Fueron dos días largos
que una firma, una ley no escrita
te ponen al Sol
la espera ardiente de un porvenir
la mía de 55 años
la tuya de 26
Pero todo no es malo
si tu decides que no sea
camine con tu sonrisa
bailamos de improviso
una mochila con dinero a pleno
a pleno día en una avenida
y salimos ilesos
porque es Cuba, pequeño gran detalle
que si fuera Buenos Aires
hoy no estuviera escribiendo esto
Fueron dos días largos
que la burocracia nos puso al encuentro
eso hija no tiene precio
es mi paraíso cosecha invierno
siempre falta algo, claro
a los amigos no vi
ni un mate compartí
ellos perdonan
que para eso son los amigos
ellos saben que verte hija
siempre es poco
para un asaltante del abandono
Fueron dos días largos
sufriendo que no se diera
recoger lo poco acumulado
de muchas vidas en pasado
por suerte estaban tus ganas
la fuerza que dabas
en el medio yo me quede sin voz
fue mejor creo yo
te escuche hecha mujer
haciendo de tu vida
dos alas blancas
con vuelo raso
oliendo tierra firme al paso
hija, dos días largos a tu lado
he sido más que afortunado
EL
FUTURO DE LOS CINCUENTONES DE HOY
(Por
Lourdes de Armas, publicado en el blog de Silvio Rodríguez “Segunda Cita”)
Los nacidos en la década del sesenta ya
pasamos los cincuenta años y dentro de poco entraremos en la clasificación de
la “tercera edad”. No niego que me crispa los nervios tal denominación. Sobre
todo cuando se trata de mi misma. No tengo la idea de cuántos quedamos en la
isla, entre los que han emigrado y los que perdieron la vida en África, se
redujo notoriamente el número de la explosión generacional sucedida en esta
década con relación al nacimiento y también al envejecimiento.
No soy un genio en las estadísticas, los
números no son mi fuerte. Lo supe porque trabajé en el Ministerio de Trabajo y
Seguridad Social, precisamente en el área de jubilación y tuvimos que lidiar
con la explosión de envejecimiento de los ochenta, etapa en que se jubilaban
los nacidos en la década del veinte, al notar que el número de jubilados
ascendió vertiginosamente, se realizaron algunas estrategias, entre las que se
previó que en el año 2020 sucedería algo similar.
En aquel entonces, sacábamos cálculos y nos
reíamos de la distancia en años que faltaba para llegar a ese día. En aquella
época los cincuentones de hoy no pasábamos de los treinta años. Aún no teníamos
canas y nuestros cuerpos se mantenían firmes, y casi todos éramos delgados.
Tendríamos entre 6 o 7 años de graduados. O quizás estudiábamos y trabajamos a
la vez, motivados por la superación profesional, el cumplimiento del deber y
ofrecer nuestros servicios a la sociedad que estábamos construyendo. Pensar de
manera colectiva, jamás individual.
Hacernos profesionales sería alcanzar una
meta que sería compensada con el futuro que estábamos creando para nuestros
hijos. Ellos tendrían el resultado de nuestro esfuerzo. Me encantaba esa idea.
No voy a negarlo.
Algunos ostentábamos la condición de Jóvenes
Comunistas, conquistada a golpe de trabajo, inhibiciones religiosas y sexuales.
Hacíamos 120 horas de trabajo voluntario al mes, largas jornadas en la
agricultura, recogimos papa, tomate, hojas de tabaco, dimos pico y pala
abriendo túneles para estar preparados cuando viniera el enemigo y más tarde
tuvimos que palear más duro para cerrarlos.
Recuerdo que a pesar de tantos
inconvenientes, nos alegraba, formar parte de algosaber que entre todos
construíamos algo bueno que repercutiría en la sociedad y la sociedad involucraba
a nuestra familia. Creo que de ahí viene ese sentido de colectividad que
todavía nos corre por la sangre a muchos de nuestra generación. Estos encauces
ideológicos formaban parte del discurso cotidiano. Dándonos la dimensión de la
importancia de nuestra posición en el momento histórico en que vivíamos. Y por
ello dedicábamos gustosamente una gran parte de nuestro tiempo alarreglo de los
murales, la Emulación Individual y Colectiva, la asistencia
a lasAsambleas de Servicios, y un buen número de actividades que nos
mantenía muy ocupados y contentos. Y de las que nunca recibimos retribución
monetaria, sin embargo, sí reconocimiento moral que era en realidad lo que
más nos importaba.Como los diplomas de Vanguardias y otras
distinciones, medallas otorgadas por las Milicias de Tropas Territoriales por
cumplir con la Defensa de la Patria. Y otros premios y condecoraciones que
avalaban la conducta ejemplar de los jóvenes comunistas. Dieron a nuestro día a
día una intensa jornada de labor, pero también una motivación, una esperanza y
en medio de esta vorágine nos casamos, tuvimos hijos. Que intentamos educar
dentro de estos mismos principios.
