Viaje a la Luna

Viaje a la Luna

Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

QUIEN NO SE OCUPA DE NACER SE OCUPA DE MORIR

sábado, 23 de mayo de 2015

¿POR QUÉ NO AUMENTA LA PRODUCCIÓN?

Por Guillermo Rodríguez Rivera
(sacado del blog "Segunda Cita")

Desde hace unas cuantas décadas nos dijeron a los cubanos que debíamos tener mentalidad de productores y no de consumidores. Algún ideólogo casero, quizá lleno de fervor militante y deseando que nuestro país avanzara lo más rápidamente posible, desintegró el par dialéctico que integran producción y consumo y decidió quedarse únicamente con la producción. El consumo es imprescindible para todos, porque una cosa es el consumo y otra su deformación, su enfermedad, su vicio, o sea el “consumismo”.

El cubano no puede, no tiene oportunidad ser consumista: la oferta de nuestro modesto mercado no es tan variada, ni tan opulenta, ni tan abundante como para generar una clientela consumista. Pero, además, el consumismo tiene todo un aparato que lo acompaña: la publicidad, las rebajas, la competencia, las tarjetas de crédito, que le permiten a uno casi arruinarse sin notarlo.

En Cuba, a la inversa, hemos desarrollado una economía –permítanme el juego verbal– de “sinsumo”: el propósito es que uno consuma lo menos posible.

Nuestro comercio es un comercio sin estabilidad: es un comercio minorista estatal –acaso el único que exista en el mundo–, donde usted nunca puede estar seguro de encontrar lo que ha salido a buscar y necesita: uno sale a comprar calzoncillos y regresa a la casa con una llave inglesa. Uno casi nunca encuentra el producto que busca sino que otro producto lo encuentra a uno, y uno, si puede, acaba por comprarlo porque sabe que no lo habrá en las tiendas el día en que lo necesite.

Pudiera ser que el artículo que uno quiere comprar esté en el almacén de la tienda, pero el vendedor no irá a buscarlo para vendérselo: como afirma su vocabulario, esas tiendas estatales no tienen clientes, sino usuarios. Al margen de eso, el vendedor tiene “amigos”. Para recibir un buen trato lo más seguro es ser amigo del vendedor.

Me parece que todo ese caos, que siempre va en perjuicio del normal consumo del ciudadano, genera en el cubano más deseos consumistas que el propio capitalismo.

La cosa se complica mucho más si el “usuario” pretende adquirir un objeto de más valor: ponga usted, un refrigerador o un televisor, que solo comercializan las tiendas recaudadoras de divisas. Todos los precios de esas tiendas se triplicaron cuando se despenalizó la tenencia de dólares: el litro de aceite de soya, que un cubano paga a 2.40 cuc, se vende a 80 centavos en cualquier lugar del mundo. El ama de casa cubana se las agencia para conseguir el dinero, aunque no cobre en esa moneda, pero cuando necesita un refrigerador cuyo precio es 500 cuc, la cosa se pone muy seria.

Muchas de esas tiendas están vendiendo ahora en moneda nacional (cup), pero a la tasa de cambio existente ese refrigerador cuesta 12.500 pesos cubanos, que deben pagarse al contado: quien gane 500 pesos mensuales, tiene que destinar su salario íntegro durante 25 meses para acumular el dinero que paga el refrigerador. Eso significa una cosa: nadie que trabaje para el estado puede comprarlo, porque la tienda no da crédito.

O sea, ese mercado solo resulta accesible para quienes reciban dinero del extranjero o tengan negocios de cualquier tipo –legal o ilegal– que les permitan ese desembolso.

Nuestra dirección afirma: únicamente cuando aumente la producción, se podrán subir los salarios. Pero está teniendo en cuenta solo dos factores de un tríptico. El tercer factor es el mercado, que permite que los salarios se realicen.

Con cualquier aumento salarial que obtenga, el trabajador cubano sabe que ese mercado seguirá siendo inaccesible para él: el aumento que pueda obtener casi no va a cambiar su vida. El cambio vendrá de un negocio en el que se meta (legal o ilegal). Por eso que la producción aumente no le da frío ni calor, porque ello no va a significar casi nada para su vida cotidiana.

Yo pienso que la única solución es el reordenamiento de todo el comercio minorista cubano. Pero de eso valdría la pena hablar en otro artículo.

viernes, 15 de mayo de 2015

LA NUEVA GENERACIÓN SIGUE TUS PASOS KING...



El 21 de Enero de 2012 le dedique unos versos a la música de este BLUESMAN que en el dia de ayer a sus 89 años se ha unido al coro de los ángeles inolvidables...

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A uno lo sigue una música, es como tu identidad, no tiene fronteras, ni pasaporte que enseñar, allí depositas tus alegrías y muchas mas veces tus penas para llorar.
Acá va mi pequeño y modesto homenaje a quien me persigue como un espectro y me enseño que una buena guitarra eléctrica bien tocada fue la espada de una generación en la segunda mitad del siglo XX, después de este hombre, los demás le hicieron el aguante...salvo otro grande como Jimi Hendrix u otro Jimmy pero esta vez un Page montado en un Zeppelin. La voz de B.B. King me recuerda a un Bola de Nieve nuestro y su lamento en la guitarra no puede ser mas cercano que a un gitano gritando sus penas como Cigala, que parece una Cigale en medio de un bosque o un tango de Piazzolla en plena Avenida Corrientes...



B.eB.er  a  King

Va un hombre agua de rio
diamante transparente
lleva una vos bien negra
como una Bola de Nieve

Usa unas cuerdas en el pecho
gastadas, rayadas por el tiempo
gritan desaforadas al viento
como una Cigale
como un bandoneón con Corrientes

Lleva una Lucille dolorosa
por las calles de New Orleans
compadeciendo al Mississippi
o al África toda

Que no se apague ese cajón mágico
que Hendrix lo encienda
hagamos una escalera o un Zeppelín
para llevarlo al cielo

martes, 5 de mayo de 2015

…Ya lo sé, ya lo sé, ya lo sé nené 
Dolor con amor se cura, la vida es un dos por tres…
(Kelvis Ochoa, “Dolor con amor se cura”)

La vida no es un continuo, como aparenta ser desde el alumbramiento al destello de la muerte, existimos porque vivimos en cuantos de felicidad y desgracia. Acabo de vivir un cuanto del primero, he compartido 782 100 segundos con mi hija y eso en términos de existencia humana ha sido un “cuanto de amor”, un rato, un pedazo maravilloso de nuestras dos existencias.

Aquí dejo unos versos arrancados a la alegría y al susto en el pecho que deja un encuentro de un padre que siempre ha estado lejos.


CANTAME

Cántame nuestra canción
esa que cómplice
me regalaste una tarde
con ojos febriles

Cántame esa letra olvidada
que repasa un dolor de amor
o una agonía perdida

Cántame ese Oh Yeah!
con guitarra distorsionada
que reparte Mundo
y Lunas heridas

Cántame tu angustia
que no se la cuentas a nadie
dame un pedazo de tu secreto hija
hazme primavera

Cántame la risa tonta que disculpa
después de un recuerdo reprochable

Cántame ese Giros
para llegar a tu lugar
y suena mi bandoneón
que parece de otro tipo
pero sigo siendo yo


TENGO SUERTE

Yo que tanto aspiré
corriendo Mundo no se para que
Yo que tanto aspiré
por saber la formula
del inicio del destello
que nunca veré

Yo que tanto aspiré
al amor eterno
y al perdón divino
hay ego de mi vida
sino existieras
mejor me viera

Yo que tanto aspiré
a conocer la muchacha
envuelta en capa de Luna
cuanto perdí arrancando un sueño
de aquella orilla

Yo que tanto aspiré
había hecho mi obra cumbre
una noche a las 8.04
en aquel verano dispuesto
lleno de ventanas

Mira estos ojos
cansados de mirar
ya van de viejo
tu risa
tengo suerte
me regala un despertar




lunes, 13 de abril de 2015

“He amado a esta isla de la única manera que es, digna de fe, con sus luces y sombras”

domingo, 12 de abril de 2015

... Al final no era difícil,  solo había que  reconocer que  una  isla como  Cuba tiene derecho a ser soberana e independiente y tratarla como un  igual en  términos humanos.


viernes, 3 de abril de 2015



¡Y si después de tanta historia, sucumbimos,
no ya de eternidad,
sino de esas cosas sencillas, como estar
en la casa o ponerse a cavilar!...
(Cesar Vallejo, “Y si después de tantas palabras…”)

EL TATA PEDRO




Los gitanos de mi familia cuando se establecieron en Lawton después de 1924 convivieron con los negros de las Yaguas, barrio “llega y pon” que se instalo alrededor del Rio Pastrana que pasaba por la celebre Loma del Burro. De allí de aquel barrio humilde salio el niño Pedro, que pronto se acerco a la fragua del campamento gitano que por aquel entonces aunque se movía por toda la isla en época de zafra, el resto del año radicaba cerca de los campos, hoy en día situados desde Armas por calle E y hasta Porvenir.

