponer sanciones asesinas para castigar el “desafío efectivo” o robar los fondos de los afganos mientras estos se enfrentan a la inanición generalizada. Tampoco prohíbe torturar a un millón de niños en Gaza o enviar a un millón de uigures a “campos de reeducación”. Y hay muchísimo más.

¿Cómo se puede cambiar esto? No es probable que se consiga mucho estableciendo una nueva “barrera de pergamino”, tomando prestada la frase de James Madison, referida a meras palabras sobre el papel. Un marco de orden internacional más adecuado puede ser útil para fines educativos y organizativos, como lo es el derecho internacional. Pero no basta con proteger a las víctimas. Eso sólo puede lograrse obligando a los poderosos a poner fin a sus crímenes –o, a largo plazo, socavando su poder por completo–. Eso es lo que muchos miles de valientes rusos están haciendo ahora mismo en sus notables esfuerzos por impedir la maquinaria de guerra de Putin. Es lo que han hecho los estadounidenses al protestar contra los numerosos crímenes de su Estado, enfrentándose a una represión mucho menos grave, con buenos resultados aunque insuficientes. 

Se pueden tomar medidas para construir un orden mundial menos peligroso y más humano. Con todos sus defectos, la Unión Europea es un paso adelante respecto a lo que existía antes. Lo mismo ocurre con la Unión Africana, por muy limitada que siga siendo. Y en el hemisferio occidental, lo mismo ocurre con iniciativas como UNASUR [la Unión de Naciones Sudamericanas] y CELAC [la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños], esta última busca una integración latinoamericana-caribeña separada de la Organización de Estados Americanos dominada por Estados Unidos.

De una forma u otra las preguntas surgen constantemente. Hasta prácticamente el día de la invasión rusa de Ucrania, muy posiblemente, el crimen podría haberse evitado si se hubieran estudiado las opciones que estaban claras: neutralidad al estilo austriaco para Ucrania, una versión del federalismo de Minsk II que reflejara los compromisos reales de los ucranianos sobre el terreno. Hubo poca presión para inducir a que Washington promoviera la paz. Los estadounidenses tampoco se unieron al ridículo mundial de las odas a la soberanía por parte de la superpotencia que es una clase en sí misma en su brutal desprecio por la noción. 

Las opciones siguen existiendo, aunque reducidas tras la criminal invasión.

Putin hizo gala del mismo deseo de recurrir a la violencia aunque hubiera opciones pacíficas disponibles. Es cierto que Estados Unidos continuó desestimando lo que incluso altos funcionarios estadounidenses y diplomáticos de alto rango han entendido desde hace tiempo como legítimas preocupaciones rusas en materia de seguridad, pero había otras opciones aparte de la violencia criminal. Los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) habían informado de un fuerte aumento de la violencia en la región del Donbás, que muchos –no sólo Rusia– acusan de ser, en gran medida, una iniciativa ucraniana. Putin podría haber tratado de demostrar esa acusación, si es que es correcta, y de llamar la atención de la comunidad internacional. Eso habría reforzado su posición.

Y lo que es más importante, Putin podría haber aprovechado las oportunidades, que eran reales, de apelar a Alemania y Francia para llevar adelante la proyección de un “hogar común europeo”, en la línea propuesta por De Gaulle y Gorbachov, un sistema europeo sin alianzas militares desde el Atlántico hasta los Urales, incluso más allá, que sustituya al sistema atlantista basado en la OTAN de subordinación a Washington. Ese ha sido el tema central de fondo durante mucho tiempo, agudizado durante la crisis actual. Un “hogar común europeo” ofrece muchas ventajas a Europa. Una diplomacia inteligente podría haber hecho avanzar dicha proyección. 

En lugar de buscar opciones diplomáticas, Putin echó mano del revólver, un acto reflejo demasiado común del poder. El resultado es devastador para Ucrania, y probablemente lo peor esté por llegar. El resultado es también un regalo muy bien recibido en Washington, ya que Putin ha logrado que el sistema atlantista se imponga de forma aún más sólida que antes. El regalo es tan bien recibido que algunos analistas serios y bien informados han especulado que era el objetivo de Washington todo el tiempo.

