…Debo se
feliz porque me engancha
que a la gente que se marcha
de nostalgia se le encharca el corazón.
Debo ser feliz porque, de inventos
que me ingenio, me sustento,
fácilmente, sin sentirme tan
terriblemente ladrón,
Y en la lógica de los cien años de perdón,
tengo síntomas del hombre nuevo…
que a la gente que se marcha
de nostalgia se le encharca el corazón.
Debo ser feliz porque, de inventos
que me ingenio, me sustento,
fácilmente, sin sentirme tan
terriblemente ladrón,
Y en la lógica de los cien años de perdón,
tengo síntomas del hombre nuevo…
(“Debo ser
Feliz”, Israel Rojas – Frank Delgado)
JUGOS CAMILA
La necesidad engendra la
creatividad, hay que agenciárselas en este Mundo para salir adelante cuando
todo parece acabado o agotado, personalmente mis mejores momentos han sido
cuando he estado en el subsuelo.
Corría el año 1994, el
cubano una vez más en su historia daba muestra de su infinita adaptación al
medio, somos una especie capaz de cambiar de color, estirar nuestro cuerpo al
máximo como una goma de mascar y echar tinta venenosa a nuestros enemigos para
que no distingan nuestro lugar, todo eso y mucho más fue lo que hicimos a tres
años de haber comenzado el periodo especial, luego de la caída del muro de
Berlín.
Volvía yo a mis raíces, a la
experiencia de mi vieja, cuando trabajo en la cafetería de Porvenir y C, allí
ella había diseñado el mejor batido de plátano de la República de Cuba, con
papel y lápiz y varias jarras de batidos tirados por el fregadero acometí la
peligrosa tarea de fabricar un brebaje que ya no iba a contener los milagrosos
ingredientes que una vez hicieron famosa a la gitana Lisso en Lawton, entre
ellos el queso crema.
Mi batido, que se fabricaba
al momento, cuando el cliente llegaba al Dpto. No. 2 de Armas 495, se haría conocido
y comercializado hasta dos o tres cuadras a la redonda de aquel lugar de origen,
sin permisos ni autorización gubernamental, llevaría la marca registrada de
JUGOS CAMILA, pronto diseñe una etiqueta que sería pegada sobre el litro de
leche de vidrio que por aquella época no circulaba, donde envasaría in situ, mi
jugo frio, que llevaba la
inspiración, como siempre ha sido después de su nacimiento, de mi hijita Cami.
Del Batido de Plátano, pase al
de Mango y hasta llegue a fabricar el GRAN BATIDO DE MAMEY, codiciado por
todos, que poco le falto para cotizar en bolsa, recuerdo que un litro de mi
pócima salvadora se vendía bien, a unos 25 pesos, teniendo en cuenta que por
aquella época 1 dólar estaba a 120 pesos, tuve grandes clientes como El Boli y
su novia, que empezó a recibir por aquel año los dólares que su madre le enviaba desde
Miami, el tipo, que no le hacía asco a nada, se zumbaban dos y tres litros
diarios de aquel mejunje, y yo,
feliz.
Mientras tanto seguía haciendo ciencia,
que era para lo que la Revolución me había preparado con tantos recursos
gastados, aunque a decir verdad JUGOS CAMILA apareció como el
microempredimiento salvador, solo
por la sencilla razón, que
mis 360 pesos (3 dólares) que por aquellos años ganaba, no me alcanzaba ni para mantenerme con
la boca cepillada olorosamente.
Las fotos que guardo de esos años,
donde iba y venia a mi trabajo en bicicleta a unos 14 km de Lawton, entre
subidas y bajadas tipo Sierra Maestra, dan muestra de mi falta de peso, JUGOS
CAMILA, la pasta de oca y mi pasión por el trabajo en la ciencia, nos mantuvieron vivo, a mi y mi recién inaugurada familia dos años
antes, hasta
la época en que vinieron tiempos mejores.
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