(Por estos días estoy leyendo el Libro de Nestor Kohan "EN LA SELVA (Los Estudios desconocidos del Che Guevara. A propósito de sus Cuadernos de Lectura de Bolivia)", no lo he terminado y es muy pronto para sacar conclusiones (importantes para mi mas que nada), sin embargo me enfrento a un Che "desconocido" por mi, un tipo estudioso del marxismo, con una mirada critica, no aceptando per se a los padres fundadores, y extremadamente cuestionador de los Manuales Stalinistas que "supuestamente" divulgaban el DIAMAT verdadero. Me ha gustado la forma en que Kohan encara el libro, y es mas, bien podría ser una guía para aquellos que quieran releer el MARXISMO siguiendo la ruta de lectura del propio Che. Me pregunto (no se para que lo hago, pero es mas fuerte que yo) que distinto todo podría haber sido ( o no) si la enseñanza de tamaña teoría hubiera sido popularizada en Cuba desde la mirada del debate como el mismo Che Guevara encaro la propia, pero lo hecho hecho esta, y a quien interese todavía estos temas, nunca es tarde para una revisada. Leer este Libro es de alguna manera, mi modesto homenaje a los 50 años de la desaparición física de un gran hombre, con fuerza en los brazos como en la mente.
"RESISTENCIAS FRENTE A
LA ´NUEVA´ BARBARIE":
ENTREVISTA CON NESTOR
KOHAN
(Publicado 17 de Febrero de 2017 en
https://marxismocritico.com)
Marcela
Paolucci: ¿Qué época
vivimos?
Néstor
Kohan: ¡Excelente pregunta! No podemos comprender nuestra
pequeña cotidianeidad haciendo abstracción del mundo histórico global que
habitamos. Vivimos una transición incierta del capitalismo imperialista, en
crisis aguda, a una forma social aún más bestial, feroz, cruel y despiadada del
mismo sistema mundial capitalista, en la cual se han fracturado las barreras
sociales que encarrilaban e institucionalizaban los poderes destructores del
capital. El muro grotesco y patético que pretende construir hoy Estados Unidos
en la frontera con América Latina, para domesticar y encorsetar el flujo de
fuerza de trabajo es, parafraseando a un viejo rebelde de Asia, un muro de
papel.
El capitalismo genera caos y
desintegra las sociedades para reordenarlas bajo su mando despótico. Destruye y
construye al mismo tiempo. Separa vínculos comunitarios para volver a reunir,
ahora bajo su dominación y control. Esto ya lo estudió Rosa Luxemburgo. La
violencia genocida de la acumulación originaria del capital se reproduce y
recicla periódicamente a escala ampliada. Hoy David Harvey lo retoma y
actualiza.
El capitalismo no es sólo
caos y desorden. También es orden. Un orden cada día más opresivo y
totalitario. Nos encaminamos hacia la destrucción del planeta, de la especie
humana, de los diversos ecosistemas y de la vida misma como tal. En esa
transición estamos. Pero aun con su devastador y criminal poder destructivo, el
capitalismo no se terminará por sí mismo, como se muere un anciano de “muerte
natural” por el simple hecho de estar viejo. Solo las resistencias contra el
capitalismo y las alternativas de nuevas revoluciones socialistas pueden
cambiar el rumbo suicida de la humanidad e inaugurar una nueva época histórica,
radicalmente diferente.
M.P.: ¿Qué hitos o fechas identificarías dentro
de esa transición para poder periodizarla?
N.K.: Toda
transición implica un proceso abierto. No empieza ni termina un día preciso. La
transición del feudalismo al capitalismo en Europa occidental llevó siglos.
Quienes la habitaron no sabían que estaban viviendo esa transición. Los tiempos
se han acelerado a ritmo enloquecido.
El período que va desde
septiembre de 1973, con el golpe neoliberal de Pinochet, inspirado en el
monetarismo de Friedman (bastante anterior a Reagan y Thatcher), y el
nacimiento de la contraofensiva norteamericana continental del Plan Cóndor
hasta 1989-1991, con la implosión de la Unión Soviética y el triunfo del
imperialismo capitalista en la tercera guerra mundial (eufemísticamente
conocida como “guerra fría”), marcan el inicio de esa transición. La
incorporación de China al sistema mundial capitalista se produce en ese
contexto, no obstante la derrota de los yanquis en Vietnam (Asia) en 1975,
junto a la de Sudáfrica frente a Angola y Cuba (en África) que termina en 1991.
