Viaje a la Luna

Viaje a la Luna

Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

QUIEN NO SE OCUPA DE NACER SE OCUPA DE MORIR

martes, 2 de diciembre de 2014

LA PUERTA

(Existe la historia de los grandes héroes, la que aprendes a saludar cuando eres pequeño, con la mano a nivel de la frente, cantando el himno nacional, mientras se iza la bandera, pero también esta la otra, que nadie te enseña porque la vives en carne propia, la que no se encuentra en los libros de historia, la que recuerda un grupo de seres humanos con un mismo apellido, con una misma tradición, historia minúscula, si las hay, que padeces y se incuba en tu mente como eso, un recuerdo de familia. En los dos tipos de historias hay alegrías, errores y hasta horrores, escribir sobre ellas es importante para llevar contigo, ese sentimiento, que llamamos pertenencia.)

-       ¿No te enteraste?, entraron en la embajada del Perú – así empezaba la mañana informando Margarita, la vecina, que venia todos los días para el buchito de café.

-       ¿Qué paso? – pregunto la Lisso

-       Nada gitana, que la gente esta hasta los mameyes, y quiere un escape, dicen que entraron con una guagua y mataron al policía que custodiaba, pero además no sabes, toda la madrugada han estado entrando gente por todos lados y ocupando la embajada. Yo me voy para allá a ver que “consigo”, indico con una sonrisa en los labios.

-       Pero mija, tenes a Longuito, que locura es esa, eso va a terminar mal- le aconsejaba Lisso a su vecina.

Había llegado del Cepero Bonilla, y Margarita me dijo que Lisso, mi vieja, estaba en lo de mi abuela, baje las escaleras con mi mochila de mascara antigas rusa, pintorreteada de los nombres y caras de grupos musicales de rock, entre esos dibujos, una cara con una estrella negra en el ojo derecho, subí la calle C y encaré María Regla, ya desde lo lejos divisaba a Paricho.



Se había hecho costumbre que mi abuela estuviera al tanto de cuando llegábamos de la escuela, esto quedo de tiempos en que mi madre, que se había separado de Juan Suárez,  trabajaba en el Almacén de Medicamentos cerca de casa, por la calle Armas a una cuadra de la Avenida Dolores, entonces cuando venia de la secundaria “La Sarmiento”, tenia que pasar por la casa de mi abuela, y esta para que yo no subiera, ya se asomaba al balcón del edificio de los gitanos, para controlar mi paso hasta mi casa, donde quedaría solo, hasta la llegada de mi vieja a eso de las cinco de la tarde.

_ ¿Hola, Abuela?- le grite desde abajo.

Sus ojos eran mas grande de lo acostumbrado, presentí un cierto nerviosismo y algo blanquecino su rostro aunque a decir verdad, mi abuela era una típica gitana, de piel rojiza, casi negra para el que no conocía su origen, sus trenzas gris plata, sus cadenas de oro, y sus sayas largas de muchos colores, la hacían un personaje atípico, aunque ya Lawton se había acostumbrado a los gitanos, que parecían haber estado allí desde que Colon piso la isla.

-       Subí, tu mama esta aquí-, me dijo en tono seco.

La Paricho no era de hablar muy dulcemente, ni siquiera con sus nietos, la vida la había hecho endurecer su carácter, cuando su esposo el español Rogelio Sandin, se le había muerto de cáncer pulmonar, cuando ella apenas cumplía los 38 años, y la había dejado con seis hijos, cuatro de ellos con menos de 15 años. Su manera de demostrar afecto tenia que ver más con un sentido práctico de la vida, que era de ocuparse por resolver tus problemas como si fueran los suyos, o de infligirse daño así misma, cuando tú sentías algún dolor o daño verdadero.



Recuerdo aquella vez cuando Danielito mi primo, aprendía a montar bicicleta delante de Maria Regla 64, el edificio de los gitanos y mi abuela lo observaba desde el portal del primer piso, como era su costumbre. En un momento determinado, Danielito se tropezó con un ladrillo en la casa del frente, la de Elisa, y salio por los aires, su cara recorrió el asfalto y se levanto ensangrentado en cuestión de segundos, La Paricho que seguía cada movimiento de mi primo, solo atino a llamar a mi tía Noka y en un santiamén, agarro el búcaro de la sala de la casa, con flores incluidas y se lo rompió en la cabeza. Locura gitana se volvió el ambiente cuando entre mis primos y mis tíos todos gritando y alocados, tuvieron que revivir a mi Abuela y llevar a mi primo para que lo cosieran en el Policlínico de Lawton, todo al mismo tiempo y en una desesperación típica de una película de Fellini.

