EL
CREADOR DEL NUEVO DESARROLLISMO CRITICA EL "POPULISMO CAMBIARIO" QUE
APLICA A MACRI
(Leído
en http://www.lapoliticaonline.com)
El trabajo más reciente del
brasileño Luiz Carlos Bresser-Pereira, autor de la teoría del "Nuevo
Desarrollismo" traza una descripción de las inevitables crisis que causan
los regímenes de "populismo cambiario" sostenidos en base a deuda
externa para empujar de manera artificial el consumo.
Este abogado, economista y
politólogo que fue ministro de José Sarney, Fernando Henrique Cardoso y hoy
esta cerca de Lula da Silva, traza una crítica a un modelo que es muy similar
al que aplica Macri, que por otro lado se definió como desarrollista y dijo que
el presidente que más admira es Arturo Frondizi.
Bresser-Pereira define su
teoría como post-keynesiana porque entiende que empujar la demanda, al estilo
de lo que hacía el kirchnerismo, no alcanza por sí sola para garantizar un
crecimiento económico sostenido. Para que esto sea posible dice que además de
defender la disciplina fiscal -algo que se perdió en los mandatos de Cristina
Kirchner-, también es necesario tener "disciplina cambiaria".
Para conseguir esto, agrega
en un texto publicado este domingo por Folha San Pablo, es necesario
mantener el equilibrio de cuenta corriente, de manera de reducir el
endeudamiento externo, evitar el atraso cambiario y mantener tasas de interés
bajas, que permitan a la industria ser competitiva.
Déficit en cuenta corriente
financiado con deuda externa dificulta el crecimiento en vez de propiciarlo. Al
tomar esta decisión el Gobierno cae en populismo cambiario, señala
Bresser-Pereira.
"El Nuevo Desarrollismo
no es original en rechazar el déficit fiscal crónico, pero es innovador en
condenar de manera taxativa el déficit de cuenta corriente", explica el
académico. La última vez que la Argentina vivió una situación de superávits
gemelos fue durante el final de la presidencia de Duhalde y el mandato de
Néstor Kirchner, que fue cediendo en esas ventajas, como bien recordó el
funcionario de Hacienda, Sebastián Galiani.
"Un tipo de cambio
atrasado a largo plazo vuelve a la industria poco competitiva y desalienta las
inversiones, convirtiéndose en un obstáculo para el crecimiento", sostiene
este ex ministro brasileño. Y advierte que además el déficit de cuenta corriente
"acaba generando una crisis de deuda", que la mayoría de los
economistas desestiman.
Este último dato es muy
pertinente para la Argentina que se encamina a cerrar el año con un déficit
histórico de cuenta corriente de unos US$ 8.000 millones. De hecho de los US$
10.100 millones que el Banco Central registró que ingresaron al país en 2017
como "inversiones", sólo US$ 1.900 fueron destinados a la economía
real. El resto se volcó a la bicicleta financiera que favorece la combinación
de tasas altísimas y dólar atrasado, el famoso carry trade.
Pero una de las tesis más
provocativas de Bresser-Pereira es que los países de ingresos medios como
Brasil y Argentina no necesitan tomar deuda externa. "Déficit en cuenta
corriente financiado con deuda externa dificultan el crecimiento en vez de
propiciarlo". Se trata de una crítica central a la estrategia gradualista
de Macri de financiar con deuda el déficit hasta que llegue el boom de
inversiones que reactive la economía.
"Cuando un país entra
en déficit de cuenta corriente su tasa de cambio se aprecia, los costos
salariales y del capital (tasa) aumentan, la ganancia de las empresas cae y se
quitan estímulos a la inversión, al tiempo que se estimula el consumo",
explica el economista.
En sus trabajos
Bresser-Pereira incluso correlaciona matemáticamente el déficit de cuenta
corriente y el atraso cambiario y su impacto en la actividad industrial.