En América latina, la
derrota sandinista de 1990, la firma de la “paz” en 1992 en El Salvador y la de
Guatemala en 1996, se inscriben en ese horizonte, que el suprimido Departamento
América del comité central del PC cubano interpretó como “el fin de la era de las
insurgencias”. Sin embargo, la irrupción inesperada del bolivariano Hugo Chávez
en Venezuela y de los zapatistas en México, junto con la persistencia de la
insurgencia colombiana durante aquellos años, trataron de modificar dicho
rumbo, poniendo en entredicho aquel vaticinio un tanto apresurado. Dichas
resistencias e insurgencias buscaban torcer la tendencia general hacia una
profundización de la dependencia. Aunque esos procesos continúan resistiendo y
no fueron completamente derrotados ni cancelados, lamentablemente no han podido
(hasta ahora) modificar sustancialmente el carácter de esta transición.
M.P.:
¿Y Argentina?
N.K.: La
rebelión popular de diciembre del año 2001, que golpeó duramente al
neoliberalismo (aunque no al capitalismo, a pesar de la simpática consigna “que
se vayan todos”) y los intentos ambivalentes, pero de intenciones progresistas,
que le sucedieron en la siguiente década (donde convivieron de modo
contradictorio desde realineamientos internacionales latinoamericanistas, la
oposición al ALCA y políticas socialmente inclusivas con procesos regresivos de
“revoluciones pasivas” marcados por el extractivismo minero-sojero y la
extranjerización de la economía) tampoco lograron frenar ese tsunami
contrarrevolucionario, que el imperialismo y las burguesías autóctonas fueron
pacientemente desarrollando hasta llegar a la barbarie actual.
Creo que a partir del
impulso bolivariano, encabezado a nivel continental por Hugo Chávez, se abrió
la posibilidad real de torcer el rumbo global. Chávez, arrastraba a la región
pregonando, a contramano de todas las modas, el socialismo (de forma ecléctica
y difusa, es cierto, pero volviendo a poner el proyecto socialista en la agenda
de los movimientos sociales cuando ya muchos lo daban por muerto y no se animaban
ni a nombrarlo). Sin embargo, esa correlación de fuerzas se modificó
sustancialmente a partir de la crisis capitalista global del 2008 y de la
“sospechosa muerte” (¿asesinato?) del líder bolivariano, que motorizaba a toda
la región desoyendo, incluso, ciertos consejos de “prudencia” diplomática que
provenían de La Habana.
Muerto Chávez, se desinfla
el impulso irreverente en la región (aunque no desaparezca del todo). Quizás
unas de las principales debilidades del campo popular latinoamericano consista
en depender exageradamente de los liderazgos carismáticos (el Che, Fidel,
Santucho, Chávez, etc.). Mientras, el imperialismo capitalista ejerce una
dominación burocrática, anónima e impersonal, donde el presidente de Estados
Unidos puede ser un actor analfabeto o un energúmeno escapado de los Simpson,
el de Italia un pornógrafo grotesco, el de Francia un personaje de cuarto
orden, sin cultura, sin carisma, sin conocimientos elementales. Marionetas
grises y anodinas que simplemente responden al capital. El actual empresario
que gobierna la Argentina, Mauricio Macri, incapaz de articular cuatro
oraciones coherentes, es una muestra elocuente de ello.
M.P.:
¿Cómo repercute esa transición mundial en la vida cotidiana?
