Así pasa la vida,
con cánticos aleves de agostada bacante.
Yo voy todo azorado, adelante..., adelante,
rezongando mi marcha funeral.
con cánticos aleves de agostada bacante.
Yo voy todo azorado, adelante..., adelante,
rezongando mi marcha funeral.
(Cesar Vallejo, “La voz del espejo”)
Rehúso la mirada de un olvido
sugiero tu cuerpo (que no conozco)
junto al mío
Te veo como luciérnaga
en un despertar
ansío tu boca como un manantial
fresca
suave
voluminosa
caprichosa
Presiento que estarás allí
en mi soledad
ministeriando mi pasión
la devoción por tu cuerpo
Descubro tus montañas
con sus cráteres lunares
mi mano petaloclavel
se humedece
se fascina
en la seda de tu imagen
Rehúso el aliento de un olvido
sugiero tus vibraciones (que no conozco)
en mi tímpano
Te veo aparecer desnuda
como río serrano
que pasa como luz
entre mis piedras
delirantes
jadeantes
hirvientes
Presiento tu goce
tuteando mi movimiento
lento
en la conquista de tu alma
No rehúso a lo imposible
que es tenerte
aunque no te conozca.
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Si mañana
el demonio viene por mi
(que por cierto
me lo tengo bien ganado)
le sonreiré mis agonías
le echare el brazo por arriba
y lo convidare a mi esperanza
Le jurare mi suicidio
por un ahorcamiento de inspiración
Conversare despacio
tolerante
tratando de convencerle
que no es mi hora
que recién
comienzo a vivir
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Una tarde de Octubre
asome mi humo de recuerdo
en un mar de latitudes
En un invierno atormentado
espere tus soles
con un té como beso
Susurre una montaña
con caminos de incas
y apreté tu piel
canela refrescante
Picante en el sol
me supieron tus senos
en aquella ciudad
de pirámides y tequila
Viaje lejos
arrastrando mis espantos
y con un tango
que escuche desde chico
descubrí tu alegría
Hoy me empalmo
con tu vientre
para que las cenizas
nos cubran
en el próximo milenio
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