A raíz de la muerte de Fidel volví a publicar algo que había escrito el 12 de Agosto en la víspera de los 90 años de Fidel, escribí lo que me parecía mas honesto sobre su figura y su legado. En ese momento el pueblo de Cuba estaba de luto, su líder histórico había partido, no obstante siempre defendí el derecho de dejar nuestra pequeña impresión ante tamaña personalidad.)
a.F. ó d.F.
Allí estábamos en el teatro del CEADEN, era una reunión ordinaria como la de cualquier mes de nuestro comité de base de la UJC (Unión de Jóvenes Comunista) del Dpto. de Física de los Materiales, no recuerdo todos los detalles pero discutíamos sobre cosas corrientes que pasaban en el país, era el año 1990, hacía dos años muchos de nosotros habíamos regresado de la URSS, habíamos vivido desde 1985 "La Perestroika" y más que nada la "Glasnost", creíamos (ingenuos nosotros) que en Cuba, que había comenzado un proceso de rectificación en 1986, encabezado por Fidel, se podía decir de todo, error craso. Que desde la cúpula se diga que "ahora si vamos por el camino correcto", no quiere decir que "todos" sigan su ritmo. Alguien oso expresar en aquella reunión (y otros lo asentimos) que "en Cuba había culto a la personalidad de Fidel", allí mismo se "armo la de San Quintín", solo que en aquella "escaramuza" no murieron ni franceses, ni españoles, tampoco nosotros, a pesar de dar argumentos (validos o no, no viene al caso) los que estábamos allí sufrimos, la arremetidas de los "nuevos Filibertos". Aquello marco mi vida, todo lo que paso después fue una experiencia que contribuyo a mi formación como individuo, y a colocarme desde el lugar que hablo hoy.
Si hay algo que aborrezco desde entonces es
"impedir que otro se exprese", y esto es absoluto, venga de donde
venga la opinión, como diría entonces, si vos tienes la potestad de expresarte,
yo también, mas allá de que tu opinión o la mía estén mas cerca de la verdad o
no, esto siempre lo hablo entre ciudadanos corrientes, el problema esta cuando
esto se ejerce desde un medio privado o estatal, donde como dije alguna vez
"tu micrófono es más potente que el mío", ahí entonces juegan otras
consideraciones que no vienen al caso profundizar, pero que marcan una
diferencia abismal.
Todos tenemos derecho a escribir de Fidel, ya nunca más la historia de
mi país se podrá redactar sin mencionarlo, unos lo harán "maldiciendo su
existencia" y otros agradecidos de las cosas buenas que hizo, sin por
supuesto marcar desde determinadas posiciones las cosas que no se hicieron tan
bien y hasta las cosas muy malas que se hicieron. Adelanté la anécdota del
inicio porque lo sucedido entonces me sirvió para acercarme a su figura
desprovisto de todo dogmatismo y con la libertad de expresarme donde quiera que
me encuentro.
Saberse humilde, nacido en una cuna de hombres de trabajo,
descendiente de gitanos (los últimos en Cuba), etnia mil veces discriminada y
vilipendiada desde el siglo X, te hace ver con otros ojos lo logrado por los
humildes en Cuba después que una generación encabezada por Fidel decidió
marcar nuestra historia en un "antes de Fidel (a.F.) y después de Fidel
(d.F.)". Esto no quiere decir que a este ser humano se le trate como a un
Dios ni mucho menos, por el contrario se lo vea como escribí espontáneamente
hace poco en un blog "como el producto de un pueblo que se debía a si
mismo vivir soberano e independiente y eso amigos, tiene un costo muy grande
sino miremos al Mundo"
En este planeta Tierra, donde habitan tantos políticos con "traje
Armani", y unos cuantos millones en paraísos fiscales, discurseando
de erradicación de la pobreza, de salud y educación, en pleno siglo XXI,
en países llenos de recursos naturales, industrias y sin bloqueo de nadie,
rescato dos cosas fundamentales de la labor de Fidel en Cuba, la preocupación
por los humildes desde la hora cero, para llevar salud y educación a las
grandes mayorías en un país pobre, tercermundista, ahogado por la potencia más
grande desde Roma y la tan deseada soberanía que reclamaba a gritos un pueblo
desde 1868. De las cosas que no me han gustado ya ha habido y seguirá habiendo
espacio en este blog para llamarme a la reflexión, pero hoy porque me
acoge el sentimiento "no quiero emborronar cuartillas".
