Viaje a la Luna

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Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

QUIEN NO SE OCUPA DE NACER SE OCUPA DE MORIR

viernes, 9 de marzo de 2018


Entre la realidad y la leyenda: de las interpretaciones sobre Antonio Maceo y la responsabilidad de los historiadores cubanos
(Por Israel Escalona Chadez, publicado en REVISTA CALIBAN http://www.revistacaliban.cu)

Caminos hacia la interpretación del héroe

Antonio Maceo  fue  uno de los cubanos más conocidos de su época y  que más ha trascendido en la memoria de sus compatriotas. Sus  proezas militares y brillante trayectoria revolucionaria han sido fuentes constantes para la historia y la leyenda. Para la gran mayoría de los cubanos, su imagen física y hazañas son conocidas y cotidianas. Es usual que hombres y mujeres comunes puedan dialogar sobre el protagonista principal de la Protesta de Baraguá, y  memorizar pasajes de su vida y fragmentos de su obra, que son recordados y citados en los más diversos escenarios políticos y  culturales.
Resulta lógico presumir que, siendo uno de los símbolos esenciales del devenir histórico nacional, su vida sea absoluta y certeramente conocida por sus compatriotas; sin embargo es evidente y controvertido que en la reconstrucción de la existencia de Antonio Maceo pervivan la historia y la leyenda; un comportamiento que sólo comienza a revalorarse en las últimas décadas, y sobre el cual los historiadores han de  continuar tomando conciencia, a fin de lograr una más justa valoración del héroe.

¿Dónde termina la historia verdadera y cuando comienza la leyenda sobre el prócer? ¿Por qué se ha producido y hasta qué punto perdura tal situación?
Interesantes preguntas, pero compleja la posibilidad de respuestas definitivas.

Precisados por definir los factores que influyeron en la conformación de la imagen del héroe no dudaríamos que los de mayor peso han sido las visiones aportadas por quienes le conocieron, y que las diversas maneras divulgativas y,  mucho más,  la tradición oral, se encargaron de alimentar y trasmitir de una generación a las sucesivas; y las investigaciones históricas, con sus matices de concepciones, estructuras y métodos, con los disímiles niveles en cuanto a rigor y cientificidad, y con el predominio del sentido descriptivo y anecdótico que caracteriza una buena parte de la historiografía nacional. Ambos componentes contribuyeron a conformar la imagen del héroe en la que se entremezclan la realidad y la leyenda.
En las interpretaciones sobre Antonio Maceo, -tanto en la memoria popular como en las más reconocidas investigaciones- afirmaciones improbadas, absolutizaciones y errores se han enseñoreado como verdades absolutas e intocables. El hombre real y común que alcanzó connotaciones relevantes por sus atributos, heroísmo y múltiples hazañas, ha sido frecuentemente idealizado consciente e inconscientemente. 
A los menos informados les puede sorprender que en vida de Maceo comenzaran a propalarse –junto a la imagen heroica y las múltiples hazañas- exageraciones, malas interpretaciones, distorsiones y manipulaciones, que en los años subsiguientes serían exacerbadas.
Ciertamente las tendencias hacía la ponderación y enfrentamiento extremos son propios de las Interpretaciones sobre las existencias de hombres de ejecutorias públicas relevantes.
A los cuarenta años de la muerte física del Maceo, el polifacético intelectual Leonardo Griñán Peralta escribió el libro Antonio Maceo, análisis caracterológico, con el que inició el ciclo de estudios caracterológicos de personalidades de las guerras de independencia, y motivó el ensayo del profesor e investigador Juan Marinello Maceo, líder y masa, en el que escribió:
La exaltación deificadora era, por otra parte cosa inevitable en hombre de tan trabado y armonioso heroísmo.... Sabemos que la carrera macéica es realidad, pero reconocemos que el sentimiento de lo milagroso se ha cuajado en los hombres por el acontecer de realidades así. Nacer de gentes grandes, ser  bello hasta lo perfecto, poseer el arrojo al nivel de la serenidad, tener el dominio de los hombres y de sí, hacer del amor una fuerza limpia y eternizadora, conocer su grandeza y enfrenarla..., lucir  veintiocho cicatrices y la salud entera, batallar todos los días, vencer siempre... es cosa de hombres?. De mucho menos hicieron sus dioses los pueblos antiguos.[1]
La valoración de Marinello sugiere un elemento sustantivo en la construcción de la memoria colectiva del pueblo cubano: el acuñamiento hagiográfico de sus más venerados próceres.
Pero a esto se une una tendencia perenne en las visiones sobre Maceo: el interés por “construirle” una historia de precedentes “gloriosos”. En inicio puede fundamentarse por razones de tipo socioclasista. Resultaba probable que hombres blancos de abolengo y riquezas como Carlos Manuel de Céspedes, Francisco Vicente Aguilera, Ignacio Agramonte y Pedro Figueredo lideraran el esfuerzo redentor isleño, pero tal condición no era congruente con el mulato oriental, que ni siquiera rebasaba estudios académicos elementales.
No fueron nada casuales los criterios de los doctores José R. Montalvo, Carlos de la Torre y Luís Montané en 1900, en el que tras el estudio antropológico del cráneo de Maceo, y de medir fragmentos y honduras, llegaran a la “sensacional” conclusión de que éste pertenecía a un hombre joven y de la raza blanca, y aún más que llegaran a acentuar la existencia del “hueso del inca”, deformación propia de los indígenas de Suramérica. Dicho de otro modo: para alcanzar tal dimensión y trascendencia histórica  Maceo no podía tener  el cerebro de un negro de cincuenta y dos años.[2]
En realidad, la actuación histórica de Maceo deslumbró y sorprendió a contemporáneos e historiadores. Cuando se cumplían cincuenta años de su caída en combate el historiador Emilio Roig escribió:
Asombra... que un joven campesino, perteneciente a una raza a la que le estaban cerrados en aquellos tiempos todos los caminos... para adquirir educación y cultura, que jamás había vislumbrado otros horizontes, ni materiales ni intelectuales que el de su comarca guajira... lograra adquirir en poco tiempo conceptos tan definidos y precisos de patriotismo y ciudadanía....[3]
Las valoraciones escritas por combatientes estrechamente relacionados con el mambí y autorizadas voces del independentismo cubano sobre las excepcionalidades que caracterizaron a Maceo contribuyeron  a reafirmar la tendencia hacia la desmedida exaltación y la supuesta superioridad biológica del hombre. Entre quienes más trascendieron e influyeron están Eusebio Hernández y José Martí.
Eusebio Hernández defendió la idea de que: “Maceo, producto eugenésico por acumulación fisiológica hereditaria de siglos, acaso, se ha sobrepuesto a los enemigos de dentro por la entereza, el amor, la disciplina y el patriotismo, y a los de fuera por sus triunfos superiores a los de los más grandes capitanes de la historia del Mundo...”[4] y aún más que: “Si ese cerebro hubiera sido un órgano vulgar, con esos elementos difícilmente hubiera podido Maceo acometer las obras que desde los primeros instantes se planteó y resolvió con sorprendente brillo y precisión”.[5]
Esta tesis,  expuesta por un profesional de la medicina y amigo del General, se difundió  durante mucho tiempo y aún es esgrimida.
De similar manera contribuyó  el artículo “Antonio Maceo”, que fuera publicado por José Martí en el periódico Patria el 6 de enero de 1894.
Tras el encuentro realizado en tierras centroamericanas, el Maestro ponderó los valores del héroe, su constancia revolucionaria y los factores familiares influyentes en su personalidad.
Las metafóricas referencias del poeta propiciaron interpretaciones esquemáticas. La afirmación “...Vive el hombre de su trabajo y piensa por sí... Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo... Firme es su pensamiento y armonioso, como las líneas de su cráneo...”,[6] tomada literalmente es obvia para fundamentar visiones hagiográficas y concepciones biologizantes  justificativas de la superioridad del hombre.
Las conferencias pronunciadas por  Eusebio Hernández en 1913 y 1930 fueron publicadas en 1935 y, posteriormente, reeditadas en 1968.
Pero la imagen formada sobre Maceo no es responsabilidad absoluta de quienes le conocieron estrechamente, le admiraron y plasmaron sus visiones, mayormente marcadas por ese sentido admirativo, o de quienes lo rechazaron ardientemente y legaron versiones distorsionadas de su personalidad.
A la historiografía le faltó sentido exacto en el cumplimiento de presupuestos esenciales del oficio del historiador. Si bien es cierto que, buena parte de la historiografía de Cuba fue cimentada y desarrollada por hombres y mujeres que no eran profesionales de las Ciencias Históricas, especialidad que se convertiría en carrera universitaria tras el triunfo de la Revolución, es también evidente que aquellos profesionales de otras áreas de las ciencias sociales o humanísticas, y aun más otros sin poseer estudios universitarios, fraguaron la tradición historiográfica nacional que hoy sometemos al rigor del análisis científico.
Independientemente de que muchos acontecimientos y personalidades han merecido posteriormente valoraciones renovadas, algo lógico e indispensable en el desarrollo de la ciencia, se puede afirmar que fue notable la contribución de la historiografía labrada durante la etapa colonial, y la república neocolonial.
Sin embargo, sorprende que, en los estudios sobre Maceo, historiadores de bien ganado prestigio, aún cuando fueran intelectuales autodidactas como José Luciano Franco, sin mucho esfuerzo hayan esgrimido tesis sin la debida sustentación probatoria.[7] Tal vez lo más conocido sea la discrepancia en torno al lugar del nacimiento del héroe, que generalmente fue aceptado ocurriera en Majaguabo, San Luís, cuando hay documentación y versiones del propio Maceo en las que reconoce que nació en la ciudad de Santiago de Cuba. Pero Franco, por ejemplo, se aventura a establecer afirmaciones sin el adecuado respaldo probatorio. Por poner un ejemplo, llega a aseverar, sin muchos argumentos, que Maceo se unió a los que depusieron a Céspedes en Bijagual y que
…en el secreto de su pensamiento guardaba profundo sentimiento de simpatía y cariño por Céspedes, presenció los debates sin que su rostro impasible denotara la emoción triste que le asaltaba... y confundiendo su voz con la de sus soldados daba el grito de ¡Viva la República ¡ Viva el nuevo presidente![8]
 Demasiado fértil la imaginación del historiador que es capaz de suponer lo que pensaba el combatiente y reconstruir un hecho sin pruebas. Pero lo peor es que este aserto fue publicado en el libro que muchos especialistas consideran como una obra cumbre sobre el tema.[9]
No es ese el único dislate de Franco,  también sin los suficientes elementos probatorios aseguró que en 1893 el General, necesitado de tener contacto con los revolucionarios de la Isla, decidió encaminarse clandestinamente al interior del país, y que tras su llegada por Santiago de Cuba y estar en La Habana pasó por Cárdenas y más tarde logró llegar a la ciudad de Cienfuegos, donde después de examinar detalladamente lo relacionado con el alzamiento -y presionado por la constante persecución- regresó a Costa Rica.[10]  Todos los que han defendido esta hipótesis lo hacen sobre la base de  fuentes testimoniales, lo que ha conducido a la confusión en cuanto al año en que supuestamente se produjo, siendo ubicado por algunos autores en fecha similar pero de 1894.[11] Otros  discrepan o dudan del posible periplo de Maceo en Cuba. Tal es el caso de Ibrahim Hidalgo que considera que este hecho, “... pertenece más al ámbito de la leyenda que a la realidad”,[12] criterio con el que coincidimos, pues no se ha encontrado ningún indicio documental que lo fundamente, y por el contrario, se han publicado documentos confidenciales que confirman las dudas sobre la posible salida de Maceo desde Costa Rica hacia Cuba.[13]
Al evaluar el tratamiento historiográfico a las relaciones establecidas entre José Martí y Antonio Maceo, le hemos realizado señalamientos a la obra de Franco que: “… en algunos momentos se percibe el interés desmedido del autor por defender a su biografiado”.[14]
Son innegables los esfuerzos de la Revolución Cubana por desarrollar las investigaciones históricas, y el impacto que esto ha significado para la historiografía nacional. Como bien señala Oscar Zanetti “Las razones de tamaño esfuerzo institucional –que a veces ha rebasado incluso la racionalidad económica- son comprensibles: la Revolución tiene en la historia de Cuba su principal fuente de legitimidad.”[15]
Sin embargo, tal impulso no se experimentó de la misma  manera con respecto a las investigaciones sobre la familia Maceo Grajales, en general; y sobre Antonio Maceo, en particular.
De manera que, si bien Maceo y sus grandes proezas se presentan como referentes perdurables de la lucha redentora cubana, esta prioridad durante mucho tiempo no tuvo notables impactos en la historiografía.
La coyuntura histórica, tras el triunfo del primero de enero, justificaba el tratamiento y difusión priorizada del pensamiento maceico, pero desde el punto de vista historiográfico se produjo un reflujo con respecto a las dos décadas precedentes al triunfo revolucionario, en las que se publicaron las más completas compilaciones de documentación de Antonio Maceo y varias biografías e importantes investigaciones sobre su pensamiento político social.[16]
En las décadas precedentes al triunfo de la Revolución se había publicado la primera edición de la monumental obra de José Luciano Franco Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, y con relación a las investigaciones sobre el pensamiento político social de Maceo vieron la luz valiosos libros como Maceo, estudio político y patriótico de Leopoldo Horrego Estuch, premiado en el Concurso Extraordinario convocado por la Cámara de Representantes al ser considerado la mejor investigación sobre la significación patriótica y política de Maceo; y Maceo, héroe civil de Jorge Castellanos. A esto hay que agregar que los Congresos Nacionales de Historia, magno evento de los historiadores cubanos, priorizaron la temática maceísta, al extremo de dedicarle sesiones especializadas y llegar a medulares y trascendentales conclusiones,[17] así como que los historiadores cubanos estuvieron al tanto de tergiversaciones y manipulaciones y se expresaron al respecto.[18]
Una expresión del declinar de la atención en torno a Antonio Maceo se comprueba en el hecho de que sólo después de cincuenta años que Fermín Peraza Sarauza publicara Bibliografía de Antonio Maceo, es que aparece un intento similar, esta vez promovido por la Biblioteca Nacional “José Martí” y  bajo la autoría de Tomás Fernández Robaina.
El reflujo experimentado por la historiografía sobre Antonio Maceo no fue debidamente advertida por los historiadores cubanos, quienes al hacer recuentos al respecto en el período revolucionario fueron cautelosos  y conformistas. Así lo confirman los exiguos y esporádicos arqueos bibliográficos y análisis historiográficos publicados.
Sin olvidar el libro De los historiadores de Maceo, publicado por Antonio Iraizos del Villar en 1965, que recorre la historiografía sobre el prócer en las etapas previas al triunfo revolucionario, cabe señalar que las principales investigaciones al respecto vieron la luz  dos décadas después. Con motivo de la conmemoración del veinticinco aniversario del triunfo de la Revolución Julio Le Riverend promovió la publicación de dos números de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí con valoraciones en torno a temas y prioridades de la historiografía cubana. Francisco Pérez Guzmán asumió la valoración de lo producido sobre las guerras de independencia y llegó a la conclusión de que: “la proyección político-militar de Maceo en la etapa revolucionaria se proyectó hacia nuevos horizontes”,[19] pero  no ofreció los elementos probatorios que lo argumentaran. Así, con la modestia que le caracterizaba, no resaltó su relevante investigación La guerra en La Habana: desde enero de 1896 hasta el combate de San Pedro (1974), y se limitó a mencionar los libros El pensamiento vivo de Antonio Maceo (1960) de José Antonio Portuondo, La vida heroica y ejemplar de Antonio Maceo (1963) de José Luciano Franco y Hombradía de Antonio Maceo (1967) de Raúl Aparicio, sin someterlos a la necesaria crítica. 

