Viaje a la Luna

Viaje a la Luna

Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

QUIEN NO SE OCUPA DE NACER SE OCUPA DE MORIR

jueves, 27 de agosto de 2020


LA CASA DE ASTERIÓN
(Por Jorge Luis Borges)

Y la reina dio a luz un hijo que se llamó Asterión.
APOLODORO, Biblioteca, III, I


Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida). Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo; aunque mi modestia lo quiera.

El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va aembestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos). Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: «Ahora volvemos a la encrucijada anterior» o «Ahora desembocamos en otro patio» o «Bien decía yo que te gustaría la canaleta» o «Ahora verás una cisterna que se llenó de arena» o «Ya verás cómo el sótano se bifurca». A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?


El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

—¿Lo creerás, Ariadna? —dijo Teseo—. El minotauro apenas se defendió.










CREER O NO CREER
(Por Ernesto Padrón, en “Segunda Cita”)


Resulta que los médicos cubanos de la Brigada Henry Reeve son “espías”, “esclavos”, “falsos médicos” y “la principal fuente de ingresos del régimen cubano”. No sé cómo se las arreglan los miembros de la brigada para hacer espionaje, organizar actos subversivos y al mismo tiempo curar a los heridos por terremotos o huracanes, o a los enfermos de Ébola, Cólera o Covid19. Yo me rompo la cabeza y no acabo de entenderlo.

Si a esa diversidad de funciones le suman que lo hacen obligados —recuerden se trata de trabajo esclavo—; y que no poseen toda la preparación médica necesaria, entonces el asombro me obliga a preguntar: ¿Cómo se las arreglan para tener esa cifra tan enorme de consultas, operaciones, vidas salvadas y acciones de prevención de salud? 

Por otro lado, en las fotos no se les ve cara de esclavos aterrorizados.  Recuerdo incluso al médico de la brigada que enfermó de ébola en África, el cual al curarse regresó a continuar combatiendo la enfermedad… ¿Alguien me puede explicar eso? ¿Y qué me dicen de sus familiares? Se les ve muy orgullosos, en vez de atormentados por la violación de los derechos humanos de sus padres, hijos, esposas o esposos. Esas actitudes me desconciertan. 

Pero sigamos con el razonamiento: si Cuba les cobra tanto dinero a esas naciones que ayuda —recuerden que es su mayor fuente de ingresos— ¿cómo es posible entonces que sean más de sesenta países, la mayoría pobres, los que soliciten esa colaboración médica? Y para colmo, ahora con la pandemia de la Covid19 hasta países desarrollados han cometido ese sacrilegio. 

¿Será que las acusaciones de Trump, Pompeo, Bolsonaro, Lenín Moreno, la Áñez y la prensa replicadora son una colosal MENTIRA? No, no puede ser. Se trata de gobernantes, electos o golpistas, que defienden la democracia, los derechos humanos, la justicia social, y son paladines de la salud púbica. Más bien devotos de la salud pública. Nada más observar lo bien que combaten la pandemia. Y la prensa de esos países no publica nada que no tenga una base. Sus periodistas siempre buscan pruebas y jamás fabrican mentiras por el puro placer de complacer a los ricos dueños de esos medios.  

Hasta vi un dibujo en uno de esos periódicos donde un campesino pobre intentaba pagarle a uno de los médicos cubanos; y este, aterrorizado le hace señas, pues detrás de él tiene a una especie de comisario político que lo está vigilando. Esa caricatura hizo que se me enredaran más los razonamientos: ¿Los campesinos pobres tienen dinero para pagarse un médico? ¿La plantilla de la brigada también tiene un personal para vigilar a los médicos? Eso quiere decir que cuando envían ciento cincuenta galenos, la mitad son comisarios políticos? ¿O hacen multioficio? 
Pero aquí me acecha otra interrogante: si se trata de una campaña de difamación contra los médicos cubanos ¿a qué se debe? ¿Cuál es la causa? ¿Les duele el ejemplo de este pequeño país? ¿Será que esa bondad y solidaridad hieren profundamente las bases del capitalismo? ¿Por qué esos gobiernos tan defensores de los derechos humanos no preparan unas brigadas médicas —con las condiciones que tanto pregonan— y las envían a los países más necesitados por la pandemia? ¿No pueden? 

Pero finalmente mi desconcierto mayor ha sido cuando me enteré de que la Brigada Henry Reeve está propuesta para recibir el Premio Nobel de la Paz. ¡Y la cantidad enorme de personalidades, organizaciones sociales y personas de todo el mundo que están apoyando esa iniciativa! ¿Es que el mundo se ha vuelto loco? 

Sinceramente, no lo creo.