LA AMENAZAS Y SUS RESPONSABLES
(Por Eric Nepomuceno, publicado en PAGINA12)
Faltan cuatro días para la primera vuelta de
la más tensa e imprevisible elección presidencial de los últimos 29 años en
Brasil y crece de manera cristalina la formidable maniobra conjunta que reúne todas
las instancias de la Justicia, los grandes conglomerados hegemónicos de
comunicación, el mercado financiero y parte significativa del gran empresariado
para abrir espacio de modo que el ultraderechista Jair Bolsonaro se haga con la
presidencia del país más poblado y de mayor economía en América latina.
Faltan cuatro días y se constata que las
viejas herramientas utilizadas en aquel entonces para favorecer al candidato
derechista, un aventurero llamado Fernando Collor de Melo, y derrotar a Lula da
Silva, son ahora reforzadas por una campaña mucho más abarcadora. Collor, como
se sabe, fue destituido por el Congreso luego de un juicio por corrupción
(había hartas pruebas) y hundió el país. Pero logró lo que realmente importaba:
derrotar a Lula.
Faltan cuatro días y es como si todo límite
impuesto por un mínimo de lucidez y decencia hubiese sido sumariamente
suprimido en todas las instituciones, con tal de favorecer el sentimiento
anti-PT y anti-Lula. Ese es el eje de lo que ocurrió en los últimos tres días y
tratará de crecer en los próximos y decisivos cuatro.
Faltan, sí, escasos cuatro días y queda claro
de toda claridad que los verdaderos autores del golpe de 2016 y sus principales
socios se niegan a aceptar otro resultado –cualquier resultado– que no sea
institucionalizar, por la vía de las urnas, el Estado de excepción apenas
disfrazado que se instaló en el país desde entonces.
Empecemos por el juez de primera instancia
Sergio Moro, un provinciano deslumbrado con la fama y que ha dado amplias,
astronómicas muestras de arbitrariedad y abuso.
A lo largo de meses y meses el ex ministro de
Hacienda de la primera presidencia de Lula da Silva ofreció su “delación
premiada”, con el objetivo de obtener una drástica reducción de su condena por
corrupción y descongelar parte de su patrimonio. El Ministerio Público rechazó
los términos de la propuesta delación “por absoluta inconsistencia de las
pruebas ofrecidas”. En un movimiento inesperado, en abril –hace seis meses– la
Policía Federal aceptó la “delación premiada”.
Pues el lunes, cuando faltaban seis días para
las elecciones, Moro, que andaba un tanto olvidado por las luces de la
televisión, determinó la suspensión del sigilo de la propuesta de
Palocci.
No hay nada de nuevo: el preso dispara
petardos de todos los calibres contra Lula, Dilma Rousseff y, claro, el PT, con
base exclusiva en “supe”, “tuve conocimiento”, “me llegó la información”.
Es decir, nada. Pero un nada que es harta
munición para los medios hegemónicos de comunicación disparar todos sus cañones
contra Fernando Haddad, Lula y, claro, el PT.
Siempre hay un “y, claro, el PT”, porque de
eso se trata.
Los medios hegemónicos de comunicación, a su
vez, siempre capitaneados por el Grupo Globo (el más poderoso conglomerado de
América latina), usan y abusan del material fornecido. Y, al mismo tiempo,
refuerzan la idea descabellada de que el enfrentamiento entre Fernando Haddad y
Jair Bolsonaro es nada menos que un combate entre dos extremos.
No existe ningún indicio de que a lo largo de
sus trece años en el poder el PT, partido de Haddad, haya dado un solo paso
contra los principios básicos y esenciales de lo que se entiende por democracia.
No existe un solo indicio de que a lo largo
de sus más de veinte años en la política Jair Bolsonaro haya dado un solo paso
que no fuese contra todo y cualquier principio de la democracia.
Ni siquiera cuando son blanco de
arbitrariedades y maniobras imperdonables de la Corte Suprema de justicia los
medios hegemónicos de comunicación se manifiestan de manera contundente. Por
ejemplo: un juez del Supremo Tribunal Federal, Ricardo Lewandowski, autoriza
que una reportera del diario Folha de S.Pablo (que, claro, apoyó el golpe de
2016) entreviste a Lula da Silva, preso desde abril luego de un juicio en
que fue condenado sin siquiera vestigio de prueba. Su colega Luis Fux revierte
la autorización. Leandowski la reitera, y el presidente de la Corte, Dias Toffoli,
interviene: el tema será sometido al Pleno, pero solamente el año que
viene.
Semejante prueba de censura previa no mereció
un mísero editorial de los grandes diarios o de la televisión. Al fin y al
cabo, una entrevista de Lula podría ser fatal para Bolsonaro, y el empujón
final para la victoria de Haddad.
Pero hay algo todavía más asombroso. El
sábado, centenares de miles de manifestantes salieron a las calles, convocados
por mujeres, para decir “Él no”, en rechazo a Bolsonaro.
El domingo, centenares de manifestantes
salieron a las calles, convocados por la campaña de Bolsonaro, para decir “El
sí”. Entre otras delicadezas, un hijo del ultraderechista lanzó la siguiente
maravilla: “Las mujeres de derecha son más hermosas que las de izquierda, que
enseñan las tetas y defecan en la calle. Las de derecha son más hermosas y más
higiénicas”.
Y es cuando aparece lo más terrible, lo más
asombroso: con eso y todo, Bolsonaro creció en un sondeo. Ahora libra diez
puntos de ventaja sobre Haddad. Y, peor de lo peor: su aprobación creció entre
el electorado femenino.
Hay espacio para dudas y preocupaciones si
Fernando Haddad es electo presidente. ¿Cómo se comportarán el mercado y el
empresariado? ¿Cómo reaccionarán las fuerzas armadas? ¿Logrará una base mínima
en el Congreso?
No hay espacio alguno para dudas si gana Jair
Bolsonaro: será el imperio de la ultra-derecha, conducido por un troglodita
mentecapto que ni siquiera merece ser clasificado como fascista o nazi: le
falta prepararación intelectual para tanto.
Brasil
se acerca al infierno. ¿Cómo evitarlo?