Sin embargo, la ruta de nuestros destinos dio
un giro de ciento ochenta grados con la caída del campo socialista y como
resultante, el eufemísticamente denominadoPeriodo Especial. Exhaustos pero
entusiasmados aún, vimos cómo el “Período Especial” parecía declinar con la
novedad de las empresas mixtas. Las nuevas corporaciones con capital
extranjero.
Y muchos de nosotros encontramos en esta
asociación un respiro. Calificados la mayoría, gracias a nuestra preparación en
las universidades, y por supuesto, lo más importante, incluso más que la
calificación, la trayectoria política. Algo que, a ninguno nos faltó, ni aunque
hubiéramos querido. La estructura nos mantenía a raya, y era imposible un buen
empleo sin participación en Comité de Defensa, Trabajos Voluntarios, Jornadas a
la Agricultura. Por solo mencionar algunas, y con todos esos adornos pudimos
formar parte no solo como empleados también de la dirección de estas
corporaciones.
Se optó por un pago en divisa paralelo al
salario. No contado dentro del Snc1-25, documento que acredita los salarios
para el momento de la jubilación. Por lo que queda fuera del cálculo y como
consiguiente, será un pago ignorado que no implica nada para el futuro
jubilado.
El tiempo ha transcurrido a prisa, como casi
siempre suele suceder cuando no queremos envejecer. La crisis económica de los
noventa parece lejana. Nuestros destinos iníciales cambiaron su ruta
y jamás volvieron a reanudarla.
Ahora cansados no solo del arduo trabajo que
no condujo a nada. También de pensar en el futuro próximo. Sin encontrar vía
rentable. Abrumados de tanto buscar un camino hacia un poco del
confort bien merecido en la vejez que se aproxima. Estamos en ascuas. Atorados
en la incertidumbre cuando pensamos en lo que sucederá en los próximos cinco
años si se mantienen los salarios actuales y la legislación
vigente. Los galardones y premios obtenidos, tampoco significan nada
en la vida del futuro jubilado. Aquellas medallas, los diplomas y cuanto
reconcomiendo obtuvimos por nuestraconducta ejemplar no llegará a
convertirse en un acicate práctico cuando llegue el momento más vulnerable de
nuestras existencias.
Pongamos el caso de un médico, uno de los
profesionales, ante los cuales hay que quitarse el sombrero, ya que han tenido
y aún tienen, una larga trayectoria de sacrificio.
Teniendo en cuenta que se les incrementó el
salario. Reciben un salario mensual aproximado de 1000 pesos cubanos, si se
jubila con 25 años de servicios, tendría una jubilación de 600 pesos cubanos
más o menos. No voy a hablar de los profesionales, aunque tengan
doctorados y maestrías, perciben 500 cup. Esos tendrían un retiro de 250 o 300
cup. Y aquellos que hoy trabajan en las empresas mixtas y reciben un
salario 800 mensuales. Su jubilación ascenderá a 400.00 aproximadamente. Jamás
recibirán el pago en divisa por concepto de almuerzo o por el cumplimiento del
plan. Estos incrementos salariales no son tenidos en cuenta para los cálculos
de la jubilación.
Así que si no sucede un milagro y nuestra
sociedad da un giro favorable, nos quedaremos con los deseos de disfrutar de
aquello que en su momento llamamosaporte a la sociedad. Quedándonos con el
desconsuelo de que nuestra participación en cada una de las tareas mencionadas,
o convocadas, como se solía decir, se extravió por algún sitio y no tuvo
repercusión alguna ni en nuestras familias ni en cada uno de nosotros (fíjense
que aun hablo desde una voz colectiva).
Y aun con mayor desánimo al pensar en el
pasado. Imbuida como estaba en mi rol de madre trabajadora, militante de
conducta ejemplar no podía vislumbrar que me perdía algo jamás recuperaría.
Recuerdo con tristeza el impacto provocado
por mi hija una tarde, ya casi de noche, hora habitual en que la recogía en el
círculo infantil, cuando llegué coincidí con un padre que cortésmente me dejó
pasar antes que él. Se me saltaron las lágrimas al verla saltando de alegría y
cantando: fui la penúltima, fui la penúltima.
Siempre era la última en irse y la primera en
llegar al círculo. No tenía alternativa, debía desplazarme de Alamar
al Vedado.
Cuando pienso en la infancia de mis hijos, no
puedo evitar ese sentimiento de culpa que brota no solo por mis largas
ausencias, por no haber disfrutado a plenitud su crecimiento, su compañía.
También por la promesa incumplida por no haberles ofrecido ese futuro mejor que
siempre les ofrecí.
Si ahora me preocupa el futuro de los cincuentones de hoy, no es solo por la terrible imagen de los ancianos que vemos a diario vendiendo jabas en los Agromercado, caramelitos o caldos de pollos. Hay también desconsuelo, temor al futuro, vergüenza de no haber sido una madre mejor.
Si ahora me preocupa el futuro de los cincuentones de hoy, no es solo por la terrible imagen de los ancianos que vemos a diario vendiendo jabas en los Agromercado, caramelitos o caldos de pollos. Hay también desconsuelo, temor al futuro, vergüenza de no haber sido una madre mejor.