DIAZ-CANEL NO LLAMÓ AL DESORDEN
(Por Ernesto Limia Díaz)
Aprecio cierta tendencia a tergiversar la
intervención de nuestro presidente, diciendo que incitó a la lucha entre
cubanos. Primero es bueno aclarar, que Díaz-Canel definió bien tres grupos en
las manifestaciones suscitadas en algunas localidades: revolucionarios
afectados por una situación difícil, personas que se han creído los cuentos de
camino que transmiten los medios mal intencionados de Miami y un núcleo
provocador e incitador de contrarrevolucionarios.
A diferencia de otras geografías muy cercanas,
incluido Estados Unidos, no se vieron en las imágenes publicitadas escafandras
ni palos; a nadie mataron como en Colombia ni le sacaron los ojos con balines
como en Chile, ni le dieron golpes como en Estados Unidos a las protestas del
movimiento por los derechos de los negros. El mundo pudo contemplar una imagen
inusual: un presidente en el vórtice del huracán conversando, dialogando,
explicando... Eso no se ve en ningún lugar de este Planeta. Su actitud resulta
admirable, como admirable resulta el esfuerzo que está haciendo el país
mientras su poderoso vecino se empeña en asfixiarlo para llegar después como
salvador e imponer sus designios.
Díaz-Canel no llamó al desorden, a abusar de
nadie; no llamó a linchamientos ni a la represión policial, que es lo común en
mundo hipócrita en el que se habla de libertad para imponer la dictadura de los
poderosos. Díaz-Canel llamó a que no permitamos que progrese un golpe blando
para justificar un pronunciamiento de la OEA pidiendo una intervención militar
humanitaria, como han hecho en todos lares. Vale recordar lo que dijo Martí a
Gonzalo de Quesada hace más de cien años: “Y una vez en Cuba los Estados
Unidos, ¿quién los saca de ella?”. Nos toca a los revolucionarios y al pueblo
cubano, patriota y soberano, evitarlo. No podemos ser ingenuos, desde hace rato
está en curso una operación desestabilizadora contra nuestro país y dejarla
correr nos costaría la sangre. Los ejemplos sobran.
En cuanto a la lucha entre cubanos, la hubo en
el siglo XIX, entre patriotas y autonomistas; la hubo entre 1898 a 1902, entre
independentistas y anexionistas; la hubo después de que naciera la República
torcida por la Enmienda Platt, entre patriotas y plattistas; la hubo en la
Revolución del 30, frustrada por nuestros ilustres vecinos; la hubo después del
año del centenario del Apóstol, cuando los revolucionarios tiñeron de rojo las
calles y serranías cubanas, para acabar con un tirano sanguinario que trajo el
luto y la deshonra a nuestra patria. Hay y habrá lucha de clases, es la lucha
entre la burguesía y sus fuerzas, contra una revolución de los humildes, por
los humildes y para los humildes.
Tenemos que conversar, enamorar, brindar
argumentos, buscar soluciones entre todos, con los jóvenes en la vanguardia, en
medio de un cerco que no va a ceder, por el contrario, se acrecentará. Pero a
las actuales generaciones de revolucionarios no nos van a arrancar las
conquistas que nuestros padres nos legaron de pie.
Y no somos intolerantes ni irresponsables, por
el contrario, en medio del acoso exterior y las provocaciones, ha prevalecido
la calma y la actuación ecuánime. Eso no es señal de debilidad, por el
contrario, es señal de confianza y fuerza. Mas ténganlo por seguro: de ser
necesario, estamos dispuestos a entregar nuestra propia vida por los ideales de
justicia e igualdad social por los que tantos y tantas cayeron, desde que el
Padre de la Patria dio el grito de ¡Independencia o muerte! en Demajagua, y le
dio la libertad a sus esclavos, junto con un puesto en la vanguardia del
Ejército Libertador.