Cuando una nación cambia
para bien, cuando hacer socialismo es llevar las ideas más humanas al
frente de todo, "éramos satélite" decían desaforadamente por
los años 80, una sociedad que tiene principios humanos como idea de
verdad, será más sana y más feliz, se construye en pos de...eso es Revolución.
La
historia de un padre gay, seropositivo y comunista en Cuba
(Por Ana Álvarez Guerrero, Irene
Pérez)
Francisco Rodríguez Cruz
es uno de los blogueros y ciberactivistas por los derechos de la comunidad
LGBTI con más influencia en Cuba. Foto: Irene Pérez/ Cubadebate.
Cuando Francisco Rodríguez Cruz decidió “salir del closet” tenía 32 años,
una esposa y un hijo. Era seropositivo al VIH Sida, pero no lo sabía. Comenzaba
la década del 2000 y, para él, lo que sería una nueva vida. Estaba convencido
de que “lo justo era la verdad, para todos”.
Paquito, heredero del nombre de su padre, es el tercero de tres hermanos y
el primer profesional de su familia. Nació en Los Sitios, un popular barrio de
Centro Habana. A diferencia de la mayoría de los niños, no “mataperreaba”, era
“muy de casa” y de “juegos pacíficos”.
Leía apasionadamente aventuras y novelas policíacas. Pensaba ser ingeniero
naval o aéreo, hasta que un carro lo chocó y decidió ser periodista. Le echa la
culpa al conductor, quien lo visitó y le regaló José Martí: Obras Escogidas en
tres tomos. De ese acto fortuito a la profesión que ha ejercido durante más de
25 años, solo fue “un instintivo parpadeo”, dice.
“Martí te cambia la manera de ver el mundo”,
sentencia quien siendo un adolescente ahorró los quilos que le daban sus padres
para hacerse con los 28 tomos de las Obras Completas. Cuenta que amarró los libros en dos pilas y los cargó desde la
Librería Avellaneda, en la calle Reina de La Habana Vieja, hasta el reparto
Antonio Guiteras, en el municipio de Habana del Este, donde vivía entonces.
Llegó a hacer fichas de las obras del Maestro por categorías: conceptos,
cualidades revolucionarias, estrategia…
El dirigente estudiantil, el mejor graduado de su año, el destacado
periodista del semanario Trabajadores, experto en temas económicos y sociales,
es hoy uno de los blogueros y ciberactivistas por los derechos de la comunidad
LGBTI con más influencia en Cuba. Él, auténtico y modesto, dirá que es un
atrevimiento de mi parte ponerle esa etiqueta.
Francisco no siempre tuvo la certeza de que le gustaran los hombres.
Construía en su cabeza románticas historias del amor ideal. Tuvo algunas
pasiones, infantiles triángulos amorosos. Entonces, un día llegó Tania, “una de
las cosas que ha resuelto el Poder Popular, porque la conocí en una reunión de
rendición de cuentas”, comenta con desparpajo.
Se enamoraron, se casaron, tuvieron un niño.
“Con el paso de los años, que tampoco fueron muchos, alrededor de seis, me
di cuenta de que había una necesidad de otro tipo de relación. No era justo ni
para ella ni para mí permanecer juntos. Por eso, decido divorciarme y asumir
abiertamente mi homosexualidad”, afirma.
— ¿Cómo fue ese momento?
Las salidas del closet o salidas del armario, como se les dice en otros
lugares, siempre son muy personales e individuales. Cada persona las elabora de
una manera diferente y en tiempos diferentes. Depende mucho de las
circunstancias, de los apoyos familiares, de la historia de vida de cada cual.
“En mi caso, no fue tan traumático, pero algo de eso hubo. Un niño, un
matrimonio, había que disolverlo. No siempre tuve los recursos para enfrentar
ese momento y hablar con claridad sobre lo que me estaba pasando. Incluso, con
la propia madre de mi hijo, que se tuvo que ir dando cuenta con el paso del
tiempo de lo que sucedía.
“Mi papá y mi mamá eran una pareja muy tradicional. Se divorciaron cuando
nosotros éramos adolescentes. Aunque mantuvimos siempre muy buena relación.
