Viaje a la Luna

Viaje a la Luna

Una memoria a mis antepasados, a mis vivencias...unos versos de futuro.

QUIEN NO SE OCUPA DE NACER SE OCUPA DE MORIR

martes, 14 de julio de 2020



COMUNICADO No. 1

Este Mundo es así, “tómalo o déjalo”, la burguesía con una insultante y estudiada riqueza, tiene que recordarle a los gobiernos del Mundo y a esa complacida clase aspiracional, que sale en la noches a “cacerolear” en su apoyo, la bendita clase media, que por favor estamos en el horno y necesitamos que nos cobren mas impuesto a nuestras fortunas para de alguna manera ayudar en estos momentos de crisis, ojo, ahora, por un ratito, luego que todo esto pase, volvemos a la normalidad, no se acostumbren, 600 años demuestran que es la normalidad.

El mensaje de la burguesía ha llegado tan profundo desde hace siglos, ha embaucado a tantos para que se consideren “socios políticos”, sobre todo en las perdidas (léase Estado), ha instalado a esa clase política que responde a sus intereses en el poder, que no les queda más remedio que hacer una carta para “espabilar” a algunos, “MILLONARIOS POR LA HUMANIDAD” ha lanzado un llamado de “Solidaridad”, “nosotros estamos acá,  somos la causa de la destrucción de este Mundo, hemos acumulado nuestras ganancias explotándolos y masacrándolos por años, por siglos y en estas horas duras de la humanidad, venimos a que no sean giles y nos cobren un poco más, igual tenemos mucho, incluso para que todos ustedes sean millonarios”. Ojala ese hubiera sido el tenor de la carta, pero siguen disfrazando la palabra. A continuación la carta traducida del ingles, la original la pueden leer en https://www.millionairesforhumanity.com/

A nuestros compañeros ciudadanos globales:

Cuando Covid-19 golpea al mundo, los millonarios como nosotros tienen un papel fundamental que desempeñar en la curación de nuestro mundo. No, no somos nosotros los que cuidamos a los enfermos en las salas de cuidados intensivos. No estamos conduciendo las ambulancias que llevarán a los enfermos a los hospitales. No estamos reabasteciendo los estantes de las tiendas de comestibles ni entregando alimentos puerta a puerta. Pero tenemos dinero, mucho. Dinero que se necesita desesperadamente ahora y seguirá siendo necesario en los próximos años, a medida que nuestro mundo se recupere de esta crisis.

Hoy, nosotros, los millonarios abajo firmantes, pedimos a nuestros gobiernos que aumenten los impuestos a personas como nosotros. Inmediatamente. Sustancialmente. Permanentemente.

El impacto de esta crisis durará décadas. Podría empujar a 500 millones de personas más a la pobreza. Cientos de millones de personas perderán sus empleos a medida que cierren las empresas, algunas de forma permanente. Ya hay casi mil millones de niños sin escolarizar, muchos de ellos sin acceso a los recursos que necesitan para continuar su aprendizaje. Y, por supuesto, la ausencia de camas de hospital, máscaras protectoras y ventiladores es un doloroso recordatorio diario de la inversión inadecuada realizada en los sistemas de salud pública en todo el mundo.

Los problemas causados ​​y revelados por Covid-19 no pueden resolverse con caridad, sin importar cuán generosos sean. Los líderes gubernamentales deben asumir la responsabilidad de recaudar los fondos que necesitamos y gastarlos de manera justa. Podemos asegurarnos de financiar adecuadamente nuestros sistemas de salud, escuelas y seguridad a través de un aumento permanente de impuestos a las personas más ricas del planeta, personas como nosotros.

Tenemos una enorme deuda con las personas que trabajan en la primera línea de esta batalla global. La mayoría de los trabajadores esenciales están muy mal pagados por la carga que llevan. A la vanguardia de esta lucha están nuestros trabajadores de la salud, de los cuales el 70 por ciento son mujeres. Se enfrentan al virus mortal todos los días en el trabajo, mientras que tienen la mayor parte de la responsabilidad del trabajo no remunerado en el hogar. Los riesgos que estas personas valientes aceptan voluntariamente todos los días para cuidar al resto de nosotros requieren que establezcamos un compromiso nuevo y real entre nosotros y con lo que realmente importa.

Nuestra interconexión nunca ha sido más clara. Debemos reequilibrar nuestro mundo antes de que sea demasiado tarde. No habrá otra oportunidad de hacerlo bien.

A diferencia de decenas de millones de personas en todo el mundo, no tenemos que preocuparnos por perder nuestros trabajos, nuestros hogares o nuestra capacidad de mantener a nuestras familias. No estamos luchando en la primera línea de esta emergencia y es mucho menos probable que seamos sus víctimas.