Les dejo lo escrito por otro y su mirada sobre Fidel.
Fidel es una cultura
(Por Iroel Sánchez, su blog "La pupila
insomne")
Desde que tengo uso de razón política estuve oyendo hablar sobre qué
pasaría el día que Fidel no estuviera al frente de Cuba. Recuerdo un documental
de la Escuela de Cine de San Antonio que vi hace años en una de las Ferias del
libro que se hacían en Pabexpo: Un hombre habla por un teléfono público y le
disparan a boca de jarro la pregunta de marras, “la debacle”, respondía el
interrogado con una expresión facial acorde con esas dos palabras.
Tampoco hubo vez en que saliera de Cuba antes de 2006, cuando Fidel
enfermó gravemente y delegó sus responsabilidades al frente del país, en que no
me hicieran la consabida pregunta que la realidad se ha encargado de responder.
Pero… ¿por qué se asocia tanto el destino de un país al de una
persona, se sea amigo o enemigo del signo que esta, indiscutiblemente, ha
impuesto al destino de Cuba y más allá?¿por qué ostenta el récord de ser el
líder contra el que más intentos de asesinato se han fraguado?¿cómo es posible
que a pesar de haber sido tratado de modo hostil por los principales medios de
comunicación del planeta donde quiera que viajó fue acogido fervorosamente por
las multitudes?
Cuba fue la última nación americana en liberarse del colonialismo
español. España concentró contra los patriotas cubanos toda su fuerza en tres
guerras en las que el genio militar y político de los más capaces hijos de la
Isla, aunque arrinconó a uno de los imperios más poderosos de la
historia, fue golpeado en los momentos críticos por la división. Los
norteamericanos aprovecharon la muerte de los más prestigiosos líderes
independentistas -Antonio Maceo y José Martí- para escamotear la independencia,
dividiendo y corrompiendo a muchos cubanos con trayectoria insurreccional.
Tuvieron que pasar más de dos décadas para que una nueva generación retomara a
Martí, rescatara su ideario antiimperialista y lo proyectara junto al
pensamiento marxista como solución para los males de una república dependiente
y corrupta.
El pueblo cubano entonces parió hombres como Julio Antonio Mella,
Rubén Martínez Villena y Antonio Guiteras, que juntaron el pensamiento martiano
y el ideario socialista con la acción revolucionaria pero que no sobrevivieron
al proceso llamado Revolución del 30 que de manera importante ellos
contribuyeron a gestar desde inicios de la década de los años veinte del siglo
pasado pero que nuevamente fue golpeado por divisiones entre las fuerzas
revolucionarias. La embajada de Estados Unidos conspiró con el que sería
su hombre fuerte a partir de entonces, Fulgencio Batista, y con el
discurso del “Buen Vecino” logró restablecer el control de la situación. Se
generaron entonces nuevos engaños y frustraciones.
Aunque una Constitución proclamó en 1940 derechos muy avanzados para
la época, en periodos electorales sucesivos las fuerzas políticas que se
proclamaron herederas de la Revolución del 30, una vez llegadas al poder,
se revelaron como corruptas y serviles a la dominación norteamericana. El
Partido Comunista se había desangrado políticamente, obedeciendo la orden de
Moscú de crear Frentes Populares, y acudiendo a las primeras elecciones regidas
por la nueva Constitución en alianza con el mismo Batista que al servicio del
imperialismo había dado el tiro de gracia a la Revolución del 30. Un nuevo
Partido político con el nombre de Ortodoxo, en cuyas filas militaba el joven
abogado Fidel Castro, capitalizó el descontento popular bajo el lema “Verguenza
contra dinero”, su líder atrapado en una denuncia que no pudo probar se
suicidó, y a las puertas de las elecciones donde ese Partido tenía la victoria
segura, un golpe de estado encabezado por Batista cambiaría radicalmente la
situación.
