A los Cubanos:
Nuestra revolución está en marcha; y la
utilidad de lo que se dice hoy, no se verá hasta mañana. Decir es hacer, cuando
se dice a tiempo. Y honrar a los que cumplieron con su deber es el modo más
eficaz que se conoce hasta hoy de estimular a los demás a que lo cumplan.
Hablando entre cubanos, no hay por qué tener miedo de venerar en voz alta el
día sublime, ni de convidarlos a que demuestren que no se les ha caído a tierra
el corazón. Los que manchen con suspicacias o desórdenes el Diez de Octubre, no
son cubanos.
El Diez de Octubre no es día de pasiones, ni
de opiniones, ni pretexto de fiesta para lucimientos ridículos; sino día
religioso, a donde se ha de ir como a un altar; día de cordialidad y previsión,
en que los cubanos que viven por toda la tierra hablan unos con otros; día en
que se preparan, con juicio y virtud, las batallas de armas que han de seguir a
las batallas de pensamientos.
De todos los cubanos de Nueva York, de los
acomodados y de los menesterosos, de los que trabajan en la mesa de escribir, y
de los que trabajan en la mesa de torcer, de los cubanos blancos y de los
cubanos negros, ha surgido, iguales todos en el entusiasmo, el deseo de
conmemorar este año el Diez de Octubre. Todos los cubanos, todos los
americanos, todos los amigos de la libertad quedan invitados a asistir a
Hardman Hall, Calle 19 y Quinta Avenida, a las ocho de la noche, el Diez de
Octubre.
José Martí
(Septiembre, 1890)