¿QUÉ NOS DEJÓ LA URSS?
(Por: Mario Valdés
Navia, publicado en la JOVEN CUBA)
Aunque Stalin ha pasado a la historia como
una especie de Señor Oscuro del Socialismo, no todos los males del modelo
soviético pueden achacársele. Lo cierto es que durante su largo mandato
(1924-1953) la URSS vivió el milagro económico más grande que se haya visto
jamás, al convertirse de país atrasado y secundario a nivel europeo, en la
segunda potencia económica mundial, con independencia de la falta de
legitimidad -y humanidad- de muchos de los métodos empleados para lograrlo.
Ningún otro gobernante soviético tuvo tales éxitos y, en cambio, ni superaron
radicalmente los errores del estalinismo, ni dejaron de añadirle otros nuevos
al devenir del llamado Socialismo Real.
Al triunfar la Revolución Cubana, el sucesor
de Stalin, Nikita Kruschov, ejecutaba la etapa conocida por El
Deshielo (1955-1964), un proceso tímido y parcial de
desestalinización de la sociedad soviética y del campo socialista, iniciado con
su famoso Informe Especial –realmente nunca fue secreto- al XX Congreso del
PCUS (25-2-1956). Su mandato estuvo salpicado por los arranques y timonazos del
líder en política interna y externa, que condujeron a su sustitución tras un
golpe de estado palaciego mientras se encontraba de vacaciones. De este modo se
le abrieron las puertas al poder máximo a Leonid Brezhnev, quien condujo a la
URSS durante casi veinte años (1964-1982), época en que se fortaleció la
relación cubano-soviética, sobre todo a partir de 1971.
Si los males del estalinismo se asocian a la
muerte de millones de personas por asesinatos, hambrunas y trabajos forzados,
es imposible identificar a la experiencia de la Revolución Cubana con tales
desmanes. Sin embargo, de la era Brehznev es bastante lo que se ha heredado y
mantenido hasta los días de hoy. Uno de estos elementos es el de priorizar el
desarrollo por métodos extensivos (extensionismo), en detrimento de los
intensivos.
Prueba de ello fueron, en los años 70, las
campañas masivas de desmonte para extender las tierras de labranza y
pastoreo más allá de las posibilidades reales de las granjas estatales, que
trajeron consigo la proliferación del marabú y el aroma en los campos
desatendidos. Aún puede apreciarse el afán extensionista en las costosas e
interminables inversiones por hacer un trasvase este-oeste en Holguín a fin de
hacer fértiles tierras áridas, mientras las mejores del país siguen
improductivas o poco explotadas.
En este aspecto quizás lo peor haya sido la
adopción extensiva de maquinarias altamente derrochadoras de combustible, pues
este llegaba a raudales y barato de la URSS en momentos en que el mundo pasaba
a aplicar tecnologías ahorradoras para superar la crisis mundial del petróleo
de los 70 que apenas conocimos en Cuba.
Otro aspecto del brezhnevismo que se aplatanó
fue el del triunfalismo, que allá alcanzara el cenit con la nueva
Constitución de la URSS (1977) donde se decretaba la llegada a la “sociedad
socialista desarrollada [como] paso natural, lógico en el camino hacia el
comunismo”. Esto se hacía cuando ya era evidente, dentro y fuera del país, el
creciente estancamiento de la economía y la sociedad soviéticas. En Cuba, las
declaraciones triunfalistas en lo económico se sucedían sin cesar con el
expediente de tomar hechos aislados para fundamentar supuestos éxitos que no lo
eran.
Así, el esfuerzo por alcanzar una Zafra de
Diez Millones de toneladas (1969-1970) se presentaba como la puerta al
desarrollo industrial del país; el vuelo de un cosmonauta cubano (1980) en una
nave soviética ponía a Cuba como pionera de la investigación espacial en
Latinoamérica, mientras que el record Guinness de la vaca Ubre Blanca en la
producción de leche (1982) nos hacía ver como una potencia mundial en la
ganadería. Todas eran quimeras sin fundamento real.
Pero lo más terrible de la influencia
brezhneviana fue la creciente burocratización del país, inspirada en la copia
de los sistemas de organización estatal y partidista de la época en la URSS,
que llenaron las plantillas de cargos y responsabilidades similares en ambas
instituciones, mientras descendían los niveles de personas ocupadas en la
esfera productiva, sobre todo en la agricultura. Aún se sienten esas
influencias perniciosas que es imprescindible atajar y transformar en pos de un
socialismo más moderno y cubano.
Stalin pudo ser el Voldemort del Socialismo
en el siglo XX pero no influyó tanto en Cuba como su homólogo Brezhnev. Al
final el triunfalismo, la economía extensiva y la burocratización, han
perdurado en el tiempo más que la ayuda soviética.
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