Viaje a la Luna

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Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

QUIEN NO SE OCUPA DE NACER SE OCUPA DE MORIR

miércoles, 22 de mayo de 2019


Por cuarto mes consecutivo la industria trabajó en marzo a menos del 60% de su capacidad de producción
(Por Daniel Sticco, INFOBAE)



El indicador del Indec de utilización de la capacidad instalada en el conjunto de la industria manufacturera volvió a contraerse en marzo, tras un leve repunte en febrero, pero se ubicó por cuarto mes consecutivo entre los más bajos para ese mes en más de 17 años.

Para el promedio de la industria el índice general dio cuenta de un grado de utilización de la capacidad máxima técnica de producción por debajo del 60%, apenas 57,7%, al cual cayó en diciembre 2018, cuando muchas empresas optaron por las paradas habituales de mantenimiento anual de las plantas, y luego continuaron en enero y febrero con el recorte de la jornada laboral por vacaciones.

Pero ya desde marzo, al sostenerse la retracción de la demanda, principalmente la interna, mientras que la de exportación no alcanzó para neutralizar ese efecto, en particular en la relevante rama automotriz, varias empresas se vieron forzadas a programar suspensiones de personal.

Desde marzo, al sostenerse la retracción de la demanda, principalmente la interna, mientras que la de exportación no alcanzó para neutralizar ese efecto, muchas empresas comenzaron a implementar un plan de suspensiones de personal en plantas

El relevamiento del Indec dio cuenta de que los sectores con mayor grado de subutilización de los establecimientos fueron las terminales y complejos automotriz con una media del 65%; metalmecánica 57%; caucho y plástico 51%; textil 50%; y de alimentos y bebidas 44 por ciento.

Pérdida de competitividad

De los 12 grandes sectores del indicador oficial, en 2 se registraron en marzo último los índices más bajos de uso de la capacidad instalada en poco más de 17 años: la productora de alimentos y bebidas; y las manufacturas de tabaco.

Las ramas productoras de alimentos y bebidas; y las manufacturas de tabaco, registraron en marzo el mayor grado de capacidad ociosa en más de 17 años.

La encuesta de expectativas de los empresarios para el segundo trimestre respecto de igual tramo del año anterior arrojó un saldo de respuesta claramente negativo, con un promedio de utilización esperada de los establecimientos en torno al 60%, o, lo que es lo mismo, un grado de capacidad ociosa del 40 por ciento.

Una de las consecuencias de semejante desaprovechamiento del potencial fabril es el creciente peso relativo de los costos fijos de producción respecto del total, con el consecuente efecto negativo sobre la competitividad de las empresas y deterioro hasta el extremo de la rentabilidad del negocio.



EL NEOLIBERALISMO GENERÓ RESULTADOS DESASTROSOS
(PAGINA12)



“El neoliberalismo ha generado resultados desastrosos. La ‘economía social de mercado’ es una forma de contrato social que busca poner a los mercados al servicio de los pueblos en lugar de poner a los pueblos al servicio de los mercados”, explica el economista Martín Guzmán desde Italia. El investigador argentino concurrió junto a Joseph Stiglitz y Robert Johnson al Vaticano donde fueron recibidos por el Papa Francisco. Durante el encuentro los académicos acordaron impulsar una agenda conjunta para trabajar fortalecer el desarrollo de pensamiento económico crítico. “La estructura económica argentina excluye mucha gente. Las señales amigables con los mercados no alcanzan para resolver los problemas del desarrollo”, señala Guzmán durante la entrevista con PáginaI12 para advertir que “tampoco hay economía social que se pueda sostener si no se entiende lo que son las restricciones de recursos y si se maneja una economía como si los resultados que producen los mercados se pudiesen controlar enteramente desde la política”.

–¿Qué es la “economía social de mercado”?

–Es una forma de contrato social que busca poner a los mercados al servicio de los pueblos en lugar de poner a los pueblos al servicio de los mercados. Se parte de la premisa de que no hay con qué reemplazar a los mercados como el sistema más sensato para organizar las relaciones de producción e intercambio, pero a la vez que el fundamentalismo de mercado resulta en un desastre social, económico y ambiental. Que es precisamente lo que está pasando hoy en el mundo luego de cuatro décadas de un proceso de globalización basado en las premisas del neoliberalismo. 

