(Fidel en el entierro de Chibas)
Palabras de Fidel Castro Ruz, en el Cementerio de Colón, en
la tumba de Eduardo Chibás, La Habana, 16 de enero de 1959
Honorable señor Presidente de la República;
Señores
miembros del Consejo de Ministros; Compatriotas todos:
Fácil es comprender
nuestra emoción en esta tarde. Aquí junto a esta tumba, que está llena de
recuerdos para todos nosotros y que hoy no simboliza solo a aquel gran paladín
que cayera cuando más lo necesitábamos, sino también a aquellos que cayeron en
la lucha y que tanto los necesitamos hoy: Eduardo Chibás, Pelayo Cuervo
Navarro y Juan Manuel Márquez. Ningún homenaje, pues, más sincero, más
ferviente y más espontáneo.
Los sentimientos son encontrados.
Muchas veces habíamos venido a esta tumba después del 16 de agosto de 1951.
Todos los meses veníamos a esta tumba, antes y después del 10 de marzo, y por
cuan diversas etapas hemos pasado: aquel 16 de agosto de 1951, la
apoteosis del martirio; aquella muchedumbre inmensa que acompañó su féretro
hasta este lugar, donde descansa desde entonces; aquellos meses que fueron de
esperanza, porque aunque nos faltaba el líder nos había quedado su fuerza, su
prestigio, su pueblo; y aquel 16 de marzo de 1952, seis días después del golpe
traidor, cuando por segunda vez se reunió también ante esta tumba mucho pueblo.
Me parece estar presenciando aquella
tarde: era la angustia mezclada con la indignación, la impotencia
mezclada con el ansia de luchar. Me parece estar viendo aquella multitud
que se movía, me parece recordar mi entrada aquella tarde en el cementerio en
que, como una marea humana y tal vez porque había sido yo uno de los más
cáusticos adversarios de los que habían tomado el poder, la multitud
preocupándose por nosotros, casi deseando que no estuviésemos presentes,
queriéndonos proteger también con sus brazos para evitar, en aquellos momentos
de incertidumbre y de temor, cualquier agresión. Fue aquella tarde cuando
repartimos el primer manifiesto revolucionario que se tituló “Revolución no,
zarpazo”, escrito también en medio de la indignación y de la angustia, de la
impotencia y del deseo de luchar, y desde entonces también continuamos viniendo
a la tumba de Eduardo Chibás.
Veo aquí muchas caras conocidas, las mismas
caras que fueron siempre leales a esta tumba, los mismos y las mismas que
siempre mantuvieron flores frescas en este santuario de la dignidad
cubana. Pero a medida que transcurrían los meses, languidecía la
presencia del pueblo. No sé si moría la fe en la impotencia, no sé si
moría la fe en la amargura de aquellos días que no se podrán olvidar, por lo
triste y lo duro; no sé si cundía el desaliento en las filas del pueblo,
esperando, esperando y esperando que llegase al fin alguna solución. Y
también recuerdo lo que decía un compañero, aquella presencia odiosa del
primero de los esbirros de la tiranía aquel día —no sé si fue el primer 16 de
agosto, fue el segundo 16 o el primer día 16 de marzo o el día 16 de abril— en
que aquí tuvo la osadía de llegar con sus ametralladoras el odiado Salas
Cañizares, vinieron como a hacer un alarde de sus fuerzas y hasta como para
hacer un alarde de su bondad, puesto que el que no nos asesinara a todos
parecía como una gracia del sanguinario esbirro.
Aquellas humillaciones, las que hubimos de
soportar aquí, en la calle, en todas partes, aquellas agresiones dondequiera
que se reunía un grupo de cubanos, aquí, en la universidad, en el local del
Partido, en Prado 109, y en todas partes, porque cuantas veces se reunía el
pueblo, era objeto de algún atropello, de alguna agresión. ¡Cómo no
recordar aquellos días en que veíamos a los hombres, y sobre todo a las mujeres
que siempre fueron las más leales en el recuerdo de Eduardo Chibás, porque eran
siempre las mismas, las mismas de la CMQ, las mismas del cementerio, las mismas
de Prado 109, golpeadas, perseguidas, insultadas y vejadas por los esbirros de
la tiranía! Frescos están todavía en nuestra memoria aquellos días,
porque lo que graba el dolor, como decía el Apóstol, no se olvida fácilmente.
