A raíz de leer el post de Eduardo del Llano
sobre el rock en Cuba, me vino la imagen de aquella noche de 1990 que con mis
viejos y otros gitanos mas, decidimos acompañar la presentación que haría mi
primo Ale en el Festival de Rock en Alamar, fue muy divertido porque con todo
el entusiasmo del mundo aplaudimos a los "GUITARRAS ROJAS" en medio
de "melenudos" eufóricos que movían la cabeza sacando agua del
pozo...
EL ROCK COMO ESTIGMA
(Publicado por Eduardo del Llano en su blog eduardodelllano.com)
Hace
un par de meses fui invitado al lanzamiento de Heaven, el álbum debut
de la banda cubana Sweet Lizzy Project, grabado en La Habana, mezclado y
masterizado en USA, publicado por una casa italiana. Los había visto varias
veces en el Submarino Amarillo, pero ya se sabe que allí las normas del lugar
exigen que los grupos toquen sólo versiones de rock clásico, de manera que no
tenía idea de que contaban además con material propio. Bueno, en el concierto
de lanzamiento se centraron precisamente en eso, los temas de su autoría que
conforman el disco. Y me parecieron tan interesantes y elaborados como sus
interpretaciones de piezas ajenas.
Mi mockumentary La verdad acerca del G2 (2012) es un homenaje personal al rock
cubano, si bien el documental definitivo sobre su historia y virtudes está, qué
duda cabe, por ser filmado. Y urge. Vaya que sería una película interesante,
vaya si habría anécdotas divertidas y aún más momentos dolorosos y dramáticos.
Si
tener discos de los Beatles llegó a ser perseguido en la Cuba de los 60 y 70,
si escuchar rock devino un crimen y mucha gente fue sancionada y expulsada por
el terrible delito de manifestar sus preferencias e imitar a sus ídolos, dar un
paso más y tener la osadía de asumir el género e interpretarlo en inglés era
estar loco de atar, constituía un desafío y la autocondena a una vida
prácticamente clandestina, sin esperanzas no ya de triunfo o confrontación
internacional, sino de dar conciertos libremente o grabar en estudios
profesionales. Y cuando conseguían grabar, los problemas no terminaban ahí.
Recuerdo algo que me contó el guitarrista de Los Magnéticos: en cierta ocasión,
grabando en los estudios de la EGREM en Santiago de Cuba, en medio de la
interpretación ejecutó un sencillo efecto con el pedal de la guitarra, y el
ingeniero de sonido interrumpió la grabación creyendo que se trataba de un
error… Por entonces se radiaba mucho el rock del bloque socialista, y si los
grupos húngaros estaban por lo general muy bien grabados (Lokomotiv GT,
Fonográf, Omega) los alemanes y soviéticos dejaban bastante que desear en ese
terreno.
En
noviembre de 1988 publiqué en El Caimán Barbudo El rock como estigma, un
extenso artículo en dos partes en que defendía el movimiento de rock cubano e
intentaba legitimarlo como expresión válida de la cultura contemporánea. Mi
texto fue comentado y reproducido por numerosas agencias extranjeras; aquí,
aunque los peores tiempos habían pasado, inmediatamente me cayeron encima
puristas que me acusaron de toda clase de crímenes ideológicos. En los años que
siguieron desarrollé el tema en la misma revista con artículos sobre algunas de
las bandas más relevantes de entonces, Venus, Zeus, HojoXOja (sic), etc. Con
todo, la mía fue sólo una pequeña voz para la causa; entre otros, Humberto
Manduley, Juanito Camacho o el Guille Vilar han hecho mucho más que yo,
dedicándose a la investigación y divulgación sistemática del rock producido en
nuestro país.El rock en Cuba de
Humberto Manduley (Atril Ediciones musicales, 2001), es el primer libro que se
aventuró a contar la historia invisible. Todavía recuerdo una frase de Manduley
durante el lanzamiento del libro en la Cabaña: durante varias décadas, la única
institución revolucionaria que se interesó por el rock cubano fue la PNR. Y
en verdad, por varias décadas rarísima fue la banda, si alguna hubo, que no
tuviera frecuentes encontronazos con las fuerzas represivas, como relata
estremecido el propio Camacho en La
verdad acerca del G2, o Frank Delgado en su pieza Los Almas contra Tropas
Especiales. Por cierto, Humberto ha seguido investigando el tema, ahora
fuera de Cuba, y tiene dos nuevos libros entre manos.
Con
todo lo dicho, no sorprende que escaseen las grabaciones de bandas cubanas
anteriores al año 2000. Los sobrevivientes de los Pacíficos digitalizaron y
editaron en USA su demo Havana
1967, que era exactamente eso, un puñado de grabaciones –en su mayoría
covers– realizadas a hurtadillas por entonces. Hasta donde sé, ninguna de esas
audaces bandas de los 60 y 70 que tocaban en fiestas de quince y descargas
privadas (Almas Vertiginosas, Secciones Ocultas, los Jets, los Kents y tantos
otros) consiguió hacer, y menos publicar, grabaciones profesionales. Por demás,
salvo alguna pieza de excepción, su repertorio se centraba en hits
anglosajones. Luego, en los 80, Zeus y Venus –la primera banda en ejecutar
exclusivamente material propio– consiguieron registrar demos decentes; Gens
grabó de madrugada en la Escuela de Medicina (donde trabajaba uno de sus
miembros) su excelente demo La
quimera (1988), también
con temas de su autoría. En los 90 Havana publicó Puertas que se abrirán (1997), Cosa Nostra Invisible Bridges (1999)…
La
mentalidad represiva hacia el rock, si bien no ha desaparecido –de nuevo,
bastaría preguntarle a cualquier policía quiénes son sus clientes favoritos– al
menos se ha replegado. Las autoridades descubrieron que Lennon era bueno, y encima estaba muerto,
y así ocurrió que las mismas personas que años atrás lo tildaron de producto
decadente de la subcultura capitalista inauguraron el parque con su nombre y
prácticamente lo canonizaron. Fueron apareciendo espacios como el Patio de
María, el Maxim Rock, el Submarino; visitaron La Habana Audioslave, Rick
Wakeman, Sepultura, y The Dead Daisies en febrero pasado… Las nuevas
tecnologías han hecho posible la proliferación de estudios caseros, donde
grabar ya no es un milagro. La inmensa mayoría de las bandas escribe sus
propios temas y a menudo participa en la concepción de los clips promocionales.
Tal
vez la represión histórica contra los rockeros explique parcialmente por qué
durante varias décadas muchas bandas del patio optaron por un sonido crudo, con
vocalización gutural y guitarras telúricas (en un ámbito de influencias que va
desde el thrash hasta el black metal noruego) o bien por el legado punk con
su aura de provocación y rebeldía, y no prosperasen movimientos de vuelta al
hard rock clásico, mucho menos al sonido melódico de los sesenta (algo como el
britpop de los noventa o el garaje rock con tintes sesenteros de las bandas
suecas The Hives y Mando Diao). Sin embargo, el panorama actual tiende otra vez
a una apertura estilística, y junto a metaleros como Tendencia es posible
escuchar en escenarios y grabaciones a intérpretes de pop rock como David
Blanco y Osamu, blueseros como Elmer Ferrer, o el sonido alternativo de Sweet
Lizzy Project…
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