MUJER
DE ADROGUÉ
Si lo sabré yo y unos pocos de Adrogué
entre ellos el que cuida la plaza principal y
le pasa el trapo, que quita el polvo, a la cruz colgada en la Iglesia, la muda
de la cuadra que tiene el kiosco azul, el querido Isidro Parodi que tantas
veces me corto el pelo y aquel mendigo como el Caballero de París que pendonea
por la rotonda con sus zapatos de dos tonos,
ellos saben y yo,
que hay galaxias recién descubiertas y
aquellas del fondo espacial que lamen la sombra suya porque no pueden probar
esos labios del Olimpo donde la fresa, el mango y mi cerveza negra favorita se
han confabulado para anochecer allí todos los días, ojo, sin pista de
aterrizaje, con las alas rotas de tanto andar por laberintos melancólicos, sin
poder encontrar algo ni parecido a ese revoltijo de carne sin madera concentrado.
Usted mujer de este Mundo y de los míos
podría solo existir en un libro lleno de Lunas, y yo recién he logrado descifrar
algunos jeroglíficos sin tener a mano la piedra Rosetta.
Si lo sabré yo y unos pocos de Adrogué.
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