Y así transcurrió aquella otra etapa, desde
el 10 de marzo al 26 de julio, en que no pudimos volver a la tumba de Chibás,
sino hasta dos años después, la nueva etapa en que no pudimos venir a la tumba
de Eduardo Chibás hasta dos años después.
Hoy es como el resumen de toda aquella
historia, la historia de la Revolución, la historia del 26 de julio, que tan
íntimamente ligada está a la historia de esta tumba, que tan íntimamente ligada
está al recuerdo de quien descansa en esta tumba, que tan íntimamente ligada
está a la ideología, a los sentimientos y a la prédica de quien descansa en
esta tumba, porque debo decir aquí que sin la prédica de Eduardo Chibás, que
sin lo que Eduardo Chibás hizo, que sin el civismo y la rebeldía que despertó
en la juventud cubana, el 26 de julio no hubiera sido posible
Entre los jóvenes que seguían a Chibás se
reclutaron principalmente nuestros combatientes. Si no hubiese existido
aquella juventud, si no hubiese existido aquella prédica, si no se hubiese
sembrado aquella semilla, el 26 de julio no hubiese sido posible. El 26
de julio fue, pues, la continuación de la obra de Chibás, el cultivo de la
semilla que él sembró en nuestro pueblo. Sin Eduardo Chibás no hubiese
sido posible la Revolución Cubana. Nos faltó su presencia física, todos le
echamos de menos, todos no decíamos más que una frase: “Si Eduardo Chibás
estuviera vivo, si Eduardo Chibás estuviera junto a su pueblo” y lo decíamos
con amargura, lo decíamos como si hubiésemos perdido la esperanza y, sin
embargo, Eduardo Chibás no nos había abandonado, Eduardo Chibás estaba con el
pueblo, Eduardo Chibás estaba presente, su obra estaba latente en el pueblo, y
sobre esa base se edificó la Revolución triunfante que hoy está en el poder.
Justo es por eso el homenaje que venimos a
rendirle aquí y el homenaje que con él rendimos a los dos paladines que también
cayeron durante la lucha: Pelayo Cuervo Navarro y Juan Manuel
Márquez. De ellos podremos decir también hoy: ¡Qué falta nos
hacen! ¡Si estuvieran entre nosotros, qué útiles serían! Si Juan
Manuel Márquez, si Pelayo Cuervo estuviesen entre nosotros, ¡cuántos servicios
podrían prestarle a su patria en esta hora! Y, sin embargo, aunque
físicamente no están presentes, también se encuentran entre nosotros. Aquí
están sus ejemplos, aquí están sus prédicas y, sobre todo, aquí está su obra,
porque esta Revolución triunfó sobre el sacrificio de los que cayeron.
Físicamente podrán estar muertos, pero espiritualmente —y el espíritu es lo que
ha demostrado triunfar, el espíritu es lo que ha demostrado fuerza, la razón es
lo que ha demostrado fuerza, la justicia es lo que ha demostrado fuerza, más
fuerza que la materia—, espiritualmente están entre nosotros. No es una
frase de consuelo, es una gran verdad, porque si no, ¿sobre qué se ha edificado
esta hermosa victoria de nuestro pueblo sino sobre la justicia, sobre la fe,
sobre el fervor? Si no teníamos armas, si no teníamos ejército, si no
teníamos recursos, ¿con qué se edificó la Revolución? ¡Con la vergüenza,
con la fe, con la moral, con la razón, con la justicia!
Y hoy se vuelve a reunir el pueblo, aquel
pueblo que tantas veces apalearon, que tantas veces disolvieron, que tantas
veces humillaron. ¿Dónde están los que lo perseguían? ¿Dónde están
los que lo apalearon? ¿Dónde están los que nos arrebataron nuestros
derechos? O presos, o prófugos, o fusilados, o por fusilar (Aplausos).
Presos están los que asesinaron a Juan Manuel Márquez, presos han de estar los
que conocen del asesinato de Pelayo Cuervo.