Ante la inacción del Partido al que pertenecía y agotadas las vías
políticas, Fidel Castro abraza la vía armada, organiza en secreto un selecto
grupo de jóvenes y sorprende a la nación el 26 de julio de 1953 asaltando la
segunda fortaleza militar del país, con la demostración palpable de que él y el
Movimiento que encabeza están dispuestos a jugarse la vida por realizar los
sueños con que tantas veces habían engañado a los cubanos. Su discurso de
autodefensa, difundido clandestinamente desde la prisión, fue el programa
revolucionario que le ganó el apoyo popular, avalado porque esta vez la
palabra y los hechos se encontraban sin demagogia. Habían regresado Martí,
Maceo, Guiteras, Mella y Rubén en una sola persona. Fidel era el organizador y el
hombre de acción, el intelectual y el político con ética, el líder dispuesto a
jugarse el pellejo para probar sus ideas. El pueblo mil veces engañado vio en
él todo eso y decidió lanzarse otra vez a la Revolución.
El resto es conocido. Se podía hacer una revolución sin el ejército o
con el ejército pero no contra éste, y Fidel rompió el dogma. Fresco aun el
crimen de la CIA contra la Revolución guatemalteca de 1954, tampoco un gobierno
latinoamericano podía desafiar a Estados Unidos y menos hacer una Reforma
agraria que afectara intereses norteamericanos, Fidel volvió a romper el dogma
y desde entonces saltaron por los aires los imposibles en Cuba. Pero no fue
suficiente, en África eran invencibles los mercenarios blancos y el ejército
racista sudafricano hasta que negros y mestizos dirigidos por Fidel
demostraron lo contrario. Como ha escrito el historiador Piero Gleijeses, en
África Cuba humilló a una potencia de la Guerra fría –EEUU- y desafió a la otra
–la Unión Soviética-, actuando por motivaciones propias a favor de los pueblos
africanos.
Imposible era también que la Revolución se mantuviera en el poder en
Cuba tras la desaparición de la URSS, que un país del Tercer Mundo compitiera
en productos biotecnológicos con los del Primero y viviera de exportar
servicios profesionales pero los cubanos guiados por Fidel lo posibilitaron.
Había que matarlo porque Fidel es la posibilidad de que los postergados, los de abajo, hagan posible lo que siempre les han negado. Y no bastaba con matarlo, había que desacreditarlo. “Revolución es no mentir jamás”, ha dicho el hombre sobre el que quizás más se haya mentido.
Hace diez años que Fidel no gobierna en Cuba y cada día vivido desde
entonces ha sido un día de derrota para sus poderosos enemigos. Un día en que
se recuerda que no pudieron vencerlo ni con la guerra, ni con el asesinato; ni
con el bloqueo económico, recrudecido después de la caída de la Unión
Soviética.
Esa victoria no tendría sentido si la Revolución no continúa. Fidel no
hubiera trabajado intensamente todos estos años, no hubiera consagrado su vida
a la educación de su pueblo, si no es para que la Revolución lo sobreviva.
Pero con excepción de Cuba, solo países de geografía numerosa, lejanos de EEUU, con masa crítica demográfica, cultura milenaria y lengua propia han resistido de manera prolongada la hegemonía norteamericana.
“Fidel es un país”, escribió Juan Gelman pero eso era a inicios de la
Revolución. Hoy Fidel es una cultura, una geografía de la justicia y
la soberanía, un lenguaje de la solidaridad que une a muchas personas más allá
de las fronteras de Cuba. La Revolución sobrevivirá si mantiene viva esa
cultura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario