Ha sido el esfuerzo de muchos, después de 11 años de trabajo se ha
logrado no solo desarrollar tecnología propia, sino exportarla, un
país sin ciencia y tecnología nacional será siempre un
país dependiente, por estas horas solo siento orgullo, gratitud, dar
muchas gracias siempre a esa Revolución Cubana que me hizo lo que soy, a
este hermoso país que me acogió como uno más, al Dr. Kreiner que me dio la
posibilidad de ser su colaborador. Seguiremos, esto recién empieza
LA CNEA
VENDE TECNOLOGIA NUCLEAR ONCOLÓGICA A COREA DEL SUR
(Por Daniel E.
Arias en AGENDARWEB)
Sala de
irradiación BNCT de Neutron Therapeutics. A diferencia de los complejos
cabezales rotativos de las terapias con fotones o partículas, que sirven para
entrar desde diferentes ángulos y disminuir la irradiación de tejido sano
situado antes del tumor, la BNCT es tan selectiva que no tiene que direccionar
el haz (la localización está dada por la selectividad de la droga). Otro
detalle es que a veces es suficiente una única sesión.
En AgendAR estamos satisfechos de
publicar esta nota. Además, tienen motivo para estarlo los técnicos e
ingenieros nucleares, los oncólogos y sus pacientes. Y el orgullo argentino.
Los manuales de periodismo dicen que hay artículo
cuando algo en el mundo funciona al revés de lo habitual. En este caso hay dos,
porque:
La Comisión Nacional de Energía
Atómica (CNEA) acaba de venderle tecnología nuclear médica
a una potencia mundial en el asunto, el Korean Institute for Radiological
and Medical Sciences (KIRAMS),
y cuando pase de prototipo a aparato clínico,
el “fierro” de marras podría eliminar algunos tumores hasta hoy intratables por
su estructura y localización: el glioblastoma multiforme (de
cerebro), melanomas en sitios complicados (metástasis en
cerebro, pene, vulva) y otros cánceres de abordaje difícil o imposible en
cabeza y cuello.
Como con toda herramienta nueva, nadie sabe
bien los límites de este desarrollo de la CNEA: la imponente máquina de la foto
es un prototipo cuya construcción empezó en 2015. Podría funcionar a potencia
clínica sólo en un edificio más alto que debió terminarse en 2017, pero la
constructora paraliza la obra a cada rato por el contexto hiperinflacionario, y
porque desde 2016 la CNEA perdió el 53% de su presupuesto. De otro modo, ya
estaría usándose en pacientes aquí, en uno o varios experimentos de fase 1.
Comprensiblemente, los coreanos “se tiraron
de palomita” para comprar este desarrollo. Por su diseño compacto, su bajo
costo, su relativa sencillez y su mayor compatibilidad con la arquitectura y
las regulaciones radiológicas de los hospitales, lo prefirieron contra otros
emergentes japoneses y estadounidenses. En 2021 lo estarán empleando.
Esta inquietante e indescifrable máquina promete
dar vuelta el panorama en un abordaje que, pese a su eficacia inusual, vegeta
desde los ’90 en un subdesarrollo casi académico. Y esa frustración sucede en
EEUU, Japón, Rusia, Italia, Israel, China, Taiwán, Corea y la Argentina. Es la
llamada BNCT (Boron Neutron Capture Therapy), o terapia por
captura de neutrones en boro.Son treinta años en que un tratamiento
conceptualmente revolucionario no pudo llegar a los hospitales y clínicas de
radioterapia por falta de una fuente de neutrones barata y eficaz como ésta.
Lectores: están viendo un desarrollo argentino quizás destinado a volverse “de
primera línea” en el mundo durante este siglo.
La idea de toda radioterapia, desde las más
antiguas (que usan fotones X o gamma), a las más modernas (que emplean partículas
subatómicas), es suministrar cantidades drásticas de radiación ionizante a las
células tumorales, pero disminuir todo lo posible el daño células y tejidos
sanos colindantes.
Las terapias con fotones se valen de
cabezales rotativos, que ejecutan una suerte de “ballet” pre-planificado y
dirigido por computadora para ”iluminar” desde distintos ángulos de entrada el
o los tumores. Los complicados de tratar tienen formas bastante irregulares.
Los fotones X y gamma traspasan el cuerpo casi como la luz un vidrio turbio, de
modo que el propósito es, en sucesivas sesiones, ir acumulando dosis ionizantes
de iluminación en estas masas invasivas, pero disminuirla en tejidos y órganos
sanos tanto en la vía de entrada de los rayos como en la de salida.