"Cuando el gobierno decide crecer en base a endeudamiento externo y en
consecuencia caer en déficit de cuenta corriente, cae en una decisión de
auto-derrota, porque transforma empresas competitivas desde el punto de vista
tecnológico en no competitivas desde el punto de vista monetario", agrega.
"Al tomar esa decisión
para financiar un déficit de cuenta corriente consumista el gobierno incurre en
populismo cambiario, atrasando su crecimiento", subraya Bresser-Pereira.
La
enfermedad holandesa
El economista brasileño
explica que este tipo de modelos son muy comunes en países cuya economía se
basa en la exportación de commodities, que por ventajas comparativas mantienen
rentabilidad a una tasa de cambio que vuelve inviables a las industrias y para
graficarlo cruza líneas de cómo interactúa el equilibrio de cuenta corriente y
el "equilibrio industrial". "Para neutralizar la enfermedad holandesa
es necesario alcanzar el superávit en la cuenta corriente", subraya.
"En los países en
desarrollo, sobre todos en aquellos afectados por la enfermedad holandesa, se
da una tendencia a la apreciación del tipo de cambio cíclica, de manera que la
economía atraviesa largos períodos de apreciación cambiaria, intercalados con
crisis financieras en las que el tipo de cambio se deprecia de manera
drástica", señala Bresser-Pereira, en una descripción muy cercana a la
Argentina.
"Luego de esa crisis,
el tipo de cambio vuelve a apreciarse, cruza el equilibrio industrial, cruza el
equilibrio de cuenta corriente y luego se estabiliza en un nivel que si bien no
es bueno para los commodities, es suficiente para mantener las
exportaciones", agrega y explica que el resultado es "la
desindustrialización".
Atraso cambiario, que en
este esquema, se financia con deuda externa, hasta que los acreedores detectan
que peligra la capacidad de pago y se produce una crisis de deuda.
"El tipo de cambio es
como un interruptor de luz que conecta y desconecta a las industrias del
mercado interno y externo", señala y propone para mantener un tipo de
cambio competitivo, mantener las tasas de interés bajas, apoyadas en una
política fiscal seria; rechazar la idea de crecer en base a endeudamiento
externo, rechazar el uso del tipo de cambio como ancla anti inflacionaria y
controlar la entrada de capitales financieros. Un menú que es exactamente
opuesto al que eligió Macri.
Los
costos
Lo interesante es que desde
la heterodoxia, Bresser-Pereira critica un modelo como el que aplica Macri por
populista. "Buenos economistas se indignan cuando el gobierno impone
precios máximos a las empresas, deberían hacer lo mismo cuando el Central fija
el "precio-país" congelando el tipo de cambio", advierte.
Y agrega que los operadores
financieros son los primeros interesados en que se mantenga una tasa de interés
alta porque es lo que les garantiza su rentabilidad. "Aceptar eso es
aceptar la captura del patrimonio público", explica.
El otro incentivo de los
gobiernos para mantener el tipo de cambio atrasado, explica Bresser-Pereira es
que bajar las tasas para conseguir un tipo de cambio competitivo reduce en el
corto plazo el poder adquisitivo de los trabajadores, y acaso esa sea la
explicación de porque Axel Kicillof cortó en seco la devaluación que en su
momento instrumentó Ricardo Fábrega y congeló el tipo de cambio.
"Es por esta última
razón que tanto los economistas heterodoxos que defienden el ingresos de los
trabajadores en el corto plazo, como los liberales que defienden la renta de
los financieros, coinciden en oponerse a la depreciación del tipo de
cambio", agrega Bresser-Pereira.
"Sin embargo, los financieros tienen más razón en oponerse porque la baja de tasas afecta su rentabilidad, mientras que los trabajadores en el mediano plazo se beneficiarán de un aumento del empleo y luego de sus salarios", concluye el analista.
"Sin embargo, los financieros tienen más razón en oponerse porque la baja de tasas afecta su rentabilidad, mientras que los trabajadores en el mediano plazo se beneficiarán de un aumento del empleo y luego de sus salarios", concluye el analista.