Así que por favor. Grávennos. Grávennos. Grávennos. Es la elección correcta. Es la única opción.

La humanidad es más importante que nuestro dinero.


Recordaba dos escritos fabulosos que también dejo, solo para pensar.

PREGUNTAS DE UN OBRERO QUE LEE
(Bertolt Brecht)

¿Quién construyó Tebas, la de las siete Puertas?
En los libros aparecen los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces, ¿quién la volvió siempre a construir?
¿En qué casas de la dorada Lima vivían los constructores?
¿A dónde fueron los albañiles la noche en que fue terminada la Muralla China?
La gran Roma está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Césares?
¿Es que Bizancio, la tan cantada, sólo tenía palacios para sus habitantes?
Hasta en la legendaria Atlántida, la noche en que el mar se la tragaba, los que se hundían, gritaban llamando a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César derrotó a los galos.
¿No llevaba siquiera cocinero?
Felipe de España lloró cuando su flota fue hundida. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció en la Guerra de los Siete Años
¿Quién venció además de él?
Cada página una victoria.
¿Quién cocinó el banquete de la victoria?
Cada diez años un gran hombre.
¿Quién pagó los gastos?
Tantas historias.
Tantas preguntas.

LOS OJOS DE LOS POBRES
(Charles Baudelaire)

¿De modo que quieres saber por qué te odio hoy? Te será, sin duda, más difícil entenderlo que a mí explicártelo, pues creo que eres el más bello ejemplo de impermeabilidad femenina que cabe encontrar.

Habíamos pasado juntos una larga jornada que me resultó corta. Nos habíamos prometido que nos comunicaríamos todos nuestros pensamientos el uno al otro y que en adelante nuestras almas serían una sola; claro que este sueño no tiene nada de original, como no sea que ningún hombre lo ha visto realizado, aunque todos lo hayan concebido.

Al anochecer, como estabas algo cansada, quisiste sentarte en la terraza de un café nuevo que hacía esquina con un bulevar también nuevo y todavía lleno de escombros, que ya mostraba su esplendor inacabado. El café estaba resplandeciente. Hasta el gas del alumbrado desplegaba todo el fulgor de un estreno e iluminaba con toda su fuerza las paredes de una blancura cegadora, las superficies deslumbrantes de los espejos, los dorados de las molduras y cornisas, los mofletudos pajes arrastrados por perros con correas, las damas sonriendo al halcón posado en el puño, las Hebes y los Ganímedes ofreciendo con los brazos extendidos un ánfora con jaleas o un obelisco bicolor de helados con copete; toda la historia y toda la mitología puestas al servicio de la glotonería.

En la calzada, justo delante de nosotros, se había plantado un buen hombre de unos cuarenta años, con cara de cansancio y barba entrecana, que llevaba de una mano a un niño, mientras sostenía en el otro brazo a una criaturita demasiado pequeña para andar. Estaba haciendo de niñera y llevaba a sus hijos a tomar el fresco de la noche. Todos iban andrajosos. Los tres rostros estaban extraordinariamente serios y los seis ojos contemplaban fijamente el café nuevo, con igual admiración, aunque diversamente matizada por la edad.

Los ojos del padre decían: “¡Qué precioso, qué precioso! Se diría que todo el oro de este pobre mundo se ha concentrado en esas paredes”. Los ojos del niño exclamaban: “¡Qué precioso, qué precioso!, pero ése es un sitio donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros”. En cuanto a los ojos del más pequeño, estaban demasiado fascinados para no expresar más que una alegría estúpida y profunda.

Dice la letra de una canción que el placer hace a las almas buenas y ablanda los corazones. Por lo que a mí se refería, la canción tenía razón esa noche. No sólo me había enternecido aquella familia de ojos, sino que me sentía un tanto avergonzado de nuestros vasos y de nuestras jarras, mayores que nuestra sed. Había dirigido mis ojos a los tuyos, amor mío, para leer en ellos mi pensamiento; me había sumergido en tus ojos tan bellos y tan extrañamente dulces, en tus ojos verdes, habituados por el capricho e inspirados por la luna, cuando me dijiste: “¡No soporto a esa gente con los ojos abiertos como  platos! ¿No puedes decirle al encargado del café que los eche de ahí?”

¡Hasta qué extremo es difícil entenderse, ángel mío! ¡Hasta qué extremo es incomunicable el pensamiento, incluso entre aquellos que se aman!





No hay comentarios:

Publicar un comentario