¿Y qué es lo que piden los enemigos de la
Revolución? Que los soltemos, que los perdonemos. Eso es lo que
piden, eso es lo que piden los que no se compadecieron del pueblo, cuando los
racimos de cadáveres aparecían por las calles; eso es lo que piden los que les
mandaban bombas y cañones, y aviones y tanques a los asesinos; eso es lo que
piden los que mandaban misiones militares a entrenar a los asesinos, los que no
se compadecieron del pueblo, este pueblo que ha sacrificado más de 20 000 de
sus hijos, que ha vivido bajo el terror durante siete largos e infinitos años,
que ha visto golpeados y torturados a más de 100 000 compatriotas; este pueblo
que ha sufrido en su corazón cada hombre asesinado, cada hombre torturado,
cuyas madres no han tenido un minuto de descanso ni de tranquilidad, pensando
que si ayer mataban al hijo de la amiga o de la vecina, hoy podían matar a su
propio hijo
Nadie se compadeció de este pueblo. Le
mandaron tanques al dictador, le mandaron bombas al dictador con las que
arrasaron nuestras ciudades, le mandaron aviones que ametrallaron sin piedad a
las poblaciones indefensas. ¡Y ahora protestan de que el pueblo castigue
a los asesinos!
Pero
si nunca hubo justicia en Cuba, si el crimen quedó siempre impune, si los
voluntarios en nuestras guerras libertadoras no recibieron el castigo que
merecían, si los esbirros del machadato después los vimos vestidos otra vez de
uniformes por las calles; si aquello fue la causa de la venganza y del
asesinato, porque donde no hay justicia hay venganza, y los familiares y los
amigos de las víctimas se sienten con derecho a tomar venganza con su propia
mano; si no hubo justicia nunca, óigase bien, porque nunca triunfó nuestro
pueblo plenamente, porque intereses extraños siempre vinieron a cortar nuestro
paso, porque intereses extraños vinieron siempre a arrebatarnos la victoria de
las manos, ¡esta vez habrá justicia! Por primera vez en nuestra historia,
porque por primera vez en nuestra historia es libre el pueblo de Cuba; porque
por primera vez en nuestra historia el Presidente de la República, los
ministros y los líderes de la Revolución no reciben órdenes del extranjero.
¡Somos una nación pequeña, pero digna de
respeto! ¡Somos una nación pequeña en tamaño, pero grande en dignidad!
¡Somos una nación pequeña en tamaño, pero a la que hay que respetar,
sencillamente, porque el cubano ha demostrado que sabe morir; porque, sencillamente,
el pueblo cubano ha demostrado que a pesar de los tanques, y los cañones y las
bombas y los aviones y a pesar de los miles y miles de soldados, más miles de
los que nos puedan mandar más nunca, supimos arrebatarles las armas de la mano,
supimos conquistar a sangre y fuego nuestra libertad! ¿Que nos costó esta
lucha 20 000 muertos? Bueno, ¡si de defender la soberanía y la dignidad y
la libertad de la patria se trata, aunque nos cueste 6 millones de
muertos! (Aplausos.) ¡Porque estoy dispuesto a morir aquí, y estoy
dispuesto hasta que mi hijo muera en defensa de la dignidad de nuestro
pueblo! ¡Y cuando un pueblo se yergue con sus virtudes, su valor y, sobre
todo, su derecho, es un pueblo al que hay que respetar! (Aplausos.)
Hay campañas contra la Revolución Cubana, hay
campañas internacionales contra la Revolución Cubana. ¿Por qué? Porque
saben que la Revolución Cubana es ejemplo para la América, porque saben que la
Revolución Cubana tiene la simpatía de América entera. Entonces, ¿qué hacen?
Pues se dedican a utilizar los medios inalámbricos y los cables de que disponen
para difundir toda clase de noticias calumniosas contra la Revolución, para
restarnos el respaldo de la opinión pública de la América Latina. Es una
campaña consciente y organizada. ¿Contra quién? ¡Contra el ejército
más caballeroso que ha existido en la historia universal! No se ha dado
todavía en el mundo la historia de un ejército, en ningún tiempo, que tenga el
récord que tiene el Ejército Rebelde, de no haber golpeado jamás un prisionero,
de no haber dejado abandonado jamás un herido, de no haber asesinado jamás a un
hombre que rindiera sus armas. Ese récord es único en la historia del
mundo
Pero hay otro récord: es la primera
Revolución en el mundo en que no se arrastra a nadie. Los esbirros fueron
detenidos por nuestras fuerzas y el pueblo, confiado, esperó la justicia; mas
no se abalanzó sobre ellos para despedazarlos, esperó paciente, confiado y
civilizadamente por la justicia de la Revolución. No hubo un solo
arrastrado y es el primer ejemplo en el mundo; no hubo un solo golpe contra
esbirros que, incluso, habían asesinado a más de 100 compatriotas. ¡No
hay ejemplo igual en la historia del mundo!
