CORONAVIRUS
Y MINOTAUROS
(Por
Monica Peralta Ramos, en “El Cohete a la Luna”)
Desde los más remotos tiempos, la humanidad
ha vivido al borde del caos provocado por fenómenos cuyas causas desconoce y
son imposibles de controlar. Las catástrofes naturales, las plagas y epidemias
fueron originariamente interpretadas como expresión del castigo divino ante la
desobediencia humana. En los mitos griegos los dioses desencadenaban
cataclismos, pestes y enfermedades para demostrar su poderío e imponer
obediencia a sus mandatos. El castigo divino a la ruptura de tabúes y creencias
aparece en distintas épocas y latitudes, en pueblos primitivos y religiones de
la Antigüedad, incluyendo el Antiguo Testamento y la Torá.
En el siglo IV A.C., una epidemia azotó a
Atenas y dejó, según Tucídides, una destrucción nunca vista. Existen registros
de epidemias que, desarrolladas en distintas épocas y regiones, causaron
numerosas muertes. Hoy el mundo se ve amenazado por un virus cuyo origen,
desarrollo e impacto sobre la vida y la economía es desconocido.
A principios de este año el coronavirus
(Covid-19) irrumpió sobre el escenario mundial como un rayo parido por un cielo
sereno. Lejos de arroparse con un halo divino, el virus ha empezado a descarnar
la crisis que asuela a nuestra civilización. Actuando como un cisne negro —un
evento inesperado y exógeno que irrumpe y desmorona un orden establecido— el
virus expone una crisis sistémica que tiene múltiples dimensiones. La misma se
deriva de una forma de acumulación del capital basada en el monopolio de todos
los aspectos de la vida social: desde la economía y la política hasta la
información, las ideas y la cultura. Este monopolio multifacético ha dado lugar
a nuevas formas del dominio político y a nuevas formas de extracción de riqueza
acumulada, recursos naturales e ingresos de la población mundial. Entre estas
formas se destaca el espionaje y manipulación de la vida cotidiana, situación
posible gracias al enorme control existente sobre tecnologías de avanzada.
La
venganza divina
En el mito de la Antigua Grecia, Minos le
pide a un dios que lo ayude a conseguir el reino de Creta. Este accede a su
pedido y le obsequia un magnifico toro blanco que Minos deberá sacrificar en su
honor. Fascinado con el toro, no cumple con lo pactado y se lo apropia. El
dios, buscando vengarse, instila en la esposa de Minos una pasión incontenible
por el toro. El Minotauro, fruto de esta pasión, es un monstruo con cabeza de
toro, cuerpo de hombre y un apetito insaciable por devorar carne humana. Minos
lo oculta en un laberinto sin salida y lo alimenta con la carne de jóvenes atenienses.
Uno de ellos, Teseo, decide matar al Minotauro y salvar a Atenas. Ariadna, hija
de Minos, conoce el secreto del laberinto y da a Teseo un ovillo de hilo para
que al entrar, este lo desenrolle marcando así su camino de salida. Muerto el
Minotauro, Teseo podrá volver sobre sus pasos y encontrar la libertad.
El núcleo del relato ilumina el rol inherente
a la codicia humana. Esta conduce a la ruptura de pactos de reciprocidad
esenciales a la vida comunitaria, generando canibalismo y autodestrucción
social. Sin embargo, la reflexión critica y creativa podrá iluminar las causas
del problema y descubrir el camino de la liberación. Este relato condensa la
esencia de la actual fase del capitalismo basada en la usura y la expoliación,
formas de explotación que hacen posible la acumulación sin límites de poder y
su creciente concentración en pocas manos.
Hoy el Minotauro es un capitalismo global
monopólico que se expande por el mundo, incorporando regiones y países con
culturas y sistemas políticos diferentes y con economías y mercados con
distinto grado de regulación. Una red de monopolios y oligopolios
multinacionales, privados y públicos, integra la producción y las finanzas en
una estructura global de dimensiones únicas en la historia de la humanidad. Las
rentas monopólicas de índole productiva, financiera y tecnológica aseguran la
dinámica de esta estructura.
