¿Qué importa que tu puñal
Se me clave en el riñón?
¡Tengo mis versos, que son
Más fuertes que tu puñal!
¿Qué importa que este dolor
Seque el mar y nuble el
cielo?
El verso, dulce consuelo,
Nace al lado del dolor.
(José Martí)
YO NO ME METO EN POLÍTICA
(Por Fernando D´Addario, en PAGINA12)
Entre todos los lugares
comunes, las tonterías, las operaciones, las manipulaciones, las mentiras y las
simplificaciones que atravesaron esta semana social y políticamente picante,
hay una que probablemente englobe a las demás: “Yo estoy de acuerdo con
reivindicar los derechos –de los docentes, de los trabajadores en general, de
las mujeres--. Lo que no me gusta es que se politicen los reclamos”. Lo dijeron
funcionarios –es entendible: están ejerciendo su derecho al cinismo--,
periodistas y el portero de la esquina.
Quizás, si elevaran un poco
la puntería en el manejo del lenguaje, podrían sustituir la frase “no me gusta
que se politicen los reclamos” por esta otra: “no me gusta la utilización
partidaria de los reclamos”, lo que habilitaría otro tipo de discusión. Pero la
opción por la primera frase no es –al menos desde donde se propaga la idea--
inocente. Reclama para sí el monopolio del “sentido común” (¿quién puede estar
en contra de que los docentes ganen bien?) en detrimento de un supuesto
aprovechamiento espurio por parte de “la política” (que le jode la vida a la
gente). Desde esa óptica, las medidas de gobierno –la no apertura de
paritarias, la disminución del presupuesto para combatir la violencia de
género, los despidos de trabajadores
públicos, y un larguísimo etcétera-- son decisiones “técnicas” para estabilizar
el sistema y así aspirar a un futuro venturoso, en tanto las reacciones
opositoras son “políticas” y quieren llevarnos de nuevo al pasado.
Es también un lugar común
tener que aclarar a esta altura del partido que no solo las marchas de esta
semana, sino también la decisión de no marchar, la de no marchar pero adherir,
la de marchar y disentir, las justificaciones pretendidamente asépticas del
Gobierno, el odio explícito desplegado por los fachos, las manipulaciones
mediáticas e inclusive la imbecilidad de esa frase citada al principio tienen
una carga profundamente política.
La lista de lugares comunes
es amplia. Por lo general apelan a una falsa neutralidad (cuando alguien dice
“esto no es ni de derecha ni de izquierda”, casi siempre es de derecha). O a
una disolución del lugar político de enunciación en favor de una identificación
emocional, como cuando una gobernadora mira a la cámara y dispara: “esto no lo
digo como funcionaria, lo digo como mamá”.
Ese razonamiento
aparentemente pueril es producto de una mente brillante (que no es la de la
gobernadora, claro) y tiene una fuerte carga ideológica. Induce a que, cuando
un movilero le pregunta a una persona en la calle: “¿usted está de acuerdo con
que los docentes levanten el paro y las clases empiecen de una vez por todas?”
le contesten: “Por supuesto, es por el bien de nuestros hijos”. Pero si el
mismo periodista desmontara su propio lugar común y preguntara: “¿usted está de
acuerdo con que los hijos de los docentes no puedan alimentarse bien, ni
vestirse bien porque les ofrecen un aumento que ni siquiera contempla lo
perdido el año pasado por la inflación?”, es probable que la respuesta fuera:
“Mire, no sé, yo no me meto en política”.