Cuando asumo mi orientación homosexual, ya era independiente económicamente.
Eso siempre te da mayores posibilidades de asumir este tipo de transición.
“Hay personas que lo hacen mucho más jóvenes y les cuesta más trabajo,
porque dependen de una familia que no es receptiva, que no les apoya. No fue mi
caso. Además, mi madre aceptó desde el primer momento la relación con mi
pareja. A veces, lo defendía más a él que a mí, de hecho, él es más defendible
que yo.
“Mi padre era la persona que siempre estaba ahí, pero que nunca hablaba.
Era de muy pocas palabras. Nunca tuve que decirle nada. Mi pareja se incorporó
a la familia y él de eso no necesitó hablar.
“No puedo decir que fuera sencillo, aunque ayudó mucho la comunicación
familiar. Había una cosa muy clara para nosotros: lo más importante era Javier,
mi hijo. En eso todos estuvimos de acuerdo, la madre de mi hijo, mi familia, su
familia.
“Empezamos a elaborar todo ese proceso de tránsito con mi pareja, de cómo
ir incorporando al niño a nuestra realidad. Aunque sinceramente quienes
debíamos acostumbrarnos éramos nosotros, como adultos, porque al final los
muchachos enseguida se adaptan.
“Si hay cariño, afecto y atención no les importa mucho la naturaleza de la
relación de sus padres. Pero uno siempre con los prejuicios, con el miedo de
que la circunstancia social pueda dañarlos.
“También he tenido la fortuna de que es un muchacho fuera de serie. Muy
inteligente desde pequeño. Comprendió todo muy bien, buscó sus propios recursos
para comunicarse con sus padres, con sus compañeras y compañeros. Nunca tuvo
conflictos ni sufrió rechazo porque su padre fuera homosexual. Él lo resolvió y
para nosotros, por supuesto, fue una tranquilidad muy grande.
“Después ampliamos la familia, porque su mamá se casó otra vez. Tuvo dos
niños más que también me quieren mucho, nos quieren mucho. Somos una gran
familia, incluso en circunstancias como las de ahora, que son muy especiales,
de pandemia, cuando hay problemas económicos serios, nos ayudamos entre
nosotros y eso es importante. Te da una tranquilidad, una plenitud de sentirte
acompañado, de que tienes hacia donde virarte, en caso de que tengas un
problema o alguna necesidad. Te da mucha paz, seguridad”.
A muy pocos meses del divorcio, Paquito supo que era positivo al VIH Sida. Fue el 1 de marzo de 2003. Otro momento difícil.
Se sobrecogió con la idea de que podía haber infectado a alguien. No ocurrió.
“Tenía un poco más de madurez y
pude elaborar con mis propios recursos una estrategia hacia la familia de cómo
comunicar aquello. Me apoyé en mis hermanos, en una prima. Así fui buscando
alianzas familiares para darle atención a las personas que pudieran sufrir más.
“Ya era periodista, tenía información sobre el asunto. Sabía que no era el
fin del mundo, ni mucho menos, y que todo estaba en la disciplina con que uno
asumiera una condición crónica de salud. Sin embargo, todavía predominaba el
estigma, el prejuicio sobre esa infección de transmisión sexual. Era importante
manejarlo con cuidado”, advierte.
Y así lo hizo. Pero ahí no concluye su dramática historia. En ese mismo
año, apareció uno de los “males oportunistas” que suelen aquejar a los
pacientes con el virus de inmunodeficiencia humana: un linfoma no Hodgkin.
“Era una operación muy grande, compleja. Además, después requirió
tratamiento de quimioterapia, sueros, citostáticos, ingresos cada 21 días. Todo
lo hice sin dejar de trabajar prácticamente. Tuve muy buena atención médica en
el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), siempre digo que es como
mi hospital fetiche, porque entro ahí y se me quita todo”, comenta.
De hecho, hace muy poco estuvo allí por ser un caso positivo de la
COVID-19. Volvió a tener el temor sobre la posibilidad de contagio a alguien
cercano. Tampoco ocurrió. Dice que su historia clínica tiene casi el grosor de
El Capital, de Karl Marx. La gente le pregunta: “¡¿Ven acá, todos los virus te
los piensas coger para ti?!
