Viaje a la Luna

Viaje a la Luna

Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

QUIEN NO SE OCUPA DE NACER SE OCUPA DE MORIR

jueves, 25 de febrero de 2016

Por si acaso te explico OBAMA...

Con bombos y platillos los medios de la Argentina han festejado la próxima visita del Presidente yanqui a Cuba, sobre todo para justificar que dos días mas tardes llegue al Rio de la Plata y permanezca hasta el 24 de Marzo en Buenos Aires mientras se conmemora el 40 aniversario del Golpe Militar dado en su momento con la anuencia del Imperio del Norte. Nada es al azar, y en este Mundo que en lo político se emiten constantemente "señales", es de esperar que Obama, haga lo que hace poco leí en la última novela de Umberto Eco "Numero Cero" , ( ..."nunca he entendido si esta moda de pedir perdón indica un ejercicio de humildad o de desfachatez: haces algo que no deberías, luego pides perdón y te lavas las mano"), vaya a la Escuela de Mecánica de la Armada y pida perdón por los 30 000 desaparecidos entre 1976-1983.

A el Ingeniero Macri lo quieren convertir, como en su momento utilizaron a Menem para la vitrina del Neoliberalismo en América Latina, en la punta de lanza de los "Derechos Humanos", que pareciera que donde único no se respetan en esta parte del Continente, es en Cuba y Venezuela, porque por supuesto matar periodista en México y Guatemala, "es más bien un safari multicolor para los turistas".

Está claro que Barack Obama no es responsable personal de lo realizado por su país no solo en la Argentina, en Republica Dominicana, en Chile, en Nicaragua, en Paraguay, en Colombia, en Guatemala, en Cuba, va, como diría cualquiera de la CIA, "en nuestro patio trasero", y por tanto cree que con un "discurso de compasión" se olvidaran las penas y también la historia.

Yo apruebo que Obama vaya a Cuba, es mas, considero que sin su voluntad política no se podrá terminar nunca el bloqueo, que hemos padecido tanto los cubanos, solo por el hecho de considerarnos una nación soberana, que no le gusta que nadie le diga lo que tiene que hacer, donde nuestros problemas (que son unos cuantos, mirándolo con un solo ojo) lo resolvemos como en cualquier hogar del Mundo, de la puerta para adentro sin invitar al vecino.

Obama tendrá que entender que esta todo bárbaro que seamos moradores fronterizos y hasta socios civilizados en el futuro, pero hemos comido nosotros los cubanos mucha croqueta para mantener lo más apreciado que hemos conservado, nuestra independencia nacional y si su intensión es aplicar un nuevo tipo de "guerra de baja intensidad", de nada le vale su remisión, pues los objetivos del Imperio que antes apoyo los Golpes Militares en nada difieren con los objetivos que él se propone.

Por si acaso te explico Obama que es una croqueta, pero la nuestra, no la que se hace con carne tipo gourmet, deja que aprendamos y podamos mejorar nuestra croqueta, no hace falta que te metas a decirnos "como".





LA CROQUETA
(Héctor Zumbado)

Había sido de todo. Ayudante de electricista, peón de albañilería, plomero, ponchero, cargabates, parqueador de guaguas, entongador, taxista. De todo. Tenía una abundantísima experiencia acumulada en los más disímiles trabajos y una disposición formidable para todo. Listo siempre. Sin titubeos ni boberías.
Por eso dijo que sí, que no faltaba más, cuando le preguntaron si quería hacerse cargo de un quiosco de croquetas. Bueno, dale, eso es tuyo, le dijeron.
Pero entonces se enfrentó a un problemita que no había tomado en consideración. Se enfrentó, de pronto, al problema de cómo hacer una croqueta, cosa que no había hecho nunca.

Primero se quedó unos segundos con la mirada en blanco, igual que Kant cuando meditaba sobre la cosa en sí, reflexionando filosóficamente sobre la croqueta. Y por un momento pensó que, sin experiencia alguna en el contexto culinario de la croqueta, sería imposible acometer la tarea.
Entonces se le iluminó el cerebro. ¡La memoria, claro! Recurriría a la memoria. ¿Cuántas croquetas se habría comido desde la aparición, desarrollo, auge y estabilización de la croqueta?

Recordando que el fenómeno croquético había surgido a mediados de la década del 60, comenzó a reconstruir mentalmente una especie de retrospectiva de la croqueta, viéndose a sí mismo degustando croquetas en los más diversos contextos. Las había comido, que recordara, en cafeterías y restoranes, quioscos, comedores, terminales de ómnibus, cortes de caña, bodas, fiestas de quince, montado en camiones, pedaleando e bicicleta, viajando en avión, caminando, corriendo tras una guagua, empujando un cochecito, subiendo escaleras, bajando en elevador, parado en un andamio, acostado al anochecer, al despertarse, a media mañana, en almuerzos, meriendas y recepciones, en la playa, bajo un sol radiante, en tardes lluviosas y en medio de un ciclón.

En los últimos lustros, pensó, a un promedio por lo bajito de dos croquetas diarias, había deglutido unas 730 croquetas anuales, sin contar los años bisiestos, lo que haría un total de 12 410 croquetas. ¡Doce mil cuatrocientas diez! ¡Qué bárbaro! Las visualizó todas juntas, una detrás de otra, en fila india, y calculando que cada croqueta promediaba unos diez centímetros de largo, vio ante sí una longaniza de 124 100 centímetros, o sea, 1 241 metros de croquetas. ¡Se había comido un kilómetro y cuarto de croquetas! Era un experto. ¡Cómo no se iba a acordar del gusto peculiar, único, sui géneris, de la croqueta!.

Todo se reducía entonces a una cuestión sencilla: hacer un esfuerzo de memoria, de representarse mentalmente los diferentes componentes de la croqueta. Así, dejándose llevar por los recuerdos, concentrándose profundamente como un yoga, quedó como un yogur en reposo, inspirado en el budismo Zen, en la contemplación absoluta, en el éxtasis místico que le permitiera conseguir la sabiduría, penetrar en los secretos de la intimidad de la croqueta. Recordar. Recordar a qué sabía una croqueta.

Y se puso a trabajar. Cortó en tiritas cuatro hojas de papel gaceta, que separó en un platico. Luego batió dos yemas de huevo y picó en trocitos un tallo de soga de tendedera. Añadió una cucharadita de engrudo y espolvoreó con aserrín de pinotea. Derritió un cuarto de vela de las grandes y cortó finito un cordón de botas cañeras. Lo mezcló todo bien y obtuvo una masa del color de la muralla de la Habana. Entonces, con amor en las manos, le dio forma a una croqueta, la cual envolvió con ternura en un pedazo de tela de mosquitero. Ralló un pan de jabón Batey para empanizar, y comenzó a freírla en la sartén, con la candela baja.

Esperó con ansiedad a que la croqueta se dorara lentamente al fuego. Y cuando al fin estuvo doradita, la sacó de la sartén y la escurrió.
Ya iba a morderla, cuando pensó, de pronto, que su opinión pudiera estar parcializada.

Llamó a su mujer y le entregó la croqueta

- Dime

La mujer tomó la croqueta con la punta de los dedos, se la llevó a la boca y la mordió por la mitad. Comenzó a masticarla con lentitud. Tragó. Lo miró fijamente y dijo:


- Está bajita de sal.