Las terapias más modernas, con partículas
eléctricamente cargadas (protones y núcleos atómicos con carga positiva) tienen
la ventaja de una penetración más selectiva. De acuerdo a la potencia
suministrada, estas partículas subatómicas impactan el tumor sin traspasarlo,
lo que minimiza el daño detrás del mismo. Pero de todos modos requieren de
cabezales rotativos, porque sí causan daño en la vía de entrada, de modo que se
requieren muchas. Otras máquinas disparan electrones, de carga negativa y muy
baja penetración, y son eficaces en tumores superficiales.
El prototipo argentino de
neutronterapia BNCT exportado a Corea, una revolución en tratamiento de tumores
muy complejos, y el equipo de la CNEA que lo desarrolló. En la foto falta su
jefe Andrés Kreiner. Para un modelo clínico, se necesita un edificio más alto
(otra obra detenida)
Pero de todas estos proyectiles, el matador
más efectivo de masas tumorales profundas es el neutrón, que no tiene carga
eléctrica alguna, pero a condición de que éste ionice únicamente las células
tumorales. Y eso se logra “dopándolas” selectivamente con boro.
A diferencia de las células sanas de los
tejidos, las tumorales están dividiéndose y por ello viven hambrientas de
precursores de proteínas como ese aminoácido llamado fenilalanina. Sólo que la
BPA es una fenilalanina “marcada” con boro, un caballo de Troya lleno de
soldados griegos a la espera la señal para salir a arrasar. Cuando el
boro es impactado con neutrones de baja energía, hace una minúscula explosión
nuclear intracelular (sic).
Sus productos de fisión, el Litio 7 y las
partículas alfa, son esquirlas nucleares de masa y energía muy altas, pero por
su carga eléctrica se van frenando con sucesivos y violentos impactos, como
camiones descontrolados que se llevan todo por delante en una playa de
estacionamiento, ionizando y rompiendo toda molécula con que chocan a su paso.
Esto las confina a destruir el ADN de la célula atacada, pero sin salir de la
misma, ya que sólo logran recorrer entre 5 y 9 milésimas de milímetro. La
célula sana contigua prácticamente no se entera. Puede haber absorbido también
algo de BPA, pero en promedio, 3,5 veces menos que la cancerosa.
Fisiones nucleares intracelulares y
ultraselectivas…
parece de ciencia-ficción, pero funciona. Es más, suele alcanzar con una sola
irradiación (no siempre), y además unidireccional, sin camillas con cabezales
robóticos rotativos, ni sesiones múltiples o largas. Y esto abarata bastantes
cosas. El equipo de protonterapia que debería estar instalándose en el Instituto
de Oncología Ángel H. Roffo, entre el acelerador de partículas y sus
“búnkeres” de irradiación, podría estar en U$ 80 millones. El prototipo
neutronterapia BNCT, de la CNEA, sin los búnkeres, se vendió en sólo U$
700.000.
Búnker radioblindado con cabezal
rotativo de un aparato de protonterapia como el que se destina al Instituto
Roffo, foto cortesía @ibatoday.
Pero la protonterapia tiene un “as de
espadas” estadístico sobre el BNCT: desde que existe, se ha probado en unos
20.000 casos, lo que explica que ya haya unos 75 aparatos funcionando en el
mundo. La pata renga del BNCT es una insuficiencia casuística que lo vuelve “la
eterna promesa”. Si deja de serlo (y no es improbable que eso suceda en
el KIRAMS de Corea gracias a la tecnología argentina), las ventajas del
BNCT podrían ser todas estas: menos complejidad tecnológica, menos costos de
fabricación e instalación, más especificidad y efectividad. El BNCT hasta
podría masificarse, porque da pie para tratar muchos más pacientes por día,
hacerlo una sola vez o a lo sumo dos, y disminuir así los traslados, y las
agotadoras peleas por autorizar un tratamiento, y luego las largas listas de
espera.
El problema con el BNCT ha sido irreductible
hasta hace poco. ¿Cómo dispararle neutrones, estas balas subatómicas sin carga,
a un tumor? Los reactores nucleares producen tremendos chorros de neutrones de
alta energía. Si a éstos se les baja la velocidad al rango llamado
“epitérmico”, serían ideales para BNCT.
Pero por el resto de sus características, no
lo son en absoluto. Puede ver el RA-6 argentino, en Bariloche, en este video sobrio y
poco chivero:
El búnker blindado a radiaciones que se le
construyó al reactor barilochense en 2003 y nuevamente en 2015 para dos
“trials” preclínicos al reactor es un radioquirófano improvisado. Como
ve, el RA-6, pese a ser un reactor chico, resulta enorme, carísimo e
incompatible con toda unidad hospitalaria oncológica, tanto por arquitectura
como por regulaciones nucleares.
