LOSER
(Por Eduardo Del Llano
en su blog https://eduardodelllano.wordpress.com)
Me inquieta el concepto de que la vida es una batalla en la que, para ganar, hay que joder al otro. Y encima, escarnecerlo con epítetos como perdedor o fracasado.
A juzgar por las películas americanas, la de perdedor parece casi una profesión. Steve is a loser, dice un personaje con el tono con el que afirmaría que Steve es músico, equilibrista o diabético. Uno diría que Steve no sólo escogió ese camino sino que ya no puede salirse de él, que es un perdedor nato de la misma manera en que puede ser pelirrojo o enano. Steve padece una condición que lo hace inelegible para ciertas alianzas, para determinadas misiones. Ser un perdedor es peor que tener alguna discapacidad física, pues el discapacitado inspira simpatía y es políticamente incorrecto segregarlo, en tanto al perdedor lo rehúye todo el mundo.
El mundo de hoy nos exige el éxito, la delgadez y la sonrisa. Mantenerse joven. No tener escrúpulos y sí buen sentido de la oportunidad. Saber usar a los demás: la solidaridad es cosa de las ONG.
Más que como un lobo, el hombre se comporta como un espermatozoide en relación con sus semejantes: sólo uno puede ganar, los demás son basura para tirar. Ahora bien, resulta obvio que, de la misma manera que el que pierde en un concurso (musical, literario, de agilidad mental, lo que sea) no es necesariamente mediocre o fracasado, sólo que hay un montón de aspirantes y un único premio, los Steve de este mundo no tienen por qué ser perdedores sistemáticos: ese mismo concursante puede ganar la próxima vez y el vencedor de ahora resultar derrotado. Sin embargo, el triunfador inexperto cree que sólo consiguió el éxito gracias a sus méritos, a su talento, a que es un winner desde el ADN. Al considerar su victoria tiende a soslayar variables como la suerte, el azar y el coeficiente de hijoeputez en sus relaciones con los demás, y prefiere creer que está empotrado en una casta a la que pertenece por derecho. Evita el roce con los perdedores y los satiriza y fustiga cuando puede. Si de algo está seguro es de que nunca será como ellos.
De Spencer a Trump las sociedades modernas, en especial la norteamericana, han educado a los jóvenes para competir ferozmente, han repetido que sobreviven los fuertes, que hay que luchar como sea para llegar arriba, que nadie te ayudará o te regalará nada, que no puedes ayudar a nadie. The rejection, un cuento de Woody Allen, refleja sabiamente esa rivalidad que rige a todos los niveles: un magnate de origen ruso se angustia porque a su hijo no lo han aceptado en el mejor parvulario de Manhattan, lo que desde su punto de vista ya significa que el chico va a ser un fracasado, un loser durante el resto de su vida.
Competir es saludable y necesario, pero aplastar al derrotado y considerarlo inferior resulta enfermizo, una exacerbación del darwinismo social, una manera elegante del fascismo. Tampoco es que el igualitarismo superficial, abrumador y abúlico del socialismo real sea la solución ni mucho menos: descreo de toda igualdad levantada sobre la abolición de la iniciativa. La ambición personal es un buen motor para el progreso… mientras respete el derecho ajeno, como diría Juárez, mientras no justifique y estimule dar de puntapiés al desdichado que atraviesa circunstancias adversas. No es ganar a cualquier precio: tener cada vez más dinero y, en consecuencia, mayor poder, es una filosofía pragmática y deshumanizada, el súmmum del individualismo, que genera frases como la bondad es debilidad o si muestras lo que sientes podrá ser -y será- usado en tu contra.
En la Cuba de hoy ciertos cambios instrumentales están ocurriendo muy de prisa, en tanto los estructurales se dilatan o simulan; mucha gente, ahora, cree que asumiendo la actitud de este es un mundo competitivo que yo no inventé, yo voy a lo mío y lo que te ocurra no es mi problema es más moderna, e incluso que parece más americana.
Tal vez, diciendo esto, estoy fuera de moda. Tal vez soy un poquito como el necio de la canción de Silvio. O quizás, simplemente, me estoy poniendo viejo.
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