Deberíamos reflexionar mucho sobre estas cuestiones. Un ejercicio útil es comparar lo poco que se emplea el diálogo y lo mucho que se recurre a la guerra, tomando prestada la retórica de Churchill. 

Quizá los pacificadores sean realmente los benditos. Si así fuera, el Señor no tendría que hacer horas extras.

Hablando de la necesidad de una nueva estructura global y de una práctica diplomática que se adapte a la dinámica global actual, Putin repitió, en una reciente conversación telefónica que mantuvo con el presidente francés, Emmanuel Macron, la lista de agravios de Rusia contra Occidente e insinuó una salida a la crisis. Sin embargo, de nuevo, hubo un rechazo a las demandas de Putin y, aún más inexplicable, la completa aniquilación de ese rayo de luz ofrecido por Putin. ¿Desea comentar este asunto? 

Lamentablemente no es inexplicable. Por el contrario, es totalmente normal y predecible.

Enterrado en el informe de prensa de la conversación entre Putin y Macron, con el rutinario titular incendiario sobre los objetivos de Putin, había un breve informe de lo que realmente dijo Putin: “En su propia lectura de la llamada, el Kremlin dijo que el Sr. Putin había dicho a su homólogo francés que su principal objetivo era ‘la desmilitarización y el estatus neutral de Ucrania’. Esos objetivos, dijo el Kremlin, ‘se lograrán pase lo que pase’”.

En un mundo racional, este comentario sería titular y los comentaristas estarían pidiendo a Washington que aprovechara lo que puede ser una oportunidad para poner fin a la invasión antes de que se produzca una gran catástrofe que devastará a Ucrania y que puede incluso llevar a una guerra terminal si no se le ofrece a Putin una vía de escape al desastre que ha creado. En lugar de ello, estamos escuchando los habituales pronunciamientos de “guerra-guerra”, prácticamente en todos los ámbitos, empezando por el conocido analista de política exterior Thomas Friedman. Hoy el tipo duro del New York Times amenaza: “Vladimir, aún no has visto ni la mitad”.

El ensayo de Friedman es una celebración de la “cancelación de la Madre Rusia”. Puede ser útil compararlo con su reacción ante atrocidades comparables o peores de las que comparte la responsabilidad. No es el único.

Así son las cosas en una cultura intelectual muy libre pero profundamente conformista.

Una respuesta racional a la reiteración de Putin de su “objetivo principal” sería aceptarlo y ofrecer lo que desde hace tiempo se entiende como el marco básico para una resolución pacífica: repetir “neutralidad al estilo austriaco para Ucrania, alguna versión del federalismo de Minsk II que refleje los compromisos reales de los ucranianos sobre el terreno”. La racionalidad también implicaría hacer esto sin las patéticas posturas sobre los derechos soberanos por los que sentimos un desprecio absoluto –y que no se infringen más de lo que se infringe la soberanía de México por el hecho de que no pueda unirse a una alianza militar con base en China y acoger maniobras militares conjuntas México-China y armas ofensivas chinas dirigidas a Estados Unidos–.

Todo esto es factible, pero presupone algo muy lejano, un mundo racional, y además, un mundo en el que Washington no se regodee en el maravilloso regalo que le acaba de hacer Putin: una Europa totalmente subordinada, sin tonterías sobre escapar del control del Amo. 

El mensaje para nosotros es el mismo de siempre, y como siempre, simple y obvio. Debemos hacer todos los esfuerzos posibles para crear un mundo sostenible.

El presidente ucraniano Volodímir Zelenski condenó la decisión de la OTAN de no cerrar el cielo de Ucrania. Una reacción comprensible dada la catástrofe causada a su país por las fuerzas armadas rusas, pero ¿no sería la declaración de una zona de exclusión aérea un paso más hacia la Tercera Guerra Mundial? 

Como usted dice, la petición de Zelenski es comprensible. Responder a ella llevaría muy probablemente a la obliteración de Ucrania y mucho más allá. El hecho de que incluso se discuta en Estados Unidos es asombroso. La idea es una locura. Una zona de exclusión aérea significa que las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos no sólo atacarían aviones rusos, sino que también bombardearían instalaciones terrestres rusas que proporcionan apoyo antiaéreo a las fuerzas rusas, con los consiguientes “daños colaterales”. ¿Es tan difícil comprender las consecuencias? 

