¿Ciencia
y tecnología para qué? El desafío de armar coaliciones sociales que impulsen el
desarrollo nacional
(Por Ana Castellani, en “EL DESTAPE”)
Pese a todas sus diferencias, los países que
crecieron de modo más acelerado en las últimas décadas (Israel, Corea,
Finlandia, Noruega, Canadá, China, entre otros) tienen un denominador común:
ampliaron sostenidamente sus capacidades científico-tecnológicas. ¿Qué
quiere decir esto? Que a lo largo de décadas estos países han logrado
conformar una articulación virtuosa entre los procesos sistemáticos de
generación de conocimiento forjados mediantes métodos convalidados por la
comunidad académica (ciencia) y el conjunto de habilidades, saberes,
instrumentos y formas de organización que permiten producir un bien o servicio
(tecnología). Estas capacidades CyT son imprescindibles porque generan
innovaciones que tienen impacto potencial directo en la estructura productiva
ya sea porque permiten introducir en el mercado nuevos productos y/o servicios,
ya sea porque permiten mejorar significativamente sus condiciones de
producción.
Ahora bien, este tipo de articulación
virtuosa no se produce por generación espontánea. Sabemos por las numerosas
investigaciones académicas sobre el tema, que es necesario contar con políticas
industriales, educativas y científicas consistentes y coordinadas, que
propicien procesos de innovación con financiamiento adecuado y que ayuden a
integrar a científicos, tecnólogos e industriales, generando espacios estratégicos
de acumulación que incrementen sostenidamente la productividad.
Los datos de inversión en investigación y
desarrollo (I+D) como porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI) de algunos
países seleccionados para el año 2016 permite corroborar la importancia que
tiene la construcción de capacidades CyT en el desarrollo: los países de
crecimiento acelerado mantienen tasas de I+D como porcentaje de su PBI muy
elevadas. La Argentina y otros países de la región, por el contrario, destinan
menos de medio punto de su PBI en inversiones de este tipo.
¿Cómo lograr una articulación público-privada
fructífera para la construcción de capacidades CyT? El neoliberalismo ha
sido bastante exitoso en generalizar una idea fuerza que plantea una falsa
dicotomía entre el sector público y el sector privado. El primero sería
eficiente, dinámico, competitivo y, por ende, el único capaz de motorizar
procesos de innovación y desarrollo; mientras que el segundo sería
excesivamente interventor, asfixiante, burocrático y por ende, no debería
invertir en la construcción de capacidades CyT; muchos menos pretender liderar
un proceso de desarrollo basado en la innovación productiva. Y mucho menos aún,
si se trata de países con niveles elevados de pobreza e indigencia, como si un
fenómeno no tuviera relación alguna con el otro.
Sin embargo, el análisis detallado de las
principales innovaciones que generaron saltos tecnológicos desde la segunda
mitad del siglo XX hasta el presente, muestra con claridad el rol crucial del
Estado para impulsarlas mediante ambiciosos proyectos de investigación
financiados con recursos públicos (internet, el avión supersónico, la pantalla
táctil, la nanotecnología, las tecnologías verdes, el láser, el GPS, el teclado
activado por voz, son sólo algunos ejemplos). Y como dijimos antes, los países
que experimentaron tasas de crecimiento acelerado en las últimas décadas
mediante la construcción sostenida de capacidades CyT avanzaron notablemente en
la disminución de los niveles de pobreza (algunos países del sudeste asiático
son casos paradigmáticos al respecto).
En nuestro país el Estado no termina de
asumir ese rol y tampoco se ha logrado construir una coalición social
desarrollista fuerte y estable que lo impulse “desde abajo”. Por eso se
observan profundos vaivenes en las políticas macroeconómicas, industriales,
educativas y científico-tecnológicas a lo largo de los años que generan
marcadas discontinuidades en el proceso de construcción de capacidades CyT.
La estructura productiva argentina requiere
cambios urgentes si se pretende construir un sendero de desarrollo sostenido.
Hoy presenta altos grados de heterogeneidad estructural, tanto a nivel
sectorial como territorial, que requiere una acción pública inteligente,
precisa y eficiente para empezar a superarlos: eslabones productivos débiles y
desarticulados; alto grado de extranjerización; escaso peso de las actividades
industriales complejas; perfil de inserción externa con fuerte sesgo
importador, son solo algunas muestras del enorme desafío que tenemos por
delante como país en esta materia.
Modificar estas características no es una
tarea fácil que se pueda agotar en un mandato presidencial. Requiere de un
amplio acuerdo en torno al modelo a seguir y un compromiso firme de los
principales actores sociales y los gobiernos de turno para consolidar una
serie de políticas de Estado que lo promuevan. La experiencia del período
kirchnerista dejó en claro que si no se producen cambios significativos en la
matriz productiva, las políticas distributivas son insuficientes para sostener
un proceso de crecimiento porque la restricción externa se manifiesta más
temprano que tarde. Precisamente por eso los cambios estructurales deberían
orientarse en dos direcciones complementarias: por un lado, hacia el incremento
del grado de sustitución de importaciones, protegiendo selectivamente
determinadas ramas industriales que son multiplicadoras y/o grandes generadoras
de puesto de trabajo; por otro, hacia el incentivo de aquellas
ramas/eslabonamientos productivos que pueden lograr tempranamente inserción
competitiva en el mercado mundial, apostando a la ampliación de las
exportaciones de alto valor agregado.Para lograr estos cambios es preciso
contar con una aceitada articulación entre políticas industriales, fiscales y
científico-tecnológicas. En todos los casos, estas políticas tendrán que contar
con un amplio nivel de consenso entre los actores claves (universidades,
sindicatos, asociaciones empresarias, organizaciones sociales, etc.) y
establecer beneficios transitorios, metas claras de desempeño y evaluación
periódica de resultados para evitar el despilfarro de los recursos públicos. La
legitimación social del modelo de desarrollo basado en capacidades CyT es
crucial para garantizar su estabilización y para eso es imprescindible la
conformación de una coalición social desarrollista en donde las universidades y
los organismos de CyT jueguen un rol central como articuladoras del resto de
los actores que la integren.
El gobierno actual y ciertas fracciones de
las elites económicas que lo apoyaron propusieron un modelo de desarrollo
basado en los recursos naturales, la agroindustria, las finanzas y algunos
pocos nichos de servicios tecnológicos. Los resultados del experimento están a
la vista. En un país de más de 42 millones de habitantes no podemos seguir
creyendo que con esas actividades alcanza para lograr niveles plenos de
ocupación y mejorar los ingresos reales de la población. Por eso es imperioso
dar esta discusión en el espacio público y formular propuestas concretas
capaces de orientar a los actores relevantes en la construcción de un camino de
desarrollo nacional que garantice la inclusión de todos los sectores sociales y
no sólo el crecimiento de algunas fracciones del capital a expensas de las
mayorías.