POBRES RICOS
(Horacio Verbitsky, en su blog “El Cohete a
la Luna”)
La idea de la desigualdad como motor de
conflictos cada día más graves no es una originalidad del Presidente argentino
Alberto Fernández ni del gobernador bonaerense Axel Kicillof. Hasta los
norteamericanos más ricos lo comprenden y proponen soluciones que no pasan sólo
por la solidaridad y la filantropía sino por la justicia impositiva. La
cuestión se ha instalado en la campaña electoral para 2020, donde los
candidatos demócratas Bernie Sanders y Elisabeth Warren proponen elevar los
impuestos a las grandes fortunas y el Presidente republicano Donald Trump se
niega. En la prensa comercial hay quienes apoyan una posición y aquellos que
defienden la contraria, pero nadie ha usado la descalificatoria expresión impuestazo,
que aquí se aplica al propósito de mantener a salvo de la inflación el gravamen
que pagan los 200 mayores propietarios del agro bonaerense.
La agencia de recaudación bonaerense (ARBA)
difundió un mapa de la provincia en el que se aprecia el impacto del proyecto
oficial de impuesto inmobiliario urbano sobre el total de las partidas de la
provincia.
En verde oscuro, cuando el aumento promedio
está entre 1 y 500 pesos al año, a pagar en cinco cuotas. En los blancos no se
registran partidas urbanas. Luego distintos tonos de verde que significan hasta
5.000 pesos al año; los amarillos, que van de 5.000 a 25.000 y recién en los
rojos y marrones aparecen los propietarios más prósperos, que pagarían entre
25.000 y 650.000 pesos. Hay que buscarlos con lupa en el mapa, porque son muy
poquitos.
El siguiente cuadro muestra la cantidad de
partidas, el porcentaje acumulado y el rango de aumentos. Sobre un total de 4,5
millones de contribuyentes del inmobiliario urbano, 1,5 millones (el 35%) pagan
hasta 500 pesos. El 74% no pagaría más de 2.000 y el 90% menos de 5.000 pesos.
siempre en cinco cuotas, a lo largo del año. En promedio, la recaudación se
mantendría en el mismo nivel de 2019, actualizada por inflación. Esto significa
que tres de cada cuatro sólo pagarían 166 pesos por mes. Ahí está la clase
media.
Sin embargo, la agresividad contra el
gobierno pero también contra aquellos propietarios que participan del diálogo
va en aumento. Kicillof se reunió tanto con intendentes de Cambiemos como con
productores de la Federación Agraria, en el Parque Pereyra Iraola.
Obstinarse en objetar el 75%, que sólo afecta
a 200 propietarios rurales y al 10% más próspero de los urbanos es proteger a
los más ricos de la provincia. Todo el esfuerzo oficial ha sido puesto en
esclarecer este punto, de modo que sea el conocimiento público de este hecho el
que condicione el voto opositor cuando el proyecto vuelva a tratarse esta
semana. La decisión es, claramente, política.
Lucha de clases
El multimillonario inversor Warren Buffet
(con mil millones de dólares de fortuna por cada uno de sus 89 años de vida, lo
que lo coloca cuarto en el ranking mundial) lleva más de una década denunciando
que no son los pobres sino los más ricos como él quienes libran una lucha de
clases, y que la están ganando. Puso como ejemplo su propia declaración impositiva,
por la que pagó sólo el 19% de sus ingresos en gravámenes federales, porque su
fuente eran intereses y dividendos, mientras que los empleados de las empresas
de su fondo Berkshire Hathaway pagaron el 33%. El ex Presidente Barack Obama
tomó su iniciativa y propuso elevar al 30% el impuesto mínimo a quienes ganaran
más de un millón de dólares por año. Pero el Congreso bajo control de los
republicanos no lo aprobó.
La otra súper rica con planteos similares es
Abigail Disney, nieta de un hermano de Walt Disney y accionista de las
compañías del holding, que hace un año sumó a Marvel, Pixar, Lucasfilm y XXI
Century Fox. La semana pasada Abigail concedió un reportaje a la revista The
New Yorker. Dijo que desde chica estaba acostumbrada a desplazarse por el mundo
en un Boeing 737 privado. Una noche, mientras viajaba sola desde California
hasta Nueva York, atendida por una numerosa tripulación, y estaba por ajustar
los cinturones de seguridad de su cama, tomó conciencia del dispendio de
combustible y de la huella de carbono que dejaba en el planeta. La otra
experiencia que la marcó fue el contacto con los trabajadores de los parques
temáticos de la familia. En marzo de 2018, cuando un cuidador le pidió ayuda
porque sus compañerxs no podían vivir con los salarios que cobraban y una de
ellas murió a los 63 años en el auto que tenía por vivienda, Abigail aceptó
reunirse con ellxs en el sindicato que representa a 7.500 empleadxs en Anaheim,
California, una de las principales sedes de los parques temáticos. Le
plantearon que reclamaban un salario de 15 dólares por hora y le contaron sus
historias personales. “Todo el país está embarcado en despojar de cualquier
ventaja la vida de los trabajadores, asegurándose que vivan los más cerca
posible del hueso”, pensó la chica rica que ya tenía tristeza.