–¿Cuál debería ser el rol del Estado en ese esquema?

–El nuevo contrato social requiere de reglas de juego e intervenciones estatales que preserven la inclusión social, que respeten las restricciones de recursos, y que orienten los recursos económicos hacia actividades que beneficien a las sociedades como un todo en lugar de a sectores concentrados. También plantea que es necesario atacar el problema de la desigualdad no solamente como una “falla” de mercado, sino porque la forma en que se distribuyen la riqueza y los ingresos le da forma al mercado. Los mercados no funcionan en un vacío, sino que funcionan dentro de marcos de leyes, reglas, normas e instituciones cuyas formas dependen de procesos políticos, que a la vez dependen de cómo se distribuye el poder político, que a su vez depende de cómo se distribuyen los recursos económicos. 

–¿Por qué consideran valioso discutir sobre economía con la iglesia católica?

–Por varias razones. Primero, porque tenemos una preocupación común con el Papa Francisco sobre las consecuencias del sistema económico global. Desde distintos ángulos, hay una fuerte coincidencia en el diagnóstico y en el mensaje. Ambas partes queremos un mundo distinto. Uno en el que haya progreso compartido y sostenible, inter-generacionalmente justo. Y ambas partes ponemos esta preocupación común, fundamental para el futuro de la humanidad, por encima de cualquier diferencia que pueda existir, que obviamente las hay en un grupo tan diverso.

–¿Cuáles son las coincidencias?

–Coincidimos en que el neoliberalismo como base de las reglas globales ha generado resultados desastrosos. La humanidad está destruyendo el planeta y, por ahora, no hay otro al que nos podamos mudar. Las mega-corporaciones utilizan el poder de mercado para extraer renta. Con el poder del dinero lo que han hecho de ese modo es darle forma a una globalización que termina haciendo valer sus intereses a expensas del resto. Que les permite utilizar la amenaza de irse a jurisdicciones con cargas impositivas más bajas para reducir salarios, privando además a las sociedades de recursos para las políticas públicas que una economía social de mercado requiere. 

–Y ¿en materia laboral?

–La globalización en su modo actual ha permitido alterar las leyes laborales en detrimento de las y los trabajadores y a favor de las corporaciones. Todo esto ha resultado en una creciente desigualdad económica y mayor descontento social en muchas partes del mundo al mismo tiempo que las economías han crecido. Este presente que vive el mundo es el resultado de las políticas que se han implementado, incluyendo aquellas ausentes para lidiar con los cambios tecnológicos que la humanidad genera.

–¿Cuál es el aporte que, desde su perspectiva, puede ofrecer una organización pontificia como Scholas Ocurrentes?

–Consideramos que la transformación requiere llegar a las masas de forma convincente, lo que a su vez requiere de trabajo en equipo entre gente que se complementa. La fuerza con que se transmite ese mensaje importa. El Papa Francisco es un líder global que tiene la atención de casi todo el mundo y la iglesia católica tiene más de mil trescientos millones de seguidores. Quienes estamos en condiciones de empujar la transformación tenemos que tener la madurez de entender que para llegar a ese objetivo hay que trabajar en equipo. El verdadero liderazgo empieza por allí. Compartimos la premisa de que para transformar la realidad es necesario trabajar en contacto con la realidad. Bajo esas premisas llega el acuerdo con Scholas Ocurrentes, la fundación creada por Francisco para transformar ideas en acciones desde el llano, y que encuentra en la educación un motor central para el cambio.

–¿Es posible hacer una evaluación de la situación de las economías latinoamericanas desde esa perspectiva? 

–Sí, claro. América Latina es la región que ejemplifica con más claridad lo que ha sido el fracaso de la agenda de fundamentalismo de mercado que se ha buscado universalizar desde Washington. Y, por otra parte, también muestra que los fracasos no han sido marca exclusiva de los gobiernos de derecha. Han sido varios los gobiernos de izquierda o centro-izquierda que no lograron resolver los problemas estructurales de la región, que es la región más desigual del mundo y sigue teniendo estructuras productivas que generan vulnerabilidad, exclusión y bajo dinamismo. Y no es solo una cuestión de que el poder no los dejó. Hubo problemas de cómo se pensaron e implementaron las políticas. 