-       ¿Qué pasa Abuela? -, trate de indagar, ante su gesto que la acompañará en el balcón y no entrará a la casa, que por alguna extraña razón permanecía con la puerta cerrada.

-       Quédate vigilando si ves algún movimiento extraño, yo voy adentro un momento - , me arropo una sensación rara por aquella orden, sobre todo me preguntaba, ¿que era un movimiento extraño?, pero me quede quieto mirando el barrio, que por aquella hora, tipo una de la tarde, era un lugar tranquilo y apacible sin mucha gente en la calle.

Al poco rato regreso Paricho a su puesto de observación y siguió dando ordenes.

-        Ve adentro y ayuda a sacar los escombros -, yo que seguía sin entender nada, asumí la misión como a quien lo envían a combatir contra un tanque de guerra con un cuchillo de palo, pero no le informan quien será su adversario.

Entre a la casa que ya conocía de memoria, el televisor ruso a la izquierda, debajo de la ventana que daba al portal con balcón a la calle, donde había dejado a mi Abuela, la mesita de centro de la sala, de color carmelita oscuro, encima del cual se encontraba, el búcaro con flores que un año más tarde, terminaría rompiéndose en la cabeza de mi abuela, el sofá en la pared de la izquierda que terminaba con la radio grande a bombillo, donde mi abuela se deleitaba con la música española a todo volumen, los cuadros con sendas fotos de mi Bisabuelo, el gitano ruso Burtia, que se había quedado en Cuba y muerto en ella, porque su preferida de sus nueve hijos, la Paricho, había decido romper las reglas y casarse con un “gazyo” español, que había llegado en barco de Veneciano de Valverde de la provincia de Zamora en 1921 a la isla de Cuba, cuya foto acompañaba a la del primero, en la pared de la derecha, arriba, antes de llegar al murito que separaba virtualmente la sala del comedor, abajo delante de ese murito un butacón de madera oscura y a su lado dejando un paso hacia el comedor otro butacón que hacia juego con este ultimo. En el fondo en la pared del comedor encima de la vitrina de cristal, donde se guardaban las tazas para el “chai”, y las copas de champagne que habían entrado en desusos, por obvias razones de vivir en Cuba, estaba el cuadro grande del “ Sagrado Corazón de Jesús”, una pintura que nunca fue descolgada, a pesar que hijos, y nietos se hicieron comunistas, y su nueva “religión” no veía con buenos ojos, el alabar o profesar el “opio de los pueblos”. Delante de la vitrina en aquel comedor estaba la clásica mesa de madera robusta con adornos de flores tallados en las cuatro patas, que terminaban en puntas finas. En aquella mesa muchas veces comí los riquísimos Sarmales, enrollados de repollo con carne, en salsa de tomate muy tenue, que mi Abuela le gustaba hacer para recordar a sus ancestros, y que se convirtió en un clásico, a veces odiado por algunos de mis primos. Contra la pared de la izquierda estaba el aparador, del mismo color y madera que la mesa y la vitrina, con un vidrio encima, que todos teníamos el cuidado al apoyar algo encima por temor a romperlo.



A un lado de la vitrina se entraba, a través de una abertura sin puertas, a la cocina, allí estaban ellos, sigilosos, como quienes cavan un túnel a escondidas de sus carcelarios. En la pared de la izquierda que colindaba con el cuarto del dormitorio de mi tío Fardy, aquellos “gitanos de la construcción”, trataban de hacer una abertura que pareciera una puerta, que había estado allí hacía muchos años, desde cuando La Gitana y su hijo mayor,  habían decidido construir su pequeño imperio para la posteridad.

A mi tío Pepe, le corrían las gotas de sudor hasta alcanzar la mandarria envuelta en tela para amortiguar el ruido, sus golpes hacían que parte de aquellos ladrillos se vinieran abajo y cayeran sobre colchonetas dispuestas a ambos lados de la pared. La Lisso, Fardy, mi tía Zoraida, mis primos y yo éramos los encargados de retirar rigurosamente los escombros que se iban guardando como tesoros a esconder en bolsas de saco, que poco a poco y sin llamar mucho la atención se sacaron primero al patio trasero de la casa de Paricho y luego se acomodaron con mucho cuidado en el balcón, ante la atenta vigilancia tipo G2, que proporcionaba mi Abuela.



