¿Y si
en otro país alguien pidiera una intervención militar de EE.UU.?
(Por
José Manzaneda, en “La Pupila Insomne” de Iroel Sánchez)
“¿Quién fue la primera persona en recibir la
vacuna contra el coronavirus en el mundo?”, titulaba un medio de Perú, en
referencia a Margaret Keenan (1). Pero esta británica ni ha sido la “primera
persona”, ni ha recibido “la vacuna”, sino una de ellas, la estadounidense
Pfizer (2). De hecho, la vacuna china Sinopharm ya había sido aplicada a un
millón de personas (3), y la rusa Sputnik se comenzó a suministrar tres días
antes que en Reino Unido (4). Nada que interese a la prensa occidental, si no
es para asociarlo con las “jugadas geopolíticas de Vladimir Putin” (5) o con
“las ambiciones de Rusia” (6).
“Avalista” de unas “fraudulentas elecciones”
(7), “agente de una dictadura criminal” (8), “respaldo (de una) (…)
narcodictadura” (9), “vergüenza” por “el papelón que ha hecho” en Venezuela
(10), a donde “ha ido (…) a contar mentiras” (11)… Es el nuevo saco de
golpes de toda la prensa española: el ex presidente José Luis Rodríguez
Zapatero, cuyo pecado ha ido acudir como observador a las recientes elecciones
parlamentarias de Venezuela y criticar las sanciones internacionales
contra este país (12). Un absoluto linchamiento en tertulias, editoriales,
columnas de opinión… incluso de los medios cercanos a su partido, como la
Cadena Ser o El País (13). Así es la pluralidad informativa y de opinión que
luego venden a países… como Cuba.
En efecto, el 6 de diciembre hubo elecciones
parlamentarias en Venezuela. Y en Rumania. La participación fue muy similar en
ambos países, cercana al 32 %. Pero, mientras en Rumanía la abstención “se
explica –según la agencia EFE- en gran parte por la pandemia” (14) o, a lo
sumo -según France 24- por cierta “desilusión” con “la clase política”
(15), en Venezuela es un “grito de protesta” (16) contra un “fraude” (17), una
“farsa” (18) o una “burla electoral” (19). Aunque allí hubiera 107 partidos, 14
mil candidaturas (20) y 200 observadores internacionales (21). En contraste, el
sector de la oposición que boicoteó las elecciones, realizó, días después, su
propia consulta, en la que se podía participar de manera digital y, sin control
de identidad, daba lugar a miles de irregularidades comprobadas (22) (23). Pero
para la prensa internacional fue… todo un “éxito” (24).
Por cierto, los resultados de los comicios
parlamentarios de Venezuela se conocieron unas horas después del cierre de los
colegios. En EEUU, solo han tardado… ¡40 días! (25).
“Salir del armario en Honduras te expone a
ser asesinado; no hacerlo, al suicidio”. Así titulaba El País un interesante
reportaje, que mencionaba 357 asesinatos de odio por orientación sexual, en
aquel país, en los últimos cuatro años (26). A finales de noviembre, leíamos
también, una transexual cubana era asesinada a puñaladas, por su novio, en
Miami (27). Pero donde hay homofobia institucional, nos siguen diciendo, es en
Cuba, un país donde son raros estos crímenes y con importantes avances legales
en los últimos años (28). Por cierto, ¿se imaginan que el presidente
cubano afirmara, como hizo el de Brasil Jair Bolsonaro, que, frente al
coronavirus, su país debe “dejar de ser un país de maricas” (29)? Entonces
sí, tendríamos un monumental escándalo mediático que condenaría a Cuba como
“estado homófobo”.
Hace unas semanas era asesinado, mediante una
ametralladora dirigida por satélite, el científico iraní Mohsen
Fajrizadé. Es el quinto científico del programa nuclear de Irán asesinado
por los servicios secretos de Israel (30). Por su lado, EEUU ejecutó, a
comienzos de año, al general iraní Qassem Soleimani (31). Pero ¿han leído, en
la prensa occidental, alguna nota, algún editorial, que condene estos actos o
los califique siquiera de “terrorismo de Estado”? Ahora imaginen qué dirían –y
qué pasaría- si los servicios secretos de Irán –un país sin armamento nuclear-
ejecutaran a un miembro del Departamento de Defensa de EEUU –que cuenta con
seis mil cabezas nucleares-, o del equipo científico de Israel –estado con no
menos de 100- (32).
Imaginen también las consecuencias
mediáticas y políticas si, en Cuba, en una rueda de prensa, un activista de
EEUU pidiera la intervención militar en su país, debido a la brutal
represión policial. Pues escuchen lo que dice en Miami Orlando
Gutiérrez-Boronat, de una organización “anticastrista” que, en los últimos 15
años, ha recibido siete millones de dólares del gobierno de EEUU para sus
campañas contra Cuba (33): “No se puede permitir un derramamiento de
sangre del pueblo cubano, en las calles de Cuba. Y con toda moral pedimos que
la comunidad internacional, encabezada por los EEUU, ponga fin a este régimen
de oprobio. (…) Es legítimo y pedimos una intervención internacional liderada
por EEUU para derrocar ese régimen y ponerle fin” (34) (35).
Y no pasa nada. ¿Hasta cuándo?
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