La carta de los 68 ganadores del Premio Nobel a Javier Milei
Señor Presidente de la República Argentina, Javier Milei.
Señor Jefe de Gabinete de Ministros,
Nicolás Posse.
Señor Presidente del CONICET, Dr.
Daniel Salamone.
Honorables Senadores y Diputados del
Congreso Nacional.
Nos dirigimos a ustedes con respeto y
profunda preocupación. Vemos como el sistema argentino de ciencia y tecnología
se acerca a un peligroso precipicio, y nos desesperan las consecuencias que
esta situación podría tener tanto para el pueblo argentino como para el mundo.
Vemos con preocupación la eliminación del Ministerio de Ciencia y Tecnología,
el despido de empleados administrativos del CONICET y de otros institutos en
todo el país, y la rescisión anticipada de muchos contratos el mes próximo.
Tememos que Argentina esté renunciando a sus científicos y a sus estudiantes de
ciencias. Nos preocupa que la dramática devaluación de los presupuestos del
CONICET y de las Universidades Nacionales refleje no sólo una dramática
devaluación de la ciencia argentina, sino también una devaluación del pueblo
argentino y del futuro de Argentina.
Como científicos internacionales,
muchos de nosotros hemos sido testigos de las contribuciones transformadoras de
la ciencia argentina. Si no fuera por la ciencia y los científicos argentinos,
las causas del cáncer de pulmón y la diabetes habrían seguido siendo un
misterio durante décadas. Si no fuera por la ciencia y los científicos argentinos,
careceríamos de los conocimientos y la tecnología que permiten a un país con
una pluviosidad modesta alimentar tanto a su propia población como a gran parte
del mundo. Si no fuera por la ciencia y los científicos argentinos,
careceríamos de elementos clave de nuestra comprensión del funcionamiento del
Universo, desde el funcionamiento de un simple virus hasta el funcionamiento de
un átomo. Como ciudadanos del mundo, nos beneficiamos de este legado. Nos
beneficiamos de nuestra aún imperfecta, pero a veces salvadora, capacidad para
diagnosticar y tratar el cáncer. Nos beneficiamos de los avances en agricultura
y de los alimentos que produce el paisaje argentino.
Vemos los muchos avances notables que
han llegado a Argentina a través de la historia y la tradición de la ciencia y
la tecnología argentinas. ¿Dónde estaría Argentina -y el mundo- sin esta rica e
importante historia?
Devaluar y/o cancelar la ciencia
argentina ahora sería un grave error. El mundo tiene muchos problemas, y
cualquier economía moderna como la argentina debe ser capaz tanto de generar
nuevas tecnologías enfocadas a problemas locales como de aplicar tecnologías
generadas por otros en un nuevo contexto local para resolver problemas locales.
Creemos en el ideal de que los países que invierten en nueva ciencia
compartirán sus tecnologías y sus beneficios, pero seríamos ingenuos si no
comprendiéramos que cualquier país que dependa únicamente de este espíritu
comunitario perderá rápidamente su independencia económica.
Algunas cuestiones, oportunidades y
soluciones son globales, y quizá depender de los conocimientos y esfuerzos de
otros puede funcionar en esos casos. Pero muchas cuestiones, oportunidades y
soluciones son locales, regionales o nacionales, y no debe esperarse que las
inversiones y los inversores de otras naciones aporten los conocimientos y
recursos necesarios para abordar esas cuestiones. Sin una infraestructura para
la ciencia, un país desciende a la indefensión y la vulnerabilidad. Sin
desarrollar su propia tecnología para avanzar ni capacitar a las personas o
desarrollar la infraestructura necesaria para el conocimiento científico y
tecnológico de otros a los problemas regionales, nacionales y locales, ¿en qué
situación quedaría Argentina?
Escribimos con la perspectiva de que
Argentina tiene una notable base científica sobre la cual construir si hay
voluntad. Argentina es el único país de la región que ha desarrollado su propia
vacuna Covid-19, construido y lanzado satélites de comunicaciones, y diseñado y
construido reactores nucleares de última generación que no sólo se han
exportado, sino que generarán un suministro nacional de radioisótopos para uso
médico crucial. Pronto se inaugurará un nuevo laboratorio de terapia de
protones, único en el hemisferio sur. Un proyecto multinacional liderado por
científicos argentinos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) ha
instalado el potente radiotelescopio QUBIC a 5.000 metros de altura en la Puna,
en Salta. Este telescopio explorará los primeros milisegundos del universo inmediatamente
después del Big Bang. Argentina ocupa el puesto 10 del mundo en número de
empresas de biotecnología, un logro sorprendente que promete grandes avances en
medicina y agricultura. Mediante ingeniería genética, un grupo financiado con
fondos públicos ha desarrollado con éxito variantes genéticas de trigo
resistentes a la sequía, ampliando así las fronteras de cultivo de cultivos
esenciales. Los científicos argentinos destacan en muchas áreas, como la
geología, la paleontología, la bioquímica, la biología molecular, la
inmunología, la ecología, la física, la arqueología y los estudios
medioambientales, atmosféricos y sociales.
Todos estos avances han sido
consecuencia del apoyo gubernamental a la investigación básica. El progreso
económico y social de las sociedades modernas y la creación de riqueza a partir
de los recursos naturales de un país están estrechamente ligados a una fuerte
inversión pública en ciencia y tecnología. Por estas razones, le instamos
respetuosamente a que restablezca los presupuestos de las restricciones
impuestas recientemente al importantísimo sector de la ciencia y la tecnología
de su país. La congelación de los programas de investigación y la disminución
del número de becarios de postgrado y de jóvenes investigadores provocarán la
destrucción de un sistema que costó muchos años construir y que costaría
muchísimos más reconstruir.
Firmaron la carta: los ganadores del Nobel de Química Thomas R. Cech, Martin Chalfie, Aaron Ciechanover, Walter Gilbert, Richard Henderson, Avram Hershko, Roald Hoffmann, Brian K. Kobilka, Roger D. Kornberg, Yuan T. Lee, Robert J. Lefkowitz, Jean-Marie Lehn, Tomas Lindahl, Roderick MacKinnon, Paul L. Modrich, Jean-Pierre Sauvage, Richard R. Schrock, Sir John E. Walker, Arieh Warshel, Sir Gregory P. Winter y Kurt Wuthrich; el ganador del Nobel de Economía Finn E. Kydland; los ganadores del Nobel de Medicina Harvey J. Alter, Werner Arber, Francoise Barre-Sino, Elizabeth H. Blackburn, Andrew Z. Fire, Jules A. Hoffmann, Tasuku Honjo, H. Robert Horvitz, Sir Michael Houghton, Tim Hunt, Louis J. Ignarro, William G. Kaelin Jr., Barry J. Marshall, Craig C. Mello, Edvard Moser, May-Britt Moser, Sir Paul M. Nurse, Stanley B. Prusiner, Sir Peter J. Ratcliffe, Charles M. Rice, Sir Richard J. Roberts, Michael Rosbash, Phillip A. Sharp, Susumu Tonegawa, Harold E. Varmus y Torsten N. Wiesel; y los ganadores del Nobel de Física Barry Clark Barish, Steven Chu, Albert Fert, Andre Geim, Sheldon Glashow, David J. Gross, John L. Hall, Serge Haroche, Takaaki Kajita, Ferenc Krausz, Anthony J. Leggett, Michel Mayor, Konstantin Novoselov, Giorgio Parisi, Roger Penrose, William D. Phillips, H. David Politzer, Donna Stricland, Kip Stephen Thorne y David J. Wineland.
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