CUESTA
No puedo
desligarme de su espalda
ni tampoco
seguir siendo el cuidador de sus caderas
su nuca
anima mi beso
y el
doblez de sus ojos en blanco
perfuma mi
utopia
ya sé que
estamos enredados como columnas
cada cual
en el edificio del vecino
abogo por una
playa
donde
usted es la arena
y yo
la brisa
suave que remolina
el agua
que apenas toca su orilla