Aquel niño negro y pobre pronto se convirtió en un adolescente, que Paricho, mi abuela adopto como uno mas de la familia, ayudaba en los quehaceres del campamento gitano primero, hasta que mi abuelo Rogelio, le compro un asiento de limpia bota para que se ganara su pan por si mismo y lo coloco en el portal de la esquina de Porvenir y Beales, donde existía una cafetería muy concurrida. El Pedro, que mas tarde se convirtió en el Tata Pedro, siguió viviendo con Paricho y Rogelio cuando estos decidieron dejar el campamento gitano para comenzar su periplo de compra y venta de casas en Lawton, como he comentado en otras ocasiones. Pedro dormía en un catre que se armaba todos los días en el Taller de mi abuelo Rogelio, hasta que finalmente en Maria Regla 64, este ocupo la casita que había dejado Mamio (mi bisabuela gitana) en la parte de atrás del ya celebre “Edificio Gitano”.





Cuando mi Abuela Paricho comenzó a construir el Edificio en Maria Regla No. 64 con ayuda de su primogénito Pepe, el Tata Pedro que cada vez se hacia mas viejito, dejo su puesto de limpia bota y comenzó a ayudar en los quehaceres de la casa a mi Tía Piro, esposa de Pepe, quien ya tenia sus dos primeros hijos, Rogelio y Pepito de los cinco hijos que finalmente tuvo.

Mi vieja Lisso recuerda que el Tata Pedro, tuvo en brazos y ayudo a criar a mi Tío Daniel, el ultimo de los hijos de Paricho, cuando esta se quedo sola y seis hijos por la muerte de su esposo.


 
En las manos callosas y llenas de amor del Tata Pedro se mecieron mis primas Natacha, Beatriz y Leticia, Pedro, el negro salido del barrio de las Yaguas, que por cierto y no menos importante fue abolido después de 1959, gracias a un programa de nuevas viviendas para aquellos pobladores, siempre fue uno mas de la familia, recibió el amor y el cariño de todos aquellos gitanos, iguales que él, en haber sido una raza discriminada y atropellada a lo largo de la historia humana y que en Cuba con la llegada de los barbudos con crucifijos, tanto los gitanos como los negros recibimos las oportunidades para dejar atrás tantos siglos de vejación y desigualdad.



lunes, 30 de marzo de 2015

FIDEL, ARQUITECTO DE LA SOBERANÍA CUBANA

(por Salim Lamrani,  sacado del  blog La pupila insomne)

El triunfo de la Revolución en Cuba el 1 de enero de 1959 engendró la más importante transformación social de la historia de América Latina. Al derrocar el orden y las estructuras establecidas, Fidel Castro puso en tela de juicio el poder de la oligarquía batistiana y de los conglomerados de dinero y ubicó al ser humano en el centro del nuevo proyecto de sociedad dedicando los recursos nacionales al pueblo.

La principal conquista de la Revolución cubana es la independencia y la soberanía tan anheladas por el pueblo cubano desde el siglo XIX y por las cuales José Martí sacrificó su vida en 1895. Al poner fin a más de 70 años de dominio de Estados Unidos sobre la Isla, Fidel Castro devolvió a los cubanos su dignidad perdida durante la intervención estadounidense en la guerra de independencia de Cuba en 1898 y la ocupación militar que había transformado a la Isla en simple protectorado. El presidente John F. Kennedy no se equivocó: “Fidel Castro forma parte del legado de Bolívar. Deberíamos haber dado al fogoso y joven rebelde una bienvenida más calurosa en su hora de triunfo”[1].

Para entender la importancia simbólica de Fidel Castro en la historia de Cuba resulta necesario remontarse a principios del siglo XIX, en el momento en que la isla empezó a suscitar las apetencias del “vecino pujante y ambicioso”.[2] En efecto, Cuba es una de las más antiguas inquietudes de la política exterior de Estados Unidos. En 1805 Thomas Jefferson evocó la importancia de la isla enfatizando que su “posesión [era] necesaria para asegurar la defensa de la Luisiana y de la Florida pues [era] la llave del Golfo de México. Para Estados Unidos, la conquista sería fácil”.[3] En 1823 John Quincy Adams, entonces secretario de Estado y futuro presidente de Estados Unidos, aludió al tema de la anexión de Cuba, elaborando la famosa teoría de la “fruta madura”: “Cuba, separada por la fuerza de su propia conexión desnaturalizada con España e incapaz de sostenerse por ella misma, tendrá necesariamente que gravitar en torno a la Unión Norteamericana y sólo a ella”. [4] Así, durante el siglo XIX, Estados Unidos intentó comprar Cuba a España al menos seis veces.

Durante la Primera Guerra de Independencia, de 1868 a 1878, los insurrectos cubanos, afligidos por profundas divisiones internas, fueron derrotados por el ejército español. Estados Unidos brindó su apoyo a España vendiéndole las armas más modernas y se opuso resueltamente a los independentistas, persiguiendo a los exilados cubanos que intentaban brindar su contribución a la lucha armada[5]. El 29 de octubre de 1872 el secretario de Estado Hamilton Fish hizo partícipe a Daniel Edgar Sickles, entonces embajador estadounidense en Madrid, de sus “augurios de éxito para España en la supresión de la revuelta”. Washington, opuesto a la independencia de Cuba, deseaba tomar posesión de la Isla.[6]

Durante la Segunda Guerra de Independencia entre 1895 y 1898, los revolucionarios cubanos, unidos en torno a su líder José Martí, tuvieron que enfrentar otra vez la hostilidad de Estados Unidos, que brindó su concurso a España vendiéndole armas y arrestando a los patriotas cubanos en su territorio que intentaban suministrar a los insurrectos.

En 1898, a pesar de su superioridad material, España estaba al borde del abismo, vencida en el campo de batalla por los independentistas cubanos. En una misiva el presidente estadounidense William McKinley, con fecha del 9 de marzo de 1898, a Stewart Woodford, embajador en Madrid, le señaló que “la derrota” de España era “segura”. “[Los españoles] saben que Cuba está perdida”. Según él, “Si Estados Unidos quiere Cuba, debe obtenerla por la conquista”. [7]

En abril de 1898, tras la misteriosa explosión del buque de guerra estadounidense The Maine en la bahía de La Habana, el Presidente McKinley solicitó el permiso del Congreso para intervenir militarmente en Cuba e impedir que la isla consiguiera su independencia. Varios parlamentarios estadounidenses denunciaron una guerra de conquista. John W. Daniel, senador demócrata de Virginia, acusó al Gobierno de querer intervenir para evitar una derrota de los españoles: “Cuando ha llegado la hora más favorable para una victoria revolucionaria y menos ventajosa para España, […] se asigna al Congreso a que entregue al presidente el ejército de Estados Unidos para ir a imponer por la fuerza un armisticio entre dos partes, cuando una de dos ya depuso las armas”.[8] Así, en tres meses, Estados Unidos tomó el control del país e impuso un Tratado de Paz a España, del cual los cubanos fueron excluidos, destrozando su anhelo de independencia.

De 1898 a 1902 Washington ocupó Cuba y obligó a la Asamblea Constituyente a que incluyera la enmienda Platt en la nueva Carta Magna, so pena de prorrogar indefinidamente la ocupación militar. El texto redactado por el senador Orville H. Platt prohibía a Cuba que firmara cualquier acuerdo con un tercer país o que contratara una deuda con otra nación. También daba a Estados Unidos el derecho a intervenir en todo momento en los asuntos internos de Cuba y compelía a la isla a que arrendase indefinidamente a Washington la base naval de Guantánamo [9]. En un correo de 1901, el general Leonard Wood, entonces gobernador militar de Cuba, felicitó al Presidente McKinley: “Desde luego, bajo la enmienda Platt, no hay independencia –o poca– para Cuba y la única cosa que resulta importante ahora es buscar la anexión”.[10]

De 1902 a 1958, Cuba tenía el estatus de República neocolonial, totalmente dependiente del poderoso vecino. Una librería estadounidense no se equivocó cuando difundió en 1902 un mapa de la isla bajo el título: “Nuestra nueva colonia: Cuba”.[11] El Tratado de Reciprocidad Comercial impuesto a Cuba en 1902 constituyó de facto una anexión económica.[12]

Estados Unidos intervino militarmente en Cuba en 1906 e instaló al gobernador Charles E. Mangoon hasta 1909, recordando a los cubanos quién era el verdadero dueño de la isla.[13] En 1912, Washington se inmiscuyó otra vez en los asuntos internos de Cuba y mandó a sus fuerzas armadas, tras la revuelta de los Veteranos de Color, independentistas apartados del poder. El encargado de negocios estadounidense Hugh S. Gibson explicó las razones de esa sublevación: “Los cubanos que tomaron las armas por la causa española […] ocupan ahora los cargos públicos”.[14] Estados Unidos había tomado en efecto la precaución –recordaba Gibson– de colocar en puestos claves a “quienes habían tomado las armas contra la causa de la independencia cubana”.[15]

La enmienda Platt, que legalizaba el intervencionismo estadounidense, ubicaba al gobierno cubano en una situación “de inferioridad humillante mediante un desprecio de sus derechos nacionales, causando su desprestigio en el interior y el exterior del país”.[16] Tales fueron las palabras del presidente cubano José Miguel Gómez. Este apéndice legislativo no dejaba de recordar al pueblo cubano que el destino de su patria se subordinaba a los intereses de la potencia neocolonial. Así, en 1917, el presidente Woodrow Wilson mandó varios buques de guerra a Santiago de Cuba y Camagüey cuando unos insurrectos tomaron las armas, bajo el liderazgo de José Miguel Gómez, contra el presidente Manuel García Menocal que deseaba mantenerse en el poder mediante un fraude masivo.[17]

Temiendo una reminiscencia de la revuelta de 1917 durante las elecciones presidenciales de 1920, Washington impuso al Presidente Menocal la presencia del general Enoch H. Crowder, el cual se encargó de elaborar las nuevas leyes electorales y organizar el escrutinio.[18] Menocal hizo partícipe de sus reservas al presidente estadounidense: una supervisión de las elecciones cubanas por parte de Washington “lastimaría el orgullo cubano [y sería] una humillación” para toda la nación. [19] Woodrow Wilson rechazó con desprecio la observación y nombró al Procónsul Crowder presidente del Comité Electoral.

Cuando en diciembre de 1920 el presidente Wilson envió a Crowder a Cuba para hacer frente a la grave crisis “política y financiera”, debida en parte al desmoronamiento de la cotización del azúcar, y salvar las inversiones estadounidenses de una quiebra de la economía cubana, ni siquiera se dignó a informar al presidente Menocal.[20] Ante las protestas de éste, la respuesta de Washington fue mordaz y recordó a La Habana, en términos bastante alejados de las costumbres de la diplomacia, quién era el verdadero dueño de la isla: “El presidente de Estados Unidos no considera necesario obtener la autorización previa del presidente de Cuba para enviar a un representante especial”.[21]

En 1933, cuando el movimiento insurreccional que lanzaron los estudiantes contra la dictadura militar de Gerardo Machado tomó un giro revolucionario bajo el impulso de Antonio Guiteras, Washington intervino otra vez para imponer a un sargento estenógrafo llamado Fulgencio Batista. El gobierno “pentárquico” que dirigió Ramón Grau San Martín, que emprendió considerables reformas sociales, no fue del agrado de Estados Unidos. En efecto, bajo la égida de Guiteras, ése creó tribunales para sancionar los crímenes que se cometieron bajo Machado, llamó a elecciones para el 22 de abril de 1934, convocó una Asamblea Constituyente para el 20 de mayo de 1934, otorgó la autonomía a las universidades, bajó el precio de los artículos de primera necesidad, dio el derecho de voto a las mujeres, limitó la jornada laboral a ocho horas, creó un ministerio del Trabajo, redujo las tarifas de gas y electricidad, puso término al monopolio de las empresas estadounidenses, impuso una moratoria temporal sobre la deuda y, sobre todo, nacionalizó la Compañía Cubana de Electricidad, filial de la American Bond and Foreign Power Company[22]

El embajador Sumner Welles indicó la vía a seguir: “Ningún gobierno puede sobrevivir aquí por un periodo prolongado sin el reconocimiento de Estados Unidos y una falta de reconocimiento hundirá a Cuba en una situación aún más caótica y anárquica”.[23] Roosevelt no reconoció al nuevo poder y mandó varios buques de guerra a la isla. Las consecuencias fueron inmediatas: el Gobierno revolucionario fue derrocado por Batista -apenas había durado 127 días– el cual instaló en la presidencia al fantoche Carlos Mendieta, prefiriendo gobernar tras bambalinas.

Welles expresó su satisfacción. Su acción había sido fructífera y lo explicó en una misiva al Departamento de Estado: “Estoy convencido de que los cubanos nunca podrán autogobernarse hasta que estén forzados a realizar que deben asumir sus propias responsabilidades”. Evidentemente, Washington se encargaría de dicha tarea, imponiendo a su hombre fuerte.[24]

Batista, sumiso a Estados Unidos, tuvo el poder real de 1933 a 1959, excepto el periodo 1944-1952. Su golpe de Estado de marzo de 1952 contra el presidente Carlos Prío Socarrás fue acogido calurosamente en Washington: “Bastita es fundamentalmente amistoso con Estados Unidos y su Gobierno sin duda no será peor que el de Prío e incluso probablemente mejor”.[25] El sargento, convertido en general, se comprometió a proteger los intereses económicos de Estados Unidos en detrimento de los del pueblo cubano, de lo que se felicitó el embajador Beaulac: “Las declaraciones del general Batista relativas al capital privado fueron excelentes”.[26]

Fidel Castro, en nombre del pueblo cubano, se opuso inmediatamente a la dictadura militar y lanzó un movimiento insurreccional en las montañas de la Sierra Maestra. El líder del Movimiento 26 de Julio, retomando la antorcha de José Martí, se hizo muy popular entre la juventud cubana, que veía en él al redentor de una Cuba colonizada y humillada y el símbolo de la resistencia a la hegemonía estadounidense. Durante du discurso en Santiago de Cuba el 1 de enero de 1959, tras la huida de Batista, Fidel Castro advirtió a Washington de que en adelante Cuba sería libre y soberana: “Esta vez, por fortuna para Cuba, la Revolución llegará de verdad al poder. No será como en el 95, que vinieron los americanos y se hicieron dueños de esto […]. Ni ladrones, ni traidores, ni intervencionistas. Esta vez sí que es la Revolución”.[27]

John F. Kennedy fue uno de los pocos dirigentes de Estados Unidos que comprendió la importancia histórica de Fidel Castro. Lo explicó en un discurso de 1960 y reconoció el apoyo de Washington a Batista: “en vez de tender una mano amistosa al pueblo desesperado de Cuba, casi toda nuestra ayuda tomaba la forma de asistencia militar –asistencia que sencillamente reforzó la dictadura de Batista, una asistencia que fracasó completamente en mejorar el bienestar del pueblo cubano”.[28]

Agregó al respecto:

“Usamos la influencia de nuestro gobierno para promover los intereses y aumentar los beneficios de las empresas americanas privadas, que dominaban la economía de la isla. Al inicio del año 1959, las empresas económicas poseían cerca del 40% de las tierras azucareras cubanas, acaso todos los ranchos de ganado, el 90% de las minas y concesiones mineras, el 80% de los transportes y caso toda la industria petrolera […]. Nuestra acción daba la impresión demasiadas veces que nuestro país estaba más interesado en sacar dinero del pueblo cubano que en ayudarlo a edificar una economía autónoma, fuerte y diversificada. Era imposible no suscitar la animosidad del pueblo cubano[29] “

El advenimiento de una revolución radical en Cuba era inevitable pues Estados Unidos, por su estrategia de dominación, negó a los cubanos toda perspectiva de emancipación verdadera, de independencia política y de progreso económico y social. El embajador Philip Bonsal evocó esta realidad: “En la Cuba pre-Castro, la presencia americana aplastante en términos geopolíticos era un permanente recuerdo de la naturaleza imperfecta de la soberanía cubana […]. Suscitaba rechazo ya que se consideraba una transgresión intolerable de la independencia y la dignidad del pueblo cubano”.[30] La intromisión constante del Vecino del Norte en los asuntos internos de la isla había dañado profundamente el sentimiento de orgullo nacional de los cubanos. El último objetivo de la Revolución era recuperar la soberanía de la nación y poner fin a la dependencia de Estados Unidos. Tal fue la misión de Fidel Castro.

