Elecciones
en Estados Unidos: Más acerca de los principales aspirantes presidenciales demócratas.
(Por Fernando García Bielsa, en el blog
de Iroel Sánchez “La pupila Insomne”)
A primera vista, cualquier director de
campaña vería con alegría tener un rival que como Donald Trump está sumido en
permanente desconcierto e inestabilidad, sujeto a múltiples críticas, ataques,
y a burlas de todo tipo y quien, por el rechazo que genera, tendría el
potencial de sacar de su apatía y motivar la movilización de las bases de sus
opositores demócratas. El campo estaría sembrado para que alguien lo
coseche en las elecciones del 2020. La cuestión es quién.
Actualmente una docena de figuras se mantienen
en campaña para obtener la nominación como candidato por el Partido Demócrata,
pero hay cuatro o quizás cinco de ellos que tienen mayores posibilidades y
respaldos: Joe Biden, Elizabeth Warren, Bernie Sanders, Pete Buttigieg y Amy
Klobuchar.
Joseph Biden, de 76 años de edad, es un
político típico del establishment, de larga carrera en la capital del país y
quien fungió como vicepresidente durante los 8 años del mandato de Barack
Obama. Ahora se presenta como un “moderado”, pero sus cuatro décadas en Washington
lo hacen fácilmente identificable como parte de la estructura de poder e
integrante de la denostada elite de la capital. Asimismo sus muchas posiciones
impopulares y pro oligárquicas adoptadas en el pasado, algunas medio olvidadas
por las mayorías, podrían seguir saliendo a la palestra durante esta campaña
presidencial.
Biden ha sido criticado por su papel
facilitador desde la presidencia del Comité de Relaciones Exteriores del Senado
para la agresión a Iraq en tiempos del republicano W Bush, y también
por actuaciones censurables cuando fungió como presidente del Comité Judicial,
y ha sido acusado por varias ex colaboradoras de haberse propasado
irrespetuosamente con ellas.
Tampoco está claro cuánto de cierto hay en
que habría intercedido en favor de su hijo cuando la empresa ucraniana donde
hacia negocios estaba siendo investigada, un tema que no ha quedado del todo
silenciado durante el actual proceso de impeachment contra Trump.
El ex vicepresidente tiene el respaldo de la
maquinaria del partido y de los sectores financieros, y con ello una cobertura
bastante favorable desde los medios de difusión, donde los puntos flacos de su
trayectoria son opacados.
Elizabeth Warren, de 69 años, ex profesora
universitaria y senadora demócrata por Massachusetts desde 2013, es una
aspirante con buenas posibilidades. Ha prometido combatir un sistema económico
manipulado en favor de los ricos. Ha montado su campaña en la presentación de
una serie de bien formuladas y concretas propuestas programáticas, muchas de
ellas enfocadas en restringir abusos y mecanismos manipuladores por parte de
Wall Street y otros. Por ello es presentada como de filiación en la izquierda
del partido, aunque en etapas tempranas de su carrera politica habría tenido
simpatías por los republicanos.
Bernie Sanders, de 78 años, ex representante
en la Cámara durante 16 años antes de ser electo senador independiente por el
pequeño estado norteño de Vermont. Con un currículo de vida y activismo junto a
los sectores progresistas, se colocó como uno de los políticos de mayor
atractivo luego de una sorprendente campaña durante las pasadas elecciones
presidenciales en 2015-2016.
Entonces, como ahora, Sanders enfrentó la
hostilidad de la maquinaria del partido a pesar del notable entusiasmo que
despierta en las bases y en los jóvenes, y de su potencial para lograr mayor
concurrencia a las urnas, lo cual es un elemento de primer orden en la
determinación de un resultado electoral que favorezca a los demócratas. Sanders
cuenta con una robusta red de pequeños donantes y con cuantiosos fondos para
seguir adelante. Los grandes medios tratan de alimentar la impresión de que su
momento ha pasado.
Pete Buttigied, ex alcalde de South Bend,
Indiana, quien con 37 años es el más joven de los aspirantes demócratas,
despliega con un discurso lleno de generalidades retoricas, pero bastante
efectivo, donde enfatiza ser portador de nuevas soluciones como parte de una
nueva generación de políticos. Es asimismo un autodeclarado homosexual.
Buttigieg es toda una incógnita. Mientras
alguien ha señalado que este político se crió en una familia de simpatías
socialistas, lo cierto es que está recibiendo cuantiosos fondos de donantes
millonarios. Hace unas semanas la revista Forbes reportaba que 39
multimillonarios habían hecho donativos a su campaña lo que muestra un sello de
aprobación por parte de la elite.