Algo semejante ocurrió al llegar al centenario de la caída en combate de Antonio Maceo, cuando la profesora Carmen Almodóvar publicó una alentadora visión sobre el tema en el artículo “Antonio Maceo: un tema vigente en la historiografía cubana”,[20] donde ponderó el comportamiento historiográfico respecto al Titán de Bronce, pero con un espíritu más ponderativo que crítico, sin someterlo a un mayor examen científico que, junto a los avances, revelara yerros y trazara prioridades.
Oscar Zanetti, en su ya citado balance anota, que: “Precisamente las personalidades de la lucha independentista, militares y civiles, dan pie a una literatura bastante nutrida que —ya al margen de la historia militar— sigue la sólida tradición con que cuenta en Cuba el género biográfico”,[21] lo que trata de fundamentar al afirmar: “Además de la figura de Martí, …  en los 70’ y 80’ se publican biografías sobre Maceo, Gómez y otros jefes militares, así como —en menor medida— sobre algunas personalidades civiles…”, [22] una generalización rebatible o, por lo menos, inexacta en lo referido a Antonio Maceo, pues en esos años lo que se reeditó fueron las obras de Franco y Aparicio. Algo parecido ocurre en el libro La historiografía en la Revolución Cubana. Reflexiones a 50 años, el más reciente intento de evaluar la historiografía producida durante las últimas cinco décadas, donde la doctora, Mercedes García escribe: “Sobre las figuras cimeras se ha escrito abundantemente… se suman los trabajos de Yoel Cordoví sobre las figuras de Máximo Gómez y Antonio Maceo, los de Antonio Pitaluga sobre la familia de Máximo Gómez y la biografía del general Antonio Maceo, que realizó José Luciano Franco en tres tomos”,[23] una valoración también desacertada, pues Cordoví no ha dedicado libro monográfico alguno a Maceo, personalidad que ha tratado tangencialmente en algunos de sus libros sobre el Generalísimo. 
Analizado desde otro punto de vista, el panorama es muy distinto. En realidad, por encima de miradas justificativas, la historiografía cubana fue bastante pasiva con respecto al estudio de la personalidad de Antonio Maceo. Durante más de cuatro décadas prácticamente no aparecieron biografías sobre Maceo, y además de las reediciones, solo se publicaron obras contentivas de momentos cruciales de la vida del héroe como Antonio Maceo de Raúl Rodríguez La O y otras, dirigidas al público infantil o juvenil, entre las que se puede resaltar Patricios en La Habana de Eduardo Robreño.[24]
La biografía Hombradía de Antonio Maceo, publicada en 1967 por Raúl Aparicio, no se significó por encima de su predecesora escrita por José Luciano Franco. Hace unos años un viejo amigo y colega nos narraba que entonces un perspicaz historiador  hizo común el chiste de que “parece franco este autor”, que con toda intención dejaba la duda en un recurrente juego de palabras, y aludía al excesivo uso de “prestamos”  tomados de la obra de Franco por Raúl Aparicio.
En 1977 se publicó Antonio Maceo, The Bronze Titan of Cuba's struggle for independence del historiador norteamericano Phillips Foner, pero  nunca fue traducida al español.
Con mucha razón, casi veinte años más tarde, el bibliógrafo cubano Tomás Fernández Robaina acotó: “No cuesta mucho percatarse de que la figura de Maceo, tan conocida y popular en su momento, apenas se le menciona en otras latitudes”.[25] A la vez que Rafael Cepeda llamaba la atención acerca de que: “Queda por escribir un análisis caracterológico de Antonio Maceo…”.[26] Ciertamente, a 60 años de su publicación, se mantenía la deuda de continuidad con el método utilizado por Griñán Peralta en Maceo. Análisis caracterológico.
Pero la responsabilidad de los historiadores con la transmisión más realista de la personalidad de Antonio Maceo no es atribuible solo a la falta de sistematicidad en la aparición de escritos sobre el héroe, sino también a la ausencia de una consecuente crítica especializada que develara errores o propendiera el debate de  aspectos controvertidos.
A la salida de Hombradía de Antonio Maceo, libro premiado en el Concurso “Enrique Piñeiro” de la UNEAC, la mayoría de las reseñas y comentarios exaltaron los valores de la obra, sin que ni siquiera se atendieran las limitaciones señaladas por el propio autor, que desde el preámbulo al libro, tras explicar sus motivaciones, reveló las dificultades que confrontó en la reconstrucción de los primeros años de la existencia de Maceo.[27]
Los intelectuales Salvador Bueno, Marcos Llanos y Loló de la Torriente ponderaron la obra.[28] El historiador José Luciano Franco llegó a considerar que Hombradia de Antonio Maceo “…colocó a Raúl Aparicio como uno de los más destacados historiadores cubanos de este siglo”,[29] una consideración muy absoluta y paradójica, si se atiende al testimonio de Guillermo Cabrera, cercano colaborador de Aparicio, quien aseguró: “… supe –cuando entré a trabajar a su lado– que había llegado a la biografía a través de la literatura y que le molestaba ser considerado historiador”,[30] lo que confirmó Raúl Luis al escribir que Aparicio: “… muy a su pesar, deja la impronta de su labor historiográfica con Hombradía de Antonio Maceo”.[31]
Contrario a la ponderación mayoritaria de los intelectuales cubanos, el estudioso autodidacta Candelario Hernández Larrondo, publicó el artículo “Acotaciones al margen de “Hombradía de Antonio Maceo”, en la revista Bohemia, donde trató temas controvertidos sobre Maceo. Entre otras cuestiones, rectificó la verdadera procedencia social del padrino de Maceo y el vínculo del prócer con la masonería. Sobre lo primero expresó sus discrepancias con la historiografía precedente que consideró a Asencio como un hombre de letras, abogado y de familia distinguida y de alto prestigio en la sociedad santiaguera; [32] sobre lo segundo enfrentó la tesis de que Maceo había integrado la  supuestamente llamada Logia Oriente, cuando realmente fue en una logia del Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOGA), y señaló
... nosotros podemos probar documentalmente que nada de esto es cierto. Cuando en 1864 se da por iniciado a Antonio Maceo, la masonería no admitía morenos, ni pardos. Tampoco existía la logia Oriente, sólo habían en Santiago de Cuba desde 1859, tres logias nombradas Fraternidad Nº 1, Prudencia Nº 2 y San Andrés Nº 3, siendo afiliados a ésta el padrino Ascencio, a quien se conocía por el nombre de Neptuno... sin contar la edad, la mayoría de edad, a la que Maceo no había arribado tampoco en 1864....[33]
Los señalamientos de Hernández Larrondo no fueron adecuadamente atendidos y las problemáticas planteadas tuvieron que esperar alrededor de treinta años, para que fueron retomadas y, en buena parte, dilucidadas, por los historiadores Olga Portuondo, Manuel Fernández Carcassés, Joel Mourlot Mercaderes y Eduardo Torres Cuevas, entre otros.
Cuando en 1973 se reeditó Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, José Antonio Portuondo en el prólogo, –caracterizado por el uso pragmático del pensamiento del héroe en el convulso contexto y la recurrencia al paralelismo con la obra de Ernesto “Che” Guevara, guerrillero nacido en Argentina coincidentemente  en la fecha del nacimiento de Antonio Maceo–, de manera acrítica  aseguró que:
El autor consigna hechos significativos con fundamentos documentales… se atiene a las noticias debidamente documentadas. De ahí la reiterada remisión a sus fuentes que se acumulan en notas breves y certeras, fuera del texto, para no romper la continuidad vital de este…[34]
Si bien se justifica, y debe comprenderse, la ponderación hacía el uso del pensamiento maceico en una coyuntura que lo requería, en nada ayuda esta visión inexacta, pues uno de los defectos de la obra de Franco es la ausencia de notas y de referencias sobre las fuentes que argumentan los hechos descritos, muchos de las cuales solo sustenta a partir de información oral y no debidamente confrontada, lo que se expresa con mayor fuerza en el primer volumen.
A Maceo se continuó  recurriendo como símbolo y paradigma de patriota, pero sin renovar las visiones sobre su vida y obra. En la década de los años sesenta el intelectual José Antonio Portuondo publicó El pensamiento vivo de Maceo, un libro frecuentemente reeditado. Este es un valioso repertorio documental revelador de la dimensión de las ideas de Maceo y su trascendencia, pero con un prólogo que, por momentos, resulta discordante con la trayectoria y aportes de Portuondo a la cultura nacional. Como si no bastara la magna ejecutoria patriótica de Maceo, el intelectual, que desde el propio año 1959 escribió el medular ensayo “Hacia una nueva historia de Cuba”,[35]  cayó en la tentación de adornar la existencia macéica con ribetes curiosos o atractivos. Más que risible, es discordante que Portuondo se hiciera eco de la suposición de que el abuelo de Maceo  fuera quien introdujo el café en el continente americano, lo que, además, logró privándose de consumir agua durante la travesía para preservar la planta del cafeto.
El relativo abandono a la temática maceísta estuvo relacionado con problemáticas que, de manera general, marcaron la producción historiográfica. Una fue la falta de prioridad a la historia de Cuba en el orden institucional [36] y en la enseñanza.[37]
Otro problema ancestral fue la ausencia de una crítica especializada. Al decir de Jorge Ibarra: “Mientras Juan Marinello exhortaba, a fines de la década del 70, al ejercicio de la crítica artística literaria, en el campo historiográfico no se alzó ninguna voz abogando por que se estimulara la crítica y la discusión…”. [38]

