DEL MISMO PALO
(Por Ana
Castellani*, publicado en PAGINA12)
¿Se puede interpretar en
clave sociológica la crisis económico-financiera que intenta conjurar el
gobierno actualmente? Más allá de los condicionantes originados en el frente
externo que aceleraron el proceso y de las inconsistencias macroeconómicas del
modelo señaladas por economistas de todo pelaje nos invita a reflexionar sobre
el comportamiento de los actores sociales y en particular por el rol de la
elite económica local en este proceso. ¿Qué entendemos por elite económica
local? Básicamente dos cosas. Por un lado, el conjunto de grandes empresas que
operan en el mercado argentino en diversos sectores de actividad (primario,
industrial, servicios, bancario-financiero, etc) y que, más allá del origen de
capital (nacional, extranjero o mixto), inciden decisivamente en el proceso de
acumulación de capital. Por otro, a las corporaciones/asociaciones gremiales
del empresariado que intentan coordinar intereses, muchas veces divergentes,
para definir estrategias políticas que condicionen el accionar estatal en favor
de sus objetivos y necesidades.
¿Qué sabemos sobre esta
elite tras años de analizar su comportamiento económico y político? Que si bien
su composición es inestable, mantiene a lo largo del tiempo un conjunto de
rasgos bien definidos:
a) La recurrente
articulación con el Estado en busca de lograr transferencias de recursos
diversos o directamente de convertir en políticas públicas sus demandas.
b) La primacía de una lógica
predatoria y cortoplacista centrada en oportunidades de negocios que permitan
internalizar rápidas ganancias extraordinarias que se invierten financieramente
en el exterior.
c) Divergencias pronunciadas
en torno al modelo de acumulación que requiere el país, en especial en torno a
los sectores a privilegiar, la pauta distributiva a garantizar y el grado de
regulación estatal sobre la economía.
d) Disociación pronunciada
entre acción política y acción/desempeño económico.
Con la llegada al poder de
Cambiemos, la elite tuvo por primera vez en la historia la posibilidad de
gobernar tras elecciones democráticas. El hecho de que un tercio de los altos
funcionarios del gabinete inicial de Macri sean ex directivos de grandes firmas
y/o corporaciones empresarias da cuenta de esta articulación novedosa entre las
elites tal como señalamos en el Observatorio de las Elites Argentinas. La
oportunidad histórica de legitimar socialmente un proyecto propio del poder
económico y convertirse en elite dirigente.
Sin embargo, ese proyecto y
esa vocación parecen brillar por su ausencia. La coyuntura actual permite ver
con nitidez los cuatro rasgos estructurales de la elite económica
internalizados dentro del propio gobierno. Primero, la captura de la decisión
pública exacerbada al extremo cuando ministerios enteros quedan en manos de
representantes sectoriales que logran convertir el lobby en política pública
atentando contra toda posibilidad de coordinación macro (Agroindustria, Energía
y Finanzas como casos emblemáticos). Segundo, las profundas divergencias de
modelo que se visibilizan en el manejo de las tarifas de los servicios
públicos, la desregulación y la apertura irrestricta de la cuenta capital
combinada con la necesidad de hacer política fiscal gradualista para no perder
legitimidad social, que generaron un combo explosivo. Y no por la
incapacidad/impericia de los funcionarios sino por la propia lógica predatoria
de las diversas fracciones de la elite que internalizan la puja sectorial en el
seno del gabinete. Tercero, los constantes “cantos de sirena” que se escuchan
en los foros empresariales, las muestras incondicionales de apoyo al gobierno
en el espacio público que se combinan con la persistente fuga de divisas dando
cuenta de la disociación profunda entre acción política y económica de la
elite.
Macri confió plenamente en
lo que siempre creyó y demandó cuando formaba parte de esa elite: liberalizar,
desregular, brindar todos los incentivos necesarios para la inversión privada,
poner el Estado al servicio del capital. Y se quedó esperando la lluvia de
inversiones que nunca llegó. La historia económica nos muestra que no funciona
así, la elite tiene poder de veto al avance de los proyectos de cuño
nacional-popular pero no tiene vocación de liderar un proyecto propio que
garantice el desarrollo del país, ni siquiera en los términos que ellos lo
imaginan, porque eso supone una apuesta económica fuerte que no están
dispuestas a realizar en la medida que es más rentable apostar a la recurrente
inestabilidad macroeconómica. La principal debilidad de este gobierno viene de
su propia base social, y ya sabemos que no hay nada peor que la astilla del
propio palo.
(*) Observatorio Elites
Argentinas Idaes-Unsam.