El desarrollo de la tecnología de punta ha
abierto un enorme campo de apropiación de recursos y maximización de ganancias:
todas las circunstancias de la vida diaria, desde los mensajes, las ideas y
conversaciones, las acciones, las compras y su contenido, los impulsos y las
búsquedas especulativas, etc. pueden quedar registrados por cámaras y
transformados en “datos” que, al margen del conocimiento de los actores, pueden
ser procesados, vendidos, agrupados con otros datos y nuevamente vendidos como
las hipotecas subprime y otros activos financieros complejos.
La vida cotidiana de los ciudadanos de a pie deviene así en una mercancía que,
al margen de su conocimiento y control, rinde enormes ganancias en mercados que
especulan con predicciones de consumo futuro e inducen las necesidades
correspondientes. Por este camino no solo se maximizan ganancias, sino que se
manipula el comportamiento y las decisiones que se toman en todos los ordenes
de la vida, sea individual o social. El control absoluto de estas tecnologías y
su total falta de regulación aseguran a las corporaciones tecnológicas
(privadas y publicas) una posición dominante en todos los mercados y en el
escenario político. Asistimos así, a la emergencia de nuevas formas de
esclavitud social en un mundo al borde de una crisis sistémica.
El
laberinto
La cara oculta de esta expansión de la
acumulación es el desarrollo de una industria de guerra, centrada en
tecnologías de avanzada que apuntan al control integrado de todos los espacios:
territorial, marítimo, espacial, estratosférico y cibernético, con el fin de
garantizar el dominio sobre el mundo y maximizar la apropiación de riqueza y
recursos. Este tipo de acumulación reproduce la militarización de los
conflictos a una escala global inédita y ha puesto al mundo al borde de su
extinción. Esta forma de acumulación tuvo su origen y tiene su centro en el
desarrollo de la industria de guerra en Estados Unidos y en la expansión de
grandes corporaciones multinacionales norteamericanas, en cadenas de valor
global dominadas por el control de la tecnología de punta (MPR, IADE, 2017).
El Minotauro está hoy escondido en un
laberinto político cada vez más dominado por un Estado de Seguridad Nacional,
controlado por sectores de una burocracia administrativa compuesta por
múltiples agencias del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial y de los
distintos estados que, operando muchas veces en forma clandestina, se dedican a
la inteligencia y el espionaje. El complejo político-militar-industrial, que en
el albor de la década de los ’60 fuera denunciado por el general Eisenhower
como principal amenaza a las instituciones de la democracia, ha sido absorbido
por este Estado de Seguridad Nacional. Acumulando poder político y recursos de
toda índole, trasciende la esfera de lo público y penetra en diversos
estamentos de la sociedad civil. Configura, así, un Estado en las Sombras, con
un núcleo que concentra las decisiones que se toman en materia de política
local e internacional.
El Minotauro y el Estado en las Sombras están
recorridos internamente por conflictos cada vez mas agudos entre grandes
corporaciones tecnológicas y financieras, entre estas y facciones de las elites
políticas y burocráticas con acceso a la toma de decisiones y entre estas
últimas. Esto ocurre en un ámbito global donde los territorios, las fronteras y
el sentido de identidad nacional continúan vigentes. En este escenario existe
una disputa creciente por la hegemonía mundial entre los Estados Unidos y China
y en todo el mundo aumentan las demandas de los excluidos de los beneficios
económicos y políticos.
Todos estos conflictos erosionan la
legitimidad de las instituciones en el mundo y permiten que la violencia, la
expoliación y la usura que caracterizan al Minotauro empiecen a salir a la luz
del día. Una de las estrategias de dominio global norteamericano ha sido el
impulso dado en las economías emergentes a los golpes blandos liderados por el
aparato mediático y judicial, con el objetivo de provocar cambios de régimen
político. Estos cambios también han sido inducidos a través de la
militarización de la política económica norteamericana, llegando en ciertos
casos a la intervención militar y a las guerras localizadas. A esto se suma una
integración cada vez mas estrecha de la vida de los ciudadanos de a pie —más
allá de su conciencia, nacionalidad y condición política— en las redes ocultas
de un sistema de espionaje global que busca maximizar ganancias económicas y
dominio político.