La necesaria renovación historiográfica

Fue en la década de los años 90 del pasado siglo, en medio del impacto de la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista europeo  y, sobre todo, en el contexto de las conmemoraciones del sesquicentenario del nacimiento de Maceo y del centenario de la guerra de independencia y de la caída en combate de Antonio Maceo, que se produjo lo que se ha denominado “renovación en los estudios sobre los Maceo Grajales” y que incluyó líneas temáticas esenciales como: aspectos novedosos en la rectificación y enriquecimiento de las biografías de los Maceo Grajales, la publicación de la papelería inédita de los próceres y la realización de investigaciones monográficas de la labor política militar de Antonio Maceo y la dimensión de su pensamiento ético.[39]
Durante este proceso, que se extiende hasta nuestros días, se ha avanzado en la revaloración de recurrentes  y controvertidos temas, aunque no ha sido posible subsanar totalmente la tendencia hacia la visión edulcorada, esquemática y conformista en el análisis de acontecimientos históricos y actitudes de los próceres.
Si bien el gran impulso ocurre a partir de 1995, el movimiento renovador comenzó unos años antes. En 1992 la historiadora Olga Portuondo recibió la solicitud de escribir un artículo sobre Marcos Maceo, padre de Antonio Maceo, a quien por lo general se le consideraba nacido en Venezuela. El pedido de  los organizadores del Festival del Caribe, que sería dedicado ese año al país bolivariano, con vistas a incluirlo en la revista Del Caribe posibilitó que durante el proceso investigativo e intensas búsquedas en archivos religiosos de Santiago de Cuba encontrara la partida de nacimiento y bautismo de Marcos, a través de lo cual pudo confirmar su nacimiento en Santiago de Cuba
Puede considerarse que el escrito ““El padre de Antonio Maceo ¿venezolano?”, publicado en la revista  Del Caribe, número 19 de 1992, marca el inicio de ese movimiento renovador, que tuvo como una de sus características atender viejas deudas historiográficas, que se mantenían como suposiciones o hipótesis improbadas.
La historiografía tradicional había reiterado el origen venezolano del padre de Maceo, sobre quien además se afirmó había formado parte del ejército colonial antibolivariano. Debe reconocerse que a esta revaloración historiográfica contribuyeron las advertencias de Lino Dou y el historiador César García del Pino.
Tras el precursor artículo de 1992  la profesora Olga Portuondo, incluyó en el libro Visión múltiple de Antonio Maceo el escrito “Marcos Maceo, el santiaguero” en el que se extendió en elementos probatorios al respecto. Posteriores investigaciones en archivos españoles le permitieron concluir  que Marcos Maceo, hijo de José Antonio Muchuli, sirvió al Ejército Español en el período preciso en que se produjo el movimiento constitucionalista encabezado por Manuel Lorenzo (1836) en Santiago de Cuba, lo que lo vinculó con el liberalismo hispano, elemento que contribuyó a su formación ideológica.[40]
Algo parecido ocurrió con la revaloración de la personalidad e influencia de Ascencio de Asencio, padrino de nacimiento y boda de Antonio Maceo, a quien  tradicionalmente se le había considerado  como un hombre de letras, abogado y de familia distinguida y de alto prestigio en la sociedad santiaguera, algo sobre lo que había llamado la atención Candelario Hernández Larrondo, quien expresó sus dudas y convencimiento de que no era exactamente así.[41] Casi treinta años después los doctores Olga Portuondo y Manuel Fernández Carcassés investigaban sobre el asunto simultáneamente hasta que unieron sus esfuerzos, confirmaron y ampliaron los asertos de Hernández Larrondo en el artículo “Ascencio de Asencio: Un padrino común”, otro estudio renovador que igualmente vio la luz en el libro Visión múltiple de Antonio Maceo. El propio Fernández Carcassés, junto a Joel Mourlot, ofreció información al respecto en el  artículo "Otras verdades sobre la familia Maceo Grajales” publicado el 14 de junio de 1997 en El Cubano Libre, suplemento del periódico Sierra Maestra.
El movimiento renovador, en sus años iniciales, se conformó con la publicación de los libros Antonio Maceo. Las ideas que sostienen el arma (1995), de Eduardo Torres Cuevas y Visión múltiple de Antonio Maceo (1998), de un colectivo de autores convocados por la profesora Olga Portuondo; así como  el número especial de la Revista Universidad de La Habana, dedicada a Antonio Maceo en el año del centenario de su caída en combate, y  la salida del suplemento histórico El Cubano Libre a partir de 1995.

La publicación del libro de Torres Cuevas constituyó un acontecimiento historiográfico y editorial. La reconocida autoridad de su autor y la avidez porque se  tratara la temática maceica garantizaron la favorable recepción. Sin embargo, al reseñar  la obra en El Cubano Libre, al tiempo que le reconocimos sus valores, señalamos:
… la periodización ofrecida debió ser más precisa en etapas y períodos, lo que innegablemente apoyaría la comprensión de una evolución creciente;  no nos parece acertado ubicar el Plan Gómez Maceo  en los años 1883-1884, cuando las ideas medulares maceístas en este contexto fueron elaboradas  entre 1884 y 1886, como tampoco nos parece correcto que este plan careció de un programa político, si tenemos en cuenta el Programa de San Pedro Sula.
   lamentamos la ausencia en el texto de momentos claves en la formación política de Maceo, como la conspiración de 1890 y una mayor sistematización de su acción e ideario en el período de plena maduración, que fue, sin lugar a dudas, el de la guerra de 1895, cuando el Titán se mostró con sólidos criterios acerca de la revolución y el futuro del país, otorgándole a la causa cubana trascendentales compromisos de contenido hemisférico y universal.[42]
Por otra parte, Torres Cuevas, que desde la Nota preliminar aclaró que no pretendía realizar una empresa biográfica del General Antonio Maceo, hace constar que su visión original marchaba por el camino tradicional cuando redactó el libro en 1988,[43] pero que la publicación del artículo de Olga Portuondo en 1992 y conversaciones con el veterano historiador César García del Pino le llevaron a rectificar algunas ideas sobre los orígenes de los Maceo, no obstante señala que prefirió no alterar el texto original del capítulo inicial de su obra y, por consiguiente, como muchos otros autores, reiteró las hipótesis planteadas por Horrego Estuch sobre Maceus, el supuesto abuelo de Marcos, quien presuntamente introdujo el café en América, y  el posible origen brasileño de los antecesores de Maceo, una idea que planteara Lino D' ou  en 1938, con la encomienda de que: “Aquí tienen los investigadores cubanos un motivo agradable para dirimir si esta nota es leyenda o realidad”,[44] pero que, en vez de ser escudriñada para disiparla, fue frecuentemente reproducida hasta difundirse como una realidad.
Una parte medular del libro es el estudio sobre el Gran Oriente de Cuba y las Antillas (GOCA), con el que sistematizó el papel de la institución, y su importancia en el inicio de la Guerra Grande y en la formación de Antonio Maceo, un tema sobre el que venía indagando desde 1978, cuando publicó un artículo al respecto.[45] En este precursor trabajo y en el capítulo del libro que dedica al asunto esclareció que el GOCA no formó parte de la masonería regular cubana -esencialmente integrista- sino que fue una organización masónica fundada por el Dr. Vicente Antonio de Castro a su regreso a La Habana en 1862, después de años de exilio en México, país en el que se estableció cuando en Cuba era condenado a diez años de presidio por su supuesta participación en la conspiración que encabezó Ramón Pintó.
El  valor historiográfico de Visión Múltiple de Antonio Maceo puede avalarse por haber obtenido el Premio Ramiro Guerra que le concedió la Unión Nacional de Historiadores de Cuba (UNHIC), en 1999. Aunque no siempre los premios dan la medida exacta de la importancia y trascendencia de una obra, en este caso el galardón confirmó la inmediata y favorable recepción en el gremio de los historiadores. Las trece indagaciones sobre Antonio Maceo, su trayectoria revolucionaria y su accionar en la región oriental motivaron que se prestara atención a temas soslayados o insuficientemente tratados. Además de los trabajos ya mencionados de Olga Portuondo y Manuel Fernández Carcassés, se unieron investigaciones sobre el entorno del prócer, su ideario y el ambiente internacional que rodeó trascendentales acontecimientos.[46]
La expedita pretensión de ofrecer una visión lo más múltiple posible condujo a que se diera cobertura a diversos géneros literarios, incluyendo una entrevista con el desaparecido historiador José Luciano Franco, quien le reiteró, al periodista Rolando Gonzáles, viejas y polémicas aseveraciones, sin el necesario respaldo probatorio, tales como el origen venezolano de Marcos Maceo, el nacimiento de Antonio Maceo en Majaguabo, la presunta descendencia de Antonio Maceo y María Cabrales, entre otras. Aunque, al pie de página, se aclara que muchas consideraciones de Franco han sido rectificadas por la historiografía reciente, el haber incluido sus palabras posibilitó que se propalaran estos asuntos.
El número especial de la Revista Universidad de La Habana, dedicada a Antonio Maceo, logró convocar a profesores e investigadores del alto centro docente y otras instituciones educacionales y culturales, para que trataran aspectos diversos sobre la personalidad de Maceo, su pensamiento político social, y trascendencia.
Es significativa la presencia de varios temas que tratan el nexo entre José Martí y Antonio Maceo, lo cual posiblemente se debió –además de lo atractivo del tema– a que muchos de los especialistas convocados son esencialmente estudiosos martianos.[47]
Este volumen se encamina más hacia la sistematización de asuntos que al examen de aquellos polémicos o controvertidos, aunque en este último sentido sobresalga el ensayo  de  Francisco Pérez Guzmán, “Algunas observaciones en torno al combate de San Pedro y la muerte de Antonio Maceo”, donde significa que desde 1974 en que publicó La guerra en La Habana, “…  la historiografía cubana o extranjera no ha emprendido proyectos que como continuidad y renovación profundizara, aún más, en el combate de San Pedro…”,[48] y centra la atención en asuntos controvertidos como las razones de la demora de Maceo de marchar al centro de la Isla, y así responder al llamado de Gómez, algo que se ha explicado tradicionalmente por factores relativos al acontecer político y a la táctica y estrategia militares, a lo que este autor incorpora motivaciones afectuosas del General con la joven pinareña Cecilia Hernández, de la que cita una carta de esos días previos al cruce de la trocha y la muerte del Titán. En esta visión renovadora también se argumenta contra el calumnioso aserto de que Panchito Gómez Toro fue el ejecutor de Maceo, algo que se ha afirmado a partir de que el periodista Ramón Vasconcelos, el 20 de mayo de 1916 asegurara que la muerte de Maceo estuvo vinculada a la conspiración de oficiales blancos que le acompañaban. Tiene mucha razón Pérez Guzmán cuando señala que “El escrito de Vasconcelos –de tono racista--  no ha sido sepultado por el tiempo decursado. Y aún muchos creen en ese texto…”, pero justo es reconocer que los historiadores cubanos rebatieron el aserto con sistematicidad y el investigador Luis Felipe Le Roy  en 1951 publicó en la revista Bimestre Cubana un contundente artículo.[49]
La publicación universitaria, además de los estudios dedicados a analizar el comportamiento de las interpretaciones a Maceo en manifestaciones artísticas y literarias,[50] también incluyó el artículo “Imagen mítica del General Antonio” de la investigadora Evangelina Ortega, que insistió en la frecuente utilización de epítetos para catalogar al guerrero y su magna obra. Es llamativo que, junto a poetas y narradores, relacione historiadores o intelectuales que pretendieron historiar la existencia maceica, que usan  numerosos calificativos para denominarlo. Así, por ejemplo, al detallar los rasgos físicos refiere  a  los poetas Rubén Martínez Villena  y Nicolás Guillén, que lo califican  como “robustez de cedro” y “rayo, campana, espejo”, respectivamente; mientras que historiadores como José Luciano Franco le llaman  “parecía como una estatua que anduviera”, “síntesis y símbolo del heroísmo” y “hombre de acero”; Miguel Carbonell: “talla ciclópea”. La autora compendia los numerosos calificativos que usan los historiadores -o quienes pretender serlo- para catalogar a Maceo, y los  paralelos que establecen con relevantes personalidades de la historia de la humanidad. Además de “Titán de Bronce”, que es la más recurrente, están las de Eusebio Hernández: “Centauro arrebatado, incontenible vencedor”; Arístides Sosa de Quesada: “Jinete insuperable, la montura de Maceo era su trono” , “es un imán de admiración”;  José Miró Argenter: “primer soldado de América, nuestro Aníbal”; Miguel Ángel Carbonell: “el heroísmo de Maceo, superior al de César”, “Maceo es el que realizó una empresa digna de compararse  con el paso de Aníbal  por los Alpes y Bolívar  por los Andes”, “encarnación de la victoria”; Fernando Figueredo: “león indomable”;  Leonardo Griñán Peralta: “el primero de los generales”, “símbolo de la Revolución triunfante”, Emilio Roig de Leuchsenring: “Valiente entre los valientes”, “ciudadano perfecto”,  Rafael Estenger: “Hombre amasado con la arcilla de su pueblo” ; Leopoldo Horrego Estuch: “héroe  de la unión cubana”; Manuel J. de Granda: “No era solamente un hombre, era una institución, era la bandera cubana”; Juan Marinello: “De mucho menos hicieron sus Dioses, los pueblos antiguos.”
La motivación de Ortega fue compartida por los historiadores Pedro Pablo Rodríguez  y Francisco Pérez Guzmán, quienes publicaron sendos artículos en La Gaceta de Cuba referidos al mito creado en torno a la personalidad de Antonio Maceo. En “Maceo: héroe de mil hazañas” Rodríguez teorizó acerca del origen y valor de los mitos y sistematizó las razones que propendieron al mito maceico, mientras Pérez Guzmán bajo el sugestivo título “La imagen congelada. Apuntes sobre la bibliografía de Antonio Maceo” se explaya en el análisis de las múltiples maneras de interpretación a Maceo y se centra en la bibliografía. A diferencia de lo escrito para la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí en 1985, el historiador puntualizó:
Si tenemos en cuenta que desde el triunfo de la Revolución hasta la fecha, de las imprentas cubanas solo han salido títulos como El pensamiento vivo de Antonio Maceo (1960), de José Antonio Portuondo, Ruta de Antonio Maceo en el Caribe (1961), de José Luciano Franco, Hombradía de Antonio Maceo (1967) de Raúl Aparicio, que es uno de los mejores libros sobre el Lugarteniente General del Ejército Libertador; La guerra en La Habana, –del autor de este trabajo, que aborda su caída en combate en San Pedro– , y el interesante ensayo  Antonio Maceo, las ideas que sostienen el arma de Eduardo Torres–Cuevas, nos percatamos que en los años de la República neocolonial  se elaboró el peso fundamental del repertorio historiográfico maceísta. 
Ese peso fundamental radica en la originalidad y variabilidad temática que en la elevada cifra de libros y artículos publicados.
Desde el año 1959 hasta la fecha las editoriales han reeditado –tal vez ante la ausencia de originales–   títulos esenciales con tiradas de miles de ejemplares como los libros, ya citados de Miró Argenter y José Luciano Franco.[51]
Además del sentido crítico que se advierte en esta nueva mirada del autor a la historiografía sobre Maceo, se significa la complacencia con el libro de Aparicio, aun cuando ya habían visto la luz algunos trabajos renovadores sobre la familia Maceo Grajales.
El Cubano Libre, suplemento histórico, surgido gracias a los esfuerzos de la Comisión Conmemorativa del Centenario de las Guerras de Independencia, el periódico provincial Sierra Maestra y la Filial Provincial de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba de Santiago de Cuba, en el contexto del sesquicentenario del nacimiento de José Martí y de la caída en combate de Antonio Maceo, desde su primera edición se propuso tratar temas renovadores en torno a Antonio Maceo y su familia.[52]
Algunos de los trabajos reveladores se debieron a la autoría de su coordinador, el periodista Joel Mourlot Mercaderes, y otros investigadores de Santiago de Cuba. Entre los que resaltan por su pretensión renovadora, en orden de aparición, los siguientes: “El principal “financiero” de los inicios de la guerra” (publicado por Joel Mourlot,  el 23 de marzo de 1996); “Maceo y Luz”, “Para apreciar al héroe” y “La Junta de Bijarú: reunión trascendental y generalmente desconocida” (publicados por Manuel Fernández Carcassés, Oscar García y Joel Mourlot, respectivamente, el 15 de junio de 1996); “Algunas verdades acerca de los orígenes de la familia Maceo Grajales” (publicado por Joel Mourlot, el 7 de diciembre de 1996); “Modestos criterios acerca del artículo “Martí y Maceo, convergencias y divergencias” y “¿Hijos del General Antonio?” (publicados por Joel Mourlot y Manuel Fernández Carcassés, respectivamente, el  25 de enero de 1997); y “Otras verdades sobre la familia Maceo Grajales (publicado por Joel Mourlot y Manuel Fernández Carcassés, el 14 de junio de 1997).
Como publicación insertada en un periódico provincial, la difusión, -entre los profesionales de la historia y la población en general-, se limitó al área geográfica de su circulación, y si logró un mayor impacto fue gracias a que el proceso de renovación historiográfica sobre Antonio Maceo y la familia Maceo Grajales coincidió –y se vio favorecido– con la revitalización de la Unión Nacional de Historiadores de Cuba, organización fundada en 1981, pero con una labor intermitente hasta 1995, cuando en su tercer congreso inició un camino de consolidación de las estructuras y de la proyección en el trabajo con los profesionales de la historia, que incluyó la aprobación del Código de Ética profesional de los historiadores cubanos, en el que se establecieron principios esenciales para el trabajo de los profesionales de la historia.[53]
Como muestra de la comprensión de la dirección de la UNHIC  y del gremio de los historiadores sobre la necesidad de priorizar la atención a la temática maceísta, y de una disposición por debatirlos, el Ejecutivo Nacional de la UNHIC convocó a un Taller Científico en la Biblioteca Nacional “José Martí” en  enero del 2000, donde fueron valorados algunos de las más recientes investigaciones y revaloraciones sobre el tema.
Las conclusiones del Taller no fueron adecuadamente divulgadas, y solo en el 2005 se incluyeron, en el libro Aproximaciones a los Maceo, fragmentos del Acta del Taller Científico:

