LA PUERTA
(Existe la
historia de los grandes héroes, la que aprendes a saludar cuando eres pequeño,
con la mano a nivel de la frente, cantando el himno nacional, mientras se iza
la bandera, pero también esta la otra, que nadie te enseña porque la vives en
carne propia, la que no se encuentra en los libros de historia, la que recuerda
un grupo de seres humanos con un mismo apellido, con una misma tradición,
historia minúscula, si las hay, que padeces y se incuba en tu mente como
eso, un recuerdo de familia. En los dos tipos de historias hay alegrías,
errores y hasta horrores, escribir sobre ellas es importante para llevar
contigo, ese sentimiento, que llamamos pertenencia.)
- ¿No
te enteraste?, entraron en la embajada del Perú – así empezaba la mañana
informando Margarita, la vecina, que venia todos los días para el buchito de
café.
- ¿Qué
paso? – pregunto la Lisso
- Nada
gitana, que la gente esta hasta los mameyes, y quiere un escape, dicen que
entraron con una guagua y mataron al policía que custodiaba, pero además no
sabes, toda la madrugada han estado entrando gente por todos lados y ocupando
la embajada. Yo me voy para allá a ver que “consigo”, indico con una sonrisa en
los labios.
- Pero
mija, tenes a Longuito, que locura es esa, eso va a terminar mal- le aconsejaba
Lisso a su vecina.
Había
llegado del Cepero Bonilla, y Margarita me dijo que Lisso, mi vieja, estaba en
lo de mi abuela, baje las escaleras con mi mochila de mascara antigas rusa,
pintorreteada de los nombres y caras de grupos musicales de rock, entre esos
dibujos, una cara con una estrella negra en el ojo derecho, subí la calle C y encaré María Regla, ya
desde lo lejos divisaba a Paricho.
Se había
hecho costumbre que mi abuela estuviera al tanto de cuando llegábamos de la escuela,
esto quedo de tiempos en que mi madre, que se había separado de Juan
Suárez, trabajaba en el Almacén de
Medicamentos cerca de casa, por la calle Armas a una cuadra de la Avenida Dolores , entonces
cuando venia de la secundaria “La
Sarmiento ”, tenia que pasar por la casa de mi abuela, y esta
para que yo no subiera, ya se asomaba al balcón del edificio de los gitanos,
para controlar mi paso hasta mi casa, donde quedaría solo, hasta la llegada de
mi vieja a eso de las cinco de la tarde.
_ ¿Hola,
Abuela?- le grite desde abajo.
Sus ojos
eran mas grande de lo acostumbrado, presentí un cierto nerviosismo y algo
blanquecino su rostro aunque a decir verdad, mi abuela era una típica gitana,
de piel rojiza, casi negra para el que no conocía su origen, sus trenzas gris
plata, sus cadenas de oro, y sus sayas largas de muchos colores, la hacían un
personaje atípico, aunque ya Lawton se había acostumbrado a los gitanos, que
parecían haber estado allí desde que Colon piso la isla.
- Subí,
tu mama esta aquí-, me dijo en tono seco.
Recuerdo
aquella vez cuando Danielito mi primo, aprendía a montar bicicleta delante de
Maria Regla 64, el edificio de los gitanos y mi abuela lo observaba desde el portal
del primer piso, como era su costumbre. En un momento determinado, Danielito se
tropezó con un ladrillo en la casa del frente, la de Elisa, y salio por los
aires, su cara recorrió el asfalto y se levanto ensangrentado en cuestión de segundos,
La Paricho
que seguía cada movimiento de mi primo, solo atino a llamar a mi tía Noka y en
un santiamén, agarro el búcaro de la sala de la casa, con flores incluidas y se
lo rompió en la cabeza. Locura gitana se volvió el ambiente cuando entre mis
primos y mis tíos todos gritando y alocados, tuvieron que revivir a mi Abuela y
llevar a mi primo para que lo cosieran en el Policlínico de Lawton, todo al
mismo tiempo y en una desesperación típica de una película de Fellini.
- ¿Qué
pasa Abuela? -, trate de indagar, ante su gesto que la acompañará en el balcón
y no entrará a la casa, que por alguna extraña razón permanecía con la puerta
cerrada.
- Quédate
vigilando si ves algún movimiento extraño, yo voy adentro un momento - , me
arropo una sensación rara por aquella orden, sobre todo me preguntaba, ¿que era
un movimiento extraño?, pero me quede quieto mirando el barrio, que por aquella
hora, tipo una de la tarde, era un lugar tranquilo y apacible sin mucha gente
en la calle.
Al
poco rato regreso Paricho a su puesto de observación y siguió dando ordenes.
- Ve adentro y ayuda a sacar los escombros -, yo
que seguía sin entender nada, asumí la misión como a quien lo envían a combatir
contra un tanque de guerra con un cuchillo de palo, pero no le informan quien
será su adversario.
Entre
a la casa que ya conocía de memoria, el televisor ruso a la izquierda, debajo
de la ventana que daba al portal con balcón a la calle, donde había dejado a mi
Abuela, la mesita de centro de la sala, de color carmelita oscuro, encima del
cual se encontraba, el búcaro con flores que un año más tarde, terminaría rompiéndose
en la cabeza de mi abuela, el sofá en la pared de la izquierda que terminaba
con la radio grande a bombillo, donde mi abuela se deleitaba con la música
española a todo volumen, los cuadros con sendas fotos de mi Bisabuelo, el gitano
ruso Burtia, que se había quedado en Cuba y muerto en ella, porque su preferida
de sus nueve hijos, la Paricho ,
había decido romper las reglas y casarse con un “gazyo” español, que había
llegado en barco de Veneciano de Valverde de la provincia de Zamora en 1921 a la isla de Cuba, cuya
foto acompañaba a la del primero, en la pared de la derecha, arriba, antes de
llegar al murito que separaba virtualmente la sala del comedor, abajo delante
de ese murito un butacón de madera oscura y a su lado dejando un paso hacia el
comedor otro butacón que hacia juego con este ultimo. En el fondo en la pared
del comedor encima de la vitrina de cristal, donde se guardaban las tazas para
el “chai”, y las copas de champagne que habían entrado en desusos, por obvias
razones de vivir en Cuba, estaba el cuadro grande del “ Sagrado Corazón de
Jesús”, una pintura que nunca fue descolgada, a pesar que hijos, y nietos se
hicieron comunistas, y su nueva “religión” no veía con buenos ojos, el alabar o
profesar el “opio de los pueblos”. Delante de la vitrina en aquel comedor
estaba la clásica mesa de madera robusta con adornos de flores tallados en las
cuatro patas, que terminaban en puntas finas. En aquella mesa muchas veces comí
los riquísimos Sarmales, enrollados de repollo con carne, en salsa de tomate
muy tenue, que mi Abuela le gustaba hacer para recordar a sus ancestros, y que
se convirtió en un clásico, a veces odiado por algunos de mis primos. Contra la
pared de la izquierda estaba el aparador, del mismo color y madera que la mesa
y la vitrina, con un vidrio encima, que todos teníamos el cuidado al apoyar
algo encima por temor a romperlo.
A
un lado de la vitrina se entraba, a través de una abertura sin puertas, a la
cocina, allí estaban ellos, sigilosos, como quienes cavan un túnel a escondidas
de sus carcelarios. En la pared de la izquierda que colindaba con el cuarto del
dormitorio de mi tío Fardy, aquellos “gitanos de la construcción”, trataban de
hacer una abertura que pareciera una puerta, que había estado allí hacía muchos
años, desde cuando La Gitana
y su hijo mayor, habían decidido
construir su pequeño imperio para la posteridad.