Aunque la Argentina tiene a INVAP, la
Sociedad del Estado rionegrino como mejor proveedor de reactores nucleares del
mundo, sería difícil construir uno que cueste menos que U$ 80 millones, y la
Autoridad Regulatoria Nuclear y el ANMAT no autorizarían su funcionamiento
adentro de un hospital. En sus vecindades, tal vez. Urgente conseguir una
fuente barata de neutrones que sea “hospital friendly”. La novedad es que
parece que en Argentina la tenemos.
Ojo, en esto de sustituir a los reactores en
BNCT hay otros en carrera: en Japón están utilizando ciclotrones preexistentes
de Sumitomo Heavy Industries, pero estas máquinas son de muy
alta energía y producen demasiada radioactividad. De todos modos, si quiere
medir la confianza que le tiene al BNCT -y que Sumitomo se tiene a sí misma-
son explícitas en este video un tanto triunfalista:
Mitsubishi en conjunto con otras
instituciones japonesas está desarrollando aceleradores de radiofrecuencia, muy
complejos y costosos.
También hay una firma estadounidense, Neutron
Therapeutics, desarrollando máquinas electrostáticas pero diferentes a las
de CNEA y bastante más caras. Una de ellas ya está instalándose en Finlandia.
El aparato de la CNEA también es
electrostático pero más sencillo, barato, y creemos que más efectivo. Eso creen
también los coreanos… y no son los únicos. Pero a diferencia de nosotros, los
coreanos tienen chequera para tratar de demostrarlo con casuística. Y también
dirigentes especializados, comprometidos, patriotas y nada zonzos para comprar
tecnología.
¿Cómo funciona y por qué no es masiva
la BNCT?
El KIRAMS, imponente hospital
radiológico de Seúl donde en 2021 empezará a funcionar en pruebas preclínicas y
clínicas la fuente de neutrones argentina para terapia BNCT.
A la fecha de hoy, hay dos moléculas
orgánicas capaces de “contrabandear” boro dentro de una célula tumoral. La ya
mencionada, la BPA o borofenilalanina, es un precursor proteico que las células
tumorales devoran con entusiasmo de físicoculturistas: lo captan alrededor de
3,5 veces más en proporción que las células sanas. La otra molécula, el
borocaptato de sodio, ha resultado menos selectivo.
Podría haber otros “carriers” más eficaces
que la BPA, pero si no se encontraron es porque la investigación clínica en
BNCT está empantanada desde hace tres décadas por falta de buenas fuentes de
neutrones compatibles con los hospitales. Durante casi todo ese tiempo, la
terapia BNCT se practicó en búnkeres improvisados en reactores nucleares,
plantas que fueron diseñadas para fines muy distintos. Y hay apenas 250
aparatos de estos en todo el mundo, muchos de ellos ya viejos y listos para
decomisión. Y eso en un planeta en el cual la incidencia de cáncer
llegará a 27,5 millones de casos/año en 2040.
Las promesas incumplidas de la BNCT, en suma,
son económicas, logísticas y regulatorias, y las más severas son las últimas.
Eso explica que haya tantas potencias y subpotencias médicas y
tecnológicas (EEUU, Finlandia, Japón, Rusia, Italia, Israel, China, Taiwán,
Argentina) que hicieron y hacen experimentos con BNCT. Pero también
que sumando todo tipo de cánceres, en un cuarto de siglo esos países no hayan
podido tratar más de aproximadamente 500 pacientes a fecha de hoy. No es nada.
Estos números a los oncólogos y
radioterapeutas no les mueven el amperímetro. Lo que cuenta para ellos son las
estadísticas grandes: presentales tasas de remisión parcial y total, menores
efectos colaterales y alargamientos significativos de sobrevida en algunos
miles de casos, y tal vez entonces te tomen en serio. Cuando lo hagan,
empezarán a pelear con sus autoridades médicas para adquirir una fuente de
neutrones. Que bien podría ser la de la CNEA, en versión completa. Y podemos
fabricarla aquí: el prototipo está hecho con componentes mayormente nacionales
y horas/hombre de ingeniería argentina, y mantenemos la propiedad intelectual
del aparato.
¿Qué tiene el BNCT que lo sigue haciendo una
especie de Santo Grial para tantos investigadores clínicos en tantos países,
pese a casi 3 décadas con pocos avances? La promesa de una especificidad,
puntería, afectación máxima del tumor y mínima del tejido adyacente como es
difícil que pueda darlos ningún otro abordaje. Matar células tumorales sin que
se enteren las sanas que la rodean: el sueño de todo radiólogo desde la posguerra.
Estamos en eso.
(Continuará)