De acuerdo a la veracidad y legitimidad de los documentos presentados, de no encontrarse otras pruebas  que demuestren lo contrario, todo parece indicar que el nacimiento de Marcos Maceo, padre del mayor general Antonio Maceo Grajales, se produjo en la ciudad de Santiago de Cuba. Según partida de bautizo del libro 8 de Pardos y Morenos, parroquia de Santo Tomás, 21 de abril de 1808.

Hasta el momento no se ha encontrado documentación alguna que testifique sobre la existencia del matrimonio de Marcos Maceo con Amparo Téllez ni tampoco sobre la familia Maceo-Téllez, hasta el presente sólo se conoce el testimonio oral de Tomas Maceo Grajales, por lo que es necesario continuar investigando en las fuentes históricas para demostrar la veracidad de dicha unión y los hijos.

Según la partida de bautismo del libro 9 de la Parroquia de Santo Tomás, el natalicio de Mariana Grajales se produjo el 12 de julio de 1815 y no el 26 de junio de 1808, como se ha dicho hasta el presente en algunas fuentes bibliográficas. Después de analizar la partida de su matrimonio en 1831, donde se infiere que aún era menor de edad y la fecha de nacimiento de los últimos hijos, todo parece indicar que 1815 es la fecha correcta, no obstante interesamos de los investigadores e historiadores que puedan demostrar con documentos primarios su natalicio en 1808 sean presentados.

Justo Germán Grajales, hijo supuestamente natural atribuido a Fructuoso Regueyferos, aparece según partida de bautismo del 28 de mayo de 1843 y se declara que fue bautizado 15 días después de nacido, cuando ya Mariana Grajales estaba casada con Marcos Maceo. Es necesario continuar investigando puesto que en dicha partida se declara hijo natural.
Sobre los hermanos Manuel y Fermín Regueyferos aún no se ha encontrado documentación alguna, es necesario seguir investigando.

El natalicio de Antonio Maceo según la documentación que se posee, las propias cartas del general Antonio y las palabras de su hermana Dominga, se produjo en Santiago de Cuba y no en Majaguabo como aparece en algunos documentos. El ascenso al grado de mayor general del Ejército Libertador de Cuba se produce el 6 de mayo de 1877.

Del matrimonio del general Antonio Maceo Grajales con María Cabrales según aparece en el testamento de esta última no hubo descendencia.

En relación a la figura de don Ascencio de Asencio no aparece su título de abogado y se ha confirmado que era escribiente, siendo una persona humilde.[54]

El Taller Científico del 2000 llamó a los historiadores a continuar  investigando, reflexionando y debatiendo sobre estos asuntos. Para cumplir los acuerdos de esa reunión científica en el XVI Congreso Nacional de Historia, efectuado en Santiago de Cuba en noviembre de 2001, se incluyó la Mesa Redonda “La familia Maceo Grajales. Historia Ética y Cultura” que, moderada por Israel Escalona, contó con las intervenciones de los panelistas Joel Mourlot, Olga Portuondo y Armando Hart.

Durante el debate se manifestó la voluntad de los historiadores de llegar a conclusiones y sentar pautas para el tratamiento de los temas debatidos, sobre algunos de los cuales se llegaron a acuerdos, que fueron incluidos en el Acta Final del evento, como: “Promover los estudios culturales relacionados con las familias patrióticas destacadas de la historia cubana y sus nexos con la cultura popular tradicional, de las cuales es exponente destacado la familia Maceo–Grajales”, “Proponer que se considere y reconozca a Mariana Grajales como madre de la patria cubana”, “Recomendar al gobierno de la Ciudad de La Habana la restauración de la casa de Dominga Maceo y  se le señale con una tarja”, “Considerar que los hallazgos realizados por los historiadores santiagueros confirman el nacimiento de Marcos Maceo en la ciudad de Santiago de Cuba” y “Ratificar que de acuerdo con la información documental obtenida el matrimonio de Antonio Maceo y  María Cabrales no tuvo descendencia”.[55]

Aunque existe el criterio extendido de que en las Ciencias Sociales no deben establecerse conclusiones por decreto, no debe olvidarse que es una tradición que los Congresos Nacionales de Historia, –desde los años en que los organizó la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y la Sociedad de Estudios Históricos e Internacionales, bajo el liderazgo de Emilio Roig de Leuchsenring–, adoptaran propuestas, sugerencias y recomendaciones, y contribuyeran a la revaloración historiográfica sobre acontecimientos y personalidades. Por otra parte los acuerdos se circunscribieron a temas suficientemente demostrados.[56]
Con los acuerdos y recomendaciones del Congreso sucedió algo similar a lo debatido y acordado en el Taller Científico del 2000, pues si bien las Memorias del XVI Congreso Nacional de Historia fueron publicadas por la Editorial Oriente, esto se produjo tres años después. Tampoco se articuló un riguroso seguimiento a los acuerdos y recomendaciones, algo que ha entorpecido el tratamiento al tema que venimos examinando.
Si se recorre la trayectoria de los Congresos Nacionales de Historia realizados entre 1997 y 2008  se comprueba que siempre ha estado  presente  la temática referida a Maceo, pero no de una manera cuantitativamente significativa[57]
Tras la celebración del XVI Congreso Nacional de Historiadores aparecieron otros libros que, de algún modo, continuaron el camino de renovación de los estudios maceicos.
En el 2003 se publicó  el libro  Donde son más altas las palmas. La relación de José Martí con los santiagueros que incluyó trabajos sobre las relaciones del Maestro con Antonio Maceo y otros integrantes de la familia Maceo Grajales.

Damaris Torres en el artículo “Mariana Grajales y Maria Cabrales: dos mujeres en el corazón del Maestro”, con la incorporación de información actualizada y renovadas valoraciones develo aspectos de la relaciones recíprocas.
Con respecto a las  tradicionalmente controvertidas  relaciones  establecidas por  Martí y  Maceo,  en el libro se incluyó “Cronología crítica de las relaciones entre José Martí y Antonio Maceo  (1882-1895)”  del profesor e investigador Israel Escalona, quien  había  defendido este tema en opción al título de Doctor en Ciencias  Históricas.[58]
En el 2004 la propia Editorial Oriente, que antes había impreso el libro de Rafael Ramírez Martí–Maceo. Cartas cruzadas, publicó la versión completa de la  tesis doctoral de Israel Escalona en el libro José Martí y Antonio Maceo: la pelea por la libertad, que recibió la aceptación de los especialistas[59] y del Centro de Estudios Martianos, que en el 2006 le otorgó el Premio “Medardo Vitier”  de la Crítica Martiana.
En el 2005 la Editorial Oriente  publicó Aproximaciones a los Maceo, otro intento de ofrecer una visión sobre diversos asuntos referidos a la personalidad de Antonio Maceo. La obra, coordinada por los  doctores Olga Portuondo, Israel Escalona y Manuel Fernández Carcassés, en unas quinientas páginas, puso en manos del lector la labor investigativa de veintitrés autores con veintidós artículos y ensayos, agrupados en cuatro partes: “Antonio”, “José”, “Entorno Humano”  y “Memorias y reliquias”.
En el acápite dedicado a Antonio Maceo se incluyeron seis escritos sobre diversos asuntos de su ejecutoria que reclamaban priorizado tratamiento: el pensamiento político, la visión de quienes discreparon u ofrecieron visiones negativas sobre el Titán, el impacto del racismo en un hombre que fue una de sus principales víctimas,  el vínculo de Maceo con Haití, el análisis de una de las últimas piezas del epistolario del prócer,  y reflexiones acerca de los controvertidos hechos del 7 de diciembre de 1896. Todos estos temas salidos de las plumas de los profesores  e investigadores Israel Escalona, Joel Mourlot, Rafael Duharte, Antonio Escalona, Jorge Aldana y Lídice Duany.
Cuatro estudios integran el acápite dedicado a José Maceo. David Plochet recuperó de la prensa plana escritos de su abuelo mambí Alberto Plochet; Joel Mourlot disertó sobre la grandeza del “León de Oriente”; Ismael Sarmiento ofreció avances de sus vastas investigaciones sobre la vida de los mambises, que años más tarde publicaría en España y en la edición cubana bajo el titulo El ingenio del mambí, publicado por la Editorial Oriente,  y los profesores Alexis Carrero y Jorge Puente reconstruyeron el destino de los restos mortales de José hasta su definitiva sepultura.

En el epígrafe “Entorno humano” aparecen cinco investigaciones: Manuel Fernández Carcassés le sigue la pista a Francisco Fernández Rizo, maestro de Antonio Maceo, con lo que contribuye a un mejor entendimiento del alcance cultural y educacional del líder de Baraguá; Olga Portuondo trata la ejecutoria de Juan Tomás Chamorro, cura párroco de San Nicolás de Bari de Morón, quien debió ejercer una influencia sobre la familia hasta entonces no remarcada por la historiografía tradicional; Juan Manuel Reyes entrega los primeros resultados de sus indagaciones sobre las propiedades rústicas de la familia, que, a partir de indagaciones históricas y arqueológicas,  le permite confirmar que Maceo no nació en esa zona;[60] Damaris Torres  trata la visión que ha ofrecido la historiografía tradicional sobre Maria Cabrales y puntualiza  aspectos controvertidos y erróneos de su biografía;[61] Yamila Vilorio esclarece los nexos de Antonio Maceo con sus contemporáneos santiagueros Pío Rosado, Mayía Rodríguez, Pablo Beola, entre otros, y cierra esta sesión el ensayo de Daysi Cué sobre la visión del poeta Julián del Casal con respecto a Antonio Maceo.
En la última parte “Memorias y reliquias” aparecen varias miradas sobre la impronta dejada por los Maceo. Israel Escalona y Luis Felipe Solís valoran la historiografía sobre el tema en las postrimerías de la neocolonia y en los años más recientes, respectivamente.  
Aida Morales y Mariela Rodríguez Joa tratan la escultura conmemorativa dedicada a los Maceo y resaltan el conjunto de la Plaza de la Revolución “Mayor General Antonio Maceo”. Ambas autoras han continuado la línea de investigación, y han publicado en Ediciones Santiago, sendas monografías sobre la escultura conmemorativa santiaguera en la neocolonia, y el período revolucionario.
El volumen termina con el reflejo de lo acontecido en Santiago de Cuba en el centenario del nacimiento de Antonio Maceo, que es reseñado por Mileidis Quintana y Zoe Sosa, mientras Beatriz Morales y Miriam Subirats describen las  reliquias de los Maceo atesoradas en el Museo Bacardí.
Las páginas del sucintamente esbozado Aproximaciones a los Maceo revelaron el favorable estado de la historiografía santiaguera en torno al tema de los Maceo Grajales y dilucidaron cuestiones esenciales, muchas ignoradas por la historiografía tradicional, sin embargo, resulta llamativo que mientras Visión múltiple de Antonio Maceo obtuvo un notable reconocimiento del público y la crítica, Aproximaciones…  aun cuando no pasó inadvertido, tampoco logró un  similar impacto al de su predecesor, con lo que se vio frustrado el presagio de los colegas que esperaban una recepción mucho más halagüeña.[62]

Ahora bien, resulta totalmente incongruente que en medio de esta renovación de los estudios sobre Maceo se decidiera la reedición de Hombradía de Antonio Maceo, y mucho más,  que se hiciera sin,  por lo menos, haberla acompañado de una nota a la edición o prólogo que esclareciera aspectos rectificados por los investigadores. Esta práctica, a la que no se recurrió con la controvertida biografía sobre Antonio Maceo, fue convenientemente utilizada en años recientes. Ejemplos ilustrativos fueron la biografía escrita por Rafael Estenger sobre José María Heredia, que fue precedida de un prólogo de Antón Arrufat; las reediciones del clásico Martí, el Apóstol de Jorge Mañach, que incluyó un prólogo de Luís Toledo Sande; y la publicación postergada de Psicografía de José Martí de Leonardo Griñán Peralta, que vio la luz después de cuatro décadas de escrita, con un ensayo introductorio de Israel Escalona.     

Nuevos caminos: institucionalización y retos

Un factor que ha incidido en el comportamiento de las investigaciones sobre Antonio Maceo es la tardía institucionalización de los estudios maceicos. Aunque desde 1974 se fundó el Museo Casa Natal Antonio Maceo, es en 1997 que se crea el Centro de Estudios Antonio Maceo (CEAM), institución dedicada a investigar y promover los estudios sobre la familia Maceo Grajales.
El Centro de Estudios Antonio Maceo (CEAM), creado tras muchos debates en cuanto a sus características y estructura, durante sus más de diez años de vida ha tenido, como su más importante realización, la localización y digitalización de una buena parte de la documentación sobre la familia Maceo Grajales existente en archivos y otras instituciones cubanas, pero aún no ha logrado el empuje necesario y protagonismo a nivel nacional e internacional que le corresponde a una institución especializada de su tipo.
La publicación del Anuario De la tribu heroica, órgano divulgativo del CEAM ha significado un atenuante para darle cobertura a las investigaciones de la entidad e incluir resultados de profesionales de otras instituciones académicas y culturales.
El contenido temático de la publicación indica la dirección hacia donde se encaminan los estudios maceicos. Por su estructura el Anuario tiene secciones permanentes y otras que se han incluido esporádica o eventualmente. Entre las secciones fijas está “Tanta fuerza en la mente como en el brazo”, dedicada a la valoración del ideario del prócer. Hasta ahora ha insertado siete trabajos, de los cuales tres tratan sobre pensamiento político de Antonio Maceo o momentos cumbres de su expresión y cuatro dedicados al vínculo o paralelo con otras personalidades; “A debate la historiografía”  ha publicado siete artículos,  de los cuales dos evalúan la visión ofrecida por personalidades o publicaciones, tres analizan el tratamiento historiográfico a otras personalidades de la familia, y dos  se dedican a debatir en torno a problemas historiográficos controvertidos; “La grandeza de los hombres” es una de las secciones que más investigaciones ha incluido con trece, de los que tres refieren los vínculos y valoraciones reciprocas de Antonio Maceo con otras personalidades, tanto amigos como compañeros de lucha, cinco estudios se dedican a analizar la labor de otras personalidades de la familia, aristas de su pensamiento y sus relaciones con otros combatientes,  tres investigaciones se centran en el análisis de otras personalidades de las guerras, que de alguna manera se relaciona con los Maceo Grajales, y por último, dos  trabajos tratan hechos de las contiendas independentistas también vinculados a la familia o algunos de sus integrantes.
Hay secciones que no aparecen en todos los números de la publicación como “Un legado que perdura”, “Documentos”, “Reseñas”, “Testimonio” y “Del Centro”.
La sección “Un legado que perdura” fue concebida para tratar el medular tema de la recepción maceica, es decir la trascendencia, perdurabilidad, vigencia, presencia e impronta de la personalidad Antonio Maceo y su  familia en diversas expresiones de nuestro devenir nacional. Los cinco trabajos incluidos se adentran en disímiles asuntos que, más que ofrecer conclusiones, abren temas perspectivos en los estudios maceístas.[63]
En la sección “Documentos” Damaris Torres dio a la publicidad un importante   exponentes de la papelería de Maceo, cuando adelantó documentación relacionada con la conservación del inmueble en el que nació Antonio Maceo, tema que después completaría en su estudio sobre la trayectoria de la morada, y el especialista de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Osval Díaz  inserta parte de sus investigaciones a fin de develar pormenores de la clave utilizada por Antonio Maceo, un asunto que ha tenido pocos estudiosos y que reclama continuidad.
En una sola ocasión se incluyó la sección “Testimonios” que fue dedicado a develar aspectos de la existencia de Felícita Maceo Núñez.
Las secciones  “Reseñas” y “Del Centro” se reservan a promover las más recientes novedades historiográficas y la acción de la institución, respectivamente; aunque en ésta última también apareció una novedosa investigación sobre la trayectoria histórica y constructiva del local en el que radica el Centro de Estudios.
Amén de dificultades como la reiteración de temas o su inadecuada ubicación en correspondencia con el perfil de las secciones, y el desnivel en cuanto a la calidad de los trabajos, algo común en las publicaciones de diversos autores, la mayor limitación del Anuario radica en que las cuatro ediciones hasta ahora publicadas, han visto la luz bajo el sello de Ediciones Santiago, lo cual restringe su circulación, pues este tipo de obras del sistema de ediciones territoriales no supera las tiradas de quinientos ejemplares.

Esto mismo ha ocurrido con otros valiosos resultados aparecidos en este sistema editorial, sobre todo en Ediciones Santiago, que además del Anuario, ha publicado, entre otros,  José Maceo, personalidad y actividad militar de Alexis Carrero y Maria Cabrales, vida y acción revolucionarias de Damaris Torres, investigaciones  además avaladas por haber sido inicialmente tesis de doctorado y maestría, respectivamente. También vieron la luz La correspondencia inédita de Antonio Maceo en Honduras de Lídice Duany, una valiosa selección documental del período en que el General residió en el país centroamericano; y  La casa santiaguera de los Maceo de Damaris Torres Elers, un detallado recorrido por la trayectoria de la morada en la que nació Antonio Maceo, las tradiciones de lucha  de la familia y el bregar de varias generaciones de santiagueros por preservar ese lugar histórico.
De todos modos, es válido que el Sistema de ediciones territoriales haya ofrecido cobertura a la publicación de la temática maceica, algo que puede ser aún más favorecido.[64]
Por lo visto, el centro de atención de los historiadores se encaminó priorizadamente hacia el tratamiento de aspectos de la biografía del héroe, incluyendo sus relaciones interpersonales, y la sistematización y valoración de su pensamiento político social.
La primera preeminencia parte de la comprensión de que deben revertirse elementos de la existencia del héroe, pero sin que esto haya conducido a algún historiador a intentar la realización de una biografía integral del prócer.
El hecho que se investigue con frecuencia el pensamiento político y social  maceico, además de las connotaciones ideológicas que presupone, parte de la creencia de que es deficitario su tratamiento, cuando en realidad mucho más deprimido ha estado el análisis de sus concepciones militares. La ya lejana alerta que realizara en 1988 Francisco Pérez Guzmán en el prólogo al libro Memorias  de la guerra de Enrique Loynaz del Castillo, aún se manifiesta con frecuencia.  El investigador, a propósito de la muy recurrente afirmación, basada en el aserto de José Miró Argenter en Cuba, crónicas de la guerra, de que Maceo participó en  800 acciones de guerra,  ratificó sus dudas y señaló:
 … Desde el 12  de octubre de 1868 cuando Antonio Maceo se alza en armas, hasta el 10 de mayo de 1878 que arriba a Jamaica, procedente ese mismo día de Cuba, se cuentan  3 497 días. Desde su desembarco en Duaba, Baracoa, el 1 de abril de 1895 hasta su muerte en San Pedro el 7 de  diciembre de 1896, median 615 días. La suma real alcanza la cifra de 4 112 días; entre las 800 acciones atribuidas da una frecuencia de 1 encuentro bélico cada 5,15 días. En realidad ese promedio es imposible de sostener, porque es necesario descontar los días inactivos debido a sus veintitrés heridas en la manigua antes de morir en combate, las largas jornadas de movimientos, las ocupaciones en asuntos políticos y militares, la estación de lluvia con su consecuente disminución de operaciones bélicas por los españoles y la larga etapa de los días del Zanjón y Baraguá no caracterizada por combates continuos. Para ser más preciso, la cifra de 800 acciones de guerra ha sido difundida y aceptada sin base documental.[65]
Sin embargo la improbada afirmación se ha continuado repitiendo. En el Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, publicado en el 2001, se apunta: “se calcula que intervino en más de 600 acciones combativas, entre las que se cuentan alrededor de 200 combates de gran significado”.[66]
Si se juzga por el criterio del director del Centro de Estudios Antonio Maceo en el Anuario correspondiente al año 2005, puede concluirse que existe comprensión de algunos de los retos esenciales de la historiografía cubana. En su criterio “… se percibe con fuerza la necesidad de una nueva biografía del héroe, que no solo remedie deficiencias y  errores de las anteriores sino que también incorpore los avances historiográficos…”[67] y que “Es evidente que la obra historiográfica, creada sobre la figura del mayor general Antonio Maceo, necesita más objetividad, a fin de reintegrar al héroe a su exacta significación”.[68] 

Al enunciar los temas que deben tratarse monográficamente definió:

La comprensión de Maceo acerca de la Revolución y su comparación con el proyecto martiano.

La estatura y lugar de Maceo en el pensamiento revolucionario y/o liberal radical de Latinoamérica y el Caribe.

La posición de Antonio Maceo y su accionar ante las tendencias político–ideológicas que existían dentro del movimiento revolucionario cubano del siglo XIX.

El papel de Maceo como líder político–ideológico de su generación y las que le sucedieron.

El pensamiento de Maceo sobre el autonomismo, el anexionismo, el integrismo, y de estos, sobre Antonio Maceo.

La proyección social del pensamiento de Antonio Maceo. [69]

La relación de temas o el establecimiento de prontuarios con temas a priorizar siempre entrañan un alto riesgo de soslayar problemáticas.

En el caso de Maceo hay otros asuntos que merecen prioridad. No debe olvidarse que los más completos compendios documentales datan de mediados de siglo y que no se ha realizado una edición crítica de esta obra. De las últimas cuatro décadas resalta la reimpresión de volúmenes publicados durante la neocolonia como Antonio Maceo. Ideología Política. Cartas y otros documentos, Papeles de Maceo y Epistolario de Héroes de Gonzalo Cabrales. Con excepción de ésta última, que además del texto original incluyó el tomo preparado por el autor y que no se incluyó en la edición de 1922, las reediciones fueron copias facsimilares, sin notas de ampliación adicionales. 
También se han producido esporádicos intentos de divulgar la documentación maceica. En los años 60, además del ya citado El pensamiento vivo de Maceo, de José Antonio Portuondo, fueron editadas compilaciones de documentos que estuvieron precedidas de prólogos que, de manera general o parcial, trataron el ideario del Titán, a saber Ciudadano Ejemplar de Ortega Zardá, Exilio Político de Juan Manuel Fuentes, Maceo, paladín del antimperialismo de Ricardo García Pampín.
Mucho menos se  ha avanzado en la localización y divulgación de fuentes primarias inéditas. El profesor de la Universidad de Oriente  Juan Andrés Cué publicó en la revista Santiago “Correspondencia inédita de Antonio Maceo”, y anunció que dejaba preparado un libro –que se mantiene inédito- titulado: Antonio Maceo. Copiador de comunicaciones,[70] en el que reproduce cartas de Maceo contenidas en el libro copiador que llevaba el jefe de despacho de su Estado Mayor coronel Federico Pérez Carbó.
Más recientemente la historiadora Aisnara Perera publicó Antonio Maceo. Diarios de Campaña, un libro que con un llamativo título atrajo la atención de especialistas y lectores, pero no suplió las expectativas, pues a pesar de las ponderaciones de Eduardo Torres Cuevas en el prólogo, en realidad no se trataba propiamente  de diarios de Maceo, sino de valiosa documentación escrita en su mayor parte por José Miró Argenter, que constituye un valioso complemento de la obra clásica Cuba, crónicas de la guerra. Por otra parte, como bien esclareció unos años después la historiadora Damaris Torres, el
“Extracto de las operaciones militares realizadas por el Ejército Invasor al mando del Lugarteniente General Antonio Maceo desde su salida de Oriente hasta su llegada a Mantua provincia de Pinar del Río escrito por  José Miró Argenter” no era un documento inédito pues había sido divulgado por los emigrados revolucionarios en varios países latinoamericanos,[71] hasta llegar a convertirse, según el decir de Ambrosio Fornet en “El libro más regocijante del siglo para la emigración cubana”.[72]
Otros asuntos no acometidos son el estudio integral de la iconografía maceica, y el análisis generalizador del devenir de la recepción ofrecida a la vida y obra del prócer, lo cual no debe presuponer la utilización presentista y descontextualizada de la impronta de su legado.

Desde su desaparición física, y aún antes, la figura de Antonio Maceo fue interpretada por diversas manifestaciones artísticas y literarias con una marcada tendencia hacia la ponderación desmesurada y la mistificación.  Aún cuando la historiografía cubana, de manera general, y gracias a los avances experimentados por los estudios históricos en los últimos lustros,  ha logrado revertir la tendencia hacia el tratamiento apologético, la ponderación excesiva y el uso de calificativos enaltecedores, continúa siendo recurrente que se repitan viejos asertos y se manifieste resistencia ante los nuevos hallazgos, lo que, a su vez, dificulta su socialización.
Es incuestionable el valor del uso de los símbolos en la construcción de la memoria histórica de los pueblos. En la tradición oral es frecuente que la existencia de los héroes se nutra con pasajes edulcorados y moralejas. A los artistas les resulta lícita la libre creación; pero a los científicos sociales les incumben otros propósitos y retos.
El historiador es un científico social que no ha de conformarse con ser leído solamente por los colegas de su gremio. Resignarse a tal condición sería dar pie a una penosa y lamentable autofagia. Reconstruir la historia y divulgarla implica un importante contenido y compromiso social.
La profesión de los historiadores, que engarza armónicamente el compromiso de la ciencia que busca la verdad y la creación literaria a través de diversos géneros, tiene normas y exigencias. La valoración de acontecimientos y personalidades históricas cimeras de las luchas de los pueblos es proclive al abandono de requerimientos ineludibles. Tal parece haber sido esta la tendencia que históricamente marcó las investigaciones sobre Antonio Maceo.
El análisis del tratamiento ofrecido a Maceo devela incongruencias, repetición de asertos infundados, reduccionismo, esquematismo y falta de aceptación de los más novedosos avances  historiográficos.
Es suprema la responsabilidad de los historiadores cubanos en la conformación de una imagen más realista de Maceo. Es preciso asumir que no es necesario remarcar la grandeza del prócer con calificativos desmesurados. El tratamiento objetivo a su existencia arroja suficientes motivos de inspiración revolucionaria. Sin perder de vista el valor de la historia, los principios esenciales de las ciencias de la comunicación y la didáctica, sin dejar de adecuar los discursos en correspondencia con el público al que se dirige determinada obra, es necesario trasmitir una visión de la personalidad de Antonio Maceo que se acerque más a la realidad que  a la leyenda. 

Notas

[1] Juan Marinello: “Maceo, líder y masa. Notas polémicas en el libro de L. Griñán Peralta” en Leonardo Griñán Peralta: Antonio Maceo, análisis caracterológico, p. 230.
[2] Las conclusiones generales a las que llegaron los doctores fueron: “1. Como ya hemos visto en más de un punto en el curso de estas investigaciones, muchos caracteres antropológicos reintegran a Maceo en el tipo negro, – en particular las proporciones de los huesos largos del esqueleto; 2. Pero se aproxima más a la raza blanca, la iguala, y aún la supera por la conformación general de la cabeza, por el peso probable del encéfalo, por la capacidad craneana, lo que permite definitivamente afirmar en nombre de la antropología: 3. Que dada la raza a la que pertenecía, y en el medio en el cual ejercitó y desarrolló sus actividades, Antonio Maceo, puede con perfecto derecho ser considerado como un hombre realmente superior.” J. R. Montalvo, C de la Torre y L. Montané: El Cráneo de Antonio Maceo (Estudio antropológico, p. 15.
[3] Emilio Roig de Leuchsenring: “Ideología política de Antonio Maceo” en Antonio Maceo. Ideología Política, cartas y otros documentos, v. I, p. XXII.
[4] Eusebio Hernández: Maceo, dos conferencias históricas, p. 31.
[5] Ibíd., p. 34.
[6] José Martí: “Antonio Maceo”, Patria, 6 de octubre de 1893, en Obras Completas, t. 4, pp. 452-454.
[7] La historiadora Carmen Almodóvar le señala otros desaciertos en la valoración de acontecimientos de la historia de Cuba como no situar entre los anexionistas a Narciso López, Isidoro Armenteros y Joaquín de Agüero, así como la falta de profundidad en la valoración de personalidades de la emigración durante la Guerra Grande. Cfr. C. Almodóvar: Antología crítica de la historiografía cubana (período neocolonial), p. 618.
[8] J. L. Franco: Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, t.1, pp. 72-73.
[9] Carmen Almodóvar la considera una “una obra monumental aún no superada” Cfr. C. Almodóvar: Antología crítica de la historiografía cubana (período neocolonial), p. 617.
[10] J. L. Franco: Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, t. pp. 34 – 35.
[11] Cfr. Lino D’ou: “¿Leyendas o realidades?” en Papeles del Teniente Coronel Lino D'ou, pp. 146-150.