Y ahí están. Ninguno ha sido torturado
para arrancarle un secreto o una declaración importante; ninguno ha sido
golpeado, ninguno ha sido humillado. Y ahí están, esperando solo una
cosa: no la venganza, no el crimen, no el odio, sino la justicia que
llega
Y, sin embargo, todos los que han sido
condenados o van a ser condenados a fusilamientos, todos juntos, no ascienden a
la cantidad de los que la dictadura asesinó en una sola aldea: las Minas
de Bueycito. Y un senador o representante yanki (Se escucha una
voz: “¡Un borracho más!”), un borracho más posiblemente, ha tenido la
insolencia de decir en la Cámara, defendiendo Dios sabe qué interés, qué
sociedad anónima, pagado Dios sabe por quién, ha tenido la insolencia de decir
que Estados Unidos debe intervenir antes de que yo despueble a Cuba
(Risas). Nosotros, que hemos venido a salvar a Cuba del genocidio;
nosotros, que hemos venido a salvar a Cuba de las garras de la pandilla de
asesinos más grande que ha padecido ningún pueblo de América; nosotros, que
hemos venido a derrocar una tiranía que asesinó a más de 20 000 compatriotas, y
que sí hubiera despoblado al pueblo de Cuba.
Sin embargo allá, allá en aquel Senado de
intereses y de hipócritas, porque era como para que se hubiera levantado allí
otro senador a decir lo que pasó en Cuba durante siete años, era para que se
hubiera levantado otro senador a denunciar los crímenes de Batista y a decir la
verdad, y a decir quién era el que estaba despoblando al pueblo de Cuba.
Claro que ellos no vivieron en La Habana bajo Ventura, o bajo Pilar García,
bajo Irenaldo García Báez y bajo la pandilla de asesinos. Ellos no.
Se paran allá cómodamente a hablar de intervenir, ¿de intervenir dónde y por
qué? (Aplausos.) Nosotros nunca hablamos de que vamos a intervenir en La
Florida, ni en un estado de la Unión, a nadie se le ocurre hablar de eso,
porque tenemos por descontado que no tenemos ningún derecho a intervenir en
ninguna parte. ¿Por qué tienen ellos que estar hablando de que si
intervienen? Incluso, cuando dicen que no van a intervenir nos están
ofendiendo, porque ellos no tienen ningún derecho a intervenir aquí, en
absoluto, porque la soberanía y la libertad es un derecho esencial de las
naciones y reconocido por todos los pueblos del mundo. Y mientras más
poderoso sea un país, más obligado está a respetar a los pueblos pequeños que
no nos hemos metido con ellos.
Y lo que tienen que hacer no es estar
declarando contra la justicia que pide el pueblo entero. Lo que tienen
que hacer es encarcelar a Ventura, a Masferrer, a Pilar García y a todos los
asesinos. Porque nuestra respuesta, nuestra respuesta a través del
Ministro de Estado —que es precisamente quien mereciera una vez nuestra
confianza y nuestra selección como candidato a la Presidencia de la República,
el doctor Roberto Agramonte— (Aplausos), será demandar del Departamento de
Estado Americano que nos entregue a los criminales de guerra que se han
refugiado en Estados Unidos. Y no solo que nos entregue a los criminales de
guerra, sino que nos entreguen los millones de pesos que se han llevado
Porque esa es nuestra respuesta lejos de
amilanarnos, porque nosotros sí somos demócratas, porque nosotros sí que nunca
hemos mandado tanques ni aviones a ningún dictador, porque nosotros sí que
nunca hemos mandado misiones militares a entrenar asesinos, porque nosotros sí
sabemos respetar los derechos humanos, porque nunca en nuestra patria, ni en
ningún pueblo del mundo ha existido el respeto, la libertad y la paz que hay en
nuestra patria. Una libertad tan grande que yo invito a todos los periodistas
de Estados Unidos a que vengan a Cuba para destruir la campaña falsa y
malintencionada, les digo que vengan a Cuba a todos los periodistas, aquí donde
no hay censura, donde hay libertad de prensa; que la recorran, que vean los
lugares bombardeados y que vayan a los cementerios, y que vayan a los lugares
donde están enterrados cientos de compatriotas. Y que vengan a ver lo que
el pueblo quiere, y que vengan a ver la verdad de lo hay en Cuba, a ver si es
que estamos despoblando a la nación cubana. Que vengan, porque si no
vienen a ver lo que está ocurriendo aquí, no tienen derecho a hablar. En
cuanto a las compañías inalámbricas que están difundiendo noticias calumniosas,
las están difundiendo porque la Revolución ha conquistado la libertad y ha
abolido la censura. Bajo Batista no podían, siquiera, hacer nada de eso.