N.K.: Al
ganar la tercera guerra mundial (conocida como “guerra fría”), la industria
bélica norteamericana y su complejo militar industrial se permitieron trasladar
su estructura tecnológica comunicacional, de origen militar, a los negocios del
mercado y a la sociedad civil. Así, fuimos inundados con internet; los
teléfonos celulares y las pantallas tomaron el control de nuestra atención y
nuestros cerebros. La imagen se tragó al concepto y a la lectura. El presente
efímero a la historia profunda. El fetiche tecnológico y la expansión mercantil
ilimitada despersonalizaron todavía más las relaciones intersubjetivas. El
“giro lingüístico” en la teoría social es hijo de esa victoria político-militar
en la guerra fría. La aceleración de la rotación del capital (que Mandel
estudió en El capitalismo tardío) y las derrotas del mundo laboral,
precarizaron no sólo nuestros empleos, sino toda nuestra vida cotidiana,
incluyendo desde las identidades políticas, comunitarias y nacionales hasta los
nexos familiares, los lazos de amistad e incluso las relaciones amorosas. Las
descripciones “líquidas” de Zygmunt Bauman no son ninguna exageración. Se abrió
la puerta a ciertas libertades (como la posibilidad de no tener que convivir
toda la vida de manera forzada con alguien a quien uno no ama, la eventualidad
de elegir otras opciones sexuales diferentes a las tradicionales, la elección
de no tener hijos que no son deseados ni productos del amor, etc., cuestionado
de este modo antiquísimos roles patriarcales) pero a mi entender, en términos
globales los cambios que trajo en la vida cotidiana el nuevo capitalismo no
fueron positivos.
Incluso, se llegó al extremo
de festejar, como si fuera una supuesta “emancipación”, la posibilidad de
vender una persona homologándola y tratándola como un objeto mercantil,
celebrando de modo acrítico la prostitución masiva y el reinado mugriento del
dinero y el mercado. No es casual que siguiendo a Shakespeare, Marx definiera
desde su juventud hasta su vejez al dinero como el máximo símbolo de la
prostitución, en tanto núcleo central del mercado, al cancelar toda diferencia
específica en las relaciones interpersonales, poniendo en primer lugar la
cantidad por sobre la calidad, los objetos por sobre las personas. Aplaudir,
festejar y celebrar, en nombre del progresismo, ese reinado del dinero-prostitución
como sinónimo de “emancipación”, nos habla de una crisis ideológica de alto
rango. El próximo paso de esta crisis civilizatoria, será alabar la esclavitud
entendiéndola como sinónimo de “libertad” y la tortura como paradigma de los
“derechos humanos”. El fetichismo todo lo invierte y el mundo queda patas
arriba.
M.P.:
Frente a tu diagnóstico pesimista, ¿no hay salida?
N.K.: ¡Por
supuesto que hay salida: LAS RESISTENCIAS! Sólo la lucha nos hará libres. Quien
no esté en disposición de jugarse la vida jamás podrá alcanzar la libertad,
había escrito Hegel pensando en la revolución negra (social, nacional y
anticolonial al mismo tiempo) de Haití.
El futuro no tiene la puerta
cerrada y la historia no está predeterminada. Tenían razón Engels y Rosa Luxemburg:
SOCIALISMO O BARBARIE. Lo único que podemos prever es…. la lucha, como nos
enseñó Antonio Gramsci.
M.P.: ¿El
acercamiento de Cuba y EEUU no inaugura una nueva época de paz como vaticinaba
el Papa Francisco desde el Vaticano romano?
N.K.: Sospecho
que no. No hay que confiar en el imperialismo “pero ni un tantito así….¡Nada!”.
El pueblo cubano tiene derecho a decidir su futuro. Se lo ganó resistiendo más
de medio siglo y de manera heroica a un gigante feroz, monroísta y prepotente,
enviando además combatientes internacionalistas a todo el planeta,
especialmente América Latina y África.
Pero si no se disuelve el
Pentágono, la CIA, la Agencia Nacional de Seguridad, el FBI, Wall Street, el
Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, etc., dudo que pueda
construirse una paz verdadera, sin sometimiento, dependencia ni dominación neocolonial.
Sea con la sonrisa permanente de Obama, que vendía pasta dentífrica, sea con el
peluquín ridículo y extravagante de Trump, Estados Unidos no abandonará su
autopercepción de Policía Mundial y de “país elegido” por El Altísimo para
regir los destinos del mundo, especialmente en su “patio trasero”, incluyendo a
Puerto Rico y Cuba, las dos perlas del Caribe. El nuevo muro de Berlín, perdón,
quise decir, de la frontera entre Gringolandia y México, es simplemente el
símbolo de lo que nos espera de nuestros hermanitos del norte.
M.P.:
¿Los acuerdos de paz de las insurgencias colombianas y del pueblo vasco no
agregan nada?