“No tuve ninguna secuela, me siento bien y fue hasta un recorrido
sentimental. Mi centro de aislamiento fue en “la Lenin”. Volví a la beca donde
estuve seis años, después al IPK, que es un lugar al que le tengo mucho
respeto. Siento una profunda admiración por sus profesionales, allí casi me
malcrían. Y aquí estoy, sobreviviente, que inventen la próxima pandemia que ya
esta, la pasé también”.
La madrugada del 4 de diciembre de 2009 le cambió la vida. Otra vez. No
hubo salón de operaciones, ni enfermedades nuevas, pero tuvo otro “hijo”, un
blog único y desafiante: “Paquito el de Cuba”.
— ¿Cómo y por qué surge tu blog?
En el año 2009 los periodistas empezamos a recibir un grupo de facilidades
desde el punto de vista de las comunicaciones. En mi caso, me llega la conexión
a internet a la casa y también nos vendieron una computadora. Tenía los
recursos y empecé a pensar qué proyecto podía hacer.
“Estaba en un momento de boom el tema de la blogosfera y cómo se articulaba
eso a la vida del país. Dije, ‘si voy a hacer algo, que no sea lo que
tradicionalmente hago en mi trabajo’, el periódico Trabajadores, donde siempre
he atendido temas económicos, sindicales, sociales, desde el perfil que me
gusta del. ‘Quiero hacer algo más personal, más íntimo’. Y lo premedité.
“Quizás, inspirado en ese momento, cuando había evidentemente un trabajo de
educación y persuasión sobre los temas LGBTI y derechos de las personas a la
libre identidad de género. Y dije: ‘lo mejor que conozco es mi vida, vamos a
empezar por ahí’. Mi hijo tenía nueve años. De alguna manera también pensé en
escribirle a él las cosas que me habían y estaban pasando.
“Cuando di clic no sabía lo que
iba a ocurrir. Había escrito dos o tres post, decidí un diseño, una
ilustración. Fue muy sobrecogedor lo que vino. Mi vida cambió para bien, pero
también se me enredó.
“Mis primeros lectoras y lectoras fueron mis amistades en Facebook. Muchas
personas que me habían conocido de la época estudiantil, incluso, desde la
primaria, en ‘la Lenin’ y que no conocían lo que había sido de mi vida, ni de
las interioridades que de pronto ‘les solté’. Era un acto de nudismo emocional.
“Eso impactó mucho en ese ámbito, luego entre los colegas. Después, el blog
comenzó a convertirse en un proyecto de comunicación mucho más amplio y atrajo
la atención de los medios extranjeros radicados en Cuba. Los primeros que me
entrevistaron fueron los corresponsales de agencias acreditados aquí, a quienes
agradezco mucho.
“En ese momento todavía en la
prensa cubana eran poco usuales ese tipo de historias y mucho menos en primera
persona, contando esas peculiaridades que yo asumía. Desde el exterior había
quienes decían que no era posible, que yo no existía, que era una fabricación.
Les parecía que no correspondía con el estereotipo que existía en relación a
las personas LGBTI en Cuba.
“Después, desde el punto de vista humano, empezó a identificarse con el
blog gente que había vivido experiencias similares. Incluso, algunas personas
acudieron para ayudar a otros de sus familias, hijos e hijas, que estaban
pasando por alguna situación en torno a su orientación sexual, con el tema del
VIH, o con alguna de las problemáticas que allí se abordaban. Eso sin dudas me
fue involucrando en el activismo”.
El Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), fundado el 28 de
diciembre de 1988, sumó a Paquito a su lucha por la investigación, educación y
estudio en favor de los homosexuales.
El blog visibilizó sus potencialidades como parte y defensor de la
comunidad LGBTI. Por ello, en 2010, fue convocado a un curso sobre derechos
humanos y sexuales. Desde entonces se vinculó a la institución. Primero, como parte de la red comunitaria
Hombres Por la Diversidad (HPD), que luego evolucionaría a Humanidad Por la
Diversidad (HPD), con la inclusión de mujeres, lesbianas, personas trans,
heterosexuales. Luego, como colaborador en las Jornadas Cubanas Contra la
Homofobia y la Transfobia.