–¿A qué se refiere?

–Para que la transformación social pueda sostenerse en el tiempo es necesario que los cambios en la distribución de los ingresos y las riquezas sean consecuencia no solo de políticas de contención, sino que resulten del funcionamiento de una economía de mercado, que para ello tiene que operar en marcos distintos de cómo lo viene haciendo. De vuelta, la política afectando a los marcos en que opera el mercado para que el mercado produzca resultados mejores. Se tiene que dar una transformación de la estructura productiva junto a un cambio en la estructura demográfica-educativa que en el proceso vaya cuidando la inclusión. Y la integración al mundo tiene que estar pensada con esa lógica, como un medio, no como un fin en sí mismo. Y acá hay una conexión directa con nuestra agenda de cambiar la globalización, por distintas razones. Primero, porque las agendas de desarrollo domésticas están limitadas por como la globalización limita las políticas públicas. Un ejemplo claro de esto es el uso de la globalización como instrumento extorsivo para que los gobiernos del mundo compitan internacionalmente con sus tasas impositivas para atraer a las multinacionales, privando a los estados de recursos. Segundo, porque las posibilidades de integración y su valor tienen que ver con las reglas del mundo en el que te integras. La región tendrá más chances de alcanzar lo que es una economía social de mercado si las reglas globales cambian.

–¿Cuál podría ser el diagnóstico para Argentina?

–Argentina aún enfrenta un problema productivo estructural que resulta en inseguridad económica para buena parte de su población. Su estructura económica excluye a mucha gente. Queda primero la tarea de generar un mayor consenso social hacia adentro sobre la premisa de que ni las señales de “amigabilidad” a los mercados van a alcanzar para resolver los problemas del desarrollo, ni que tampoco hay economía social que se pueda sostener si no se entiende lo que son las restricciones de recursos y si se maneja una economía como si los resultados que producen los mercados se pudiesen controlar enteramente desde la política.



NESTORIZAR
(Por Eduardo Aliverti, PAGINA12)



Esta columna es escrita con la relativa comodidad de no tener que salir al toro, apenas producida la noticia.

Con disculpas por usar primera persona en un artículo periodístico y autorreferenciarse, vayan dos impresiones que tuve, el sábado a la mañana, cuando como el común de los mortales excepto Fernández y Fernández, creo saber que Máximo y no más que un puñado estrechísimo de íntimos, quedé con la boca abierta y pensé que la voz del “renunciamiento” era de una imitadora fenomenal.

Con el correr de los minutos, sin embargo, me convencí de dos aspectos que pasadas las horas ratifico a pleno.

El primero es la nestorización de la campaña, como lo dije en la salida al toro ése en Marca de Radio. Muchos verbos e imágenes precipitados, todos de lugar común: consensuar, audacia, sorprender, movió la dama y jaque, practicidad. 

El segundo aspecto es lo que escribí en la nota de este diario, la semana pasada, bajo el título de “Apurados, abstenerse”. Sobre el cierre de esa nota, hubo el resaltado de que hay la Cristina que sus adeptos y enemigos necesitan para conmoverse y herirla. La Cristina como vector de emociones inalterables a favor o en contra.

Y que hay la Cristina que se necesita para ganar.

Como se leerá dentro de unas líneas, corrijo en alguna medida que “ganar” vaya en primer término.

Aunque lo dicen en potencial, la mayoría de analistas leídos y escuchados hasta acá señalan que Fernández-Fernández es una fórmula, en principio acertada, para triunfar en las elecciones.

Esa posibilidad es reconocida, con estricto pedido de anonimato, por varios de los propios cambiemitas del equipazo gubernamental.

Un funcionario del entorno más cercano a la gobernadora bonaerense señaló que, si Sergio Massa se suma al armado de CFK, antes o después de las primarias, Cambiemos está “liquidado sin más vueltas”. 

Si el binomio es favorito y amplía las chances de vencer, incluso en primera vuelta evitando el ballottage, efectivamente habrá que comprobarlo en las urnas. 

Es elemental, pero se lo subraya porque hay mucha gente tentada por comerse la cena en el almuerzo.
No hay antecedentes, ni aquí ni, es probable, en proceso electivo de parte alguna, por los cuales se haya decidido una fórmula presidencial sin chequeo mínimo de la repercusión que tendrá.