Pero no nos importa, porque sabemos pelear en
el campo de la razón y de la palabra, y sabremos invocar el respaldo de todos
los hombres libres y de todos los hombres demócratas, y de todos los hombres de
sentimiento de la América Latina y del mundo entero, y si hay cables que no
difunden más que mentiras sobre lo que nosotros estamos haciendo aquí, nosotros
organizaremos entonces, también, líneas inalámbricas para difundir nuestra
verdad en todas partes del mundo, y agencias cablegráficas también. Que
digan ellos su mentira, ¡que nosotros diremos nuestra verdad! Lo que
tienen que saber es que aquí hay gente que está dispuesta a defender su derecho
y que sabe defender su derecho.
Porque nos sentimos agredidos injustamente,
porque nos sentimos ofendidos de que se levante cualquier borracho en el Senado
de Estados Unidos, a hablar de intervención aquí, en los asuntos internos de
Cuba; porque nos sentimos indignados de que se ultraje y se amenace nuestra
soberanía, porque es una ofensa a la que no tiene derecho nadie contra nuestro
pueblo, que ha sabido respetar los derechos de los demás pueblos, y que no ha
hecho más que luchar heroicamente por su libertad, por sus derechos humanos, y
por su soberanía.
¿Qué han ganado con esa campaña? Al
pedir clemencia para los asesinos, han ofendido el sentimiento de todo el
pueblo, lo han hecho más revolucionario. Al hablar de intervenciones y
cuestiones de esa índole, han unido más al pueblo cubano, porque han ofendido su
soberanía. Resultado: que en vez de debilitar la Revolución, la han
hecho más fuerte.
Están cometiendo, simplemente, errores tras
errores, y con eso, la próxima vez, en vez de huevos podridos le van a tirar
piedras cuando vengan (Exclamaciones), porque en vez de rectificar, en vez de
rectificar los errores que están cometiendo con la América Latina, y los abusos
y las injusticias, y los desprecios que están cometiendo con la América Latina,
lo que la están ofendiendo más, y ahondando más. Y esta es la verdad.
Lo digo aquí, todo el mundo sabe nuestros sentimientos, todo el mundo sabe que
nosotros no somos comunistas, todo el mundo sabe cuál es nuestro sentimiento
democrático, que nuestra Revolución es genuinamente cubana, que nuestra
ideología es genuinamente cubana. ¡Ah!, pero también sabemos pararnos y
decirle la verdad a quien tengamos que decirla, y defender nuestra nación
contra quien tengamos que defenderla, porque aquí estamos representando, en
estos instantes, no solo a los caídos de nuestra generación, estamos
defendiendo los postulados de los que cayeron en el 68, de los que cayeron en
el 95, de los que cayeron en el 30, y de los que cayeron ahora. Los postulados
desde Ignacio Agramonte, de Antonio Maceo, de Martí y de Máximo Gómez, de
Guiteras, de Eduardo Chibás, de Pelayo Cuervo, de Juan Manuel Márquez, de José
Antonio Echevarría, de Frank País y de toda la legión interminable de héroes,
que supieron morir de la misma manera que sabe morir cualquier ciudadano
cubano, porque si ellos cayeron cumpliendo el deber, si ellos supieron morir y
dar su vida, ¿quién no sabe morir aquí, y quién no sabe dar su vida aquí?
¡Hombres, mujeres, ancianos y niños!
