LOS
TRES ENTIERROS DE LA ESFERA DIGITAL CUBANA
(Por Harold
Cárdenas Lema, en “LA JOVEN CUBA”)
Un grupo de nerds creó Internet creyendo que
un mundo conectado tendría que ser mejor. En 2012 Mark Zuckerberg escribió que
Facebook haría del mundo “un lugar más abierto” y Fidel Castro calificó la web
de “instrumento revolucionario». Todos se equivocaron. Hoy el mundo no es
mejor, las redes sociales son un escenario hostil y muchos cubanos se
radicalizan allí hacia posturas conservadoras. La utilización de Internet como
arma política está marcando el 2020. Empezó con una canción de Silvio
Rodríguez, una décima de Ray Fernández y un video de Eduardo del Llano, tres
escenas donde el diálogo nacional perdió ante el ventajismo político.
En diciembre de 2016 Edgar Welch entró con un
rifle de asalto a una pizzeria de Washington DC. El joven de 29 años asaltó el
lugar para salvar los niños que Hillary Clinton explotaba en su red de
prostitución infantil. Al no encontrar los esclavos sexuales del partido
demócrata, fue arrestado y reconoció estar motivado por teorías conspirativas
en las redes sociales y foros de opinión no especializada. Los conservadores
habían activado un soldado de fe ciega.
Existe abundante bibliografía sobre la
utilización de las redes sociales como armas de guerra. El libro LikeWar:
The Weaponization of Social Media, explica la metodología: crear una
narrativa, transmitirle emoción, darle un toque de autenticidad, reunir una
comunidad alrededor de ese discurso e inundar la web. Este manual de
operaciones describe el comportamiento de actores radicales en nuestras redes
sociales. Desde el nuevo macarthismo cubanoamericano promovido por Otaola y los
medios que lo acogen, al fanatismo de algunos funcionarios en La Habana y sus
acólitos, los extremos son muy similares el uno al otro.
Cuando Silvio Rodríguez criticó el uso de un
fragmento de su canción y Orishas le respondió, surgió una oportunidad para las
tribus. El periódico Granma, que nunca publica los comentarios
políticos del trovador en su blog, vio oportuno entonces salir en su defensa.
La derecha cubanoamericana, olvidando sus reclamos al grupo de hip-hop por
haber participado en el concierto Paz sin Fronteras, salió a defenderlo de
la “arremetida” de Silvio. Las redes sociales se llenaron entonces con análisis
de usuarios que estiraban los hechos y la legalidad para llegar a resultados
que satisfacían sus preferencias políticas.
Hace dos semanas, Ray Fernández compartió una
décima en su página de Facebook criticando a los que embadurnaban con sangre
los bustos del Apóstol de Cuba. Como los Clandestinos ya eran símbolo
de la oposición, las críticas al músico no se hicieron esperar. El horror llegó
cuando Fernández se declaró comunista, era difícil entender cómo un artista
contestatario con canciones críticas podía ser a la vez comunista. La derecha
que hasta ayer lo suponía hijo pródigo, lo denunció en intentos de bullying
digital e intentó cancelarlo culturalmente sin éxito. Y mientras más
visceralmente lo criticaban desde un extremo, con más ahínco lo defendían del
otro. Cubadebate, que nunca reprodujo el mayor éxito de Ray, Lucha
tu Yuca, le dedicó entonces artículos elogiosos sobre sus declaraciones.
Eduardo Del LLano lleva una década creando
videos y películas que cuestionan la realidad nacional. En su página de Wikipedia
se le describe como un “crítico del gobierno cubano”. Cuando hizo un video
pidiendo que no se utilizara políticamente el fallecimiento de tres niñas en un
derrumbe en La Habana, fue la debacle. Medios de agenda opositora como ADN
Cuba, CiberCuba y Diario de Cuba, pronto cambiaron el tono elogioso que hasta
ese momento le dedicaban al realizador. Posiblemente algunos militantes partidistas
que celebraron el video compartido por Del LLano, hasta ese momento lo
consideraban un agente de la CIA.