Luego de varias semanas, la heredera le
escribió al CEO, Bob Iger, que ese año había cobrado 66 millones de dólares, 20
más que su recompensa habitual por los buenos negocios que había realizado y
que era mencionado como posible candidato presidencial. Iger sólo contestó que
no hubo paros durante su gestión y le sugirió que siguiera el tema con la
oficina de personal, que ahora se llama de recursos humanos. Para Abigail ese
salario era delirante.
Pero silenciosamente, Iger admitió que un plebiscito
en Anaheim fijara el salario mínimo en 15 dólares por hora, para al menos un
tercio de los 30.000 trabajadores sindicalizados de Disneylandia.
Por goleada: 940 a 12
Desde 1978, los ingresos de los ejecutivos en
Estados Unidos crecieron 940% y los de los trabajadores 12%, una desigualdad
que no se había visto desde el siglo XIX. Según Ray Dalio, el fundador del
fondo de inversion Bridgewater, los ingresos del 66% más bajo de los
trabajadores estadounidenses no han crecido desde 1980, una vez ajustados por
la inflación, pero los del 10% superior se duplicaron y los del 1% de la
cúspide se triplicaron.
El tweet en el que Abigail llamó delirante la
retribución de un CEO que fuera mil veces mayor que la del trabajador medio,
obtuvo tres millones de visitas en un día. Su paso siguiente fue unirse la
organización Millonarios patriotas, que aboga por mayores impuestos
para ellos mismos. “No quiero que los CEOs se sientan cómodos, porque son parte
de un proceso social y económico que está destruyendo vidas humanas”.
Los millonarios patriotas ya tienen más de
200 miembros en 34 estados. Para afiliarse hay que tener ingresos por más de un
millón de dólares anuales o bienes por cinco millones. Son empresarios en
compañías tecnológicas, ingenieros de software, inversores de Wall Street,
industriales y herederos de fortunas familiares.
Del reclamo inicial de que les suban los
impuestos, han derivado hacia la confrontación con los efectos destructivos de
la economía del derrame, que desde hace décadas orienta las decisiones políticas
de ese país, con la ridícula idea de que bajar los impuestos a los empresarios
y a los más ricos, beneficiaría a los trabajadores de ingresos medios y bajos.
En su lugar, postulan subir el salario mínimo y cobrar más impuestos a los
empresarios y a los más ricos.
El aumento dispuesto el último viernes por el
gobierno nacional argentino y la ley impositiva que con algunos cambios
intentará aprobar la próxima semana Kicillof apuntan en la misma dirección. El
ministro de Trabajo Claudio Moroni calculó que con el bono acordado, el 20% de
los trabajadores en la base de la pirámide recuperarán la totalidad del poder
adquisitivo perdido el último año de Macri.
Polémica abierta
Esa polémica se ha instalado en forma abierta
en Estados Unidos, cuando se observa un incremento general de salarios a un
ritmo que no se veía desde hace décadas. El diario conservador Wall Street
Journal publicó un artículo en que los ex colaboradores de Trump Gary Cohn y
Kevin Hassett alegan que las reducciones impositivas que dispuso el Presidente
explican el aumento de los salarios más bajos. Desde el otro lado del espectro
ideológico, el Washington Post responde que la mejora se debe a una fuerte
caída de la desocupación, que es la más baja desde 1969 (3,5%) y la mitad de
los Estados de la Unión aumentaron el salario mínimo. Esto no ocurre sólo en
enclaves urbanos de la costa, sino también en Estados rurales. En Arkansas, un
plebiscito para incrementar el salario mínimo se aprobó con el 68% de los
votos. Los empresarios advirtieron que se perderían puestos de trabajo, pero
ocurrió lo contrario: la desocupación, que ya era baja, descendió del 3,7 al
3,6% en el año posterior al aumento.
Los planteos de los Millonarios Patriotas son
directos, como suelen ser los de su clase. Un aviso que produjeron mostraba a
un actor muy parecido al ex líder republicano en la cámara baja, Ryan Paul,
quien empuja la silla de ruedas de una anciana por un parque idílico, hasta el
borde de un barranco, por el que la despeña.
El reclutamiento no es fácil: sobre medio
millón de familias que cumplen con los requisitos, no hay más de 200
millonarios patriotas. Algunos lo hacen para aliviar un sentimiento de culpa,
pero otros creen que la extrema desigualdad es una forma de corrupción, que
llevó a la elección de Trump, de líderes de derecha dura en distintos lugares
del mundo y a las protestas violentas en países tan inesperados como Chile.
Algunos de sus miembros han declarado su apoyo a la propuesta de Elizabeth
Warren, de gravar con el 4% a las fortunas de más de 50 millones de dólares y
el 6% si pasan de mil millones.
Otro millonario inquieto es Nick Hanauer, el
primer inversor en Amazon. Hace dos meses el presidente de México, Andrés López
Obrador, pasó un video en el que Hanauer advierte a sus “compañeros
plutócratas” que se cuiden porque su país está en riesgo de convertirse en una
sociedad rentista neofeudal, parecida a la Francia prerevolucionaria, y ya
vienen las masas con las horcas.
En un artículo reciente en el portal Politico, Hanauer
agregó que las revoluciones, como las quiebras, “vienen en forma gradual y
luego de repente. Un día alguien se prende fuego, luego hay miles de personas
en las calles y antes de que te des cuenta el país arde. Entonces ya no hay
tiempo para llegar al aeropuerto, trepar a nuestro avión Gulfstream y
escaparnos a Nueva Zelanda”.