POPULISMO,
EL PERONISMO NEGRO
(Por José Pablo Feinmann, PAGINA12)
La palabra populismo tiene mala prensa. Le
han tirado con munición gruesa. Se la identifica con la demagogia. Con el
autoritarismo. Y, en fin, con el peronismo, que habría sido hegemónico durante
los últimos setenta años de nuestra historia, según la versión de los
macristas. Durante esos setenta años hubo tres experiencias neoliberales
fracasadas. Los militares con Martínez de Hoz, el peronismo menemista de
Alsogaray y Cavallo, y la desdichada experiencia delarruísta, aunque
desdichadas fueron todas. Populista fue el primer gobierno de Perón que implicó
un traspaso del capital agrario al capital industrial y una redistribución del
ingreso que llevó a la clase obrera a subir por encima del 50 por ciento en el
reparto de la renta nacional.
El populismo no tiene por qué ser demagógico.
Sucede que para la derecha siempre que se beneficia a los que menos tienen se
hace demagogia. El populismo es la cara popular y humanista del capital. No
busca la dictadura del proletariado, un concepto que no dio buenos frutos para
los socialismos del siglo pasado. Busca la redistribución de la riqueza. Busca
dinamizar la dialéctica entre la producción y el consumo. Se juega por el
mercado interno. En el mercado interno está el pueblo. Y el populismo busca
hacerlo feliz.
Cuando la populista rusa Vera Zassoulitch le
pregunta a Marx si la comuna rural rusa tiene que pasar por la etapa del
capitalismo burgués para llegar al socialismo, Marx le responde que no, que se
quede tranquila, que la comuna rural rusa implica una gran conquista y que El
Capital no señala un decurso histórico determinista sino que se aplica a Gran
Bretaña y a los países de Europa Occidental. Algo que no supieron ver los
marxistas argentinos, casi todos mitristas. Pero ésta es otra discusión, ya en
gran parte agotada y superada. Lo que aquí queremos decir es que Marx aprueba
el populismo de la comuna rural rusa. La palabra viene de ahí. “Narod”, en
ruso, es “pueblo”. Narodnichestvo es populismo.
¿Cómo le caería a la Argentina de hoy
una redistribución de la renta, una activación de la industria y el mercado del
consumo? No en vano el gobierno y su cada vez más magro electorado le tienen
pánico al populismo. Temen que vendrá de la mano de Cristina Kirchner, de aquí
la catarata de injurias que le arrojan. De todos modos, la herencia que deja el
macrismo es tan pesada que habrá que ver qué puede impulsar CFK, teniendo, como
tendrá, a los medios hegemónicos en contra, al establishment financiero, a los
EE.UU. y su activa embajada en Argentina. ¿Quién irá a verla a Cristina si
asume? Probablemente, como a Perón, el embajador norteamericano. Si le dice “si
usted hace lo que vengo a decirle será muy bien vista en mi país”. ¿Podrá
contestarle Cristina como lo hizo Perón? Perón le dijo: “Prefiero no ser bien
visto en su país al costo de haber sido un hijo de puta en el mío”. Difícil.
Perón tropezaba con las barras de oro en el Banco Central. Y el contexto
internacional lo favorecía, ya que Europa y Norteamérica recién salían de la
guerra.
Hoy América Latina vive ahogada por los
distintos gobiernos de derecha y hasta ultraderecha. Un nuevo gobierno deberá
nuclear consensos muy amplios para actuar. Venezuela es el ejemplo de todo lo
que están dispuestos a hacer. Bloqueo y embargos comerciales y financieros.
Amenazas de intervención militar. Presidentes ungidos en una plaza pública.
Todo esto más la deuda impagable con el FMI, organismo nefasto para nuestro
país al que ingresamos de manos de la libertadora. Está, ese organismo,
fracasando una vez más en Argentina como lo ha hecho en otros lados. Le prestó
a un gobierno que no administra ni medianamente bien el 60 por ciento de su
capacidad crediticia. A su vez, este gobierno de ineficaces se ha permitido,
entre tantos dislates que acomete, incurrir en congelamientos de precios, o
“precios cuidados”. Deslizándose, así, al tan despreciado populismo. Que tiene
la invariable obstinación de intervenir en el mercado. También, tarde y mal
como se ha dicho, busca un “diálogo” con la oposición. Pero, ¿qué oposición? La
del llamado peronismo blanco o racional. ¿No es algo racista esta expresión?
¿Lo “blanco” es sinónimo de “racional”? ¿Odian tanto a los negros que buscan
con afán diferenciarse? Siempre hubo un peronismo blanco. El mismo Perón,
después de la muerte de Eva, buscó blanquear al peronismo incurriendo en
medidas aperturistas. El viaje de Ramón Cereijo a USA y la visita de Milton
Eisenhower lo testimonian. Sólo sirvió para que lo derrocaran al general
abrupta e inútilmente aperturista. El peronismo no era confiable. Perón menos.
Luego el sindicalismo dialoguista y conciliador de Vandor buscará blanquear al
peronismo. Hoy, la administración Macri confía en los blanqueadores Pichetto,
Massa y Urtubey. Acaso también Lavagna. Les envió (¡por whatsapp!) un acuerdo
de diez puntos. Un acuerdo ridículo que demuestra hasta qué límite de torpeza
llegaron. Fue rechazado. Los blancos no quieren hacer el ridículo, salvo
Urtubey que se ha cansado de hacerlo. Notable este ofrecimiento por lo que
excluye. Excluye a Cristina Fernández. Es que el kirchnerismo (para el gobierno
y toda la derecha argentina) es lo inintegrable. Todo el peronismo, menos el
peronismo K, es lo blanco. Lo negro es el denostado populismo de siempre y la
más aún denostada Cristina, que ya mide el 40 por ciento en las encuestas. Y
cuyo libro se vende tan abundantemente que implica un plebiscito que despierta
la furia de Cambiemos y el establishment periodístico, aberrantemente
complicado en las causas que se tramitan en el juzgado de Dolores.