Fidel Castro tomó el poder y puso fin a la tutela estadounidense que había aplastado al país durante más de sesenta años. La república neocolonial se desintegró con la huida de Batista. El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 permitió al pueblo cubano realizar finalmente el sueño de una patria libre y soberana, haciendo de Fidel Castro el emblema de la dignidad nacional y continental que supo oponerse a los designios hegemónicos de Washington en América Latina. Se acabó entonces la era del complejo “plattista”, en virtud del cual había que buscar soluciones estadounidenses a los problemas cubanos, con la llegada de Fidel Castro al poder. 

domingo, 29 de marzo de 2015

Jose Luis Fariñas (sacado del blog La pupila insomne)

Alivio

Como en un altar doméstico,
de un lado el viento;
del otro, el mar de abajo.
Los sacrificios no maduran
aunque no nos pertenezcan.
(Fariñas, acuarela 2015)

domingo, 15 de marzo de 2015

Una foto recorre por estos  días la  red en la  Argentina,  el  que  escribe en este  blog aparece en  ella como un  integrante más de  un  equipo de  personas que han trabajado para lograr que el  dinero de  todos  los  argentinos invertido en  los  últimos  10 años en  la  ciencia tenga sus  frutos,  en  mi  caso  particular agradecido a esta  nación que  me  ha  acogido con  cariño y me  ha  dado un  lugar,  agradecido a mi Cuba,  que  invirtió sus pocos  recursos en  mi  formación,  agradecido a mi  familia y a Dios,  ojalá los  próximos gobiernos que  vengan en  la  Argentina no nos  manden "... a lavar  los  platos" como  antaño... Vale  recordar en  medio de lo que  se  viene en  la  Argentina,  como estuvo valorada la  ciencia en  el  pasado...

VAYAN A LAVAR LOS PLATOS

(Publicado por  el  blog de Ricardo "El Mordaz" el 12 de Octubre de 2011)

"Vayan a lavar los platos" Frase que pasará a la posteridad, no por su sabiduría sino por la soberbia e insolencia matizada con machismo conque Domingo Cavallo le contestó a la científica Susana Torrado cuando ésta le reclamó mayor presupuesto para la investigación.

Fue el 26 de septiembre de 1994 y bajo el imperio de Menem, el CONICET agonizaba y su subsistencia estaba en juego.

Los investigadores y científicos ganaban entre 500 y 800 pesos y a fuerza de patriotismo, perseverancia y resistencia a toda prueba seguían trabajando. Cuando llovía ponían tachos para que las goteras no formaran charcos en el piso, mientras el turco bailaba cumbias con las divas de la farándula en la quinta de Olivos.

¿Porqué hubo siempre tanta indiferencia hacia los científicos, cuando todo gobierno de país desarrollado sabe que son el pilar de la evolución tecnológica que le permite estar en el primer mundo?
Tiene coherencia que durante los gobiernos de facto, se despreciara a la ciencia. En el reducido número de neuronas que habita el cerebro de los uniformados, no hay espacio para este rubro. Ya lo había dicho Albert Einstein: “para desfilar no se necesita la corteza cerebral, basta con el encéfalo”. Los declives más grandes se dieron durante la tristemente célebre “Noche de los bastones largos” bajo el desastroso gobierno de Onganía que produjo un éxodo sin precedentes de científicos, profesores e investigadores. El otro episodio fue durante la dictadura del Proceso, donde la maquinaria de desintegración incluyó a las universidades y al CONICET.

Poco se hizo durante el gobierno de Raúl Alfonsín y nada durante los gobiernos de la rata y del autista.

Volvemos a hacer la pregunta: ¿Porqué hubo siempre tanta indiferencia hacia los científicos? La respuesta la escuché el otro día por radio del flamante Ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, quién palabras más, palabras menos, se expresó de esta forma: “Las políticas neoliberales que dominaron a la Argentina durante décadas, querían un país productor de materias primas y para eso no se necesitan científicos”.

Es decir que nos habían condenado a ser un país dependiente de las fluctuaciones de las comodities en el Mercado de Cereales de Chicago (Chicago Board of Trade) y relegados al subdesarrollo eterno.

Los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner produjeron un punto de inflexión histórico. Se crearon 8 nuevas universidades, se multiplicó por 10 el presupuesto a docentes, a investigadores y al CONICET y donde estaban las bodegas Giol se acaba de inaugurar el Instituto Científico Tecnológico. Un enorme edificio dedicado exclusivamente a la investigación. Parte de este edificio será ocupado por el prestigioso Instituto Max Planck de Alemania y colaborará con los científicos argentinos. Será la primera sede del Max Planck en América Latina, una institución que produjo 13 Premios Nobel.

Los primeros frutos de estas medidas fueron la repatriación de 837 científicos argentinos que ignorados en las décadas anteriores, se habían ido del país en busca de mejores horizontes.

El diario La Nación, que a este acontecimiento trascendental le dedica una nota en la página par 18 mientras que llena 3 páginas, incluida nota de tapa, con la muerte del creador de Apple, dijo que el gran caudal de votos que recibirá Cristina proviene de personas de educación primaria. Debería mencionar que todos los científicos en bloque votarán a quién les devolvió la dignidad y las ganas de trabajar y no tienen precisamente educación primaria.

De “vayan a lavar los platos” a la fecha actual, corrió mucha agua bajo el puente, agua cristalina y purificadora.

martes, 3 de marzo de 2015

…Y a los refutadores 
que me están escuchando 
piensen en lo que digo 
yo sé que la divisa 
hace la economía 
como hace al pan el trigo…
(“Tropicollage”, Carlos Varela)


VIVIR CON COCA COLA




Tomar algo fresco cuando uno está bajo un Sol de 30 grados centígrados de temperatura y una humedad relativa tipo sauna del 95%, es algo gratificante, y habrá más de uno (no es mi caso, porque no me ha gustado nunca), que recurra a una Coca Cola, sin embargo esto que pudiera ser algo normal a los ojos de algún terrícola, que por supuesto no pasa hambre, lleva detrás años y años de inversión en propaganda, hasta colocar a este producto en un símil de la saciedad de la sed, pero, ahí no ha quedado su imagen, esta ha ido un poco mas allá y en el imaginario popular y en los medios de comunicacion hablar de Coca Cola, es hablar de la bandera americana y los preceptos que esa sociedad (sin cumplirlos a cabalidad) quiere representar.

No por gusto cuando se cayó (“o lo ayudaron a caer”) el Muro de Berlín, lo primero que se hablaba, como la venida “al nuevo Mundo” de esa parte del planeta era la presencia de MacDonald y Coca Cola en aquellos territorios, era como si tener aquellos establecimientos de comida rápida y el refresco del farmacéutico John Pemberton en una botella Contour  harían posible la solución de todos los problemas y además diera un aire de distinción permeado por mas  “libertad” y “democracia” en aquellas sociedades.

Los grandes medios de comunicación que GENERAN opinión pública utilizan la marca de Coca Cola porque hacer ondear la Bandera de las muchas estrellas sería muy obvio.

Por estos días, a raíz de lo acontecido el pasado 17 de Diciembre de 2014 entre Cuba y Estados Unidos, y que es de pleno conocimiento de todos (o casi todos, que no es lo mismo pero es igual), vuelven algunos medios como en aquella época del Muro, a querer vender la idea que “si Coca Cola retorna a la Habana”, es porque nos hemos incorporado al Mundo de la “libertad” y la “democracia” y lo mas jodido no es que ellos hagan “su trabajo” por la bandera Americana, sino que existan gentes pensantes por los pasillos donde me muevo, que crean su mensaje.

No tengo ningún problema con que las autoridades cubanas intente comercializar con los Estados Unidos, y ademas aparezcan las respectivas embajadas, he estado de acuerdo, no ahora, siempre, con entablar relaciones de mutuo respeto con el país que arbitrariamente ocupa un pedazo de mi territorio, que para degradación mayor lo ha convertido en una cárcel,  pero como uno ha leído un poquito la historia de su país, sabe que Estados Unidos no se acerca a Cuba, con el respeto que merece cualquier nación de este planeta, sino con la soberbia que lo ha caracterizado siempre, de que aquella isla le pertenece, por supuesto lo hará con una sonrisa (porque el hostigamiento y el terrorismo, no les dio ningún resultado).

Por estos días me han dicho de todo, y en cantidades industriales, que estoy paranoico, anticuado, que Estados Unidos es un nación que quiere el bienestar de los pueblos, que lucha porque haya libertad de expresión, y quiere lo mejor para Cuba, no puedo ir por los pasillos gritando mi verdad, aunque a más de uno que me ha querido escuchar, le he demostrado lo contrario, desgraciadamente Coca Cola y los medios de comunicación usan micrófonos con potencia más alta que mi humilde garganta.

domingo, 1 de marzo de 2015

YO CUANDO SEA GRANDE QUIERO SER  COMO TU

No se  aprende más,  este  señor cree que  con  su  cara parecida,  su  nombre  y su  apellido,  es  más  que suficiente para "cholulear"  en  nombre  de  su  padre.

No sabe o nadie le  ha refrescado su lugar, su  padre "al menos" nos  convirtió en país  soberano  e independiente después de 90 años  de lucha de  todo  un  pueblo y ¿ este que hizo para  merecer utilizar tamaña figura?... Nada, pero utiliza su  parecido para estar y hacerse "selfie" en  Cuba entre  millonarios que  quieren fumar  nuestros  habanos.

Que  importante será  en  el  futuro que  todos  tengan  que pasar por  la  urnas para refrendar su posición en la  sociedad,  sobre todos aquellos que llegaron a determinadas  posiciones porque  eran "hijos de...",  debería aprender este  señor de  su  prima que construyó desde  abajo su  espacio,  defendiendo a los desposeídos y discriminados de  derechos.


jueves, 26 de febrero de 2015

Eusebio Leal: Tiene que haber una paz con justicia, con dignidad, con decoro y con respeto

(Sacado de www.cubadebate.cu)


En su pasión por el patrimonio se evidencia un compromiso raigal con Cuba. Al Historiador de Ciudad de La Habana se le asocia con esa entrega abnegada a un proceso de rescate de los valores históricos de la nación que trasciende fronteras y deriva en influencia beneficiosa para quienes a lo largo del país también se emplean a fondo en preservar lo que fuimos y nos distingue hoy.
No se puede ir al futuro si no desde el pasado. Afirmación reiterada en muchas de sus intervenciones públicas porque todo el tiempo no le alcanza para promover lo que a su juicio debe instalarse en nuestras conciencias y sostener la práctica cotidiana: “la desmemoria es condición consustancial al subdesarrollo”.
Hombre de la cultura, valora hondamente el papel de ésta en el desarrollo social y humano y en la afirmación de una conciencia nacional necesaria para la resistencia ante el empuje desmesurado de un patrón global de consumo cultural. Eusebio Leal anhela una creciente y necesaria prosperidad material pero sobre todo espiritual para Cuba, no como utopía irrealizable, sino como única salida a la sobrevivencia patria que tantas vidas y esfuerzos cobró a sucesivas generaciones.
Recientemente le escuché decir: “construyéndose una tradición que va del pasado al futuro, nos empleamos a fondo en el Centro Histórico de La Habana. Usted ha intentado por todos los medios, y contra viento y marea, salvaguardar el patrimonio de la nación. ¿A qué se debe que haya insistido tanto en eso?
Hoy existe una categoría que es el patrimonio inmaterial, que es lo que flota sobre el ambiente, lo que forma parte de la memoria. Esa memoria se ha hecho piedra, se convirtió en carne, en músculo, en sangre de un país. Y hay también la memoria de la gente que ha construido todo eso.
Empecemos por los que han trabajado, los que han construido, los que han ideado, los que soñaron en estos espacios y crearon el ser nacional. Para mí entonces es importantísimo no que me vean como un embalsamador de la realidad, ni como uno que se ha detenido en el tiempo; para mí no todo tiempo pasado fue mejor, pero afirmo categóricamente que no se puede ir al futuro sino desde el pasado. Esto es importante. Conocer bien el pasado, ver lo que hay de perecedero y lo que hay de perdurable, lo que se conserva, lo que prevalece… es lo que trato de hacer.
¿Cómo puede entonces la sociedad cubana combatir esa influencia, diríamos –que hay quien le llama colonizadora, hay quien le llama globalizadora— que pretende someter la cultura propia en aras de una suerte de internacionalización de lo que debemos consumir culturalmente?
Martí se adelantó a su tiempo cuando afirmó categóricamente: “Patria es humanidad.” Sin embargo, somos una cultura insular, siempre miramos al mar, de ahí lo hemos esperado todo: de ahí llegaron los aborígenes, de ahí llegaron los colonizadores, los esclavos, las distintas migraciones, y finalmente se establecieron esas relaciones en las cuales el mar, más que separar, une.
Siempre aspiramos a formar parte de la realidad política y cultural de nuestro continente, pero en realidad de historia de América se sabe por lo general poco; se conocen nombres, personas, acontecimientos, pero la trama, esa trama que hizo nacer un continente, un mundo tan singular y tan distinto al que existe en otras latitudes conforma nuestra aspiración más íntima.
Por tanto, ir de lo general a lo particular, ir de la historia de América a nuestra historia, y al mismo tiempo no rechazar nunca, sino saber interpretar las claves del conocimiento universal, es importantísimo.
Recuerdo las palabras, que siempre se repitieron, de la necesidad de una cultura general e integral. Esto es clave. La cuestión, en última instancia; el debate, en última instancia, es cultural, y hay tres escenarios: la familia, la escuela y la sociedad. La familia como núcleo en el cual ya herederos, padre, madre y abuelos de una tradición, la legan a su descendencia; la segunda, el maestro, que es al que le toca darle cuerpo a esa naturaleza e inducirlo en el camino de la vida.
Cuba tiene una tradición pedagógica poderosa, expresada en Luz y Caballero, que fue quizás, como dijo de él Manuel Sanguily: una flor nacida en un estercolero, en medio de una sociedad esclavista y carente de todo derecho, dijo en palabras más o menos exactas: el que tenga al maestro tendrá a Cuba. Y el tercer elemento es la vida social, es el comportamiento, su relación con el mundo de la cultura, su relación con su patrimonio material y espiritual.
Cuando en su tiempo habla de Maceo como el paradigma de la acción, Martí señala la equivalencia entre el pensamiento y la mano. No es posible diferenciar eso, ¡no es posible!
Dulce María Loynaz me decía que mientras más conocía la historia de Cuba más amaba a Maceo. Maceo es un símbolo muy importante para la juventud cubana, porque era un ser humano, como Céspedes, como Agramonte… un ser falible, pero al mismo tiempo, un hombre que alcanzó un grado de refinamiento, que es importantísimo. La vulgaridad no puede considerarse un atributo del pueblo, más bien es su degeneración. No fumaba, no bebía, hablaba en voz baja, se vestía con pulcritud. A alguien le escribe que, con una confianza plena en el destino de Cuba y en la lucha armada, no olvidase nunca traerle agua de colonia y pañuelos blancos.
A mí siempre me llamó la atención esto, y me dije: “No es compatible la revolución con la chabacanería, con la cultura marginal. Todo eso hay que superarlo.”
Alfredo Guevara, que fue maestro de generaciones, solía afirmar siempre que no le gustaban las élites, pero sí defendía a capa y espada las vanguardias. Y las revoluciones –afirmó otro gran revolucionario— las hacen las vanguardias selectas y aguerridas, y detrás entra el pueblo.
Leal, habitualmente se suele asociar el entretenimiento con lo ligero, – y ya que usted estaba hablando de banalidad -, con lo banal. ¿Qué contrapropuesta podríamos desplegar, ante esa reducción del momento de ocio, de entretenimiento de un ser humano ajeno a los valores culturales verdaderos, a un proceso más creativo y más de fomento del conocimiento?
Bueno, Magda, no te voy a engañar, no te puedo engañar. No vivo perennemente en trágicas lecturas.
A Dulce María –y la cito siempre porque vivimos al lado, y tuvimos una proximidad que duró mucho tiempo—se le atribuyen estas palabras: “Qué horror, me estoy muriendo y sigo pensando.” Es decir, yo pienso siempre; pero cuando trato de desconectar de las álgidas jornadas cotidianas de pensar y hacer, eso que llamamos banalidad puede complacerme; es decir, hay un momento en que trato de ver cosas que siempre tienen un contenido, pero que no son tan fuertes, no sea que nos hagamos tan refinados y vanguardistas, que nadie entienda nada, ni siquiera en nuestra casa. Entonces, no tengo temores en ese aspecto.
Me parece que hay que tener una formación sólida, que la cabra siempre tira al monte; que en la profesión, cualquiera que esta sea, mientras más integral y humanista seas, mejor. Es decir, tú eres periodista, pero eres una mujer de la cultura, y eres una persona que tienes el universo más amplio y más contemporáneo de los medios, y te relacionas en la UNEAC con la intelectualidad; y en la calle, con todo el mundo; en tu casa, con tu familia, tu padre es médico; quiere decir, escuchas múltiples lenguajes, y de esos múltiples lenguajes sacas el tuyo propio. La sociedad sería muy aburrida si todos fuéramos como tal. Pienso que la sociedad tiene que ser muy amplia, y que si hemos luchado tanto por la libertad, tenemos que luchar por la singularidad y por la pluralidad.
En el caso de José Martí, generalmente se le cita, se buscan frases apropiadas para el momento específico. Todo el mundo acude a él y a veces no se le conoce con verdadera hondura, ¿pero cómo acudiría al Apóstol en los tiempos que corren el Historiador, que conoce profundamente su ideario y pensamiento?
Toma un plato maravilloso, tíralo al suelo, y después trata de interpretar los fragmentos. Esto ocurre con la obra de Martí. El que quiera conocer a Martí, tiene que leer a Martí; no se puede tomar permanentemente fragmentos. Como a Luz y Caballero. ¿Se le va a interpretar solamente por los aforismos? No es posible. Tú tienes que conocer la obra de Luz, su obra pedagógica, su obra filosófica, verlo dentro de su familia, de su contexto histórico; qué quiso ser, qué fue, cómo vivió, cómo murió, cómo influyó su familia en su destino.
Entonces, primero, Martí es muy joven, Martí muere a los 42 años; a los 39 está fundando un partido político de unidad nacional, está fundando un periódico en una ciudad cosmopolita como Nueva York, donde los cubanos habían formado una sólida colonia y se expresaban a través de octavillas, diversos periódicos. Tuvo grandes confrontaciones.
Siempre digo que hay que escalar a él por diversos caminos. Me encantan sus versos libres, como a él le gustaban; me encanta su poesía amorosa, me fascinan sus cartas. Agradezco mucho a Juan García Pascual, un gran cubano, que nos haya mostrado, por ejemplo, un epistolario de respuestas de Martí, quiere decir, las cartas que Martí recibió, lo cual retrata un poco ese diálogo interrumpido que, en el epistolario, solamente vemos de él hacia los demás. Me interesa mucho el Martí hombre, tal y como lo describe Gonzalo de Quesada. Y tomo unas palabras de Martí que son impresionantes: “No bien nace, ya están en pie, junto a su cuna con grandes y fuertes vendas preparadas en las manos, las filosofías, las religiones, las pasiones de los padres, los sistemas políticos. Y lo atan, y lo enfajan; y el hombre es ya, por toda su vida en la tierra, un caballo embridado.”
Martí fue el paradigma del pensamiento libre. Nacido de español y de española, nacido pobre, a diferencia de otros Padres de la independencia de Cuba, asombra que su proyección y su discurso no nacieron del rencor; nacieron de un sentimiento de comprensión y hasta de piedad para sus padres.
Con el mayor respeto y con la cabeza descubierta te diría que doña Leonor no entendió nunca su vocación política, como otras madres, lo cual lo inclina a pensar siempre en su madre con doloroso y pasivo sufrimiento. En la medida en que ella pierde la vista y la capacidad de leer sus cartas, tienen que leérselas, y su incapacidad para poderlas escribir, después que él con mucho sacrificio la lleva a los Estados Unidos, ella entiende un poco más su destino; el padre lo entendió más.
En la película de Fernando Pérez se ve con nitidez, se retrata, uno de los momentos más dramáticos, cuando un niñito, un muchacho adolescente, enclenque, extremadamente débil, es llevado a una prisión bárbara y sometido al dolor ominoso de un grillo de hierro que lo laceró para siempre. Y se ve el abrazo del padre; del padre que, siendo militar y siendo español, nunca fue Voluntario, a pesar de la solicitud de sus amigos y de la gente. Todo eso contribuyó a la formación de Martí. Contribuyó mucho el pensamiento juvenil de Mendive, que era un alumno del Colegio de San Carlos y San Ambrosio de la época más gloriosa, del Seminario; contertulio de otros maestros, como Anselmo Suárez y Romero, que tanto influyó también sobre la vida de Martí, un antiesclavista, autor de una linda novela, entre otras obras.
Pero hay que leer a Martí. No se le puede fragmentar; no se le puede, a nuestro antojo, tomarle como muletilla ni como exergo.

¿Y de qué modo sí se le puede tomar?
Creo que Martí es algo más. Vamos a hablar con sinceridad: hay un determinado momento en que se dice que Martí es casi un socialdemócrata de su tiempo. Todo es casi una blasfemia. Martí fue un revolucionario integral para su tiempo y para todos los tiempos. No fue infalible; hay cosas de su pensamiento y su discurso que pertenecen por completo a su tiempo; pero hay otras cosas, que son el nervio vital de esa idea, que es lo que José Lezama definió como el misterio que nos acompaña. Es una figura omnipresente. Fidel fundamenta, y no lo hace políticamente para complacer a los cubanos, ni para llegar a los cubanos, que estaban permeados de discursos martianos en el año de su centenario, en que agonizaba, en un monumento impopular, en una república que se hundía como una estatua de arcilla. Lo encuentra en la vitalidad de su pensamiento, en su actualidad, en su visión anticipada de la complejidad de la sociedad norteamericana y cómo influiría sobre Cuba el destino de esa gran nación.
Martí vivió en los Estados Unidos más que en Cuba. No presumo, afirmo que tuvo allí grandes amigos; de lo contrario, su obra habría sido imposible. Y no solamente cubanos, también norteamericanos, suecos, irlandeses. Se ve en su obra. Asiduo a las exposiciones, atento al drama social, fue cronista del Primero de Mayo, de las grandes obras de la ciencia y la industria: el elogio del Puente de Brooklin, o su pensamiento sobre Emerson, por ejemplo, su visión sobre la obra compasiva del padre Flanagan, el drama del asesinato del presidente de los Estados Unidos. Y sobre todo, ve de cerca el surgimiento de una sociedad compleja, nacida de la emigración, y al mismo tiempo ese país, que siempre asombraba por su capacidad de renovación y de modernidad, en comparación con una América en que la victoria de la Revolución se había estancado y luego gangrenado en una institución republicana donde habían permanecido intactos el trono y el altar.
Martí clama –por eso dice que el fiel de las Américas está en las Antillas– por una transformación profunda, y ve a Cuba con ese destino. No la ve mesiánicamente; la mira como una obra que debía ser ejemplar.
El drama de Cuba era particular. No había, como en el continente americano, una realidad indígena latente y multitudinaria. La realidad de Cuba era la institución ominosa de la esclavitud, y al mismo tiempo una inocencia culpable en una parte del patriciado terrateniente, que de pronto es sacudido por una vanguardia, que hace lo que no suele ocurrir en otras partes del mundo: es capaz de despojarse de sus bienes y considerar que la verdadera libertad estaba en la lucha. Es Agramonte, es Céspedes, es Aguilera. Y es también el desencadenamiento de las clases populares.
Ahora, todo eso se declara perdido en el Pacto de Zanjón, en lo que los españoles llaman El Convenio. A mí me gusta mucho analizar esa etapa porque, aun agonizante, tirada en el suelo, herida de muerte la revolución, solo puede arrancársele un convenio, ¡un convenio! Y en puridad de derecho, solo se puede convenir con uno que no ha sido vencido ni derrotado, uno que, fatigado todavía y herido de muerte, puede imponerle al adversario un pacto. Quiere decir, no pueden aplastarlo.
Y entre la fatiga y el pacto, se impone la figura de Maceo y la Protesta, que no fue la única. Detrás de la de Maceo, viene la de Ramón Leocadio Bonachea en Las Villas con un sentido de insurgencia y desconsuelo, que lleva a Martí a aparecer en 1879 entre los conspiradores de la llamada Guerra Chiquita o Pequeña.
Justo antes de morir, Martí estaba alertándole a Manuel Mercado la necesidad de proteger a Cuba como esa piedra angular de las Américas, y de impedir con su independencia algo más allá. Estamos hablando de una Cuba mucho más contemporánea, esta de la que tratamos ahora, ¿pero en ella usted puede leer símbolos todavía de pervivencia de un pensamiento anexionista, en esta Cuba del Siglo XXI? Ha habido siempre un enfrentamiento, a lo largo de todas las épocas, entre los cubanos patriotas y los cubanos anexionistas. ¿Será esa una eternidad para Cuba, será un debate eterno para nuestro país?
Antes de 1868, era comprensible que no pocos cubanos creyeran que la solución del tema de Cuba, que había quedado postergado en la historia latinoamericana como Puerto Rico, la isla compartida que está al lado, Santo Domingo-Haití… estuviera en la anexión. Este drama en Las Antillas había quedado como un asunto a resolverse luego hasta que se produjo el manifiesto radical de Céspedes el 10 de Octubre de 1868: “Las armas las tienen ellos, vamos a buscarlas, no esperemos más, rompamos las cadenas de la riqueza y comencemos la lucha.” Una vez pronunciado ese llamado al combate, el sentimiento de la búsqueda de un camino para Cuba a través de los Estados Unidos era casi un pecado mortal aunque, en la propia Asamblea de Guáimaro, surgió todavía un documento firmado por cientos, que pedían a los Estados Unidos anexarse Cuba.
Ahora bien, ¿hasta qué punto el Padre fundador compartió estas ideas, viéndose en el colofón de la Asamblea ante esta disyuntiva? Su representante personal en los Estados Unidos, José Morales Lemus, se había entrevistado con el Presidente Ulysses Grant, y este le había planteado al representante de Cuba, después de un cabildeo y del pago de gente para lograr la entrevista casi imposible: resistan un poco más y tendrán más de lo que piden.
¿Qué es lo que pedía Cuba? El reconocimiento del carácter beligerante de la Revolución, el reconocimiento de una República de Cuba en Armas, que fue proclamada luego en Guáimaro.
Ahora, en Guáimaro surge este último intento, que se apaga porque ya no existen posibilidades históricas. Quiere decir, el camino de Cuba no podía ser el de ser una estrella más en la constelación americana. Ya había ocurrido el triunfo del Norte sobre el Sur, y ya no era la constelación del Sur, a la que, por la vocación esclavista, algunos pretendieron llevarla.
Existe y ha existido un anexionismo conceptual, que no cree en Cuba ni en su destino. Y había uno, que tenía una forma ingenua, que era una admiración desmesurada por la gran República del Norte, mientras miraban hacia Cuba y la contemplaban sumida en la oscuridad del gobierno militar, de la negación de todo derecho, de la imposición del culto a una sola religión, de la sumisión de la sociedad a un rey extranjero.
Eso quedó como una especie de equivocación permanente en algunos sectores de la sociedad, minoritarios pero influyentes; algunos que se sumaron al carro de la Revolución, victoriosa a pesar de la ocupación norteamericana; y aun a pesar de la Enmienda Platt, aun a pesar de que la República no fue la hija de la Revolución, sino su aborto, quedó un núcleo de sentimiento patriótico, en el cual el pueblo cubano sentiría que su destino era el goce de la libertad plena y absoluta. Y muchos que hasta ese momento habían militado en un partido reformista, como fue por ejemplo el Partido Autonomista, que era una equivocación también permanente, se sumaron sin fe a la República.
De ahí que sea el primer Presidente de la República de Cuba el que Martí escoge entre sus colaboradores. Y hay que decir con toda franqueza, y sin que sea un pecado o una blasfemia de carácter histórico, que Martí se equivoca, escoge al hombre inadecuado. Pero eso nos ha pasado a todos.
¿Usted se refiere a Tomás Estrada Palma?
Sí, Martí era un hombre, como yo y como tantos, un ser humano, y por tanto falible. Pero la información que él tenía hasta ese momento de este hombre era su situación en la Guerra de los Diez Años, Presidente de la República de Cuba en Armas, su exilio, su prisión en las cárceles españolas, su matrimonio con la hija del General Guardiola en Honduras, que lo lleva a convertirse en uno de los prominentes cubanos del exilio en aquel país. Posteriormente, emerge con su familia en Central Valley, donde funda un colegio. Martí, por su pobreza, por su sencillez y por su vocación, le nombra, lo describe como el cenobita de Central Valley. Para él siempre fue Tomasito, el hombre sin aspiraciones, la persona que debía sucederle. Y lo coloca al frente del Partido.