“Recuerdo que en la primera conferencia de prensa a la que fui como parte
del CENESEX, que dio Mariela Castro, en el Centro de Prensa Internacional, no
había ningún medio cubano. Era increíble y no es porque no quisieran ir. Era
por cómo organizábamos a la prensa, nos parecía que esos temas no debían
atenderse.
“Entonces, entendimos la necesidad de comenzar a trabajar con el Partido
para crear conciencia y ayudar a que los medios nacionales pudieran también dar
cobertura a todo lo que se estaba haciendo en materia de lucha contra la
homofobia y la transfobia. Así empezó un largo camino de trabajo conjunto”,
explica.
Paquito había tenido el primer contacto con las Jornadas en el 2008. Se
quedó impactado con lo que allí vio. Música, colores, libertad. Cree que tal
vez por eso, se le ocurrió abrir el blog. Al final una cosa lo llevó a la otra,
y viceversa.
— ¿Cuánto han influido las Jornadas en la construcción de una Cuba más
inclusiva?
Han tenido un impacto muy favorable. No quiere decir que no queden
problemas, no quiere decir que no queden insatisfacciones, pero lo que se ha
avanzado cuando uno lo mira en retrospectiva es increíble.
“Ya tuvimos una prueba de fuego cuando la Constitución. Creo que salimos
con una constitución maravillosa, que nos da posibilidades a futuro para
desarrollar muchísimo todas las legislaciones que transversalmente tengan
necesidad de incorporarle una mirada de género, contra la discriminación de
distintos tipos.
“No es un asunto que se resuelva con una sola norma legal, ni siquiera con
la próxima discusión del Código de las Familias, que será un momento cumbre,
porque son temas que transversalizan, que pueden surgir a veces cuando menos lo
esperamos, en otros cuerpos jurídicos, en otras organizaciones.
“Estamos muy esperanzados con la discusión, consulta y aprobación de lo que
debe ser el próximo Código de las Familias. Va a ser un momento duro, de
polémica, de persuasión, de discusión. Lo está siendo ya en estas Jornadas
Cubanas contra la Homofobia y la Transfobia.
“Por ejemplo, en las propias
publicaciones que hace Cubadebate,
siguen saliendo comentarios de los cibernautas donde percibes desconocimientos,
empecinamientos, pero también respuestas mucho más razonadas, desde la
sensibilidad humana. Dicen frases como “¿pero de qué me estás hablando?”, “¿en
qué afecta esto tu vida o tus derechos?”, “¿cómo hacer felices a otras personas
va a ser un problema para ti?”.
“Hay personas a las cuales hay hablarles desde el sentimiento; a otras,
desde la razón, para que te comprendan mejor. Otras nunca van a entender,
porque es una lucha ideológica, una lucha contra un modelo de dominación
patriarcal.
“Igual pasa con algunas concepciones dentro de determinadas iglesias, que son
muy intolerantes e inflexibles en el análisis de estos asuntos. Pero también en
ese mundo hay avances, denominaciones que son mucho más amigables, que
entienden que no es un problema de dogmas, sino de vidas humanas. Creo que eso
es lo fundamental.
“Si lo hacemos bien, podemos conseguir ese consenso que hace falta para que
todas y todos quedemos satisfechos con un Código de las Familias mucho más
moderno, mucho más abierto, no solo para las personas LGBTI, sino para otras
realidades que tienen que ver con la mujer, con los niños y las niñas, con los
abuelos y abuelas.
“Hay muchos aspectos de la vida familiar en Cuba que han avanzado,
evolucionado, que se han complejizado y deben tener un espacio en la norma
jurídica o en su interpretación. Debemos llegar a un resultado positivo, pero
nadie nos va a regalar nada. No podemos confiarnos tampoco. En esa evolución de
los acontecimientos desde el activismo, desde el civismo, desde la ciudadanía,
hay que estar alertas. Si hay que hacer señalamientos, los haremos, si hay que
hacer una crítica, también.