Después de ese cuarteto de favoritos podría
mencionarse la senadora Amy Klobuchar, de Minnesota, estado del Medio
Oeste fronterizo con Iowa, donde tendrá lugar la primera votación interna
demócrata. En su mensaje la senadora se presenta como representante del
“corazón” del país y de extensas zonas rurales muy golpeadas por la
globalización neoliberal. Ella espera que triunfar en Iowa la posicionará
competitivamente en la campaña. Klobuchar ejerció como fiscal y abogada
corporativa. Ha habido menciones de vínculos de Klobuchar con los Clinton.
Por último, ya en etapa tardía, se ha lanzado
al ruedo el multimillonario Mike Bloomberg, ex alcalde de Nueva York y
poseedor de una de las más grandes fortunas del país, quién abiertamente trata
de “comprarse” la presidencia. Es una figura de poco carisma y sin una
base real en el partido, y que no parecería ser un candidato viable salvo por
su disposición a inundar la campaña con el más extenso y costoso despliegue de
anuncios pagados durante unas elecciones primarias.
Intentos de manipulación por la
maquinaria del Partido Democrata.
El reflejo de la declinación del país y del
negativo impacto acumulado de políticas neoliberales en las últimas décadas, se
reflejan en un extendido desencanto, frustración y rechazo a las elites por
parte de grandes mayorías, de modo que las posiciones de Warren y de Sanders
reciben bastante respaldo. Acorde con ello, el grueso de los demás aspirantes
demócratas ha acomodado su discurso a una tónica populista, aunque con escaso
éxito.
Como trasfondo, desde un primer momento, se
ha hecho evidente el temor que la figura y posicionamiento de Sanders genera en
sectores establecidos y en la maquinaria demócrata.
La estructura nacional y la maquinaria
electoral del Partido Demócrata están controladas desde hace más de dos décadas
por una camarilla neoliberal en la que sobresalen, y se reparten cuotas de
poder, los ex presidentes Bill Clinton y Barack Obama, la esposa del primero,
Hillary, y otros politicos con vínculos privilegiados en Wall Street y el mundo
empresarial.
En consecuencia el liderazgo de ese partido
generalmente predica la moderación y el pragmatismo, lo que dicen resultaría
atractivo a los sectores de centro tanto de ese partido como votantes
republicanos escépticos respecto a Trump. Es casi el mismo enfoque que los
llevó en las pasadas elecciones a forzar la nominación de Hillary Clinton que
condujo a su espectacular fracaso.
Por tanto, parte fundamental del
trasfondo y los rejuegos de la campaña electoral 2020 han sido los esfuerzos
desplegados por el Partido para contrarrestar a Sanders, y en alguna medida a
Warren, a quienes presentan como demasiado a la izquierda, a la vez que han
tratado de promover otros candidatos más afines al sistema.
La dinámica entre los dos principales
candidatos del ala progresista
Warren y Sanders cuentan con la mayor
energía en las bases sociales, están entre los que despiertan mayor entusiasmo
y enarbolan muchas de las ideas y posiciones más críticas acerca de la actual
realidad estadounidense, y sobre la necesidad de cambios sustantivos. Son
asimismo quienes han logrado montar una recaudación millonaria de fondos basada
en masivas pero pequeñas donaciones por millones de ciudadanos comunes, al
tiempo que rechazan las grandes donaciones corporativas.
Ante las indudables posibilidades que tienen
ambos se produce una lógica y latente porfía entre ellos para hacerse con el
respaldo de los sectores progresistas y de las potenciales mayorías demócratas.
Aunque las posiciones más definidamente progresistas son las de Sanders, se ha
señalado que los argumentos no son tanto en torno a políticas, sino respecto a
estrategias, o sea: quien tiene la capacidad, o cual es la mejor manera de
crear una coalición que pueda derrotar a Trump en noviembre, en el Colegio
Electoral.
La campaña de Warren se posiciona y presenta
a la senadora como la candidata de la unidad, la que podría reagrupar a un
partido fracturado, como se evidenció en 2016 y que, a diferencia de Sanders,
puede lograr el respaldo de todas las alas o vertientes demócratas.
Ese mensaje de la unidad contrasta con el de
Sanders respecto a la posibilidad de ser electo, y de ser el quien tendría la
capacidad de movilizar tanto a votantes que dieron respaldo a Trump aquel año,
como a los jóvenes y a todos aquellos que prefirieron mantenerse al margen y no
votar.
Analistas de izquierda arguyen que la
propuesta de Sanders tiene más alcance y relación con anteriores derrotas
demócratas: apostar por atraer nuevas masas de gente a la participación
electoral. Cambiar tanto la naturaleza del Partido Demócrata, así como derrotar
a Trump.
Será fundamental la definición de la puja de
quien prevalece en esa ala progresista y popular del partido, así como entre
los candidatos de vocación más tradicional o neoliberales que la maquinaria
demócrata viene favoreciendo, y que también podrían llegar con fuerza a la
convención de julio. Ello no quedará zanjado en las tempranas primarias en
febrero, pero estas seguramente dejaran ver más claramente el panorama
electoral de este año.
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