A
mi tío Pepe, le corrían las gotas de sudor hasta alcanzar la mandarria envuelta
en tela para amortiguar el ruido, sus golpes hacían que parte de aquellos
ladrillos se vinieran abajo y cayeran sobre colchonetas dispuestas a ambos
lados de la pared. La Lisso, Fardy, mi tía Zoraida, mis primos y yo éramos los
encargados de retirar rigurosamente los escombros que se iban guardando como tesoros
a esconder en bolsas de saco, que poco a poco y sin llamar mucho la atención se
sacaron primero al patio trasero de la casa de Paricho y luego se acomodaron
con mucho cuidado en el balcón, ante la
atenta vigilancia tipo G2, que proporcionaba mi Abuela.
El
vano se termino, se repellaron sus costados minuciosamente de ambos lados junto
con las jambas, todo quedo listo y la puerta se coloco, se pinto la pared del
lado de mi abuela según el color que estaba la cocina, verde claro y del lado
de mi tío Fardy de color cian celeste, la puerta era blanca, pero algo de
suciedad tipo grasa se le propino a ese blanco cerca del picaporte, para que
pareciera bien usada la misma. A la pintura de la pared de ambos lados, luego
de haberse secado, se le froto con musgo verde de la pared trasera del patio de
Paricho, para que pareciera que había sido pintada hacia mucho tiempo.
Aquellos
gitanos llevaban en sus genes los artilugios que sus antepasados tantas veces
habían utilizado cuando eran tan perseguidos en toda Europa.
Yo
mientras tanto, no entendía mucho, a que iba todo aquello, pero participaba con
el entusiasmo de pertenecer, no podía entender porque un “edificio” construido
a base de sudor y lagrima por toda aquella “comunidad”, tenia que esconderse
para hacer una puerta, pero pronto llegaron las explicaciones.
Cuando
mi Tío Fardy y Zoraida se casaron construyeron en aquella casa de dos plantas
de Maria Regla, su pequeño apartamento al lado de mi Abuela Paricho en el
primer piso, que tenía sala comedor,
cocina pequeña antes del baño y más al fondo el cuarto dormitorio. Era una sola
propiedad que por precaución gitana, mi abuela lo había puesto todo a nombre del
mayor de sus hijos, Pepe “el gitano”, que a falta de su esposo Rogelio, se había
convertido en el “Jefe de la
Familia ”.
- ¿Mamá,
porque tanto lió por una puerta? - , así le preguntaba yo a la Lisso en casa, bien entrada
la noche después de un día de tanto trajín y cautela.
- Mijo,
a tu tío lo vienen a buscar - , fue corta su respuesta, pero me dejo muchas
interrogantes.
Por aquellos
días se había desencadenado todo. La muerte de Pedro Ortiz en la embajada del Perú,
y aquellos humanos hacinados, provoco primero las marchas multitudinarias por
5ta Avenida en las que participe, y luego los excesos brutales mas tarde en los
actos de repudios a cualquier vecino que decidía irse por el Mariel, en los que
no estuve, solo por sabiduría de una gitana, mi madre, que me hizo entender que
la gente tenía derecho a vivir donde
quería y que una cosa era defender una idea y la otra humillar al contrario. Se
desencadeno una furia con desbordes imperdonables, que solo podemos sentir
vergüenza como pueblo por todo aquello.
- ¿Quién
lo viene a buscar? – pregunte incrédulo, no sabia entonces que la familia de mi
Tía Zoraida en Miami, había contratado una lancha con ese fin.
- ¿Y
eso que influye?, ¿Por qué hacer una puerta, donde nunca estuvo?
- Tu
Abuela tiene miedo que el departamento de tu tío sea confiscado
- Pero,
si todo eso es de Abuela, ella construyo todo eso.
- Bueno,
pero a “esta gente”, no le importa mucho las leyes – así contesto la Lisso.
