EL
GOBIERNO ESTÁ ASUSTADO PERO EMPECINADO EN UNA RECETA QUE FRACASÓ
(Por Marcelo
Zlotogwiazda, publicado en INFOBAE)
El Jefe de Estado, Mauricio Macri, acompañado
por el ministro de Producción y Trabajo de la Nación, Dante Sica, en el anuncio
de tasas subsidiadas para el descuento de documentos de las pyme
El lanzamiento de créditos subsidiados
para las pymes por un total de 100.000 millones de pesos anunciado
anteayer y el adelantamiento de junio a marzo para la entrada en vigencia
de un salario mínimo vital y móvil de $12.500 son dos ejemplos que
probablemente sean seguidos por otros.
Puede discutirse cuán eficaz en términos de
reactivación productiva o de inversión pueden ser créditos para las pymes que
en su inmensa mayoría enfrentan una demanda flojísima. Y si bien es indudable
que la anticipación del aumento del salario mínimo implica una mejora, los
$12.500 de marzo tendrán un poder adquisitivo inferior a cuando en junio del
año pasado se acordó el cronograma original de suba.
Pero más allá de eso, las iniciativas revelan
que la preocupación los ha hecho reaccionar. De manera insuficiente, pero peor
es nada.
La alteraciones anímicas que se perciben en
el Gobierno por cuestiones económicas no están acotadas a los horribles
datos oficiales sobre el nivel de actividad, la caída en el empleo y la pérdida
de poder adquisitivo, a lo que se suman noticias diarias de suspensiones,
achicamientos o cierres de fábricas.
El susto también fue provocado por el 2,9% de
inflación que se registró en enero y que ayer fue reconocida como muy alta por
el presidente del Banco Central Guido Sandleris en una presentación ante la
Fundación Libertad. No sólo admitió el mal dato de enero sino que además señaló
que la inflación de febrero también va a ser demasiado elevada, confirmando los
pronósticos de la mayoría de las consultoras que la ubican por encima del 3 por
ciento, y la del año arriba del 30 por ciento.
Guido Sandleris fue sincero en la descripción
de lo inmediato, pero no pudo resistir –como tampoco lo están haciendo Mauricio
Macri y Nicolás Dujovne- caer en la tentación de los pronósticos, un ejercicio
en el que el Gobierno ha venido fallando garrafalmente.
Desequilibrios
heredados y presentes
El presidente del Banco Central afirmó
convencido que la economía "está ante la posibilidad de bajar la inflación
de manera sostenida" y lo fundamentó en que, según él, han corregido
casi en su totalidad los tres desequilibrios macroeconómicos que arrastraba la
economía: el atraso cambiario, el tarifario y el déficit fiscal".
En la Argentina es harto sabido que el atraso
cambiario es pan para hoy y hambre para mañana, además de que emite incentivos
contraproducentes.
En la Argentina también estaba aceptado que
el esquema tarifario del gobierno anterior era insostenible, despilfarraba
recursos y generaba un enorme déficit energético.
Y no hay economista que niegue que hay
más riesgo de inflación con déficit fiscal que con superávit.
Pero lo anterior no significa que una
devaluación que elimine o reduzca el atraso cambiario, combinada con un
sinceramiento tarifarios mal ejecutado y un ajuste fiscal draconiano, sean
garantías de que estén dadas las condiciones para bajar la inflación, como
afirmó Sandleris.
Muy por el contrario, la experiencia del año
pasado muestra que con esos ingredientes la inflación lejos de bajar subió
bruscamente.
A lo que el Gobierno responde que como el
atraso cambiario ya quedó atrás y que una parte considerable de los tarifazos
ya fueron hechos, lo único que resta es perseverar con la reducción del déficit
tal como fue comprometido ante el FMI.
