La
tradición de lucha y la organización ancestral de la base social de Evo Morales
no han dicho la última palabra.
(Por Iroel Sánchez, en su blog “La
Pupila Insomne”)
Evo Morales no es un político tradicional,
tampoco un militar, se forjó como líder en los sindicatos y los movimientos
sociales que tuvieron que enfrentar por largo tiempo represiones y dictaduras
en el país que tal vez haya sufrido más golpes de estado en todo el planeta.
Cualquiera que conozca cómo funcionan los
sindicatos y las juntas vecinales en Bolivia sabe de su democracia interna, de
cómo someten a asamblea todos los asuntos en su larga historia de
movilizaciones, resistencias y huelgas donde no pocos de sus integrantes han
dejado la vida.
Es en esa cultura de lo colectivo, de la lucha social, de la negociación y de
no decidir unilateralmente ningún asunto donde creció Evo Morales hasta
convertirse en un estadista de talla mundial. Desde esa perspectiva renovó la
política boliviana con una Asamblea Constituyente, nuevas instituciones, nuevas
leyes y nuevas políticas que beneficiaron a todos los bolivianos y bolivianas,
incluyendo los más ricos. Con él fueron muchos menos los pobres pero también
los ricos se hicieron más ricos.
Su gestión económica fue muy exitosa, tanto
que convirtió al segundo país más pobre en América en el de mayor crecimiento
económico. Su política exterior estuvo abierta a todos, y la radicalidad de su
discurso antiimperialista y anticapitalista no le impidió asistir a la toma de
posesión de Jair Bolsonaro y dirigirse a él como “hermano presidente”. Su
confianza en la verdad y la democracia es tal que, cuestionadas las elecciones
en que recibió el 47% de los votos y 10% de ventaja sobre su más cercano
adversario, convocó nada menos que a la proestadounidense Organización de
Estados Americanos para que hiciera una auditoría, y ante la recomendación de
esta de repetir las elecciones la aceptó, luego de consultar con la Central
Obrera y el Pacto de Unidad conformado por diversas organizaciones sociales del
campo y la ciudad, suspendió para renovarlo el Tribunal Supremo Electoral, y
antes llamó a un diálogo con todos los partidos con representación
parlamentaria que sus enemigos -quienes lo tildad de dictador- rechazaron.
A trece años de gobierno, algunos olvidaron
la Bolivia empobrecida y con racismo institucionalizado anterior a Evo pero
otros la desean de regreso. El eco de un referendo manipulado y descalificado
judicialmente por la infame mentira de adjudicarle un hijo falso y abandonado
se vuelve a enarbolar contra su reelección. Pero lo único real es que una vez
más la oligarquía sólo respeta las reglas de su democracia cuando vence con
ellas, de lo contrario da un golpe de estado.
Ante el riesgo de un baño de sangre por la
negativa de la policía a velar por el orden y el llamado de los militares a que
renunciara, Evo prefirió deponer su cargo pero sin arrepentirse de nada, y
recordando el deber de los militares y de quienes lo adversan de proteger al
pueblo y detener la ola de violencia fascista contra sus compañeros y
partidarios que ya son objetivos de la violencia extrema. Sus últimas palabras
fueron “la lucha sigue”.
En un
análisis crítico sobre los retrocesos de los gobiernos de izquierda en
Latinoamérica, realizado en junio de 2016 en la Facultad de Ciencias Sociales
de la Universidad de Buenos Aires, el Vicepresidente de Evo, Álvaro García
Linera, analizó brillantemente resultados, debilidades y perspectivas de esos
procesos, revelando una profunda comprensión de lo desafíos que deben enfrentar
los procesos de emancipación popular en el continente. García Linera acudió
allí al Lenin de la Nueva Política Económica para acertadamente plantear la
necesidad de prestar a la economía la mayor atención. Sin embargo, el Lenin
de El Estado y la Revolución parece no haber sido tomado en
cuenta en ese análisis:
“…al llegar a un cierto grado de
desarrollo de la democracia, ésta, en primer lugar, cohesiona al proletariado,
la clase revolucionaria frente al capitalismo, y le da la posibilidad de
destruir, de hacer añicos, de barrer de la faz de la tierra la máquina del
Estado burgués, incluso la del Estado burgués republicano, el ejército
permanente, la policía y la burocracia, y de sustituirlos por una máquina más
democrática, pero todavía estatal, bajo la forma de las masas obreras armadas,
como paso hacia la participación de todo el pueblo en las milicias.”
Esta no es la hora de criticar, ni de señalar
errores, cuando los compañeros bolivianos y sus líderes necesitan y merecen
toda nuestra solidaridad. Sólo vale referirse a ello porque la maquinaria que
adversa a la Revolución cubana y propone la cada vez más desacreditada
democracia representiva para Cuba lleva años insistiendo en sustituir con ella
la institucionalidad revolucionaria que impide que aquí pueda ocurrir algo así.
Ver a unos implicados en el golpe, otros intentando una equidistancia
imposible, pero todos atacando a Evo hasta llegar a la burla mediocre en las
redes sociales confirma que jamás representarán al pueblo cubano cuya profunda
cultura política lo hace estar unanimente del lado de los humildes de Bolivia.
Indefensas
ante su enemigos de clase, con las instituciones armadas al servicio de la
oligarquía y el imperialismo, un poder mediático nacional y global que los
demoniza y unos movimientos sociales sin la capacidad movilizativa de cuando
peleaban en la calle los derechos que Evo conquistó para ellos, no es muy
esperanzadora la situación actual de las fuerzas que encabezara el primer
Presidente indígena en Suramérica. Pero la tradición de lucha y la organización
ancestral de esa base social no han dicho la última palabra.