La cuenta fácil, también posiblemente certera, es que Cristina no perderá un solo voto de su núcleo incondicional y que Alberto le sumaría una cifra, quizá decisiva, no de alérgicos a ella y al peronismo –irrecuperables– pero sí de perezosos.

Tal cálculo requiere igualmente de demostrarlo. El tercio electoral sin otra convicción que lo que le parezca a último momento quedará repartido entre lo que se sufra y lo que quiera creerse del estadio económico generalizado. En eso sí que los antecedentes sobran, a partir de lo que ahora se llama “construcción de subjetividad”.

La inflación bajó unas décimas, bien que por conducto recesivo. La cotización del dólar, gracias los desembolsos usables de un FMI que quemó sus manuales como nunca en la historia, podría no escaparse hasta las elecciones.
Con esos dos elementos ilusorios pero eventualmente eficaces, más la artillería de no volver al pasado, nadie debería asegurar que lo que quede de la alianza oficialista no podrá mantenerse a flote.

Suena raro. No inverosímil.

A hoy, sí parece complicado porque Macri es incapaz de remontar su caída. 
Porque no se ve espacio para los operativos Heidi y Lavagna.
Porque la ancha avenida del medio está cada vez más angosta, para no decir extinta.

Porque, en todo caso, lo que reste de ella quedaría cubierto por Alberto postulado a la cabeza. 

Porque la quimera de extender Cambiemos no tiene con quién ser ampliada. 
Ningún radical sabe responder cuál figura realmente existente supondría agrandarse, salvo por el alcance acotado de Martín Lousteau y por un Roberto Lavagna que el macrismo descarta. Sin perder de vista que esto es la Argentina, y que el volumen de asombro no se agota jamás.

El desafío opositor, como sea, es unidad en la acción y no la acción de sentarse a ver pasar el cadáver del enemigo, amparándose en aquello de que no debe interrumpírselo mientras está equivocándose.

Retrocediendo, o avanzando, en lo cronológico es cierto que primero hay que ganar. 

Conceptualmente, en cambio, F y F es una decisión para gobernar.

El arco de pactos que se requerirá, para preparar antes de diciembre y ejecutar después, es policlasista, en consecuencia multisectorial y de un porte inédito.
Entre 2001 y 2003, este país se reconstruyó desde sus ruinas gracias a que confluyeron dos cosas de importancia semejante. 

Una fue la decisión política de Néstor, que leyó como nadie preveía los emergentes del estallido. 

Y la otra, un escenario mundial inmejorable para las materias primas que Argentina exporta más unos vecinos, latinoamericanos, políticamente amigables.

Por las dudas: en ese orden. Los vientos de cola pueden ser aprovechados para beneficio popular o para festín de las élites.

Ahora, además de no acontecer ese mundo “disponible”, las ruinas que deja esta oligarquía diversificada tan venal como inepta son, aunque parezca mentira, peores que aquellas. 

Se debe en dólares mucho más que entonces, el corsé del Fondo Monetario es descomunal, el aparato productivo requiere de una inyección reactivadora que estará en soledad regional e internacional.

¿Con quiénes se encara una epopeya reformista de ese tamaño, quitadas las ensoñaciones perpetuas de que basta con un sujeto social movilizado?

Hasta que alguien explique lo contrario con más seriedad que romanticismo vacuo; con más pragmatismo distributivo que con consignas cómodas; con más efectividades conducentes que con infantilismos falsamente izquierdistas, esto es rosca a dos manos. Con una se trabaja el desarrollo de una economía popular que satisfaga necesidades inmediatas y prospectivas. Con la otra se dirige con firmeza a un empresariado cuya vocación patriótica no existe. 

Para esa rosca, que es palabra tan antipática como imprescindible, hacía falta que la líder indiscutida cediera espacio a un articulador. Solamente la berretada de los medios oficialistas –estupefactos– se anima a definirlo como un títere.

Lo de Cristina nunca fue ni será el barro cotidiano, agotador, de tejer a varias puntas. Está por encima de eso, pero sería una irresponsabilidad que lo ignorara.

La decisión, entonces, ha sido nestorizar.

No hay ningún quiebre ideológico.

Quienes deseen pasarle esa factura deberán esperar a que traicione.

No es lo suyo.