UN CUMPLE SANTO
He dicho en más de una ocasión y no me canso de decirlo, que mi vieja ha vivido por y para mi hermano y para mi, así que, ni lento ni perezoso, en su aniversario, se me ocurrió rendirle homenaje a unas de sus comida más que sabrosa y bien cubana, un buen frijol negro. En España cuando la visite por primera vez en 2009, me recordó los detalles de este clásico, y ahora me tocaba reproducirlo por primera vez sin su presencia.
Debía haberlo dejado en remojo del día anterior pero ya era tarde y quería hacerlos si o si, entonces me recordé del truco del ablandado supersónico utilizando la olla de presión que mi viejita me había traído hacia un tiempo atrás cuando estuvo en Buenos Aires. Con 15 minutos de olla de presión, una libra de frijol negro y 6 tazas de agua, fueron suficiente para mitigar la dureza de esos campeones azabaches.
Mientras esto se hacía, me enfriaba un vino rosa en el frízer y para apresurar su degustación, agarre copa grande con mucho hielo y serví copiosamente, a quien sería mi acompañante durante toda la preparación “recordatoria”.
Corte ají verde y rojo, machuque en caridades industriales dientes de ajo, y me hice un lloriqueo amoroso con una cebolla grande, puse sartén con aceite de oliva bien caliente, y agregue mis picadas mas tomillo, romero, comino y hojas de laurel. Lo olores inundaron mi cocina y me transportaron sin pasaje ni visa, a la cocinita de Armas 495. Mi sofrito cubano estaba listo para agregar junto con la sal a mi coral negro que ebullía como geiser de Islandia. Debía esperar otros 45 minutos y estarían listos para paladear, pero antes tendría que preparar los acompañantes de mis morenos.
Tome una taza de arroz, largos y finos, los lave con desperdicio infinito y agresión al medio ambiente, con agua en abundancia, los coloque en olla aparte con igual cantidad de agua, sal y una pizca de aceite y espere a que comenzara a hervir, para luego bajar el fuego al mínimo y esperar con copa de vino en mano unos 10 minutos decisivos. Allí estuvo ese arroz desgranado, inmaculado y febril, que pocas veces se ve por estos lares donde el risotto es el rey y mas que ensopado es un arroz inundado y pasado.
Llegaba la hora de la “proteína”, entonces me recordé que es tradición no comer por estos días carnes (semejante negocio, que EL TIPO, no se entero jamás ni mando nunca a hacer algo así, pero bueno…dejémoslo ahí), se salvo Cristo de “que no comiera su cuerpo”, porque hacía un mes, había en el frízer filetes de merluza que eran necesarios despachar, pues de lo contrario había que tirarlos a la basura, y si algo me pone de la nuca, es tirar comida, con tanta necesidad que hay en todo el Mundo, así que decidí enfrentar la cocción de un enchilado de pescado, con un toque de pasta de queso, que le daría mi impronta a un plato común.
Vivo en el “Fin del Mundo”, como ha dicho hace poco el Papa Francisco I, así que es complicado conseguir plátano macho maduro, con los cuales podría hacer, los deliciosos platanitos maduros fritos cubanos, que le hubieran dado a esta preparación un toque más criollo, pero me conforme con un platanito maduro en fruta, que también tantas veces acompañaron los arroz con frijoles negros de mi viejita.
Tire unas fotos, una de ellas la reproduzco acá, que dejaron testimonio de conmemoración cumpleañera de los 76 de mi vieja, y que de alguna manera estuvo todo el tiempo acompañándome.
Ha sido único este su cumple santo, y bien a valido la pena su festejo para ella y para mí.
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