Vasili Kurchebko era en 1986 el orgulloso
jefe de policía de una ciudad modelo, Pripyat, orgullo de la Unión Soviética.
De grandes avenidas ajardinadas, edificios
modernos, instalaciones deportivas, un campo de fútbol, hospitales equipados
con la última tecnología…y una criminalidad inapreciable. Pripyat había nacido
en 1970, para albergar a los casi 50.000 habitantes que darían vida a la
central nuclear de Chernobyl.
"Era una ciudad tranquila, en todo
ese tiempo hubo dos asesinatos. Lo más común eran casos administrativos,
borracheras o peleas familiares", dice Vasili, mientras recorremos los
restos de lo que fue su comisaría, ahora habitaciones vacías llenas de
escombros.
"Era un abril especialmente caluroso,
íbamos todos ya en camiseta y pantalones cortos. Abrí las ventanas, desde mi
apartamento se veían las chimeneas de la central. Puse a calentar un té, miré
mecánicamente el reloj, era la una y veinte de la madrugada del sábado, y en
ese momento sonó una fuerte explosión, pensé que un avión había roto la
barrera del sonido".
Aquella explosión había sucedido a apenas 7
kilómetros, la distancia que separa Pripyat de la central, y había liberado a
la atmósfera 6 toneladas de productos altamente radiactivos, cesio, estroncio,
grafito, plutonio….prácticamente toda la tabla Mendeléyev había escapado de la
central en una ola asesina dispuesta a arruinar cientos de miles de vidas.
“Llamamos a Kiev y a Moscú, no podían creer
lo que estaba pasando”, recuerda Kurchebko
Tras la explosión Vasili habló con el jefe
del KGB local y juntos fueron a la central. "Íbamos en mi volga y al
acercarnos a la central entramos en una densa niebla, nunca había visto una
niebla así. Avanzamos muy despacio y de pronto llegamos frente al
reactor. Aquello era increíble, del reactor salía una luz, un brillo hacia
arriba….y por las paredes caía derretido el asfalto del tejado".
Comenzó entonces una carrera desesperada para
controlar la situación. "Volvimos a la ciudad", continúa Vasili,
" y pusimos en alerta a todos los inspectores de policía. Llamamos a
Kiev y a Moscú, no podían creer lo que estaba pasando".
Cuando el sol amaneció aquel 26 de abril, ya
habían muerto 20 trabajadores de la central y 6 bomberos, y el hospital central
de Pripyat esta repleto de bomberos y personal de la central con quemaduras,
llagas y sarpullidos nunca vistos. La radiación los había desahuciado.
"Aquella tarde, ya a ultima hora,
después de hablar con el líder de la URSS Mijaíl Gorbachov, se tomó la decisión
de evacuar la ciudad" nos dice Vasili, mientras paseamos por las calles
vacías de Pripyat. Sólo se escuchan nuestros pasos en unas avenidas ganadas
desde hace años ya por la maleza.
"Todo se preparó y al día siguiente, el
domingo, la población salió en una caravana de autobuses hacia las
regiones vecinas. Se les dijo a todos que era temporal, por tres días",
recuerda Vasili, pero lo cierto es que para entonces las autoridades ya sabían
que esas tierras iban a estar contaminadas por los próximos 500 años, y que la
población jamás regresaría a sus hogares.
“Toda la población fue evacuada en caravana,
se les dijo que era por 3 días”, recuerda Kurchebko
"Sucedió entonces que alguien en mi
oficina me dice, Vasili, te llama una chica…¡Era mi hija!Con aquella locura me
había olvidado de mis niñas!"
Aquel día se evacuó no sólo a los habitantes
de Pripyat, si no a todas las aldeas cercanas, en un radio de 30 km, 116.000
personas, algo nunca visto en la URSS desde la Segunda Guerra Mundial.
"Cuando ves en la televisión películas
sobre una evacuación", nos dice Vasili, "eso no es así, es mucho más
horrible…recuerdo una madre con sus dos hijas pequeñas, salían de su bloque de
apartamentos, las llevaba de la mano, las niñas lloraban. 'Vamos, vamos', les
decía, 'volveremos en 3 días, deprisa al autobús….'".
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