UNA HIPÓTESIS
SOBRE EL FUTURO POLÍTICO
(Por Mempo
Giardinelli, en PAGINA12)
Otra semana roja. Bien argentina. Y no de
trapo rojo, como desde hace décadas gustan apostrofar los fachos criollos,
sino de aguas rojas en las fuentes de Plaza de Mayo teñidas por grupetes
del vulgo macrista reaccionario. Y rojo sangre, también, como la del chico
que en Villa Gesell fue víctima de la renovada brutalidad de jóvenes
energúmenos que, en manada de chetitos, lo asesinó cobardemente a golpes y
patadas.
Semana brava, se diría, además, porque la
vida nacional exige en estos días y hora a hora los esfuerzos y la imaginación
constantes del Presidente, de su gabinete y del pueblo todo para contrarrestar,
aminorar y neutralizar la ringlera de incendios y canalladas que dejó el
macrismo –el hambre y la salud en primer lugar– y los cuales no cesan de
mostrar signos que amenazan la recuperación y sobre todo la estabilidad institucional.
Por un lado la cuestión agraria, que mostró
los dientes desde el minuto uno del nuevo gobierno, y que desde entonces no
deja de mentirle a la población en base a "datos" y macaneos de los
grandes diarios que insisten en presentar a la oligarquía agropecuaria como
"pobres y esforzados campesinos", que es precisamente lo que no son.
Y por otro lado hay que anotar el
absurdo odio antiperonista de los sectores más retardatarios de las burguesías
urbanas (la porteña en particular), que confunden e inficionan a tantos
necios e ignorantes que se tragan todas las afirmaciones y prédicas engañosas
amplificadas mentimediáticamente.
Pero además hay otros asuntos que, igual o
más inquietantes, están llamados a fijar las agendas políticas del futuro
inmediato. Sobre todo la cuestión ambiental, que no es comprendida por las
clases dirigentes. Y no, no lo es aunque algunos discursos aparenten que sí, y
aunque se noten los esfuerzos de algunos políticos por actualizar sus
pronunciamientos. Lo que puede no estar mal pero es pura cosmética, y se les
nota, porque discurso no significa comprensión.
Y es que el problema fundamental del mundo de
hoy, y obvio que de nuestro país, es el desastre ambiental.
Días atrás, en amable charla circunstancial
con un ascendente político con aspiraciones presidenciales para próximos turnos
electorales, fue evidente su sorpresa ante la afirmación de que las dos grandes
mutaciones de la sociedad argentina de la última década –sin cuya comprensión
será imposible gobernar en el futuro– son el feminismo y la cuestión de género
que llegaron para quedarse, es decir para revolucionar todos los
comportamientos sociales y políticos, por un lado; y la urgente y sobre todo
sincera conciencia ambiental por el otro. Y a su vez ambas revoluciones –que lo
son y lo serán de modo irrefrenable– indisolublemente vinculadas a la
educación, que ahora empieza a enderezarse de la mano del ministro Nicolás
Trotta y de la secretaria de educación Adriana Puiggrós, cuya autoridad es
reconocida mundialmente, quienes ya están reorganizando la educación argentina
en los tres niveles clásicos que destruyó el macrismo: inicial, primario y
secundario.
Ese tripié conceptual
(feminismo-ambientalismo-educación) es la base misma de la recuperación moral y
espiritual que se necesita para cambiar la política en esta república, debió
escuchar el aludido dirigente, quien como cualquiera de sus colegas es de
esperar que desarrolle una sincera conciencia, convicción y práctica tanto en
materia de género como ambiental, y no pour la galerie. Porque de
lo contrario a él y a cualquier otr@ dirigente, en el futuro
inmediato y de ahora en más, les será absolutamente imposible gobernar en
democracia.
Así, y acaso por lo mismo, mientras el pueblo
argentino sigue pagando las ominosas consecuencias del mafioso gobierno
macrista, las dirigencias en general empiezan a toparse con despertares
populares que, si no los atienden con sinceridad y verdad, van a terminar por
arrasarlos. Ahí está como prueba la impactante pueblada mendocina de hace un
par de semanas. No eran peronistas ni radicales, ni burgueses ni de
izquierdas l@s que se plantaron ante todos los poderes políticos para
defender el agua y oponerse a la bestialidad antinatural de la minería a cielo
abierto.
Ahí está ya en marcha una nueva conciencia
nacional en contra de todo delirio macroeconómico que no respete el medio
ambiente, es decir el aire y el agua que son la fuente de vida de los pueblos.
Y ahí están también, ya en alerta amarilla y
no amenazantes pero sí en actitud de clara advertencia popular, los movimientos
contra el fracking que desde Vaca Muerta y otros emprendimientos y delirios
hiperempresariales ya pervierten la naturaleza patagónica, como en todo el país
crecen la resistencia al glifosato y a la sarta de venenos agrotóxicos que
desde el menemismo tienen las puertas abiertas en la Argentina, y sin control.
Y es que los pueblos pueden equivocarse al votar,
como pueden amar lo que los daña o aplaudir a sus verdugos económicos, pero es
absolutamente improbable que acepten respirar o beber veneno.
Seguramente l@s polític@s que
no se den cuenta de esto, verán enterrarse sus sueños. Y a quienes alcancen el poder
les será imposible gobernar en paz las sociedades venideras, si no se
ponen, ell@s mismos, a la cabeza de sus pueblos en cuestiones de
género y ambientales, pero con sinceridad y convicciones.