Tal y como están las cosas, China puede ser la única gran potencia con capacidad para detener la guerra en Ucrania. De hecho, Washington parece estar deseando que los chinos se involucren, ya que Xi Jinping podría ser el único líder que obligara a Putin a reconsiderar sus acciones en Ucrania. ¿Ve usted a China desempeñando el papel de mediador de paz entre Rusia y Ucrania, y quizás incluso apareciendo pronto como mediador de la paz mundial?

China podría intentar asumir este papel, pero no parece probable. Los analistas chinos pueden ver con la misma facilidad que nosotros que siempre hubo una forma de evitar la catástrofe, según las líneas que hemos discutido repetidamente en entrevistas anteriores y que reiteramos brevemente aquí. También pueden ver que, aunque las opciones han disminuido, todavía sería posible satisfacer el “objetivo principal” de Putin de un modo beneficioso para todos, sin infringir ningún derecho básico. Y pueden ver que el gobierno de EE. UU. no está interesado, ni tampoco los comentaristas. Puede que vean pocos alicientes para lanzarse.

No está claro que ni siquiera quieran hacerlo. Ya les va bien mantenerse al margen del conflicto. Siguen integrando a gran parte del mundo en el sistema de inversión y desarrollo con base en China, y es muy posible que Turquía –miembro de la OTAN– sea el siguiente país.

China también sabe que al hemisferio sur le gusta poco “cancelar a la Madre Rusia”, prefiere mantener las relaciones. Es posible que el Sur comparta el horror ante la crueldad de la invasión, pero sus experiencias no son las de Europa y Estados Unidos. Al fin y al cabo, son los objetivos tradicionales de la brutalidad europeo-estadounidense, al lado de los cuales el sufrimiento de Ucrania apenas destaca. China comparte las experiencias y los recuerdos desde su “siglo de humillación” y mucho más.

Mientras que Occidente puede optar por no percatarse, China puede sin duda entenderlo. Supongo que mantendrán las distancias y seguirán su camino actual.

Suponiendo que todas las iniciativas diplomáticas fracasen, ¿está Rusia realmente en condiciones de ocupar un país entero del tamaño de Ucrania? ¿No podría Ucrania convertirse en el Afganistán de Putin? De hecho, en diciembre de 2021, el director del Centro de Investigación Ucraniana de la Academia Rusa de Ciencias, Viktor Mironenko, advirtió de que Ucrania podría convertirse en otro Afganistán. ¿Cuál es su opinión al respecto? ¿No ha aprendido Putin ninguna lección de Afganistán? 

Si Rusia ocupa Ucrania, su miserable experiencia en Afganistán parecerá un picnic en el parque.

Debemos tener en cuenta que los casos son muy diferentes. El registro documental revela que Rusia invadió Afganistán de muy mala gana, varios meses después de que el presidente Carter autorizara a la CIA a “proporcionar... apoyo a los insurgentes afganos” que se oponían a un gobierno respaldado por Rusia con el fuerte apoyo, si no la iniciativa, del consejero de seguridad nacional Zbigniew Brzezinski, como declaró posteriormente con orgullo. Nunca hubo ningún fundamento para hacer esas furibundas declaraciones sobre los planes rusos para apoderarse de Oriente Medio y más allá. De nuevo, la respuesta negativa, bastante aislada, de George Kennan a estas afirmaciones fue astuta y acertada.

Estados Unidos prestó un sólido apoyo a los muyahidines que se resistían a la invasión rusa, no para ayudar a liberar Afganistán, sino para “matar a los soldados soviéticos”, como explicó el jefe de la base de la CIA en Islamabad que dirigía la operación. 

Para Rusia el coste fue terrible, aunque, por supuesto, apenas una parte de lo que sufrió Afganistán, que continuó cuando los fundamentalistas islámicos apoyados por Estados Unidos asolaron el país tras la retirada de los rusos. 

Uno duda incluso de imaginar lo que la ocupación de Ucrania le supondría no solo a su pueblo, sino al mundo.

Se puede evitar. Esa es la clave.