[12] Ibrahím Hidalgo: El Partido Revolucionario Cubano en la Isla, p 92.
[13] Nos referimos a las comunicaciones del Ministro residente de SM, Legación de España en Centroamérica, Julio de Arellano dirigidas al Gobernador General y Capitán General de la Isla de Cuba, fechadas el 18 y 20 de noviembre de 1893. En el primer documento se plantea: “... A mi llegada a esta capital, donde en primer término me llamaba el deseo de cerciorarme acerca de la vigilancia ejercida sobre Maceo y cabecillas cubanos residentes en Costa Rica, recibí el telegrama de V.E reiterando otro anterior, encareciendo la necesidad de extremar esa vigilancia y pidiéndome noticias == Desde luego me apresuré a telegrafiar a V.E. asegurándome que no es cierto que Maceo hubiese estado en Jamaica, pues me consta de una manera positiva que desde que celebró su contrato con este Gobierno para el Establecimiento de una colonia agrícola en Nicoya, ha permanecido constantemente en Costa Rica, aparte de que el Cónsul de España Sr. Collado y otras personas de toda mi confianza no le han perdido de vista, y éste Gobierno, con quien mantengo estrechas relaciones, me ha facilitado el medio de conocer todos los pasos de dicho cabecilla == Los compromisos que Maceo ha contraído en esta República, son, además, de tal naturaleza, que le obligan a estar en continua relación con las autoridades locales y mal podría ausentarse sin que éstas y la multitud de las personas que le rodean, entre las que tenemos connivencias, no se apercibiesen inmediatamente de ello... Confío en que pronto hemos de lograr aquí nuevos informes, y entre tanto puede V.E. estar seguro de que Maceo no saldrá de Costa Rica sin que ese Gobierno General reciba inmediato aviso...
En la segunda comunicación son amplios los detalles sobre el desempeño de Maceo. Este documento termina confirmando la atención que se venía dando a los movimientos de Maceo: “En todo caso reitero a V.E. la seguridad de la vigilancia que se ejerce sobre Maceo y que es casi imposible no avisemos su salida de Costa Rica el mismo día en que tenga lugar”. Estos documentos fueron publicados en Anuario del Centro de Estudios Martianos, n.14, pp. 132-135.
[14] Israel Escalona: José Martí y Antonio Maceo, la pelea por la libertad, p. 24. En este sentido ampliamos: Así es que, por ejemplo, excluyendo un necesario análisis, cita fragmentos del discurso pronunciado por Martí el 10 de octubre de 1890, en el que considera que el Maestro”... lanza alusiones a Gómez y Maceo que envuelven a todas luces acusaciones injustificadas...”, y de la carta de Maceo a Tomás Padró Griñán del 16 de agosto de 1893 en la que se hacen referencias a Martí, que sin un estudio contextualizado puede llevar a erróneas valoraciones, además de que en otros momentos se refiere a la labor martiana con expresiones inadecuadas como que: “Embriagado por el éxito alcanzado en su primera visita a Tampa, Martí en carta a José Dolores Poyo insinuó sus deseos de ser invitado también por los emigrados de Cayo Hueso y otros como que”... La Convención Cubana queda liquidada. Por una hábil maniobra política de Martí queda sepultada en las filas del Partido Revolucionario Cubano en que ha volcado su magnífica tarea”.
[15] Oscar Zanetti: Isla en la historia. La historiografía de Cuba en el siglo XX, p. 47.
[16] Como hemos señalado: “En 1945 el Archivo Nacional de Cuba (ANC) publicó Antonio Maceo. Documentos para su vida. Homenaje del Archivo Nacional de Cuba al Lugarteniente General del Ejército Libertador en el centenario de su nacimiento. Al año siguiente Emilio Roig aportó Ideario Cubano III. Antonio Maceo, selección de escritos del héroe precedida del escrito “Ideología política – revolucionaria de Antonio Maceo” que fuera inicialmente incluida en el volumen La vida heroica de Antonio Maceo; en 1948 la Academia de Historia de Cuba editó en dos tomos: Papeles de Maceo, una selección documental de Emeterio Santovenia; y en 1950 la SCEHI publicó Antonio Maceo. Ideología política. Cartas y otros documentos, dos volúmenes preparados con el concurso de los historiadores Emilio Roig, Leonardo Griñán Peralta y Gregorio Delgado Fernández. Esta última constituyó la más completa compilación documental maceísta, además de aportar notas aclaratorias sobre fechas, lugares y nombres”, y que algo similar ocurrió con la realización de biografías, que alcanzó: “… una magnitud que no se ha producido en ningún otro período histórico. Tal vez baste con señalar que solamente en 1945 se publicaron, entre otros, los siguientes títulos: Maceo, síntesis de una biografía, de Andrés de Piedra Bueno; Breve biografía de Antonio Maceo, de Herminio Portell Vilá; Maceo, de Ignacio Zarragoitía; Infancia ejemplar en la vida heroica de Maceo, de Fermín Peraza y Resumen de una vida heroica, de Néstor Carbonell. En la década de los años 40 fueron editados Maceo, héroe y caudillo (1943) de Gerardo Rodríguez Morejón; Maceo, héroe epónimo. Estudio biográfico (1943) de Rafael Marquina; Antonio Maceo, el héroe (1947) de Octavio R. Costa; y Maceo, el Titán de Bronce (1949) de Leopoldo Horrego Estuch. […]. En los años subsiguientes se editaron otras biografías. En 1952 vio la luz, como edición oficial por el cincuentenario de la instauración de la república, Maceo, héroe y carácter de Leopoldo Horrego Estuch…” Israel Escalona: “Las investigaciones sobre Antonio Maceo en las postrimerías de la neocolonia” en Aproximaciones a los Maceo, p. 422.
[17] Como afirmamos: “El punto culminante en cuanto al tratamiento a la temática maceísta en los Congresos Nacionales de Historia se produjo en la Cuarta edición del Evento, especialmente dedicada a la conmemoración del centenario del nacimiento del héroe y donde sesionó la Comisión “Estudio de la vida y de la personalidad de Antonio Maceo … Las declaraciones emitidas por el Cuarto CNH sobre la personalidad e ideario maceístas:
Constituyeron una síntesis de las más avanzadas concepciones historiográficas sobre el tema, en especial de la obra precursora de especialistas como Emilio Roig de Leuchsenring y Leonardo Griñán Peralta, máximo inspirador de los Congresos y presidente de la Comisión de Estudios sobre Antonio Maceo, respectivamente.
Sentaron las bases para la revalorización de la personalidad de Antonio Maceo y en especial el alcance y trascendencia de su pensamiento político”. Ibídem, p. 436.
[18] Tal vez el hecho más significativo fue la respuesta de los historiadores cubanos a las afirmaciones del General hondureño Gregorio Bustamante, quien durante su visita a la capital cubana, aseguró ser hijo de Antonio Maceo, ante lo cual José Luciano Franco, escribió el libro La verdadera historia sobre la descendencia de Antonio Maceo, una contundente demostración de que el hondureño no era hijo del prócer, quien sólo tuvo un descendiente llamado Antonio Maceo Marryat, y más tarde se editó el libro Nuevas pruebas históricas sobre la descendencia de Antonio Maceo que incluyó escritos de Gregorio Delgado Fernández, Benigno Souza, Pedro Cañas Abril, Leonardo Griñán Peralta, Felipe Martínez Arango y Manuel Aguilera Barciela, quienes ratificaron las tesis de Franco.
[19] Francisco Pérez Guzmán: “La historiografía de las guerras de independencia en veinticinco años de Revolución“ en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, a. 76, n. 1, enero – abril, 1985, p. 60.
[20] Carmen Almodóvar: “Antonio Maceo: un tema vigente de la historiografía cubana” en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, a. 76, n. 1, enero – abril, 1985, pp. 153 – 160.
[21] Oscar Zanetti: Ob. Cit, p. 64.
[22] Ídem.
[23] Mercedes García: “La historiografía colonial cubana” en Rolando Julio Rensoli Medina (compilador): La historiografía en la Revolución Cubana. Reflexiones a 50 años, p. 83.
[24] En 1993 Eduardo Robreño publicó el breve cuaderno Patricios en La Habana, en el que incluyó anécdotas de los períodos de estancia en la Habana de Céspedes, Agramonte, Martí y Maceo. Con su conocida locuacidad en el prólogo del libro el autor revela que lo tenía escrito desde la década de 1960 cuando lo envió al concurso “La Edad de Oro” y el jurado consideró que era un texto adecuado para adultos, y al año siguiente lo presentó en un concurso de la UNEAC donde consideraron que debería ser más profundo pues como estaba escrito era para niños, de manera jocosa Robreño termina diciendo “De acuerdo con estos criterios solamente me quedaba escribir para los prenatales o los que ya no están en este mundo… Lo engaveté y ahí quedó”. Eduardo Robreño “Prólogo” a Patricios en la Habana, pp. 1 – 2.
[25] Tomás Fernández Robaina: “A propósito de la bibliografía de Antonio Maceo Grajales” en Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, a. 76, n. 1, enero – abril, 1985, p. 165.
26] Rafael Cepeda: “Maceo: relaciones humanas” en Universidad de La Habana, 1996, p. 53
[27] Aparicio anoto: “… tropecé con vacíos informativos…El vacío más desconsolador lo encontré al estudiar al ambiente hogareño que, asociado al político y social en que estaba inmerso, formó la personalidad de Antonio Maceo… No hay información directa alguna… He tenido que trabajar ese trecho de su vida con la sola iluminación que arrojan, retrospectivamente, algunos hechos de su conducta adulta, y la de sus familiares. R. Aparicio: Hombradía de Antonio Maceo. Ediciones Unión, La Habana, 1967, pp. 13- 14.
[28] Salvador Bueno consideró: “Los miembros del jurado pronto pudieron advertir las excelencias de esta obra y otorgaron el galardón no obstante la concurrencia de otras biografías muy notables. La biografía de Maceo tiene méritos literarios e históricos. El autor ha manejado un enorme material bibliográfico para rastrear todos los incidentes de la vida del Titán de Bronce. Todo ese caudal erudito lo asimiló en un relato en el que se percibe al escritor profesional al buen dominador del idioma…”, por sui parte Marcos Llanos aunque señala: “… En algunos aspectos polémicos el autor no aporta elementos necesarios. Así, no sitúa un lugar exacto para el nacimiento del patriota y afirma su estancia clandestina en Cuba en 1893…”, concluye: “… presenta un Maceo de tamaño natural. Ni un episodio, ni una frase, ni una palabra que relacione ni remotamente al patriota con el mito. Su elección es hombradía, sustantivo que por su inmediatez evita lo fantástico aunque conserva la imagen… El lector al terminar la obra no dejará de reconocerle rigor intelectual – en lo que realmente denota el término: amplitud de la razón obedeciendo a la experiencia real – y una minuciosa escrupulosidad investigativa. Será obra de obligada referencia cada vez que se trate sobre el Titán de Bronce”, Loló de la Torriente escribió: El propósito del escritor ha sido logrado plenamente. Raúl Aparicio nos ofrece un libro novedoso en sus aspectos fundamentales, en cuanto plantea la sicología de su personaje desarrollando la tesis de que la grandeza de Antonio Maceo tiene raigal formación en su carácter, clave de su personalidad, así como en el desarrollo, confirmación y culminación de ese carácter que culmina en la madurez del guerrero”. Estas valoraciones aparecen en la Gaceta de Cuba. La Habana, febrero.- marzo, 1970.
[29] José Luciano Franco: “Aparicio” en La Gaceta de Cuba. La Habana, febrero.- marzo, 1970, p. 3.

[30] Guillermo Cabrera Álvarez: “Con Aparicio en el tiempo”, en La Gaceta de Cuba. La Habana, febrero - marzo, 1970, p. 5.
[31] Raúl Luis, “Lo más puro de su labor creadora” en La Gaceta de Cuba. La Habana, febrero - marzo, 1970, p. 3.
[32] Cfr. Felipe Martínez Arango: Próceres de Santiago de Cuba, pp. 46-47 y Octaviano Portuondo: Presencia de Santiago en la Guerra del 68, p. 56.
[33] C. Hernández Larrondo: “Acotaciones al margen de Hombradía de Antonio Maceo” en Bohemia, 15 de diciembre de 1967, p.105.
[34] José A Portuondo: “Prólogo” en José Luciano Franco: Antonio Maceo. Apuntes para una historia de su vida, t. 1, p. 10
[35] Cfr. José A. Portuondo: “Hacia una nueva historia de Cuba” en Crítica de la época y otros ensayos.
[36] En 1987 fue que se creó el Instituto de Historia de Cuba, como resultado de la fusión de varias instituciones: el Instituto de Historia del Movimiento Obrero y la Revolución Socialista en Cuba, el departamento de Historia de Cuba del Instituto de Ciencias Históricas de la Academia de Ciencias de Cuba y el Centro de Estudios de Historia Militar de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Cfr: De la Torre Molina, Mildred (compilación y redacción general): La obra historiográfica del Instituto de Historia de Cuba.
[37] Oscar Zanetti apunta al respecto: “… la más lamentable consecuencia de la oleada dogmática en la esfera educativa sería la supresión de la Historia de Cuba como asignatura específica en la enseñanza media, al disolverse sus contenidos en una disciplina histórica general organizada de acuerdo con la sucesión de formaciones económico-sociales a escala mundial. Con ello se eliminó toda posibilidad de estudio sistemático de la historia nacional, desaparecieron los textos sobre la materia y, lo que es peor, se formó toda una generación con muy pobres conocimientos sobre el proceso histórico cubano”. O, Zanetti: Ob. Cit, p. 48.
[38] Jorge Ibarra: “Historiografía y Revolución” en Temas, n 1, enero – marzo, 1995, p. 9.
[39] El investigador Luis F. Solís considera que: “En los años 90 del siglo XX se inició un proceso de renovación de los estudios maceístas que tienen como protagonistas principales a los historiadores santiagueros.”. Luís F. Solís: “La historiografía santiaguera en la renovación de los estudios de la familia Maceo Grajales” en Aproximación a los Maceo, p. 477.