A las condiciones que enumeró Guido
Sandleris, presidente del BCRA, para bajar la inflación, le faltan algunos
ingredientes (Bloomberg)
Lo inquietante es que al listado de las
condiciones de Sandleris le faltan algunos ingredientes fundamentales. En
primer lugar, omite un tema clave que es la inercia inflacionaria, un
problema que por los antecedentes de la Argentina no se puede soslayar, y es
muy difícil interrumpir. En la historia reciente, la inercia inflacionaria sólo
se pudo cortar por muy corto tiempo con el desagio del Plan Austral, por un
período más largo durante el atraso cambiario de la Convertibilidad, y por la
feroz recesión de principios de este siglo.
Sandleris tampoco toma en cuenta que, como
parte de la inercia inflacionaria y debido a que el país cuenta con un movimiento
obrero que todavía conserva una considerable cuota de poder y capacidad de
movilización, y con una sociedad bastante resistente a ceder terreno, los
precios y salarios están en constante competencia y retroalimentando la
inercia.
Y en tercer lugar, olvida que a pesar de que
a pesar de que hubo un notable aumento en el tipo de cambio real, no
faltan factores como para descartar nuevas turbulencias que agiten el dólar.
Entre ellas la constante amenaza de una corrida dolarizadora alimentada
por temores electorales del establishment y aceitada por una masa de pesos
retenida en los bancos con tasas de interés insostenibles.
Pero aún si se le concede la razón a Guido
Sandleris respecto a que la materia pendiente es el déficit fiscal y su
correspondiente contrapartida monetarista, la eventual desaceleración
inflacionaria bien puede convivir con un estancamiento productivo e incluso con
una prolongación de la recesión.
Contrapunto
a las ideas del neoliberalismo
Al respecto, es interesante atender a un trabajo
que acaba de publicar la Fundación Friedrich Ebert, la institución de apoyo
intelectual de la socialdemocracia alemana que lleva el nombre del primer
presidente de la República de Weimar – la etapa política entre la derrota de la
Primera Guerra Mundial y el ascenso del nazismo -, de cuyo fallecimiento se
cumplieron ayer 94 años.
El trabajo recopila ensayos críticos de
las políticas de Austeridad (tal el título) y desmitifica varias de las
verdades defendidas a capa y espada por el neoliberalismo. Uno de los artículos
se titula "¿Sirve el recorte de gastos para resolver los problemas
fiscales y estimular la inversión? y tiene como autora a Sheila Block, una
economista del Canadian Center for Policy Alternatives.
Uno de los mitos que combate es que la mejor
manera de equilibrar las cuentas es a través de un recorte de gastos en lugar
de aumenta los impuestos progresivos de forma de recaudar más y achicar la
desigualdad. También cuestiona la idea de que las políticas de austeridad no
agravan la recesión, y pone como uno de los tantos ejemplos recientes lo
ocurrido en Grecia. Por el contrario, sostiene que con buenos estímulos
fiscales que frenen la caída, "la recuperación bien puede darse mediante
una acción coordinada de inversiones públicas y privadas".
Sheila Block describe cómo la austeridad
europea "ha estado asociada con aumento en el desempleo y desaceleración
productiva, al revés de la mayor confianza y más alto crecimiento que se
prometía".
La canadiense cita investigaciones de
Paul Krugman "que demostró que la austeridad gubernamental suele ser
recesiva, y que la recesión empeora cuánto más intensa sea la política de
austeridad".
La autora se pregunta el por qué de la
persistencia de las políticas de austeridad. "La respuesta requiere tener
en cuenta los intereses y las ideas de los poderosos. Esos intereses no se
benefician de una expansión del rol de los gobiernos que afecte la propiedad.
Esos intereses se benefician de un Estado más chico. Los ricos no dependen del
Estado como el resto, ya que cuentan con seguridad privada, salud privada y
educación privada. Y cualquier aumento en la participación del Estado muy
probablemente recortaría considerablemente sus riquezas mediante una mayor
presión impositiva y más regulaciones a sus negocios".
Todas cuestiones que son motivo de encendidas
polémicas entre los ciudadanos y los políticos. Al respecto, el mencionado
premio Nobel Paul Krugman escribió: "la política determina quien
tiene el poder, pero no quien tiene la razón".
Casualmente, Krugman cumplió ayer 66 años.