La labor de Tomás Estrada después, difiere profundamente del pensamiento íntimo que él conocía de Martí. Es más, cuando, ya Presidente, es llevado por sus aduladores a buscar la reelección que nadie quería, o muchos no querían, no vacila –ante el levantamiento del partido oponente y ante la descomposición de la sociedad que los norteamericanos habían dejado organizada para cumplir ante el mundo la palabra de que el pueblo de Cuba es y de derecho debe ser libre–, y tan pronto surge la perturbación, realiza lo inconcebible: que el Presidente, usando su facultad, escriba y mande su emisario al Presidente de Estados Unidos para pedirle que envíe inmediatamente los barcos norteamericanos a Cuba, porque él se declara impotente para sofocar la rebelión.
¿Qué le responde el Presidente de los Estados Unidos a Gonzalo de Quesada, el discípulo amado de Martí? Diga al presidente Palma que yo puedo mandar ahora mismo los barcos que me pide, pero que piense en la mancha imborrable que caerá sobre su nombre.
Esa fue la verdad.
Los norteamericanos llegaron a regañadientes, porque no querían venir; ellos lo habían dejado todo arreglado, el país lo tenían en sus manos legalmente, por la Enmienda y por los demás atributos que la Enmienda les otorgaba. Es más: en el monumento derruido a Tomás Estrada hay una imagen de la República de Cuba, sostiene en sus manos un libro de bronce todo que simboliza a la Constitución, y en una punta del libro hay un mordisco como de perro que es la Enmienda. Entonces, esa enmienda pesó como una lápida sobre las espaldas del pueblo cubano, y la revelación posterior de Tomás Estrada en una carta a un amigo íntimo, ya labrando la tierra. Porque Estrada fue en lo puramente económico un Presidente honrado, no robó nada, fue más que austero, cicatero; se toma la anécdota de que hasta el momento en que sale del Palacio Presidencial y alguien le pregunta la hora, da el reloj, porque ese reloj se lo habían regalado en su condición de Presidente y creía que no le pertenecía.
Pero lo cierto también, es que sentía una admiración desmedida hacia Estados Unidos, que revela en esta carta a un antiguo compañero de armas, en la que le dice: “Yo no creí nunca en esa independencia absoluta en que otros creían.” El otro era Martí: una Cuba absoluta y total. Y por tanto, Estrada Palma no comete el vulgar robo del arca pública pero roba algo más importante: la soberanía nacional.
Después de la segunda ocupación norteamericana, ya Cuba no fue igual, se probó que ante cualquier circunstancia volverían, y la historia lo demostró, hasta que un esfuerzo vital en el corazón de la propia república disminuida fue logrando, primero, el Tratado Hay- Quesada que devuelve a Cuba la soberanía sobre su plataforma insular y sobre la Isla de Pinos, pues se habían quedado con ella. Después, les obliga a irse constriñendo solamente a la Base Naval de Guantánamo –originalmente querían también Bahía Honda como otros espacios de Cuba–, y finalmente, después de la Revolución del 30 y del estallido popular y de lo que se produjo en aquella circunstancia– cuando en Estados Unidos había una nueva política hacia el continente americano–, se quita de manera formal el apéndice Platt. Era ya demasiado tarde. Ya no volverán quizás a la descarada un EnochCrowder, un Benjamín Sumner Welles o uno que viene a imponer lo que quiere el Departamento de Estado; pero seguirán ahí.
Sin ese beneplácito de Estados Unidos la República no podía existir. La que logra romper finalmente esa coyunda es la Revolución, precisamente el mismo día primero de enero de 1959, en que se cumplían 60 años del momento aquel en que los españoles abandonan el Palacio de los Capitanes Generales con unas palabras que fueron proféticas por parte del último capitán general: “…cesa de existir desde este momento, hoy primero de enero de 1899, a las doce del día, la soberanía de España en la Isla de Cuba y empieza la de los Estados Unidos.”
Leal, en los años 60 del pasado siglo – y ya usted estaba hablando del primero de enero de 1959 como un momento de ajuste de cuentas con la historia y toma del poder en favor de la independencia nacional -, Fidel alertaba sobre la filosofía del despojo. A la luz de las nuevas relaciones con los Estados Unidos, ¿cuánto de vigencia puede tener esta alerta, y cuánto la sociedad cubana debe preservar en su diálogo equilibrado, justo, soberano con esa nación?
Lo que está hecho, hecho está. Supuestamente debemos estar preparados, porque tarde o temprano ocurriría. No existen guerras perpetuas, no existen; acuérdate de la antigüedad, de la imagen del caballo de Troya ingresando como un regalo inesperado, que los otros aceptan como el fin de una contienda inacabable. No podemos aceptar el caballo de Troya. Debemos saber que la fábula de la rosa y la espina de la cual hablaba con tanta vehemencia y dolor el poeta Rainer Maria Rilke es una gran verdad.
Creo que la condición antimperialista no implica necesariamente un sentimiento antinorteamericano. Estados Unidos, a pesar del desarrollo imperial de su sociedad, es una gran nación, capaz de producir en el campo de la ciencia, del arte, de la cultura, valores reales. No podemos negar eso, porque negarlo sería favorecer un deslumbramiento como el que tenían los anexionistas de los años 40 y 50, que creían, como le dijo aquel joven a Antonio Maceo en Santiago de Cuba: “Cuba está llamada por el destino y la providencia a ser una estrella más de la constelación.”
Primero, hay que creer en Cuba, en su existencia real y posible, no en el mero pontón de la Roma americana, sino en una Cuba verdadera. Hay que creer que Cuba no fue, como ha dicho algún pensador o algún intelectual extraviado, una invención de Martí: Cuba es una realidad, no solamente un país, sino una patria y una nación, por la cual generaciones se han sacrificado.
Lo importante es tomar en consideración la necesidad de que nuestro discurso se haga potente en la misma forma en que se hace transparente; que el discurso no trate de apagar cualquier sentimiento legítimo de buscar, como quiere el gobierno cubano, como queremos nosotros, una transformación justa y necesaria del país hacia adelante, que se ha definido como un socialismo próspero, como un socialismo sustentable y sostenible, porque Cuba no puede vivir eternamente pensando que de afuera vendrán, como dije al comienzo, a resolvernos nuestros problemas. Cuba tiene su soberanía, ha demostrado tener su propia política exterior; Cuba tiene el valor acerado, y lo ha tenido durante 56 años, de mantener una posición adversa a la primera potencia del mundo y a la mayor que nunca existió y que por mucho tiempo existirá todavía. No estamos todavía en la Roma de siglo III.
Entonces, hay que prepararse para el diálogo. Y en las palabras del general-presidente Raúl Castro, pronunciadas en la Cumbre y aun en las que le precedieron en la Asamblea y en el mensaje o proclama al pueblo cubano anunciando el inicio de un diálogo que ya se venía celebrando, se evocan continuamente los términos fundamentales: igualdad de derechos, al mismo tiempo que la capacidad de diálogo; respeto a la soberanía nacional; reivindicación de derechos que no son gubernamentales ni circunstanciales, no son derechos que reclame el gobierno de Cuba, sino la nación cubana toda.