Nosotros vamos a esperar los acontecimientos
y vamos a esperar si la campaña persiste, porque si la campaña persiste vamos a
convocar a todo el pueblo al Parque Central; vamos a dar un acto gigantesco si
persiste la campaña, donde acudan los trabajadores, los campesinos, los
soldados revolucionarios, los estudiantes, los hombres, las mujeres, los
ancianos, los niños, el pueblo entero, al Parque Central, en respaldo de la
justicia revolucionaria, que es un derecho de nuestro pueblo, porque para eso
han asesinado a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestras hermanas, a
nuestros seres queridos.
Así, que si persisten en la campaña, la
respuesta de nosotros será reunir a todo el pueblo para que vengan periodistas
de todo el mundo y vean lo que quiere el pueblo de Cuba.
Así, en pie de lucha, defendiendo lo que
hemos conquistado, y defendiendo lo que vamos a conquistar, venimos a rendirle
tributo, a esos tres combatientes inolvidables que fueron Eduardo Chibás, Juan
Manuel Márquez y Pelayo Cuervo Navarro
Los sentimientos son encontrados:
fíjense, a la tristeza se une la satisfacción del deber cumplido. Por
primera vez, desde aquel 16 de agosto de 1951, tiene otro sabor y tiene otro
sentido nuestra visita a la tumba de Eduardo Chibás; de nuevo se vuelve a
reunir el pueblo en masa junto a las tumbas de sus héroes, y es que nuestros
héroes están reviviendo con el triunfo de su pueblo. Por primera vez no
son solamente lágrimas las que se derraman sobre la tumba del héroe, sobre las
tumbas de los mártires; por primera vez desde aquel día doloroso, juntas con
las flores se derraman también sonrisas, la sonrisa de un pueblo que está
orgulloso de haber cumplido con su deber, la sonrisa de un pueblo que ha
cumplido con su palabra, porque muchas veces nos hubimos de parar ante esta
tumba, para decir: “Eduardo Chibás, seguiremos fieles a tus ideas;
Eduardo Chibás, juramos cumplir tu obra; Eduardo Chibás, nunca te
traicionaremos” (Aplausos).
Hoy podemos decirle: “Eduardo Chibás,
tú combatías el peculado, y ya no hay peculado; Eduardo Chibás, tú combatías la
politiquería, y ya no hay politiquería; Eduardo Chibás, tú combatías la
corrupción administrativa, y ya no hay corrupción administrativa; Eduardo
Chibás, tú combatías el vicio, la botella, el privilegio, el nepotismo, ya no
hay vicio, ni botella, ni privilegio; Eduardo Chibás, tú combatías el crimen, y
ya no hay crimen; Eduardo Chibás, tú combatías la fuerza, y ya no hay fuerza;
Eduardo Chibás, tú combatías a Batista, y ya no hay Batista; Eduardo Chibás,
por primera vez desde tu muerte, tu pueblo vuelve a estar alegre; Eduardo
Chibás, por primera vez desde tu muerte, tu pueblo ha vuelto a ser feliz, con
la obra que tú sembraste, con la Revolución que tú sembraste, que tú iniciaste,
y que siguieron en tu camino tu compañero Pelayo Cuervo, tu compañero Juan
Manuel Márquez, tu compañero Raúl de Aguiar, tus compañeros, que en número
interminable, compañeros del Partido que tú fundaste, cayeron junto con hombres
de otros partidos, porque tu causa, tu ideal, dejó de ser la causa y la idea de
un Partido, para convertirse en la causa, en la idea y en la ilusión de todo un
pueblo. Lo que se dijo aquí es verdad: tú y todos los mártires, tú,
como Juan Manuel, como Echevarría, como Frank País, como Pelayo Cuervo, no
pertenecen ni al 26, ni al Ortodoxo, ni a ningún Partido, pertenecen a la
patria, pertenecen a Cuba.
Eduardo Chibás, Pelayo Cuervo Navarro, Juan
Manuel Márquez, mártires todos de esta jornada gloriosa: hemos
cumplido con nuestra promesa, y seguiremos cumpliendo con nuestro deber.
Y lo mismo que ustedes supieron morir, desinteresadamente, desprendidamente, todo
el pueblo sabrá morir también, si fuera necesario.
¡Eduardo Chibás, tu último aldabonazo ha
resonado por fin!