El vano se termino, se repellaron sus costados minuciosamente de ambos lados junto con las jambas, todo quedo listo y la puerta se coloco, se pinto la pared del lado de mi abuela según el color que estaba la cocina, verde claro y del lado de mi tío Fardy de color cian celeste, la puerta era blanca, pero algo de suciedad tipo grasa se le propino a ese blanco cerca del picaporte, para que pareciera bien usada la misma. A la pintura de la pared de ambos lados, luego de haberse secado, se le froto con musgo verde de la pared trasera del patio de Paricho, para que pareciera que había sido pintada hacia mucho tiempo.
Aquellos gitanos llevaban en sus genes los artilugios que sus antepasados tantas veces habían utilizado cuando eran tan perseguidos en toda Europa.

Yo mientras tanto, no entendía mucho, a que iba todo aquello, pero participaba con el entusiasmo de pertenecer, no podía entender porque un “edificio” construido a base de sudor y lagrima por toda aquella “comunidad”, tenia que esconderse para hacer una puerta, pero pronto llegaron las explicaciones.

La Paricho y el Español Rogelio, fueron los primeros “agentes inmobiliarios”, en el naciente Lawton. Cuando el español fue aceptado por la tribu gitana comandada por Burtia y Terca CUIK, después de una historia de rapto, digna de ser llevada a la pantalla grande, estos dejaron las tiendas de campañas y comenzaron su periplo de compra y venta de casas en las inmediaciones del actual edificio de los gitanos, en Maria Regla 64. La primera casa que compartieron juntos fuera del campamento gitano que estuvo mucho tiempo en Porvenir y E,  estuvo a la entrada de la calle Pasaje de Córdoba, era de madera, y todavía se conserva, luego vendieron y se trasladaron para la casa situada a mitad de cuadra, cerca de la casa de los abuelos por parte de padre de mi primo Pepuche y mi prima Irasema, en la Calle Mambisa Martínez entre D y E, esa fue la última morada de mi Abuelo Rogelio, cuando murió en 1949. No paso menos de un año cuando Paricho y su hijo mayor José Sandin tomaron la decisión de vender y  comprar la casa en la Calle C entre Armas y Martínez frente a la casa de Meme y mas tarde definitivamente compraron el terreno y comenzaron a construir, lo que mas tarde se convirtió en el “Imperio Gitano” en Maria Regla 64. En todas esas casas, siempre hubo espacio para el taller de pailería y mecánica de Rogelio primero y de su primogénito después, mi Tío Pepe, que siguió la tradición que dio de comer a toda la familia.



Cuando mi Tío Fardy y Zoraida se casaron construyeron en aquella casa de dos plantas de Maria Regla, su pequeño apartamento al lado de mi Abuela Paricho en el primer piso, que  tenía sala comedor, cocina pequeña antes del baño y más al fondo el cuarto dormitorio. Era una sola propiedad que por precaución gitana, mi abuela lo había puesto todo a nombre del mayor de sus hijos, Pepe “el gitano”, que a falta de su esposo Rogelio, se había convertido en el “Jefe de la Familia”.

-       ¿Mamá, porque tanto lió por una puerta? - , así le preguntaba yo a la Lisso en casa, bien entrada la noche después de un día de tanto trajín y cautela.

-       Mijo, a tu tío lo vienen a buscar - , fue corta su respuesta, pero me dejo muchas interrogantes. 

Por aquellos días se había desencadenado todo. La muerte de Pedro Ortiz en la embajada del Perú, y aquellos humanos hacinados, provoco primero las marchas multitudinarias por 5ta Avenida en las que participe, y luego los excesos brutales mas tarde en los actos de repudios a cualquier vecino que decidía irse por el Mariel, en los que no estuve, solo por sabiduría de una gitana, mi madre, que me hizo entender que la gente tenía  derecho a vivir donde quería y que una cosa era defender una idea y la otra humillar al contrario. Se desencadeno una furia con desbordes imperdonables, que solo podemos sentir vergüenza como pueblo por todo aquello.

-       ¿Quién lo viene a buscar? – pregunte incrédulo, no sabia entonces que la familia de mi Tía Zoraida en Miami, había contratado una lancha con ese fin.
-       ¿Y eso que influye?, ¿Por qué hacer una puerta, donde nunca estuvo?