Quiere decir, la nación cubana reclama el fin de las leyes anticubanas, reclama el fin del embargo o bloqueo, que es lo que ha existido realmente, porque se ha extendido como una mano inquisitorial y puntillosa sobre cada acción de Cuba, sea económica o política, en cualquier parte del mundo; tercero, que se devuelva a Cuba el territorio ocupado, como han hecho los norteamericanos con otras naciones del mundo que han denunciado tratados similares o parecidos y ellos han tenido que retirar sus bases e irse, porque es el derecho soberano de un pueblo –y viene del Derecho, del Derecho romano, del derecho fundamental– que cuando un tratado o un convenio internacional es por una parte denunciada, la otra, en buena fe, tiene que entrar a discutir los términos: me voy a ir en cuatro años, me voy a ir en diez, voy a desmantelar, voy a terminar. No olvidemos que también la Base Naval de Guantánamo, que no tiene ya ningún significado militar, se ha convertido en una cárcel denunciada por el propio Presidente de los Estados Unidos y por todos los elementos progresistas del mundo, no solo revolucionarios, y constituye una humillación para Cuba y una espina previa que está colocada en el corazón de cada cubano.
Cuando un niño cubano nace, nace con una espina en el corazón: su patria, Cuba según el gobierno norteamericano, es parte de los pocos países del mundo que favorecen el terrorismo; Cuba es técnicamente un país terrorista, en esta época del mundo en que el terrorismo se ha convertido en el azote de la humanidad como fruto de la política nefanda de los poderes imperiales, como resultado de eso, de la burla, de la mofa, del agravio, de la injusticia. Y ahí voy a las palabras que tú mencionaste: Cese la política del despojo y terminará la política de la guerra. Por ahí anda lo que Fidel pensaba en ese momento.
¿Qué salvaría Eusebio Leal de esa relación histórica entre la Florida inicialmente y Cuba, entre Estados Unidos y Cuba a la luz de los tiempos? ¿Qué de historia, de cultura, de herencia patrimonial salvaría Eusebio Leal en este momento?
En primer lugar, la familia cubana, porque desde los abuelos del Padre Varela, militares españoles y habaneros que estaban en las guarniciones de San Agustín de la Florida, en Pensacola, desde los tiempos en que esa parte de América era un obispado de La Habana y parte del territorio continental español, Cuba y La Habana han tenido una presencia en territorio norteamericano. Segundo, allí vivió y se santificó el Presbítero Félix Varela, el Padre Varela, el santo de los cubanos, el hombre que en el último instante de su vida, con inmenso sufrimiento, decía que dedicaba su dolor a Cuba. Era un sentimiento místico de aquel que había creído firmemente, y está contenido en el espíritu de sus Cartas a Elpidio, en el espíritu de su periódico hacia los cubanos –fíjate, un periódico para los cubanos–, el hombre que había colocado en el Seminario de San Carlos los instrumentos de química y de física que el Obispo de Espada le había encargado a los mejores laboratorios de los Estados Unidos; el hombre que enseñaba música; el hombre que era al mismo tiempo, en su exilio, además del gran maestro que fue, maestro de una pléyade de grandes cubanos, a cuya peregrinación y encuentro van los mejores cubanos.
Allí estuvo su tumba. Negado por la iglesia, negado por el colonialismo, le fue impedido todo ascenso en el rango que le pertenecía como apóstol que fue de los irlandeses. Hoy, en el corazón del barrio chino de Nueva York está la modesta iglesia del Padre Varela, la modesta iglesia del Padre Varela. La persecución de Fernando VII le impidió alcanzar el episcopado pero no le impidió alcanzar la santidad. No descansa en ninguna catedral, paradójicamente no está en un templo; se custodian sus restos en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, adonde lo trajeron los intelectuales cubanos y lo colocaron allí, en ese lugar, como maestro, como educador y como sabio.
Evocaba a la familia cubana, porque allí fue la emigración patriótica. Fue el exilio de los primeros en pensar en la libertad de Cuba; fue el exilio de los de la primera guerra perdida, de los de la segunda; fue el exilio de los que no pudieron desarrollar su labor en Cuba, de los que fundaron sobre un arenal inhóspito en Cayo Hueso y en Tampa florecientes colonias cubanas; fue en Nueva Orleans, en el viejo cuartel español donde los cubanos conocieron a Juárez, allí se enarboló la bandera cubana, en aquellos lugares. Vas a los cementerios de Pensacola, de Mobile, y encuentras las tumbas de los que no pudieron volver; vas a Cayo Hueso y allí está el templo, están los lugares santos de los cubanos, el Club San Carlos – que, entre paréntesis, le pertenece a la República de Cuba-; pero, además, hoy viven en Estados Unidos infinitos cubanos que nunca fueron enemigos de la Revolución sino luchadores por Cuba, por la libertad de Cuba, y sus hijos no creen ya en las mentiras de una élite furiosamente anticubana, que ha renunciado a ser cubana, pero que no ha olvidado nunca su odio visceral contra la Revolución que les despojó de sus privilegios.
Pero hoy, al mismo tiempo existe un quórum en Estados Unidos por parte de los cubanos, de volver a Cuba, de encontrarse con su gente, de ir a las tumbas de sus muertos, de volver a su pueblo. Por otra parte, tenemos derecho a mantener una relación de amistad con la nación americana, con sus artistas, con sus instituciones, y aun con un Estado norteamericano que olvide su política ancestral con relación a Cuba y escuche la voz de todos aquellos que desde tiempos remotos hasta Lucius Walker y hasta nuestros días, han luchado por Cuba.
No olvidemos nunca que cuando el ciclón Katrina se abalanzó sobre suelo norteamericano, Fidel decide crear una brigada, y le da el nombre del más brillante de todos los mambises norteamericanos, el de un muchacho que a los 19 años vino a Cuba; un muchacho criado en Boston y Nueva York que luchó siete años y tres meses por Cuba; constelado de heridas, murió en Yaguaramas en la extrema vanguardia de la Revolución, velado por Agramonte, por su médico, el doctor Luaces; compañero de Máximo Gómez y de los grandes luchadores por la libertad. Ese fue el nombre que Fidel le dio a la brigada. Y cuando Fidel realizó el elogio de ese nombre para definir a una brigada que nunca fue aceptada para ir a Estados Unidos, cuando se hundía Nueva Orleans, la ciudad que tanto conserva de la historia de Cuba, esgrimimos el nombre de uno de los grandes americanos amigos de Cuba, que vino en la expedición del Perrit en mayo de 1869 junto a más de 80 jóvenes norteamericanos, muchos de los cuales fueron mártires de la independencia de Cuba, como pudo serlo Henry Reeve en la noche terrible en que casi todos ellos, sin hablar apenas el idioma español, fueron capturados y fusilados.
No olvidemos que al frente de esa expedición venía el general norteamericano Tomas Jordan, que fue presentado en el Demónico’s en Nueva York como el nuevo general para el Ejército Libertador de Cuba, contratado por la emigración cubana; no olvidemos nunca, que cuando Maceo cruza la trocha, en esos cuatro viajes, viene su coronel de la escolta Charles Gordon, héroe de Cuba; no olvidemos tampoco que muchos cubanos lucharon por la independencia de los Estados Unidos, lucharon allá con Washington, luego en el norte, y hay que decir la verdad, también en el sur de los Estados Unidos.
Pero del norte escogeré a los hermanos Cavada, que estuvieron en Gettysburg con Lincoln, uno de los cuales, Federico, llegó a ser, como abogado y coronel, auditor del ejército de los Estados Unidos. Se decía que era el mejor tipo del ejército americano, y el retrato que conservamos de él, lo conservamos vistiendo el uniforme de la Unión Americana. Pintor, artista, notable escritor, murió fusilado en Camagüey por la libertad de Cuba.
Quiere decir, no podemos vivir en una guerra perenne, ni luchando perennemente contra los fantasmas del pasado. Tiene que haber una paz con justicia, con dignidad, con decoro y con respeto. En este caso, no se le puede pedir al ratón las mismas condiciones que se le piden al gato que debe acceder a guardar las uñas bajo un guante de pelos; tiene que acostumbrarse a tratar de igual a un pequeño pueblo que ha representado como ningún otro el drama bíblico de David y Goliath.