Coronavirus
y crisis internacional
En un escenario mundial integrado económica y
financieramente y caracterizado por un creciente endeudamiento global,
proliferación de burbujas de precios en los mercados financieros, disminución
del crecimiento de la producción y del comercio global y guerra de tarifas
entre China y los Estados Unidos, la aparición del coronavirus en enero llevo a
la paralización de la economía y las finanzas de China. Esto afectó a las
cadenas de valor global, impactando inmediatamente sobre las importaciones y la
producción en diversas regiones del mundo (wsj.com 25 2 2020). En
particular, desarticuló el normal abastecimiento de partes y productos de
grandes corporaciones norteamericanas, erosionando drásticamente las
estimaciones de sus ingresos futuros y afectando el precio de sus acciones (zerohedge.com
19 2 2020, 27 2 2020).
Sin embargo, el verdadero cimbronazo económico
habría de llegar la semana pasada. Al constatarse que el virus se propagaba en
los Estados Unidos, y en determinadas áreas de Europa y de Corea del Sur que
son de importancia crucial para las exportaciones industriales del mundo, se
produjo la peor caída de los índices bursátiles y financieros de los Estados
Unidos. El Dow perdió 12% de su valor, cayendo más de 3.500 puntos, la mayor
perdida de valor en tan poco tiempo de toda su historia. Esto desencadenó una
presión furiosa del Presidente Trump sobre la Reserva Federal para que baje las
tasas de interés (marketwatch.com 3 3 2020). El recorte “de emergencia”
de 0,5%, no impidió que la caída de los precios de acciones y bonos continuara
esta semana. Hacia el jueves, todos los índices de Wall Street caían entre 3 y
4%, siendo las acciones de los grandes bancos y corporaciones tecnológicas
especialmente golpeadas. Paralelamente se estimaba una próxima caída del 11% de
los índices bursátiles de Wall Street y la OECD comunicaba que el crecimiento
global caería a la mitad de lo esperado (reuters.com, zerohdge.com 5 3 2020).
Por otra parte, y a pesar de la disminución
de la tasa de interés, recrudeció dramáticamente la crisis de liquidez que
afecta al mercado interbancario de pases (repro) desde septiembre de 2019.
Así, la Reserva Federal malgastó munición para capear la crisis disminuyendo la
tasa de interés, pero sin lograr el objetivo propuesto.
Paralelamente, se intensificó la puja
política entre los demócratas inmersos en las elecciones primarias, y entre estos
y un Trump dispuesto a impedir que el virus empañe sus chances de ser reelecto.
La politización creciente de la política sanitaria contribuyó a provocar pánico
en las finanzas y en una población lanzada a stockear productos, previendo
cuarentenas masivas (zerohedge.com 5.2 2020). En este contexto el jefe
del CDC (Center for Disease Control, principal organismo de
investigación y control de enfermedades infecciosas) advirtió sobre la
posibilidad de que el impacto del virus desborde la capacidad del sistema de
salud existente para contenerlo y tres Estados declaraban la emergencia
sanitaria (zero hedge 5 3 2020).
El
coronavirus en el país
El proyecto oficial de reconstrucción de la
solidaridad social encuentra una oposición encarnizada por parte de sectores
empresariales, que buscan maximizar ganancias manteniendo el control monopólico
de sus respectivos mercados. A estos se suman los medios de comunicación más
concentrados y un macrismo que busca mantener el control sobre resortes y
miembros del Poder Judicial y del Legislativo. Busca así obstaculizar las
políticas del gobierno e impedir el avance de las investigaciones sobre
corrupción y violaciones del Estado de Derecho ocurridas durante los últimos
años. Esto ocurre en momentos en que se precipitan los plazos de la negociación
de la deuda con los acreedores, y se agolpan grandes vencimientos de deuda en
los próximos meses. En este contexto apareció el coronavirus en la Argentina.
