Viaje a la Luna

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Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

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martes, 28 de mayo de 2019


Greta Van Fleet y una rotunda apuesta por el hard rock de los setentas
(Por Gabriel Hernando, LA NACION) 


Puede ser obstinación, capricho, la intención de desarrollar una carrera en base a lo escuchado, aprendido e incorporado a lo largo de los años o, simplemente, el deseo de hacer lo que en verdad siente y le gusta. Lo cierto es que, indiferente a una escena musical dominada por el trap, el hip hop y los beats electrónicos, Greta Van Fleet no sólo apuesta fuerte y reivindica al hard rock de los setentas, ese que combina riffs poderosos con sentimiento bluesero, sino que va logrando destacarse y llamando la atención de cada vez más público en medio de un panorama que parece transitar por otros carriles.

Auténtica rara avis dentro de este presente musical, y cargando sobre sí las opiniones cruzadas de la crítica especializada y las siempre odiosas, aunque no menos ciertas, comparaciones con Led Zeppelin, la joven banda oriunda de Frankenmuth, un pequeño pueblo de Michigan, pasó con la frente bien alta por la edición 2019 del Lollapalooza Argentina para, un día después, adueñarse del teatro Gran Rex con un sideshow tan contundente como exclusivo y que tuvo en Rocco Posca a un adecuado aperitivo.

El demoledor comienzo con "When the curtain falls", "Black smoke rising" y "Highway tune" (a esta altura todo un clásico) dio cuenta que, como sucedió algunos años atrás con The Strokes, The White Stripes y The Black Keys, a Greta Van Fleet también le seduce mucho eso de volver a colocar las guitarras en un primerísimo primer plano frente a un público que, con gritos, aplausos y agotando las localidades de la sala de la avenida Corrientes, demostró estar en idéntica sintonía.


Desgranando una lista de temas que recorrió gran parte de sus dos Eps, Black Smoke Rising y From The Fires (ambos de 2017), y de su auspicioso álbum debut, Anthem of the Peaceful Army (2018), el cuarteto estadounidense se mostró como un muy aplicado alumno de la escuela del rock más tradicional, aminorando por momentos la marcha a través de pasajes de blues, mid tempos y baladas muy logradas, como en "Flower power" y "You're the one", y en donde los teclados y la guitarra acústica tomaron un mayor protagonismo. Sin embargo, y a diferencia de, por citar un ejemplo, Jack White, un ilustre graduado de esos mismos claustros pero que suele darle una vuelta de tuerca más personal y contemporánea a sus creaciones, los integrantes de GVF aún parecen estar muy apegados a una sonoridad, una imagen (chalecos, capas plateadas, pañuelos al cuello) y a ciertos clichés de neto corte vintage. Y ahí es cuando los riffs de guitarra del endemoniado Jake Kiszka junto a la monolítica y precisa base conformada por Sam Kiszka (bajo y teclados) y Danny Wagner (batería) desnudan la inocultable influencia de Led Zeppelin, rasgo que se potencia considerablemente en la performance de Josh Kiszka, un gran vocalista de rock, sin dudas, pero cuyos fraseos y certeros agudos van muy en la línea de Robert Plant.

Independientemente de estos evidentes puntos de contacto con la leyenda zeppeliana y de otros elementos deudores de unos primigenios Aerosmith y de los recordados The Black Crowes, no sería del todo justo apuntar con un dedo acusador y desacreditar desde el vamos a una banda que todavía atraviesa sus primeras experiencias en el plano profesional y con una formación cuyo promedio de edad ronda apenas los veinte años. Más bien debería considerarse esta instancia primaria de influencias tan marcadas como algo natural, comprensible y como la escala obligada previa de cualquier agrupación que intenta dar el salto hacia las grandes ligas. También es verdad que estos jóvenes (en especial el guitarrista) se aprendieron de memoria todas y cada una de las lecciones del manual del rockero promedio, con sus archiremanidos yeites y poses típicas. De todos modos, vale señalar también que, tanto en él como en el resto de sus compañeros, se evidencian horas y horas de ensayo y dotes de buenos instrumentistas que desembocaron en un concierto enérgico, frenético, que no dio respiro y que tuvo en Josh Kiszka a un frontman entusiasta y que, por su su cabello ensortijado y su estatura, resultó ser algo así como una síntesis perfecta entre Kevin DuBrow (el malogrado vocalista de Quiet Riot) y Marc Bolan en su faceta de duende poseído por el rock respectivamente.

Sólo el tiempo, junto a sus próximos trabajos discográficos, se encargará de confirmar si Greta Van Fleet posee la espalda suficiente y los atributos necesarios para finalmente lograr construir una identidad musical propia o si sólo se trata de un mero ejercicio de estilo. Por el momento, temas como "Edge of darkness", "Watching over" y "Safari song", que cerraron el show entre atronadores riffs, intensas nubes de humo artificial y el apoyo total del público, denotan que los chicos rockean con creces y saben por dónde quieren escribir su historia.