“La discusión tiene que ser
rica, desde múltiples miradas. Se puede lograr, porque lo fundamental ya lo
hemos ganado. La gente entiende que ser una persona homofóbica es malo. Ese es
quizás uno de los resultados más positivos que hemos tenido durante esta
trayectoria.
“Incluso, quienes tienen el prejuicio lo aceptan como una limitación, y
otros, no se dan cuenta que tienen ese prejuicio, esa mirada sesgada, y dicen:
‘yo no tengo nada en contra, pero…’ Se les trasluce esa naturalización de la
mirada discriminatoria. No obstante, con esas personas también hay que
trabajar, explicarles y hacerles ver, porque nadie quiere ser una mala persona,
nadie quiere dañar a nadie, afectar a su familia, a sus hijos e hijas, a sus
padres. Nadie quiere hacer el mal, al menos, la mayoría de las personas”.
— El tratamiento a las personas de la comunidad LGBTI en Cuba ha sido
manipulado y politizado durante décadas…
La politización del tema de las personas LBTI en Cuba tiene una historia
extensa en el tiempo. Los errores y las limitaciones que tuvo el entendimiento
de este tema desde los inicios de la Revolución se correspondían con un
contexto histórico y con una serie de acontecimientos internos que estaban
sucediendo.
“A veces la gente olvida cosas. La gente olvida que las Unidades Militares
de Ayuda a la Producción (UMAP), que duraron poco tiempo, surgieron antes de
los sucesos de Stonewall, en Estados Unidos, donde masacraron a las personas
trans y gay en New York. La represión era la norma en el mundo, incluso, mucho
más violenta que de lo que se hizo aquí.
“Se pensó que poniendo a trabajar a las personas, iban a cambiar. Lo ves a
la distancia y dices: ‘es increíble el desconocimiento científico’. Pero en ese
momento no tenían las herramientas sociológicas, psicológicas, científicas para
entenderlo. Se pensaba que era una dificultad. Sin embargo, la Revolución ha
ido aprendiendo, nuestros líderes han ido aprendiendo.
“Fidel Castro en el año 2010 asumió la responsabilidad histórica por esos
errores. Él personalmente, aunque involucraba a muchos más que a él, por
supuesto. Habría así un camino hacia esa rectificación que estamos haciendo, y
para toda la política de inclusión que hemos estado impulsando.
“Hay gente que dice que no se
ha pedido una disculpa. Hay mucha hipocresía. La mayor disculpa, el mayor
perdón que puedo recibir es que mis derechos estén garantizados, tener
protección para mi familia y para mi entorno, que la constitución reconozca
todos los tipos de familia, y que una ley lo concrete de una manera
constructiva, explícita, que nos dé posibilidades a todos.
“Eso es lo que necesito. No pronunciamientos que a veces se quedan de boca
para afuera, como ha sucedido en otras latitudes y, en la práctica, poco se ha
concretado. Hay que seguir trabajando, incluso, aunque lográramos el Código de
las Familias que queremos, que lo vamos a lograr, tampoco es el final.
“No vasta con tener legislaciones, no vasta con tener la constitución que
tenemos. Hay que seguir avanzando, educar, sensibilizar y, en esto, los medios
tenemos un papel fundamental”.
Ser activista por los derechos de una comunidad históricamente marginada no
es sencillo. Más aún si te denominas comunista. Llegan los ataques por uno u
otro motivo. Paquito tiene su propia guía para asumir tales situaciones.
Entiende que “el que ofende es quien pierde”, y de alguna manera se siente
feliz, porque “ayuda a ‘ubicar’ a una persona que tiene malos sentimientos”.
Mientras, se empeña en ayudar a construir el socialismo que queremos.
¡Abajo la discriminación! De lo polémico a lo simpático, siempre. Único. Lo
hace a través de juegos de palabras, ironías, post en Facebook, marchas, su
trabajo periodístico. ¿La finalidad? Cumplir con la premisa de que Revolución
es “ser tratado y tratar a los demás, como seres humanos”.
(en
Cubadebate)