[40] Cfr. Olga Portuondo: “Ascendencia paterna de Antonio Maceo” en Entre esclavos y libres de la Cuba Colonial, pp. 208 – 223.
[41] Loc. Cit, n. 32 y 33.
[42] Israel Escalona Chadez: “Acercamiento a un libro necesario” en El Cubano Libre, suplemento histórico del periódico Sierra Maestra, 5 de agosto de 1995, p. 2.
[43] En la versión original, que definitivamente el autor prefirió respetar, coincidió en que: “De los orígenes de la familia Maceo no existen muchos datos y estos son contradictorios, poco confiables y sin fundamentación documental”, pero aseguró el viejo aserto de que Marcos Maceo era venezolano, y afirmó que: “De lo que hay constancia documental en verdad, por encima de los deseos mitificadotes y regionalistas, es que al finalizar el año 1825 viene a Santiago de Cuba la familia Maceo”, pero sin aportar pruebas documentales que respaldaran el aserto. Eduardo Torres Cuevas: Las ideas que sostienen el arma, p. 5.
[44] Lino D'ou: “¿Leyendas o realidades?” en Papeles del Teniente Coronel Lino D'ou, p. 148.
[45] Eduardo Torres Cuevas: “Vicente Antonio de Castro, el Gran Oriente de Cuba y Las Antillas y la ruptura del 68” en Santiago, n.32, diciembre, 1978, pp.125-178.
[46] Las historiadoras María Elena Orozco, Lidia Sánchez Fujishiro y María Teresa Fleitas en “La Ciudad de Antonio Maceo “, abordaron cuestiones importantes de la tierra natal del héroe de la invasión en el siglo XIX y sus actividades en diferentes momentos, principalmente durante su visita en 1890; Joel Mourlot Mercaderes e Israel Escalona Chadez en sus trabajos “Heroísmo y sindéresis en Antonio Maceo” y “Antonio Maceo en la Revolución de 1895: acercamiento a su acción e ideario político “, respectivamente, develaron aspectos esenciales del pensamiento maceico; y Hebert Pérez en el escrito “¿Que ocurrió en Europa y en los Estados Unidos cuando la Protesta de Baraguá?” analizó el contexto internacional en el que se produjo el hecho.
[47] Nos referimos a los trabajos “Maceo y Martí” de Cintio Vitier, que fuera incluido posteriormente en Visión múltiple de Antonio Maceo; “Otro acercamiento a La Mejorana” de Pedro Pablo Rodríguez, “Sobre la presencia de Antonio Maceo en el Diario de Campaña de José Martí. Apuntes para un estudio”, “De alma generosa y clara mente… Una aproximación a las cartas de Martí a Maceo” de Marlén Domínguez, y “De Martí a Maceo: semblanza de un héroe” de Mirta Perna Gómez.

[48] Francisco Pérez Guzmán “Algunas observaciones en torno al combate de San Pedro y la muerte de Antonio Maceo” en Universidad de La Habana, 1996, p. 119.
[49] Luís Felipe Le Roy Gálvez publicó el artículo “Sobre la muerte del capitán Francisco Gómez Toro”, en los números correspondientes a marzo – abril y mayo – junio de 1951 de la revista Bimestre Cubana. Este trabajo ha sido muy ponderado. Cfr. Bladimir Zamora: Papeles de Panchito.
[50] Cfr. Iraida D. Rodríguez Figueroa: “La imagen en la literatura testimonial cubana”, Concepción Otero Naranjo: “La muerte, el pincel y la inmortalidad”, y María de los Angeles Pereira: “El Titán de Bronce: empeños y realidades de su imagen escultórica” en Universidad de La Habana, 1996, pp. 171 - 198.
[51] Francisco Pérez Guzmán: “La imagen congelada. Apuntes sobre la bibliografía de Antonio Maceo” en La Gaceta de Cuba, noviembre – diciembre de 1996, p. 37.
[52] Cfr. “Recuerdo y tributo” en El Cubano Libre en el periódico provincial Sierra Maestra, Santiago de Cuba, 5 de agosto de 1995, p. 1.
[53] En el documento se establece: “Todo el trabajo del historiador debe estar encaminado a la búsqueda perenne de la verdad científica y rechazamos todo tipo de oportunismo o concesión a coyunturas ajenas a las Ciencias Históricas. Esforzarse por elevar el rigor intelectual consciente de que una orientación ideológica justa no es suficiente sin la adecuada competencia profesional. Propiciar la polémica y el debate, como elementos importantes para el desarrollo de las Ciencias Históricas, basados en la más amplia libertad de palabra y en el derecho a la crítica y la autocrítica. Demostrar el máximo respeto por toda opinión contraria a la suya, observar normas de discusión profesional y no valerse de ningún tipo de recurso ajeno a ella que le permita imponer su criterio. Si está convencido de la justeza de su opinión, debe mostrase con decisión aunque le acarreé alguna incomprensión de sus colegas”. Unión Nacional de Historiadores de Cuba: Documentos, pp. 45 - 46.
[54] Luis Felipe Solís: “La historiografía santiaguera en la renovación de los estudios de la familia Maceo Grajales” en Aproximación a los Maceo, Según este autor en el documento consta que en el evento participaron el Dr. Raúl Izquierdo Canosa y la Dra. Lilian Vizcaíno, Presidente y Secretaria de Actividad Científica de la Unión y los historiadores entre otros, Nydia Sarabia, Rolando Rodríguez, Joel Mourlot, Manuel Fernández Carcassés, Israel Escalona, César García del Pino, Enrique López, Tomás Fernández Robaina, Magdalena Cantillo y Luis García Pascual.
[55] “Acta Final” en Memorias del XVI Congreso Nacional de Historia, pp. 195-198.
[56] Durante el debate de la Mesa Redonda, y ante la propuesta de Luis Acosta, director del Centro de Estudios Antonio Maceo, de aprobar todo lo expresado en las investigaciones de los historiadores Olga Portuondo, Joel Mourlot y Manuel Fernández Carcassés; el moderador advirtió: “…me parece que debemos debatir un poco más, porque hay temas en los cuales el Congreso puede pronunciarse, pero hay otros planteamientos que son sobre líneas de investigación. Yo no puedo decir, hoy mismo, que Maceo tuvo estrecha relación con los cabildos, y llamo la atención sobre esto; lo que ya si puedo decir – porque los documentos me lo demuestran y está totalmente probado – es que fue en Santiago de Cuba donde nació. Considero que merece matices, y no creo que sea tan global decir que todo lo que se dicho hay que aprobarlo, porque podemos cometer un error y opino que nadie desea eso. Mesa Redonda “La familia Maceo Grajales. Historia Ética y Cultura” en Memorias del XVI Congreso Nacional de Historia, pp. 151- 152.
[57] Para participar en los Congresos Nacionales de Historia efectuados entre 1995 y 2008 se han aprobado un total de diecinueve ponencias relacionadas con Antonio Maceo. De estas cinco tratan el vínculo de Maceo con otras personalidades como José Martí, María Cabrales, Máximo Gómez y Rafael Portuondo, cinco estudian las campañas militares maceicas, cuatro profundizan en la acción y pensamiento del prócer, tres aportan a la revaloración de aspectos de su biografía y dos tratan la trascendencia de la imagen y legado del héroe en la escultura conmemorativa y en el pensamiento de Fidel Castro.
[58] Este trabajo recibió el juicio laudatorio de Armando Hart, quien en el prólogo del libro afirmó: “Analizar las diferencias siempre inevitables que se presentan entre los hombres en la historia, agudizando sus matices más complejos, exagerarlos y extraerlos de contexto, entorpece alcanzar un juicio histórico sereno y certero. Llevar a cabo una tarea constructiva y de búsquedas del equilibrio en el análisis histórico, como aquí se hace es más difícil labor intelectual que la de destruir con perversidad o, simplemente, con intelectualismo infecundo, las esencias que se esconden en las contradicciones presentes en los héroes en cuanto a las formas de actuar frente a los retos que tienen ante sí”. Armando Hart: Prologo al libro Donde son más altas las palmas. La relación de Martí con los santiagueros, p. 8.
[59] El prologuista del libro Manuel Fernández Carcassés aseveró que este estudio: “…es el primero en profundizar en el vínculo revolucionario entre Martí y Maceo de una manera intensa e integral , explorando sus esquinas más ocultas , estableciendo regularidades y periodizaciones…”, mientras que el investigador Pedro Pablo Rodríguez acotó: “… es un libro que aborda un tema esencial de nuestra historia política en la época de las luchas de liberación nacional, y que, además enriquece particularmente las bibliografías martiana y maceísta …”, donde su autor : “… no deja que la simpatía por alguna de las dos figuras se adueñe de su análisis”. Cfr: Prólogo de Manuel Fernández Carcassés al libro José Martí y Antonio Maceo: la pelea por la libertad y Pedro Pablo Rodríguez: “Las relaciones entre Martí y Maceo”, Honda n. 13 del 2005, pp. 69 – 70.
[60] Este tema ha ocupado al investigador en los últimos años, quien ha añadido nuevos aportes en el libro Santiago de Cuba: arqueología e historia, y que constituye una parte sustancial del tema que desarrolla en opción al grado científico de Dr. en Ciencias Históricas.
[61] Este tema lo ha desarrollado en investigaciones publicadas en De la tribu heroica. Anuario del Centro de Estudios Antonio Maceo, y en el libro María Cabrales: vida y acción revolucionarias, y que desarrolla como tesis para optar por el grado científico de Doctora en Ciencias Históricas.
[62] En la Presentación del libro, durante la XVI Feria Internacional del Libro en Santiago de Cuba, Luis Acosta señaló: “Si Visión Múltiple de Antonio Maceo fue acreedor al Premio Nacional de Historia Ramiro Guerra, y sobre todo, al premio de reconocimiento y agradecimiento social de cuantos le han leído y estudiado, las presentes Aproximaciones son merecedoras aún más, en la opinión de este presentador, a tan altos galardones.”
[63] El profesor de la Universidad de Oriente Rafael Borges incluye dos trabajos, en los que enjuicia la recepción dada a Maceo en Santiago de Cuba en el período de la lucha insurreccional e inserta el texto “Imitemos al Titán”, originalmente publicado en 1954 en la revista Mercurio, órgano de la Asociación de Alumnos de la Escuela Provincial de Comercio de Oriente; la especialista del Consejo provincial de las Artes Plásticas en Santiago de Cuba Yadira Parra Donet reflexiona en torno al conjunto escultórico de la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo; la investigadora del CEAM Bárbara Argüelles Almenares publica “Antonio Maceo en las Sociedades de Oriente”, un estudio que debe ser precursor de investigaciones monográficas sobre la impronta del Titán en las más variadas manifestaciones del asociacionismo republicano; y la profesora e investigadora Lidia Sánchez Fujishiro, quien fuera durante muchos años especialista de la Plaza de la Revolución Mayor General Antonio Maceo, le sigue el rastro a la creencia popular de que existió una herida más en la fisonomía de Antonio Maceo, idea surgida al calor de las agresiones contra la Revolución Cubana en el convulso año de 1961, cuando los ataques de la aviación imperialista contra el aeropuerto santiaguero hicieron diana en la escultura de Antonio Maceo allí erigida.
[64] Según el Catálogo de las Ediciones Territoriales entre el 2000 y el 2005 sólo se publicaron los libros La invasión de Antonio Maceo en Pinar del Río de Enrique Ginebra y Juan C. Rodríguez (Pinar del Río), La batalla de Mal tiempo de Mayra T Pina y Ana Belén Gonzáles (Cienfuegos) y Antonio Maceo, algunas previsiones desestimadas de Luís Acosta (Santiago de Cuba).
[65] Francisco Pérez Guzmán: Prólogo al libro de Enrique Loynaz del Castillo: Memorias de la guerra, p. IX.
[66] Centro de Estudios Militares: Diccionario Enciclopédico de Historia Militar de Cuba, pp. 296.
[67] Luis Acosta: “La historiografía sobre el general Antonio” en De la tribu heroica, Anuario del Centro de Estudios Antonio Maceo Grajales, n. 2, 2005, p. 23.
[68] Ibíd., p. 24.
[69] Ibíd.
[70] Cfr. Juan Andrés Cué: “Correspondencia inédita de Antonio Maceo” en Santiago, junio, 1976, pp. 177 – 214.
[71] Damaris Torres señala que: “Con el objetivo de divulgar la realidad acerca de la campaña recién realizada el Mayor General Antonio Maceo ordenó la reproducción del diario llevado por el Jefe de Estado Mayor José Miró Argenter y su envío a María Cabrales en San José, Costa Rica y Tomás Estrada Palma en La Delegación del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York. María Cabrales, con la cooperación del representante del Partido Revolucionario en Costa Rica Joaquín Alsina, publicó la información en forma de folletos que circularon no solo en San José donde El Pabellón Cubano anunció su salida; en varias ediciones, también en Panamá se vendieron 25 ejemplares enviados por la heroína al doctor Manuel Coroalles, representante del Partido Revolucionario Cubano en este país”. D. Torres: “En el 113 aniversario de la invasión de Oriente a Occidente. La Campaña invasora en el “libro más regocijante del siglo para la emigración cubana”, en El Cubano Libre, suplemento del periódico Sierra Maestra, Santiago de Cuba, 18 de octubre de 2008, p. 3.
[72] Ambrosio Fornet: El Libro en Cuba. Siglos XVII y XIX.