En su discurso de apertura de sesiones del
Congreso, Alberto Fernández hizo especial referencia a los formadores de
precios que sabotean la política oficial remarcando precios para “preservar” su
rentabilidad con aumentos de precios “preventivos”, a pesar de que el tipo de
cambio está contenido y el precio de las tarifas y combustibles sigue
congelado. Asimismo, advirtió a los acreedores internacionales que el gobierno
estará del lado de los argentinos y no aceptará condiciones que impliquen un
ajuste fiscal y se comprometió a la realización de una investigación sobre el
origen del endeudamiento externo y su relación con la fuga de capitales.
Adelantó, además, otras medidas entre las que se incluyen el envío al Congreso
de proyectos de ley sobre el aborto, la reforma judicial y la reforma del
sistema de inteligencia necesarias para sanear «los sótanos de la democracia».
Dos días después el Presidente señaló al
sector alimenticio como principal responsable de una remarcación abusiva de
precios que no será tolerada e identifico al “campo” como un “aliado
estratégico del gobierno nacional” (telam.com, bae.com 4 3 2020).
Paralelamente, el Ministro de Agricultura comunicó que, luego de las
conversaciones mantenidas con las entidades gremiales del campo, el aumento del
3% de las retenciones a la soja solo se haría efectivo para los que producen
más de 1000 hectáreas de soja: un 26% del total de productores. Para los más
chicos, las economías regionales y los otros cultivos las retenciones se
mantendrían tal cual estaban o serían reducidas en porcentajes significativos
con la intención de redistribuir ingresos dentro del sector con cero impacto
sobre la recaudación fiscal.
A pesar de ello, CRA convocó a un paro a la
comercialización de productos agropecuarios de cuatro días a partir de mañana y
amenaza con cortar las rutas si se aumentan las retenciones. Tras cabildeos,
las otras organizaciones empresariales que tenían algunas disidencias con CRA
se sumaron al paro. Así, en esta coyuntura los intereses de los agronegocios
y pools de siembra hegemonizaron a los productores rurales,
convirtiendo al conjunto en el principal ariete para poner en jaque a la
política alimentaria y antiinflacionaria. El rechazo del conjunto del sector a
la brecha creciente entre el tipo de cambio que rige para sus exportaciones y
el que rige para sus importaciones altamente dependientes de tecnología
extranjera, seguramente ha incidido en este resultado.
Hay sin embargo algo más: sectores del
macrismo impulsan desde diciembre asambleas de productores autoconvocados en
diversas regiones y pretenden hacer converger la protesta en una asamblea a
realizarse la semana que viene en la Expoagro, evento organizado por los
diarios La Nación y Clarín en una fecha que conmemora el lockout patronal de
2008 contra las retenciones y el gobierno de CFK. Este evento ocurrirá en un
contexto de intensificación de las denuncias contra las operaciones mediático
judiciales acicateadas esta semana por las revelaciones de un periodista
importante de La Nación, sobre la participación de este diario en el armado de
causas judiciales.
El broche de oro a la protesta contra el
gobierno lo puso Macri. Probando las dotes de bailarín que dice tener, zapateó
sobre sus palabras y acciones pasadas, vaciándolas de contenido para
invisibilizar la miseria que su gobierno produjo adrede y convocó a luchar
“contra el populismo que es más peligroso que el coronavirus… destruye la
cultura del trabajo… y la ley… e hipoteca el futuro” (clarín.com, 4 3 2020).
La propagación del coronavirus en el contexto
de un sistema sanitario vaciado por el gobierno de Macri puede detonar una
emergencia sanitaria de gran impacto social, que radicalizaría los conflictos.
De ahí la importancia de dar prioridad al escenario local, visibilizando el
contenido de los conflictos y las negociaciones posibles; movilizando el apoyo
a la solidaridad social e impulsando el debate y reflexión colectiva sobre los
condicionantes de nuestro presente.