Detrás de las críticas a Silvio, Ray y
Eduardo, hay más que un ejercicio de opinión ciudadana. Mientras crecen las
sanciones económicas a Cuba, fluyen los fondos para cambio de régimen a manos
de los medios y figuras de la oposición y el exilio cubano. Sería interesante
conocer cuántos de los que rasgan vestiduras por la democracia en Cuba aceptan
fondos para influir en la política doméstica nacional, algo que Estados Unidos
prohíbe en su territorio, es ilegal según el derecho internacional y resulta
inaceptable para cualquier país en cualquier sistema político. Que te llene los
bolsillos la misma persona que ahoga tu pueblo, es una interesante muestra de
patriotismo. Hay gente que se montó en el carro con Trump y les gusta fingir
que van con Obama, o Martí.
Abundan en la Florida medios y
emprendimientos digitales que no son periodismo, pero su propaganda política es
buen negocio. Algunos recibiendo fondos federales para influir en Cuba y otros
compitiendo para entrar en el juego, todos se alimentan del morbo de una
audiencia de emigrados que busca canalizar su nostalgia y siente impotencia por
la situación en la isla. El gobierno cubano, que tuvo una política
discriminatoria a sus emigrados durante décadas, los entregó a esa industria
del resentimiento que hoy los radicaliza políticamente con valores conservadores.
Esto ocurre en Estados Unidos con fondos federales, cabe preguntarse si es
legal activar políticamente un sector vulnerable de emigrados a favor del
partido republicano. No lo creo.
Hay varios tipos de influencers en las redes
sociales, algunos más responsables que otros pero la mayoría con tendencia al
escándalo y los shows que aumenten su audiencia. Tampoco debe sorprendernos que
los cubanos pasen de la apatía política a la crítica visceral de derecha, en
ocasiones con tonos racistas, totalitarios y abundante falta de ortografía. Y
si Trump tiene una audiencia para su show, Cuba tiene un público para el
chanchullo y el morbo.
Hay señales de que el gobierno cubano ha
creado grupos organizados en Internet para insertar narrativas digitales que le
sean favorables, así como hay evidencia de que medios pagados por el
contribuyente estadounidense, como Martí Noticias, crean perfiles falsos en las
redes para distribuir sus contenidos y crear una imagen de apoyo popular.
Mientras esta guerra digital continúa en ascenso, la dinámica de las redes
sociales promueve las peores prácticas. A menudo los politólogos tienen menos
seguidores que los emprendedores de la opinión y un análisis experto no es tan
leído como una estridencia.
Tres oportunidades tuvo la esfera digital
cubana en el último mes para que no se impusieran los objetivos a corto plazo
de sus grupos beligerantes. En cada una de ellas el diálogo murió desde el
inicio. Nadie reconoció la hipocresía de asimilar o desechar a tres artistas en
disputa ni lo que significa eso para la construcción de la nación y el proceso
reconciliatorio pendiente. Las redes sociales en particular se hicieron
tóxicas, desde las pandillas en Twitter hasta los grupos de amigos en Facebook,
todos dándose likes entre ellos. Tener la posibilidad de seleccionar nuestros
contactos nos confinó a un círculo de personas con ideas afines que refuerzan
nuestras propias creencias. Vivimos en una cámara de eco constante creyendo que
representamos la mayoría.
El 29 de Octubre de 1969 un estudiante de
UCLA, Charley Kline, intentó transmitir la palabra login hacia
una computadora en Stanford. Después de las letras l y o, el
sistema se bloqueó. Con este error y un mensaje a medias surgió ARPANET,
que luego daría lugar a Internet. Quizás tenemos que enterrar el diálogo una y
otra vez hasta encontrar la fórmula para una convivencia digital, pero mucho me
temo que la interacción humana es más compleja que la tecnología. Charley Kline
debió escribir otra palabra en su teclado: love.
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