N.K.: Insisto:
cada pueblo tiene derecho a elegir su destino y su autodeterminación, como
recomendaba un muchacho llamado Lenin. El viejo profesor argentino Rodolfo
Puiggrós, rector de la Universidad de Buenos Aires e historiador marxista,
escribió alguna vez que como los argentinos no hemos podido tomar el poder y
hacer nuestra revolución socialista, vamos por el mundo con el dedito acusador
inspeccionando revoluciones ajenas. ¡Gran advertencia metodológica formulada
con ironía argentina, pero que bien vale también para otros lugares! Nunca me
canso de repetirla.
No obstante, sospecho que el
imperialismo yanqui, su gendarme en Medio oriente (el estado de Israel, de
fuerte presencia en la lucha contrainsurgente de otros países, como Colombia) y
la propia clase dominante colombiana, no permitirán la paz, el pluralismo, ni
que el pueblo recupere pacíficamente lo que lo que le arrebataron durante
tantas décadas de violencia sistemática.
Ya hubo experiencias como El
Salvador y Guatemala, donde el grueso de los violadores de derechos humanos y
los militares genocidas gozan de impunidad. ¿Fueron a la cárcel los
torturadores de la guardia civil que ejercieron sin piedad su sadismo contra la
juventud vasca durante décadas? ¿Fueron castigados severamente los viejos
represores del franquismo?
En fin, sea como sea, creo
que sería un ERROR ESTRATÉGICO, dividir, fragmentar o dispersar lo poco que se
había logrado aglutinar a nivel internacional en torno al movimiento
continental bolivariano [MCB] (que incluía fuerzas europeas).
En ausencia de una
coordinación internacional seria (pues las internacionales stalinistas o
maoístas están disueltas y las trotskistas sólo tienen existencia nominal pero
sin fuerza real), disolver o fragmentar el movimiento continental bolivariano
—se comparta o no el fin de la lucha insurgente en Colombia— generaría un saldo
negativo.
Hoy más que nunca
necesitamos una coordinación internacional para hacer converger las rebeldías
populares organizadas. Y eso implica, creo que ya quedó demostrado, no depender
de ninguna organización particular, triunfe, empate o sea derrotada. Por eso
hoy, se torna urgente e imprescindible recuperar el espíritu internacionalista
de Lenin, tratando de articular todas las formas de lucha, sin renunciar a
ninguna ni decretar apresuradamente su defunción. Si el enemigo maneja
todas las formas de lucha ¿por qué nuestro campo debería limitarse únicamente a
la lucha institucional?
M.P.: Ya
que mencionaste a Lenin, ¿cómo ves el marxismo a 150 años de «El Capital», a
100 años de la revolución bolchevique y a 50 años del asesinato del Che
Guevara?
N.K.: Lo
veo sencillamente más actual que nunca. La crisis del capitalismo no disminuye,
se multiplica exponencialmente, amenazando con destruir ya no sólo a la clase
trabajadora sino a todo el planeta, su cultura y su civilización. Los análisis
de Marx (que abarcan no sólo la explotación económica y la extracción de plusvalor
sino también las formas de la dominación política, la teoría del poder y las
redes de sujeción de las subjetividades y la cultura), las perspectivas
estratégicas de Lenin y el espíritu insurgente del Che Guevara se convierten en
un faro cada día más potente. En medio del desánimo político, el desarme moral
y la confusión ideológica generalizada, ellos nos marcan el camino. Sin
nostalgias complacientes ni revivals anodinos. Ese horizonte revolucionario es
el único que puede detener la marcha del capitalismo mundial hacia el suicidio
de la especie. El tren perdió la brújula y marcha al precipicio, como nos
alertó hace rato Walter Benjamin. Por eso, las nuevas rebeldías e insurgencias
que seguramente nacerán (porque aquí no se acabó la historia como hace un
cuarto de siglo quiso hacernos creer el mediocre funcionario Fukuyama, aprendiz
frustrado de filósofo) deberán tomarse bien en serio los estudios críticos de
El Capital de Marx, la perspectiva internacionalista y antimperialista radical
de Lenin y sus entrañables bolcheviques y el llamado guevarista a la lucha
insurgente mundial contra el capitalismo, su miseria, su explotación, sus
alienaciones y todas sus formas de dominación.