LOS QUE
MAS SUFREN
(Por:
Rene Portuondo, leído en "LA JOVEN CUBA")
Para nadie es un secreto que uno de los
principales problemas que enfrenta la economía nacional (en Cuba) es el de la desconexión
entre los ingresos por vía de salario y las necesidades de consumo medio de la
población.
Si bien es desconocida los niveles exactos de
la canasta básica en Cuba, según (Sandoval, 2012) la cifra que media las
necesidades básicas de la población en el año 2011 era de 841.40 pesos
mensuales por persona a precios corrientes, analizado este valor mediante el
método de Costo de las Necesidades Básicas.
Tomando dicho valor y trayéndolo al presente
aplicando las variaciones que sufre solamente vía inflación (1), tenemos que
para el año 2018 el costo de la vida en Cuba asciende como promedio a cerca de
1100 pesos mensuales. Aun así, muchas otros estudios y estimaciones sitúan este
monto en un nivel muy superior, algunos cercano a los 2000 pesos.
En este contexto se torna tarea vital para
las transformaciones económicas en Cuba de una reforma profunda del sistema
salarial, que permita atar dichas necesidades de consumo con el ingreso vía
salario de los trabajadores. Este hecho no solo será un gran paso hacia la
dignificación del empleo (y de los trabajadores) en Cuba y fuerte aliciente
para lograr mayores niveles de productividad, sino para estimular el consumo,
lo que a la larga podría ser beneficioso para el despegue de varios sectores de
la economía.
Y aunque esta tarea es en las condiciones
actuales extremadamente compleja, la misma palidece ante la cuestión que
significaría transformar nuestro sistema de pensiones a niveles que puedan dar
respuesta a esos niveles de consumo, también necesarios para la vida de los
cientos de miles de pensionados con que cuenta nuestro sistema de seguridad
social. En términos simples, esta es una tarea mucho más compleja que la
reforma salaria, por varias razones.
En primer lugar, porque a diferencia de la
remuneración de los trabajadores en activo que es una distribución primaria de
la producción, los recursos que sostienen el sistema de pensiones vienen dado
por una redistribución secundaria de la producción, que desvincula el
crecimiento de las pensiones de indicadores como la “productividad” y o
“utilidades después de impuesto”, que podrían ser utilizados para reordenar el
sistema salarial.
En segundo lugar, el sistema de pensiones,
cae en gran medida sobre el presupuesto central, pues la contribución a la
seguridad social, de trabajadores no estatales y otros del sector estatal con
altos ingresos no cubre los gastos del mismo. Cualquier expansión de las
pensiones en la actualidad, sería solo resultado de la contracción de otras
partidas del presupuesto central, que ya se encuentra en una tensión extrema,
con reducciones sistemáticas en disímiles sectores en los últimos 10 años.
La otra opción sería traspasar parte del
consumo de los trabajadores en activo a los pensionados vía impuesto, acción
este que se toparía con los bajísimos niveles de consumo que se derivan del
salario, algo de lo que hablamos anteriormente, por lo que primeramente sería
necesario una reforma salarial antes de poder cargar con impuestos a dicho
sector.
Por último, esta reforma de las pensiones se
enfrenta al problema de la inmensa brecha que separa las mismas, de las
necesidades medias de consumo. Antes del aumento de pensiones del mes pasado, que
sitúa el mínimo de las mismas en 242 pesos, la pensión media no superaba los
300 pesos mensuales, según los datos de la ONEI del año 2017. El crecimiento de
las mismas solo había sido de un 20% desde 2010, al contrario del salario, que
como media y a pesar de las fuertes distorsiones que este dato presenta, había
aumentado casi en un 100% en igual periodo de tiempo, fundamentalmente en el
sector empresarial y de la salud.
Esto nos deja que como media las pensiones se
encuentran 800 pesos por debajo de los niveles medios de consumo necesario
mensuales, teniendo en cuenta que el país cuenta con cerca de 1.600.000
pensionados, el costo de nivelar dicho consumo sería de cerca de 15.300.000.000
de pesos anuales, lo que representa tres veces los gastos actuales en seguridad
social y cerca del 33% de todo el presupuesto del estado. (ONEI, 2017).
Esta es realmente una tarea que ningún
gobierno podría llevar adelante en el corto plazo, la reforma del sistema de
pensiones es un camino largo y complejo, y en órdenes de prioridades, es
tristemente secundario y dependiente de muchas reformas previas en otros
sectores de la economía.
Aunque sí existen algunas medidas que si se
puede hacer en el corto plazo, y aunque no solucionen el problema, sí
impedirían que el mismo se siga haciendo más crónico. Entre ellas está vincular
las pensiones al crecimiento anual del índice de precios al consumidor
(inflación de los productos finales), este hecho no conllevaría a un aumento
real de las pensiones, pero sí eliminaría el efecto que sobre ellas tiene la
inflación e impediría que el poder adquisitivo real de las mismas continuara
disminuyendo.
De no tomarse medidas serias al respecto, el
sector que más sufre la lentitud de las transformaciones en Cuba, quedaría cada
vez en peores condiciones, esperemos no llegar al punto en el que dicho
desequilibrio sea insalvable.
Tomando aquí el índice de precios al
consumidor (IPC), expuesto por la ONEI que sitúa un crecimiento de la inflación
sobre un 2.2% anual desde la fecha. Este valor realmente se encuentra
infravalorado pues solo recoge el sector de moneda nacional y solo una parte
del mercado agropecuario.
–
Sandoval, Raúl A.( 2012): “La pobreza en Cuba” www.progreso-semana.com.
– Mesa
Lago, Carmelo. (2012) Sistemas de protección social en América Latina y el
Caribe: Cuba.
– ONEI:
Anuario Estadístico de Cuba 2017
Tomado
de: La Trinchera