-       Tu Abuela tiene miedo que el departamento de tu tío sea confiscado

-       Pero, si todo eso es de Abuela, ella construyo todo eso.

-       Bueno, pero a “esta gente”, no le importa mucho las leyes – así contesto la Lisso.


Pepe “el gitano” había venido de la fabrica “Enrique José Varona”, donde ejercía la jefatura de una comisión técnica, que evaluaba todo lo relacionado con el desarrollo de nuevos proyectos en ella, era su costumbre dormitar cerca de una hora, en posición de sentado en una de las esquina del sofá verde que estaba en su sala, antes de continuar trabajando en su Taller privado de Mecánica en el fondo de su casa. El ruido de unos martillazos sobre madera, lo despertaron.

-       ¿Qué están haciendo? – pregunto asomándose por la escalera que conducía a los departamento de su madre Paricho y su hermano Fardy.

-       Esta casa será confiscada y nadie más podrá entrar en ella, hasta que el Estado decida qué hacer. Fermín Sandin Cuik y su familia se acaban de ir por el Mariel – con cierta prepotencia hablo Nersy, la Presidenta del CDR de la Calle Maria Regla, mientras Vladimir, su hijo e Iván, otro vecino, seguían martillando tablas en forma de una equis sobre la puerta del departamento de Fardy.

-       Todo esto lo construimos nosotros, es nuestro, aquí hay una sola propiedad y esta a nombre mío, además a ese departamento siempre se tuvo acceso por dentro, desde la casa de mi madre - , Pepe lo dijo con autoridad, sabia que esto ultimo no era cierto pero ellos tampoco podían hacer lo que hacían,  cumplían una orden de arriba, primero hacer esto y después que la gente reclamará.




Mi abuela y mi tía Noka habían salido al portal, se mantenían inmutables dejando hablar al hombre de la casa, como buenas gitanas llevaban varios pasos adelante.

-       Mañana Pepe va a la Reforma Urbana y tendrán que sacar esas tablas -, La Paricho hablo.

-       Además Nersy cuando tu llegaste a este barrio, yo ya estaba hace rato -, la Noka, no se quedaba atrás defendiendo lo suyo.

-       Eso veremos -, respondió Nersy mientras bajaba las escalera con su hijo e Iván detrás.

Mi tío Fardy, un año antes de su partida, había comenzado a construir la segunda planta de aquel edificio. Como decía él, los hijos se van haciendo grandes, y necesitan espacio, con lo cual encaro dos habitaciones encima suyo, que pudieran albergar a sus dos hijos, Fernando y Ernesto. De su antiguo dormitorio, donde ahora se había construido La Puerta que daba a la cocina de La Paricho, construyo una escalera metálica en caracol para llegar a las habitaciones de arriba. Los acontecimientos del Mariel, cambiaron los planes y la toma de decisión de irse a probar suerte a otro país.



- Venga Nersy con martillo, pero ahora a retirar las tablas -, así encaro a la Presidenta del CDR de Maria Regla entre B y C, José Sandin, con los papeles de la Reforma Urbana que le daban la razón, de que todo aquello estaba construido en un mismo terreno de su propiedad.

A regañadientes Iván, que había sido amigo y compañero de aula en el Pre Cepero Bonilla de mi primo Fernando acompañado de Nersy, tuvo que retirar aquellas tablas y dejar que aquel edificio gitano siguiera siendo de los gitanos de Lawton, la ley fue respetada, y por aquella vez mi madre no tuvo razón.



Años mas tarde lo comenzado por mi tío Fardy fue terminado por Pepe y su hijo Pepito “el gitano” para que este último viviera en aquel segundo piso del edificio.

El departamento de Fardy y su familia fue ocupado por mi prima Natacha, hija de Pepe y su familia, que luego de la muerte de mi abuela Paricho en 1983 y la posterior muerte de mi tía Noka en el 2001, ocupo ambos departamentos. Hoy en día el “edificio de los gitanos” es ocupado por mi tía Piro, esposa de Pepe, mi prima Natacha y su familia, mi primo Rogelio y su familia, primogénito de Pepe y por Pepito “el gitano”, segundo hijo de este ultimo.



La Puerta que quedo allí como pasaje entre las dos casas, ha sido el monumento perfecto a un momento de nuestra historia familiar y nuestra historia como país.





(Dedicado a un amigo, por su regalo de la novela de Leonardo Padura “Herejes”)