LA
LLUVIA DE INVERSIONES TERMINÓ SIENDO UNA TREMENDA SEQUÍA
(Por Marcelo
Zlotogwiazda, INFOBAE)
De las dos malas noticias que difundió el miércoles
el Indec los datos negativos sobre
el mercado de trabajo han sido los que más repercusión y cobertura
mediática tuvieron. Sin embargo, una mirada macroeconómica con
perspectiva más amplia lleva a la conclusión de que el resultado más
preocupante ha sido la abrupta caída en el nivel de actividad. En
particular, el derrumbe estrepitoso que sigue teniendo la inversión, y
en menor medida la escasa reacción que vienen mostrando las exportaciones frente
a la devaluación.
La mayor relevancia que se le ha dado al aumento en el desempleo y
de la subocupación en el trimestre pasado no obedece a que hayan alcanzado los
valores más elevados de la gestión de Mauricio Macri y los más altos
de los últimos 13 años, con el 10.1% de desocupados y 11,8% de subocupados, que
implican un salto de 1 y 2 puntos respectivamente en relación a igual período
del año pasado. La prioridad que se le dio a estas noticias se explica por
la sencilla razón de que reflejan el padecimiento de alrededor de 4 millones de
personas en un aspecto central de sus vidas.
Pero esas malas noticias no son
sino la consecuencia inevitable de la brusca recesiónque
arrastra la economía, que en el primer trimestre del año registró un descenso interanual del Producto
Bruto Interno del 5,8%, acumulando cuatro caídas trimestrales
consecutivas.
Por ende, si bien la consecuencia es el
dato negativo más sensible y perceptible por la población, lo más importante
para el análisis está en las causas. No solamente porque la recesión
es el factor determinante de la falta de trabajo ya existente, sino,
además y fundamentalmente, porque el panorama que se vislumbra para la
actividad económica global, y particularmente para dos variables claves de la
macroeconomía, generan escepticismo sobre lo que puede ocurrir en el
mercado de trabajo de ahora en más.
Si de por sí los cuatro trimestre de
reducción del PBI son una muy mala noticia, la situación es aún peor
cuando se observa cuál ha sido la evolución de sus distintos componentes. Lo
primero a destacar es la inmensa caída en la inversión, o Formación
Bruta de Capital Fijo en la jerga económica, que se desplomó un 24,6% en
relación al primer trimestre de 2018.
Al revés de la lluvia de inversiones que
Macri auguró durante su campaña electoral y en los primeros tiempos de su
gestión, lo que está sucediendo con esa variable es una tremenda sequía. Y
no se trata de una sequía circunstancial sino de una muy prolongada y profunda:
ese 24,6% de retroceso interanual está precedido por una reducción
del 5,7% en todo el año pasado, con dos últimos trimestres que
bajaron 11,7% y 24,4%.
Tras esas gigantescas caídas, la
proporción que ocupa la inversión en la generación de actividad ha llegado
a mínimos históricos en la serie que publica el Indec. Tal como se
observa en el gráfico, la Formación Bruta de Capital Fijo se ubicó en el 13,5% del
PBI (medida a precios corrientes), bastante más abajo que el muy bajo nivel que
aún registraba en 2004 o que los valores del último año del gobierno
de Cristina Kirchner, y lejísimos del 19,5% que
alcanzó en 2007, cuando la economía kirchnerista crecía a tasas
chinas, mantenía superávits fiscal y externo, y niveles de
inflación civilizados.
Del gráfico también se desprende que salvo
los primeros años, la performance en materia de inversión del kirchnerismo
no fue buena. La de Macri la empeoró, desperdiciando incluso la posibilidad que
tuvo el Estado y la economía en su conjunto para tomar deuda con
un destino productivo en lugar de sólo financiar el déficit
fiscal y alimentar una obscena bicicleta financiera.
La situación es peor aún si de los componentes
de la inversión se excluye la construcción(que muy poco aporta a la
ampliación de la capacidad productiva) y la compra de Material de
Transporte, y sólo se toma en cuenta la inversión productiva por
antonomasia, que es la incorporación de Maquinaria y Equipo. La
caída en el primer trimestre de este componente fue del 31,5% respecto
a igual período del año pasado, con un descenso del 37,5% en la parte
nacional y del 28,5% en lo importado. Los dos trimestres previos
registraron descensos del 14,2% y 30,5%, y el año 2018 cerró
con una baja del 6,9%.
Si no aumentan, y de manera considerable,
esos niveles de capitalización, el futuro de la economía argentina es
sombrío. Entre otras cosas, para pensar en un aumento perdurable en el
empleo que vaya atenuando el drama de los que no tienen suficiente o nada
de trabajo.
Mirando hacia adelante, el próximo
gobierno tendrá la paradójica ventaja de disponer de un hándicap para poder
aumentar la producción y el empleo sin necesidad inmediata de incrementar la
inversión. Y eso debido a que encontrará muchos sectores con elevada capacidad
ociosa. Algo similar a lo que encontró Néstor Kirchner al
asumir. Pero ese hándicap se agota más temprano o más tarde, de acuerdo a
la magnitud y velocidad de la recuperación de cada sector
en particular. El gobierno anterior padeció ese agotamiento en la segunda
mitad de sus 12 años.
En un contexto general muy malo, hay algunos
sectores que escapan a la regla: sobresalen los agronegocios, la
industria del petróleo y gas vinculada con Vaca Muerta,
el turismo, la minería y los servicios basados en el conocimiento. Ahí
sí hay inversión y futuro promisorio, incluso con proyectos orientados a la
exportación.
Lo de Vaca Muerta es muy conocido, tanto en
lo referido a petróleo y gas como a algunos proyectos petroquímicos en
evaluación. Otro ejemplo menos conocido es el de Simplot, un joint
venture entre esa multinacional estadounidense y Fabio
Calcaterra, primo del presidente y hermano de quien está seriamente
involucrado en un par de casos de corrupción. La sociedad que preside Fabio
Calcaterra (con larga trayectoria en el negocio de la papa) inauguró el
mes pasado una fábrica en Mendoza para elaborar papas fritas
congeladas. En un principio emplean a 250 personas y proyectan facturar
120 millones de dólares anuales, de los cuales más de la mitad será por ventas
al exterior.
Otro caso es el de Patagonian Trade
Fruit, una compañía perteneciente al grupo empresario que encabeza Hugo
Sánchez, el mismo dueño del complejo hotelero Bahía Manzano en Villa
La Angostura, entre otros emprendimientos. Es líder en la producción de
frutas en el Alto Valle, y le ha sumado kiwi en Balcarce y Sierra de
los Padres. También está muy orientado a la exportación.
Una duda crucial es si con lo que exportarán
ese puñado de sectores alcanza para que la Argentina revierta su recurrente
escasez de dólares.
Una duda que se irá despejando con el
tiempo.
Por ahora, tanto el informe del primer
trimestre que difundió el miércoles el Indec donde las exportaciones
sólo suben un 1,7% interanual, como las cifras del comercio exterior que
muestran que las exportaciones del primer cuatrimestre no subieron nada a
pesar de la gran devaluación, no justifican el optimismo discursivo del
gobierno.
Porque así como sin inversión no hay
posibilidad de crecer ni de aumentar el empleo,tampoco la habrá si la Argentina
no resuelve su crónico problema externo.
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