Pepe “el
gitano” había venido de la fabrica “Enrique José Varona”, donde ejercía la
jefatura de una comisión técnica, que evaluaba todo lo relacionado con el
desarrollo de nuevos proyectos en ella, era su costumbre dormitar cerca de una
hora, en posición de sentado en una de las esquina del sofá verde que estaba en
su sala, antes de continuar trabajando en su Taller privado de Mecánica en el
fondo de su casa. El ruido de unos martillazos sobre madera, lo despertaron.
- ¿Qué
están haciendo? – pregunto asomándose por la escalera que conducía a los
departamento de su madre Paricho y su hermano Fardy.
- Esta
casa será confiscada y nadie más podrá entrar en ella, hasta que el Estado
decida qué hacer. Fermín Sandin Cuik y su familia se acaban de ir por el Mariel
– con cierta prepotencia hablo Nersy, la Presidenta del CDR de la Calle Maria
Regla, mientras Vladimir, su hijo e Iván, otro vecino, seguían martillando
tablas en forma de una equis sobre la puerta del departamento de Fardy.
- Todo
esto lo construimos nosotros, es nuestro, aquí hay una sola propiedad y esta a
nombre mío, además a ese departamento siempre se tuvo acceso por dentro, desde
la casa de mi madre - , Pepe lo dijo con autoridad, sabia que esto ultimo no
era cierto pero ellos tampoco podían hacer lo que hacían, cumplían una orden de arriba, primero hacer
esto y después que la gente reclamará.
Mi abuela y
mi tía Noka habían salido al portal, se mantenían inmutables dejando hablar al
hombre de la casa, como buenas gitanas llevaban varios pasos adelante.
- Mañana
Pepe va a la Reforma
Urbana y tendrán que sacar esas tablas -, La Paricho hablo.
- Además
Nersy cuando tu llegaste a este barrio, yo ya estaba hace rato -, la Noka , no se quedaba atrás
defendiendo lo suyo.
- Eso
veremos -, respondió Nersy mientras bajaba las escalera con su hijo e Iván
detrás.
Mi tío
Fardy, un año antes de su partida, había comenzado a construir la segunda
planta de aquel edificio. Como decía él, los hijos se van haciendo grandes, y
necesitan espacio, con lo cual encaro dos habitaciones encima suyo, que
pudieran albergar a sus dos hijos, Fernando y Ernesto. De su antiguo
dormitorio, donde ahora se había construido La Puerta que daba a la cocina de La Paricho , construyo una
escalera metálica en caracol para llegar a las habitaciones de arriba. Los
acontecimientos del Mariel, cambiaron los planes y la toma de decisión de irse
a probar suerte a otro país.
- Venga
Nersy con martillo, pero ahora a retirar las tablas -, así encaro a la Presidenta del CDR de
Maria Regla entre B y C, José Sandin, con los papeles de la Reforma Urbana que le daban la
razón, de que todo aquello estaba construido en un mismo terreno de su
propiedad.
A
regañadientes Iván, que había sido amigo y compañero de aula en el Pre Cepero
Bonilla de mi primo Fernando acompañado de Nersy, tuvo que retirar aquellas
tablas y dejar que aquel edificio gitano siguiera siendo de los gitanos de
Lawton, la ley fue respetada, y por aquella vez mi madre no tuvo razón.
Años mas
tarde lo comenzado por mi tío Fardy fue terminado por Pepe y su hijo Pepito “el
gitano” para que este último viviera en aquel segundo piso del edificio.
El
departamento de Fardy y su familia fue ocupado por mi prima Natacha, hija de
Pepe y su familia, que luego de la muerte de mi abuela Paricho en 1983 y la
posterior muerte de mi tía Noka en el 2001, ocupo ambos departamentos. Hoy en día
el “edificio de los gitanos” es ocupado por mi tía Piro, esposa de Pepe, mi
prima Natacha y su familia, mi primo Rogelio y su familia, primogénito de Pepe
y por Pepito “el gitano”, segundo hijo de este ultimo.
(Dedicado a
un amigo, por su regalo de la novela de Leonardo Padura “Herejes”)