Estaba muy enferma, sus pulmones no daban
mas, aun así, bajo del cuarto piso donde
estaba ingresada, para verme allí acostado, en aquella salita del hospital de
Maternidad de Línea, donde yo había visto los primeros rayos de luz, rió e hizo
un juramento gitano, …”cuando salga de aquí, yo lo bautizo…”
Paya, la esposa de quien finalmente fue mi
padrino, Kaliá, uno de los hermanos de Paricho, mi abuela, no pudo llevarme
ante el cura para recibir mi iniciación, el derrame profundo en sus pulmones,
la llevaron a la muerte 17 días después de mi nacimiento, en su lugar su Hija
Cristina, llevo el mandato de su madre.
Mi mama lo quería hacer, y aquel ritual que había
comenzado Juan, el Bautista, 2000 años atrás en el rio Jordan a unos cuantos desamparados,
despojándoles así de sus pecados para entrar al reino de Dios, se había convertido
en la Cuba de Fidel, en un hecho tan perseguido, como le hicieron a este tal
Juan, y a otro, que en un acto de humildad recibió el agua bendita para
convertirse más tarde en el Cristo redentor, que todos conocemos.
No soy un partidario de la iglesia católica,
que tomo el nombre de aquellos hombres honorables y rebeldes que querían cambiar
el mundo, para traficar con el alma humana, y uno no decide en ese momento su
suerte, no obstante siendo mi familia tradicionalmente religiosa, dudo que haya
pasado por sus mentes, ni siquiera mi opinión acerca de la iglesia y el
bautismo, era simplemente un acto de tradición, que una nueva revolución en
guerra con una jerarquía eclesiástica, no podía discernir entre eso, la cúpula de
una iglesia y los simples humildes que querían seguir creyendo en Dios. Así que
mi bautismo se llevo a cabo según cuentan testigos presenciales, en un acto de conspiración
al mejor estilo de “Casa Blanca”.
A la iglesia del Convento de Santa Clara de Asís,
donde hacía muy poco lo habían convertido en escuela primaria y secundaria
juntas “Camilo Cienfuegos”, llego, después de una caminata en subida desde la
Avenida Porvenir, Kaliá, que por esas coincidencias que tiene la vida había nacido
en Córdoba, Argentina, cuando aquellos gitanos que más tarde se quedaron en Lawton,
andaban a las andadas por este continente. Más tarde casi media hora después llego
su hija Cristina, y esperaron junto al cura en una habitación, sentados al frente
de un ventilador que secaba las gotas de sudor del esfuerzo realizado para
llegar allí a eso de las 2 de la tarde…luego apareció Juan Suarez, mi padre,
reacio y nervioso por estar allí casi en contra de su voluntad y repitiendo en
todo momento “La negra me va a buscar un problema”, refiriéndose a mi Madre
Lisso, que me traía en vuelto en sabanas blancas al mejor estilo de “tamal
tropical”.
La ceremonia comenzó en el más estricto
silencio, con el susurro de un cura que apenas se le entendía, mi llanto rompió
el mutismo, cuando aquella agua refrescante corrió desde mi frente hacia atrás,
llenando de mas nerviosismo a un Juan que parecía que estaba cometiendo el peor
de los pecados de un “comunista”, que había abrazado hacia muy pocos esas ideas
y que repetía como papagayo “que la religión era el opio de los pueblos”,
finalmente recibí la bendición de mis padrinos y todos se fueron a casa con el
mismo sigilo con que habían llegado, de uno por vez salieron de la iglesia como
“el que no quiere saber nada”, no hubo comelata por mi bautismo, ni una
majestuosa fiesta de bienvenida al pueblo católico, todo había quedado en
aquella oculta reunión.
No fue aquel acto mi iniciación, ni la limpieza
de mis pecados, que aun estaban por venir, no creo que aquello me acercara mas
a una iglesia que desborda abundancia y lujo ante tanta pobreza en el Mundo, mi
madre gitana lo quiso hacer y punto, y no hubo barbudo alguno, que habiendo bajado
de la Sierra con tantos crucifijos, para luego esconderlos por alguna gaveta de
su casa, se lo impidiera, ella lo haría a toda costa, aunque para ello, tuviera
que remontarse a la manera en que los primitivos cristianos, lo hacían a
escondidas en sus humildes catacumbas.
(Paya y sus dos hijos Cristina y Bebo)
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