Si hay algo en lo que mi curiosidad es
persistente es a la comprensión de la dimensión “Tiempo” y estrictamente
hablando según nuestra actual concepción del Mundo, lo maravilloso es que el tiempo
“apareció” y cobro sentido cuando de un punto también “apareció” el espacio
tridimensional en que habitamos, lo verdaderamente genial y contradictorio de lo que hasta ahora hemos
entendido es que el tiempo siendo una dimensión de nuestro universo, esta tiene
una sola dirección (por ahora, hasta que se demuestre lo contrario), es decir
en algún momento el tiempo surgió, en algún momento se ira, antes de ese punto
no hay tiempo y después de él, pues, aquí estamos.
Cuando nacemos, para nosotros aparece El Tiempo,
somos “la bienvenida del tiempo”, el surgir del tiempo y a medida que crecemos,
nosotros le daremos la “Bienvenida del Tiempo” a otros. Las Bienvenidas son
sinónimo de felicidad, de sabor a encuentro, a un Mundo por explorar, no me
puedo imaginar cómo fue ese inicio de todo, que dio paso a El Tiempo, jubiloso
debió sentirse el “Arquitecto del Punto Inicial”, cuando desato lo que
conocimos más tarde como El Tiempo, comparable con lo que nosotros, humildes
vestigios del espacio-tiempo, sentimos con la aparición de nuestros hijos o lo
que sintieron nuestros padres cuando nosotros “aparecimos”.
A pesar de que El Tiempo siempre estuvo ahí,
mucho antes de nuestra aparición, El Tiempo al fin y al cabo es una creación individual,
El Tiempo para cada individuo es el tiempo de su existencia, es en principio
una de esas categorías filosóficas que tienen carácter general, universal y
particular a la vez. El Tiempo, en términos universales se acabara en algún momento
cuando deje de existir el Mundo que “no conocemos”, dando paso a “algo” que por
ahora no podemos prever, pero lo jodido radica cuando “nuestro” tiempo se
acaba, y más que el nuestro, el de la gente que conocemos, nuestros afectos.
Nos damos cuenta del paso del tiempo, no por
los dolores de cintura, o los pocos pelos que nos van quedando, tampoco por la
presbicia sorpresiva, sino porque comienzan las “Despedidas”, la despedida de
nuestros padres y un poco mas allá (si es que “El Tipo” lo quiere así), nuestra
propia despedida que nos harán nuestros hijos. No existe curso de autoayuda, ni
prestigioso sicólogo que nos pueda preparar para el final de nuestros tiempos y
de nuestros afectos, para comprender y aceptar la “Despedida del Tiempo”, de
ese tiempo medido en escala minúscula, insignificante comparado con el primer
punto, pero que tiene la gran significación que sin nosotros, El Tiempo, no
cobra ningún sentido.
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